PARANOIA: UN CANTO (Stephen King)
Publicado en
agosto 22, 2021
Ya no puedo salir. Hay un hombre junto a la puerta con impermeable fumando un cigarrillo. Pero...
Lo he puesto en mi diario y las direcciones están todas en fila sobre la cama, ensangrentadas por la luz del letrero del bar vecino.
Él sabe que si muero (o incluso si desaparezco) aparece el diario y todo el mundo se entera que la CIA está en Virginia.
500 etiquetas compradas en 500 mostradores de tiendas, todas distintas, y 500 cuadernos con 500 páginas en cada uno.
Estoy preparado.
Puedo verle desde aquí. Su cigarrillo brilla por encima del cuello de la trinchera y por alguna parte hay un hombre en un Metro sentado debajo de un anuncio y pensando en mi nombre.
Los hombres me han discutido en cuartos traseros. Si suena el teléfono sólo hay aliento de muerte.
En el bar, al otro lado de la calle, un revólver achatado ha cambiado de dueño en el lavabo. Cada bala lleva mi nombre. Mi nombre está escrito en viejos ficheros y buscado en las listas del depósito de cadáveres.
Mi madre ha sido investigada; gracias a Dios que ha muerto.
Tienen muestras de escritura y examinan las vueltas de las pés y las cruces de las tés.
Mi hermano está con ellos, ¿se lo dije?
Su esposa es rusa y él no deja de pedirme que rellene formularios.
Lo tengo en mi diario. Escuchen… escuchen escuchen por favor: deben escucharme.
Bajo la lluvia, en la parada del autobús, negros cuervos con negros paraguas simulan mirar sus relojes, pero no está lloviendo. Sus ojos son dólares de plata.
Algunos son eruditos a sueldo del FBI, la mayoría extranjeros que invaden nuestras calles. Les engañé salté del autobús entre la 25 y Lex donde un cochero me miraba por encima de su periódico.
En la habitación que hay sobre la mía, una vieja ha montado una succión eléctrica en su suelo. Se lleva rayos de mi instalación eléctrica y ahora escribo a oscuras al resplandor del letrero del bar. Les digo que lo sé.
Me mandarán un perro con manchas pardas y una radio de telaraña en el hocico. Lo ahogué en la fregadera y lo escribí en la carpeta GAMMA.
Ya he dejado de mirar el buzón. Las felicitaciones son cartas-bomba.
(¡Aléjate! ¡Maldito seas! ¡Aléjate! ¡Ya conozco a los altos! ¡Les digo que conozco a gente muy alta!)
El pequeño restaurante equipado con suelos parlantes y la camarera dijo que era sal, pero yo conozco el arsénico cuando me lo ponen delante. Y el gusto amarillo de la mostaza para encubrir el amargo olor de las almendras.
He visto extrañas luces en el cielo. Anoche, un hombre oscuro, sin rostro, se arrastró nueve millas de recorrido de cloacas para salir en mi retrete, esperando oír llamadas telefónicas a través de la endeble madera con orejas de cromo. Se lo digo, hombre, oigo.
Vi las huellas embarradas de sus manos sobre la porcelana Ya no contesto al teléfono ¿se lo había dicho?
Se proponen inundar la tierra con mierda. Se proponen penetrar a la fuera.
Tienen médicos que abogan por extrañas posturas sexuales. Fabrican laxantes con droga y supositorios que queman.
Saben cómo apagar el sol con explosivos.
Yo me envuelvo en hielo…, ¿se lo había dicho? Evita sus infralcances. Conozco encantamientos y llevo amúletos. Podéis creer que me teméis, pero podría destruiros Ahora, en cualquier momento.
En cualquier momento.
En cualquier momento.
¿Quieres algo de café, mi amor?
¿Les dije que ya no puedo salir? Hay un hombre junto a la puerta con un impermeable.
Fin