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enero 19, 2021
Kastoria-Macedonia Occidental-Grecia
Con retazos que otros peleteros desechan, la localidad griega de Kastoria ha creado un estupendo negocio.
Por Philip Temple.
RECORRÍA un abrupto camino del noroeste de Grecia, entre las densas colinas de Macedonia. Al atravesar un desfiladero, vi abajo el hermoso lago Orestias y, a su lado, a Kastoria con sus torres, cúpulas y tejados rojizos salpicando los altozanos. ¿Acaso un pueblo bizantino para deleite del viajero? Sí, y algo más: el centro mundial de la peletería en lo que respecta a ropas confeccionadas con retazos.
Desde hace 500 años la industria peletera sostiene a los kastorianos, que hoy fabrican abrigos con pieles enteras y con retazos, y, lo que importa más, producen también eso que la profesión llama "compuestos" (fracciones de pieles unidas entre sí en forma de frazada para ser luego transformadas en prendas de vestir).
En 1979, esta próspera población de 20.000 habitantes y sus aldeas vecinas exportaron a 26 países material por más de 100 millones de dólares, volumen equivalente al 12 por ciento del mercado mundial de pieles al mayoreo.
A cada paso observa el caminante, junto a la puerta de una casa, pieles cortadas secándose sobre el molde de un abrigo. Kastoria tiene sólo tres talleres modernos y en ellos prestan sus servicios 300 operarios, por lo que se comprenderá que la mayoría de los 1.500 manufactureros del pueblo forman pequeñas empresas de tipo familiar.
"Son una especie de magos", comenta Roger Gercault, un parisino que conocí por allí y que, como tantos otros peleteros de Europa, Estados Unidos, Japón y Hong Kong,viaja a Kastoria varias veces en el año porque en ningún otro sitio se encuentran artículos tan finos y tan baratos.
Mientras la mayoría de los industriales utilizan sólo pieles enteras, los helenos de nuestro artículo compran en medio mundo un millón de kilos anuales de desechos de cualquier tipo —lo mismo de visón que de zarigüeya—, tamaño y color. Una vez recibidos los trozos, los clasifican e integran en paños de entre 1,15 y 2,30 metros, que luego exportan directamente o como prendas de vestir ya confeccionadas. De una u otra forma, un abrigo así manufacturado se vende a la mitad, o menos, del precio de uno hecho con piel entera. Por eso es Kastoria el mercado de pieles más grande de la Tierra.
En el barrio de Tambakhani observé a tres hombres trabajar a la luz de potentes lámparas. Extraían manojos de retazos de entre un fardo de 400 kilos y los clasificaban en hasta 200 diversos tonos de negro, blanco y marrón. Luego acompañé a Makarios Arabatsis, un corredor de pieles, a visitar un empinado callejón en el que cada puerta conducía a un almacén de pieles y a un taller. En una habitación de techo bajo, otros hombres desbastaban los retazos (pequeñísimos algunos) y les daban la forma conveniente, mientras que en el cuarto contiguo varios hombres y mujeres los cosían. A veces hay que rebuscar entre 500 kilos de sobras para obtener los tres o cuatro kilos que se requieren para un compuesto. Y un compuesto puede contener hasta 1.000 retazos.
Todavía recuerdan los kastorianos a un vecino que se hizo legendario en 1920 por haber confeccionado un doble retrato en piel del entonces primer ministro, Eleutherias Venizelos, y del rey Jorge II. Para simular los botones dorados del uniforme, el artesano recurrió a trocitos de garganta de marta cebellina; para el color azul usó topo; y para el color carne, el vientre de cebellina.
El comercio de pieles es una de las actividades económicas más antiguas del mundo, y Kastoria (enclavada en plena antigüedad entre Roma y Constantinopla) participa en él desde el siglo XV, cuando menos. Una o dos veces al año, los aldeanos enviaban en aquel entonces a Constantinopla caravanas repletas de ropa; y se sabe que hacia el siglo XVII atravesaban el imperio otomano en caravanas de hasta 400 animales.
La iniciativa de ventas de los naturales se complementó con el ahorro al retornar con fardos de retazos de piel que los fabricantes desechaban. En un principio se los regalaban hasta que vieron que sacaban buen grano de ello. Mas, aun cuando hoy deben pagar los residuos, los aldeanos hacen negocio hasta el grado de que no dan abasto para satisfacer la demanda de sus productos.
En dicha labor, miles de kastorianos dispersos en Europa y Estados Unidos los auxilian a modo de intermediarios; es decir, comprando pieles en Kastoria y vendiéndolas a minoristas en el exterior. Según explica Jean Mantópoulos, peletero que emigró a París en 1919: "Los kastorianos llevan la piel en la sangre. Son como las polillas. Están dondequiera que haya pieles".
Los emigrantes visitan con frecuencia el terruño y envían regalos. Omonia (igualdad de pareceres), la asociación de kastorianos residentes en Nueva York, ha dado a la localidad un moderno sistema de purificación de aguas, su primera planta eléctrica, un hospital, un gimnasio y un laboratorio químico para una escuela. Orestias, el equivalente parisino fundado hace 61 años, compró los uniformes y demás pertrechos para el equipo local de fútbol. Merced también a grupos similares se han restaurado las pinturas de los templos del lugar, lo cual hace de Kastoria uno de los centros más ricos en arte bizantino.
Embellecen la población no menos de 55 iglesias antiguas, todas de ladrillo rojo y muchas construidas con las ganancias que deja el comercio de pieles. La de Hagios Minas está dedicada al profeta Elías, quien sobrevivió al inclemente frío del desierto envuelto en una piel de oveja y a quien frecuentemente se representa en las imágenes subiendo al cielo vestido con pieles. Elías ha sido desde 1915 el santo patrono de la Asociación de Fabricantes de Pieles de Kastoria, y cada 20 de julio los kastorianos celebran su festividad en la plaza principal. "Tienen mucho que celebrar", comenta el ex presidente de la asociación, Petros Talidis. "Durante los últimos 15 años la población se ha triplicado, y el valor de nuestras pieles enteras de exportación ha aumentado en un cien por ciento". Esto ha incrementado a cerca de 5.000 dólares el ingreso anual per cápita en Kastoria, lo que la convierte en una de las localidades más prósperas del país.
Para mantener en alto la calidad del personal, la asociación de peleteros dirige y supervisa una escuela de aprendizaje financiada por el Gobierno griego. Los cerca de 200 noveles allí inscritos dedican dos años al aprendizaje y no cejan hasta conocer el último truco de la profesión. "Queremos que la juventud se quede en Kastoria", observa Petros Talidis, "y que mejore notablemente la capacidad de nuestros operarios".
Veinte años atrás, buscando aumentar las utilidades y afianzar su independencia económica, los kastorianos se lanzaron a elaborar pieles. En la actualidad tienen en funcionamiento tres criaderos con unos 20.000 visones y zorros plateados y azules, y pies de cría de Estados Unidos y Escandinavia. El proyecto les ha llevado a participar más en el mercado de las pieles enteras.
Kastoria ha evolucionado mucho desde aquellas caravanas a Constantinopla; ahora hasta tiene su propia feria anual de pieles. En ella los negocios se celebran en una lingua franca en la cual el inglés hace a veces de puente entre el griego y el francés, o entre el alemán y el italiano.
Una vez cerrado algún negocio, lo sellan con el tradicional brindis griego de fruta glaseada, café dulce y agua fría. Al caer la tarde, el agua cede su lugar al metaxa, suave coñac griego. Cuando le pregunté a un comerciante alemán que acababa de cerrar una transacción por qué las pieles de Kastoria tenían tanta demanda, alzó su copa y sonrió: "Aquí uno encuentra lo que busca en pieles. Kastoria abriga al mundo".