LA PRINCESA INGENIOSA (Peter Christen Asbjornsen)
Publicado en
julio 21, 2020
Cuento Noruego seleccionado y presentado por Ulf Diederichs. Tomado de la recopilación hecha por Peter Christen Asbjornsen.
Érase una vez un rey que tenía una hija que hablaba con tal ingenio y tal habilidad que nadie era capaz de silenciarla. El rey decidió ofrecer un premio e hizo saber que entregaría a la princesa y la mitad de su reino a quien fuera capaz de hacerla callar. La noticia llegó hasta tres hermanos, que decidieron probar fortuna. Primero se pusieron en marcha los dos mayores, que se creían los más inteligentes. Pero además de no conseguir silenciar a la princesa, salieron de allí llenos de moratones. Más tarde se puso en marcha también Ceniciento. Cuando había recorrido un trecho, encontró una ramita de mimbre al borde del camino, y la cogió. Un trecho después, encontró un trozo de una vieja fuente de barro, y también lo cogió. Cuando había caminado un poco más, encontró un estornino muerto y después un retorcido cuerno de macho cabrío. Al poco rato encontró otro cuerno retorcido de macho cabrío y, cuando se disponía ya a cruzar el campo que conducía hasta el palacio real, entre el abono esparcido encontró una suela de zapato suelta. Guardó todas las cosas que había encontrado y entró en el palacio real para ver a la princesa.
—¡Buenos días! —dijo.
—¡Buenos días! —dijo ella arrugando la cara.
—¿No podría asar mi estornino? —preguntó él.
—Me da miedo que reviente —contestó la princesa.
—Oh, no hay cuidado, lo ataré con esta ramita de mimbre —dijo el muchacho sacando la ramita.
—Pero se derramará la grasa —dijo la princesa.
—Le pondré esto debajo —dijo el muchacho enseñándole el trozo de la fuente de barro.
—Me lo estás poniendo muy retorcido —dijo la princesa.
—Yo no lo estoy poniendo retorcido; ya está retorcido —dijo el muchacho sacando uno de los cuernos.
—¡No! ¡Jamás había visto nada igual en toda mi vida! —exclamó indignada la princesa.
—Pues aquí puedes ver algo igual —dijo él sacando el otro cuerno.
—¿De dónde has salido tú, que pretendes atarme la boca? —preguntó la princesa.
—No he salido de ninguna parte, pero aquí tienes algo que sí se ha salido —dijo el muchacho enseñándole la suela de zapato. Ante esta respuesta, la princesa ya no supo qué decir.
—Ahora eres mía —dijo el muchacho.
Y así fue como consiguió a la princesa y la mitad del reino.
Fin