Publicado en
mayo 04, 2020
¿Ayudará a resolverlo la nueva tecnología?
Por Jefferson Morley
UNA MAÑANA, Carl Haber estaba atrapado en el tránsito cuando oyó en la radio una noticia sobre el precario estado de unas grabaciones de sonido guardadas en la Biblioteca del Congreso. El deterioro era tal, que impedía reproducir muchas canciones populares y discursos famosos de principios del siglo XX. Había archivistas buscando formas de restaurarlas y conservarlas.
Ante algo así, la mayoría de la gente menearía la cabeza y seguiría bebiendo café como si nada, pero para Haber, físico de partículas, fue casi una revelación. Él y Vitaliy Fadeyev, colega suyo del Laboratorio Nacional Lawrence Berkeley del Departamento de Energía de Estados Unidos, se dedicaban a fabricar sensores para registrar huellas de partículas subatómicas en experimentos controlados. ¿Podrían servir sus métodos para escanear los contornos microscópicos de los surcos de esas viejas grabaciones?
Haber pensó que si convertía esa información análoga a un formato digital, podría obtener una copia virtual de las grabaciones dañadas sin tener que reproducirlas. Acertó. Lo que no imaginó es que esa gran idea iba a llevarlo a él y a Fadeyev a las entrañas del más famoso misterio sin resolver de su país: el asesinato del presidente John F. Kennedy.
EN UNA BÓVEDA de los Archivos Nacionales en College Park, Maryland, se guarda una cinta de plástico flexible azul conocida como la Dictabelt 10 del Departamento de Policía de Dallas. Es un registro de voces y ruidos grabados en uno de dos canales de radio de la policía entre las 12:05 y 12:40 de la mañana del 22 de noviembre de 1963. A las 12:30 de ese día, Kennedy y su esposa recorrían el centro de Dallas en una limusina descubierta cuando sonaron unos disparos. Una bala dio en la cabeza del Presidente, de 46 años, y le causó la muerte. Por casualidad, el micrófono de radio de un policía que escoltaba en moto a la caravana de Kennedy se trabó en la posición de "encendido". Ese micrófono transmitía los sonidos de la caravana al cuartel de la policía, donde se grababan en cintas de plástico.
Haber y Fadeyev nada sabían sobre la Dictabelt 10 cuando empezaron a probar nuevas técnicas de preservación de sonidos, y tampoco tenían mucho interés en los detalles del asesinato de Kennedy. Pero ahora, luego de crear un método eficaz para reproducir grabaciones antiguas, no descartan que éste sirva para esclarecer un caso que sigue intrigando a millones de personas. En efecto, es posible que esta nueva tecnología convierta la Dictabelt 10, que tiene ya 41 años, en una nueva prueba y responda con rigor científico una pregunta recurrente: ¿cuántos disparos se hicieron exactamente aquel aciago día?
Vitaliy Fadeyev (arriba) y Carl Haber en su laboratorio. El azar los llevó a las entrañas del caso Kennedy.
HABER Y FADEYEV comenzaron su tarea visitando una tienda de discos antiguos. Con un microscopio digital llamado SmartScope, escanearon los surcos de un disco de 78 r.p.m. de 1950 que contenía la canción Goodnight Irene. Luego Fadeyev diseñó un programa de cómputo que simulaba el movimiento de una aguja de fonógrafo a lo largo de unos surcos virtuales. Finalmente, en octubre de 2002, usaron el programa para reproducir la grabación virtual, y saltaron de emoción cuando sonó la música.
Tras publicar su conclusión en un artículo, los archivistas de la Biblioteca del Congreso accedieron a prestarles un lote de grabaciones antiguas a cambio de un informe técnico sobre la manera de preservarlas.
Los dos físicos utilizaron entonces un microscopio confocal. A diferencia del SmartScope, este aparato no escanea un objeto completo. Dirige un haz de luz hacia una sección muy pequeña, y el reflejo es captado por un fotodetector que lo convierte en señal eléctrica y luego una computadora va formando un patrón gráfico con miles de puntos.
Haber y Fadeyev decidieron escanear un cilindro de Edison, antiguo dispositivo de grabación sonora que era un poco más que un rollo de celuloide con finos surcos. Eligieron un cilindro de 1909 de la canción Just Before the Battle, Mother. La copia digital resultante eliminó gran parte del ruido y el siseo del original.
Cuando se enteró del exitoso trabajo de los físicos, Leslie Waffen, de los Archivos Nacionales, se acordó de la Dictabelt 10. Desgastada por las incontables veces que la reprodujeron los investigadores de la policía y agrietada por un almacenamiento deficiente, parecía irrecuperable. ¿Podría hacerse una copia digital de ella? "Es parte de la historia de Estados Unidos", dice Waffen. "Tenemos la obligación de preservarla y, de ser posible, ponerla a disposición de todo ciudadano que desee oírla".
En junio de 2004, Waffen pidió a los dos físicos que explicaran al comité de expertos en conservación de los Archivos cómo iban a crear la copia. Luego de escucharlos, el comité recomendó que lo intentaran.
Algunos expertos dicen que esta cinta contiene pruebas de una conspiración contra Kennedy. Los últimos avances técnicos quizá ayuden a demostrarlo.
EL ASESINATO DE KENNEDY convulsionó a Estados Unidos. La mayoría de los testigos aseguró haber oído tres disparos provenientes del almacén de libros de la Escuela Texas, a espaldas de la fila de vehículos. Algunas personas situadas cerca de la limusina dijeron que también sonaron disparos en un montículo de hierba que había a la derecha y al frente de la caravana. Lee Harvey Oswald, un ex infante de marina de 24 años que alguna vez desertó y huyó a Rusia, fue arrestado ese mismo día. Los análisis forenses lo vincularon con un rifle hallado en el almacén de libros y que resultó ser el arma homicida. Entre tanto, en Miami, unos exiliados cubanos financiados por la CIA declararon a la prensa que Oswald había apoyado activamente al líder Fidel Castro. Oswald alegó que era inocente. A los dos días del arresto, y en presencia de la policía, fue asesinado por Jack Ruby, el dueño de un club nocturno local quien tenía nexos con el crimen organizado.
Días después, según las encuestas, sólo 29 por ciento de los estadounidenses creían que hubiera habido un solo asesino; sin embargo, en septiembre de 1964, una comisión investigadora encabezada por Earl Warren, presidente de la Suprema Corte, concluyó lo mismo: por razones desconocidas, Oswald actuó solo.
Las dudas persistieron. Aunque muchos defendían la teoría del asesino solitario, Lyndon B. Johnson, sucesor de Kennedy, especuló en privado que éste había sido blanco de una conspiración vinculada con la Guerra Fría y con Cuba. Por los nexos de Jack Ruby con el crimen organizado, también se pensó que el atentado había sido un golpe de la mafia. La muerte de Ruby, en 1967, no desvaneció esta sospecha, ya que llegó a insinuar que nunca reveló todo lo que sabía.
En 1991, la polémica suscitada por la película JFK, de Oliver Stone, la cual respalda la teoría del complot, llevó al gobierno a abrir al público un vasto acervo de documentos relacionados con el magnicidio. Y aunque aún hay defensores de la teoría del asesino solitario —entre ellos Gerald Posner, autor del libro Caso cerrado—, una encuesta realizada en 2001 reveló que sólo 13 por ciento de los estadounidenses creían en ella.
LA EXISTENCIA de la Dictabelt 10 es una de esas raras casualidades que hacen tan fascinante la historia. Tras el asesinato, los investigadores de Dallas escucharon muchas de las cintas grabadas ese día sin detectar sonidos de disparos. A principios de 1964 la FBI examinó las grabaciones y tampoco halló nada. Las cintas se archivaron en el cuartel de la policía de Dallas hasta 1969, cuando el agente Paul McCaghren las identificó y ordenó que se ocultaran "en un sitio seguro".
Entre tanto, creció el escepticismo público sobre la teoría del asesino solitario. Aunque a los pocos días del asesinato la revista Life publicó fotos fijas de la llamada película de Zapruder, la gente no volvió a preguntarse con insistencia qué había ocurrido en realidad hasta marzo de 1975, cuando la cadena televisiva ABC proyectó ese filme por primera vez. En la película, rodada por el empresario y cineasta aficionado Abraham Zapruder, se ve cómo la cabeza de Kennedy se proyecta bruscamente hacia atrás, como si una bala le hubiera dado en la frente. El Congreso no tardó en ordenar que se reabriera la investigación.
EN 1977, MARY FERRELL, secretaria jurídica e investigadora del caso Kennedy, residente en Dallas, contó a la recién creada Comisión de la Cámara de Representantes para el Esclarecimiento de Asesinatos (HSCA, por sus siglas en inglés) que había oído una cinta de un canal de radio de la policía de Dallas grabada hacia la hora en que ocurrió el asesinato. Esto llevó a que la comisión recuperara las Dictabelts en mayo de 1978. Para entonces, la ciencia del análisis acústico había avanzado mucho. El asesor jurídico de la HSCA, el ex fiscal federal G. Robert Blakey, contrató a James Barger, experto en acústica, para que evaluara si la Dictabelt 10 podría servir como prueba.
Barger decidió comparar los impulsos sonoros de la cinta con el sonido de disparos reales. En agosto de 1978 viajó a Dallas para realizar una serie de pruebas. Tras colocar 36 micrófonos a lo largo del trayecto que siguió la caravana por la Plaza Dealey, grabó disparos hechos desde la ventana del sexto piso del almacén de libros —el escondite de Oswald— y desde el montículo de hierba. Luego comparó los patrones de sonido registrados con los impulsos de la Dictabelt. Sus conclusiones difirieron de los de la Comisión Warren, la cual había concluido que Oswald disparó tres veces a la limusina de Kennedy.
Barger identificó al menos cuatro patrones de ondas sonoras que, según él, se parecían mucho a los de sus disparos de prueba: tres eran muy similares a los hechos desde la ventana del almacén, y uno al de un disparo hecho desde el montículo de hierba. Otros dos expertos en acústica contratados por la HSCA apoyaron esta conclusión. Las pruebas acústicas se convirtieron en la base del dictamen que la Comisión del Congreso emitió en enero de 1979: Kennedy fue asesinado "probablemente" por conspiradores que, con excepción de Oswald, no podían ser identificados.
Otros expertos cuestionaron las conclusiones. En 1980, el Departamento de Justicia recurrió al Consejo Nacional de Investigaciones (NRC), y en mayo de 1982, un grupo de 12 científicos del NRC dictaminó por unanimidad que los supuestos disparos de Barger eran otra cosa y que no correspondían a los de un asesinato. La Dictabelt 10 fue devuelta al Departamento de Justicia y más adelante se envió a los Archivos Nacionales.
A principios de 2001, Donald Thomas, científico del gobierno interesado en el caso Kennedy, publicó en una revista forense británica un artículo basado en una revisión matemática de todas las pruebas acústicas. Su conclusión fue que la caravana presidencial recibió cinco disparos desde dos direcciones diferentes.
La pregunta ahora es: ¿podría un mapa digital de la Dictabelt 10 confirmar o descartar en definitiva la existencia de un segundo asesino?
Obtener una copia de la cinta no va a ser fácil. Cada surco mide 75 micras de ancho (casi lo mismo que tres cabellos humanos juntos) y cinco micras de profundidad; además, es asimétrico: tiene una pared vertical y una oblicua, lo que complica la tarea de escribir los algoritmos necesarios para una simulación computarizada. Con todo, Haber y Fadeyev confían en obtener buenos resultados. El siguiente paso que deben dar es redactar un artículo de "demostración del concepto" para los Archivos Nacionales. Si el artículo resulta convincente, recibirán el aval para escanear la grabación.
Paul Horowitz, profesor de física de la Universidad Harvard y miembro del grupo de científicos de la NRC que desechó el dictamen de James Barger, asegura que escanear la cinta no acabará con el debate sobre el asesinato. Asegura que, junto con varios de sus colegas, ha elaborado una respuesta al artículo de Donald Thomas a fin de demostrar que éste y Barger confundieron sonidos casuales con disparos: "Una reproducción digital de la Dictabelt no va a cambiar esa conclusión", señala.
Thomas se defiende. Afirma que hay sincronía entre los impulsos sonoros de la cinta y los signos visuales de disparos del filme de Zapruder, y que en la Dictabelt hay un intervalo de 4.8 segundos entre lo que él percibe como el tercero y cuarto disparos. "En la película de Zapruder, el intervalo entre los dos disparos cruciales es de 4.8 segundos", dice. "¿Ocurrirían con tal simultaneidad ruidos casuales?"
En opinión de Fadeyev, un mapa digital de alta calidad de la Dictabelt 10 podría esclarecer una cuestión forense decisiva en torno al caso Kennedy: las "huellas dactilares acústicas" de los supuestos disparos.
"Cuando se hicieron los primeros estudios de la Dictabelt 101, el análisis de formas de ondas era muy rudimentario", explica. "En la actualidad el análisis científico de los patrones generados por las ondas sonoras es mucho más refinado porque disponemos de computadoras ultrapotentes. Los investigadores ahora tienen una capacidad mucho mayor para confirmar o descartar si los impulsos sonoros coinciden con las huellas dactilares acústicas de los disparos de un rifle, o si los produjo otra cosa".
De manera que, si todo marcha de acuerdo con lo planeado, este mismo año se enviará la Dictabelt 10 al Laboratorio Lawrence Berkeley para ser sometida al microscopio confocal. Y en un plazo de meses quizá se obtenga una versión moderna de un antiguo elemento de prueba que podría arrojar nueva luz sobre uno de los mayores misterios sin resolver de la historia de Estados Unidos.
© AP/Wide World Photos/Archivos nacionales vía Dallas Morning News