Publicado en
noviembre 25, 2019
Cada pueblo y cada ciudad tienen sus propios ejemplos de valor, bondad y decencia. A continuación presentamos al lector a tres...
UN HIJO QUE NO MORIRÁ
CUANDO FALLECIÓ el padre de Karen Houselog, después de una larga lucha contra el cáncer, los recursos de la familia se habían agotado. La brillante muchacha merecía ir a la universidad, pero no había dinero para eso.
Hoy, Karen es estudiante de segundo año en la Universidad de Iowa. Un aspirante a ingeniero, de nombre Mark Pryor, fue quien le abrió la puerta..., al morir en el ocaso de uno de los primeros días de la primavera. Mark, de 23 años, iba caminando por la cuneta de una carretera en compañía de su padre, Ron —se consideraban los mejores amigos el uno del otro—, cerca de su hogar, en Winona, Minnesota, el 23 de marzo de 1989. Mientras hablaban de la inminente llegada de la primavera y planeaban excursiones en bicicleta para el próximo verano, una camioneta se salió del camino, viró hacia la cuneta y mató a Mark casi instantáneamente.
Varios meses después, cuando una aseguradora pagó la indemnización de 100,000 dólares a Ron y Barbara Pryor, los padres de Mark no depositaron el dinero en el banco, ni lo utilizaron para ampliar su pequeño negocio. En vez de ello, instituyeron una beca para ayudar a jóvenes que se encontraran en el umbral de una carrera, donde se había quedado Mark al perder la vida.
"Tenemos un negocio, una buena casa, y hasta que murió Mark estábamos contentos con nuestra vida. Podemos prescindir del dinero del seguro", dice Ron. "La muerte de Mark fue desgarradora para nosotros, pero hemos tratado de hacer algo constructivo de ella, y procurar que Mark siga viviendo a través del trabajo y la vida de otros jóvenes, como Karen Houselog".
En parte a instancias de la familia Pryor, el tribunal no envió a la cárcel al conductor ebrio. "Parecía sincera-mente arrepentido", relata Ron. Lo sentenciaron a 200 horas de servicio a la comunidad, a cinco años de libertad condicional y a inscribirse en un programa de educación sobre los peligros de las drogas y el alcohol. También se le exigió aportar 3000 dólares al fondo de la beca que instituyeron los Pryor.
"Mark era un muchacho tranquilo, de mente analítica, a quien le encantaba la escuela. Sin embargo, rebosaba de vitalidad cuando estaba en contacto con la naturaleza", dice Ron. "Lo que nuestro hijo significaba para nosotros es demasiado valioso para convertirlo en ira".
—Jim Klobuchar, en el Star Tribune de Minneapolis
BUEN SAMARITANO DEL CAMINO
DARWIN NISSEN, hombre de negocios de 40 años, iba conduciendo hacia el sur por la Carretera Interestatal 29, en las cercanías de Omaha, Nebraska, cuando, al mirar hacia la franja divisoria, vio que un camión de remolque se estrellaba de frente contra una columna de concreto. Nissen frenó bruscamente, salió del auto y corrió a través de la franja de hierba; después, zigzagueando para esquivar el tráfico, llegó, sin aliento, al sitio del desastre.
El conductor del camión de remolque, Rick Anderson, de 29 años, había quedado, ensangrentado e inconsciente, sobre el volante retorcido. Ninguna de las portezuelas se abría, y el olor a diesel impregnaba el aire.
Mientras Nissen le tomaba el pulso al conductor, que lo tenía sumamente débil, de pronto surgió una llamarada del lado del pasajero. Tomando un extintor de la caja de herramientas de la cabina del camión, Nissen y otro hombre rociaron el fuego. Por un momento, las llamas cedieron. Pero entonces se vació el extintor, y las llamas volvieron a alzarse en toda la cabina. Darwin Nissen sintió que se le ponía. tiesa la tez con aquel calor.
Corrió entonces hacia la ventanilla del conductor. Una y otra vez, Nissen, de 1.85 metros de estatura, robusto ex tacleador defensivo de futbol americano universitario, abrazó al chofer y se esforzó por sacarlo, pero fue en vano. Vio, horrorizado, que una manga de la camisa del herido empezaba a arder, y que luego le subía la llama al pelo. Abrazando de nuevo a Anderson, Nissen lo levantó con todas sus fuerzas. Por fin, el conductor, con el tronco en llamas, salió por la ventanilla. Nissen cayó de espaldas, jadeante. De pronto, su alivio dio paso al horror: una pierna de Anderson aún estaba trabada en el interior. Ahora pendía de cabeza hacia afuera de la cabina, inconsciente y todavía ardiendo.
Poniéndose rápidamente de pie, Nissen apagó con palmadas las Ilamas que brotaban del cuerpo de Anderson y, metiéndose otra vez a la cabina llameante, logró liberar la pierna del conductor. En esta ocasión, Rick Anderson cayó a tierra, en el momento en que las llamaradas invadían por completo el asiento del conductor.
Anderson fue trasladado de inmediato a un hospital, donde lo atendieron por fracturas, contusión y quemaduras de tercer grado en el 50 por ciento de su cuerpo. Nissen, cuyas manos y rostro ampollados se habían hinchado enormemente, fue llevado a otro hospital, donde lo trataron por quemaduras de segundo grado, laceraciones, magulladuras de músculos y aspiración de humo. Ambos hombres se recuperaron del todo.
En junio de 1990, a Darwin Nissen se le otorgó la prestigiosa Medalla Carnegie por Heroísmo.
—Sheldon Kelly
UNA CIUDADANA RESPONSABLE
EL NIÑO de 11 años que estaba sentado al lado de Orna Siegel, en un cine de Los Ángeles, no dejaba de moverse. Molesta, Orna se volvió a verlo y se quedó boquiabierta. El acompañante del niño, un hombre de más de 60 años, lo estaba tocando obscenamente.
La señora Siegel fue a hablar con el gerente del cine y le pidió que telefoneara a la policía. Esta no llegó.
Al terminar la película, la dama tomó a sus hijos de las manos y se puso a seguir a aquel hombre y al niño. A la salida, el gerente la miró y se encogió de hombros. La señora Siegel dedujo que no había llamado a la policía.
El inmoral sujeto entró en una tienda con el niño. La mujer abordó al gerente, quien, al principio, se negó a intervenir; luego, al ver lo alterada que estaba, le permitió usar el teléfono de su oficina para que ella misma llamara a la policía.
Los agentes llegaron poco después de que el hombre, quien había comprado un sombrero y un fuete de Indiana Jones para el niño, abandonara la tienda. La señora Siegel les relató lo ocurrido en el cine. Cuando volvió a su casa, encontró en la contestadora telefónica automática un recado de la policía: "Gracias. Usted ha salvado la vida de un niño. Hemos detenido a ese hombre".
El individuo en cuestión, quien ya tenía antecedentes de delitos sexuales, gozaba de la confianza de la familia del niño, que le había puesto el apodo de "tío Mark." Había llevado al pequeño al cine para celebrar su cumpleaños, y la policía pudo rastrearlo revisando la nota de venta en la juguetería. Orna Siegel se hizo acreedora a un galardón de reconocimiento por parte del departamento de policía, así como a otros honores. "Antes, solía no entrometerme", declara esta ciudadana ejemplar. "Ahora, hago cuanto puedo por mejorar la suerte de mis semejantes".
—Mary Ellen Strote, en Moxie
"STAR TRIBUNE" (12-X-1989), © 1989 POR THE MINNEAPOLIS STAR TRIBUNE CO., DE MINNEAPOLIS, MINNESOTA; "MOXIE" (SEPTIEMBRE DE 1990), © 1990 POR WEIDER HEALTH AND FITNESS, DE WOODLAND HILLS, CALIFORNIA.