PRECAUCIÓN, ¡INFLAMABLE! (Thomas N. Scortia)
Publicado en
agosto 24, 2017
Cuando el editor del periódico de la ciudad recibió la noticia de que un fénix había construido su nido en la mismísima punta de la cúpula del Ayuntamiento, envió naturalmente a su mejor reportero a toda velocidad al lugar de los hechos. El reportero, un intrépido joven conocido por sus múltiples recursos, consideró que iba a lograr muy poca cosa limitándose a observar la inminente inmolación desde el suelo, de modo que, tras sobornar al conserje, se introdujo en la cornisa que bordeaba la cúpula y luego ascendió por la estrecha escala metálica hasta el lugar en donde el pájaro se afanaba en su tarea.
— ¿Te das cuenta —dijo, acercándose al fénix— que éste es un lugar muy poco ortodoxo para construir un nido, especialmente teniendo en cuenta el fin que tienes en mente?
—Me doy cuenta —contestó el pájaro, haciendo un alto en su labor—, pero no hay en esta área otro punto más elevado y no me quedan fuerzas suficientes para dirigirme hacia el oeste y hacerlo en algún pico de las Montañas Rocosas.
—Dime —dijo el reportero, recordando sus obligaciones profesionales—, ¿es cierto que no hay más que un individuo de tu especie?
—Absolutamente cierto —respondió el fénix, cogiendo una larga tira de celofán de un montón de desperdicios cuidadosamente colocados en equilibrio en la parte superior de la cúpula. Luego comenzó a trenzarla hábilmente con el resto de los materiales del nido, siguiendo una pauta complicadamente bella.
—Y cuando te vuelves viejo, ¿construyes un nido y le prendes fuego mientras tú estás en su interior?
—Sí —respondió el ave tristemente.
— ¿Y renaces de entre las cenizas?
—Totalmente cierto.
—Pero —siguió el reportero con un estremecimiento— yo creí que eras oriundo del este.
—Lo era originalmente —convino el ave—. No obstante, como el fénix es el símbolo del renacimiento constante de la juventud, decidí emigrar a una localidad más apropiada.
— ¿Aquí, en el valle del Mississippi?
—No seas tonto —dijo el ave—. Yo iba camino de Hollywood, pero adiviné que moriría antes de completar el vuelo.
—Entonces, ¿es que puedes vaticinar tu muerte?
—Por supuesto, al igual que otros acontecimientos. Ya ves, tengo el don de la precognición.
—¿Precognición? Eso significa que puedes predecir los acontecimientos, ¿verdad?
—Sí —admitió el fénix, comenzando a introducir un trozo de periódico dentro del nido, que ya estaba casi terminado.
—Entonces puedes predecir cosas como el resultado de las próximas elecciones y quién será el ganador de los campeonatos mundiales y...
—Oh, eso y mucho más —dijo el ave, mientras se colocaba dentro del nido ya acabado—. Pero no me preguntes cosas como ésas —prosiguió—. Todo el mundo anda preguntándome siempre los resultados de los acontecimientos futuros. Me exaspera.
—No era ésa mi intención —protestó el reportero.
—Sí que lo era —le replicó el pájaro—. De todas formas, no quedan más que unos minutos para que den las doce.
—¿Es entonces cuando...?
—Sí —dijo el fénix—. En cuanto sea mediodía.
El reportero permaneció un momento en silencio, contemplando el nido.
—No es éste, en absoluto, el nido que yo hubiera esperado encontrar —señaló finalmente—. Pensé que utilizarías madera de sándalo y otras plantas exóticas.
—Pero, a ver, dime —dijo el pájaro con impaciencia—, ¿en dónde encontraría por aquí madera de sándalo?
—Tienes razón —convino el reportero—. Me he dado cuenta —añadió con un cierto tono de orgullo— de que has utilizado mi periódico para construir tu nido —y señaló una ancha tira de papel de diario en la que se podía leer el titular The Gazette y debajo, en negro, el encabezamiento de un artículo.
—Sí, aunque no posee una textura muy satisfactoria. —El fénix se removió incómodo—. ¿Tienes hora buena? —preguntó.
—Son las doce menos un minuto —respondió el joven periodista—. Supongo que entrarás en ignición de manera espontánea.
—Me temo que hay una parte de la leyenda que no es totalmente cierta —dijo el fénix—. Habitualmente, siempre me ayudaban.
—Oh —exclamó el reportero—, no lo sabía. ¿Me permites que te ofrezca una cerilla?
El pájaro echó una mirada a los titulares del periódico, cuyo encabezamiento decía: «Hoy, a las doce del mediodía, prueba de la superbomba de nitrógeno».
—No va a ser necesario —dijo.
Fin