Publicado en
enero 05, 2017
LA REVISTA británica del consumidor Which? calificó 14 clases de animales domésticos (desde pequeños roedores, como los jerbos, hasta caballos) por precio, costo de mantenimiento, años de vida, satisfacción del dueño y horas diarias de disfrute.
Los perros, cosa nada sorprendente, lograron el primer puesto en una encuesta entre los lectores de la revista, pese a un costo anual de mantenimiento equivalente a de 190 a 290 dólares y "la tendencia a ensuciar las aceras y otros sitios públicos". Los ingleses prefieren a los perros por su lapso de vida (diez a once años en promedio) y por las horas diarias de gusto que proporcionan (por término medio, cuatro al día). Los caballos lograron el segundo lugar. Los gatos, tildados de frecuentemente destructivos, conquistaron el tercero, saliendo apenas adelante de los canarios y periquitos australianos.
Ocupando el peldaño más bajo de la escala quedó la tortuga. Aunque muy bien calificada por lo mucho que dura (suele vivir en cautiverio hasta 22 años y aun más), no corresponde "al cariño que se le prodiga".
—Newsweek
EN UNA pequeña comunidad del Estado norteamericano de Minnesota se ha establecido una encantadora tradición. Todos los meses de septiembre se reúnen las madres de familia a lanzar pétalos de rosa al primer autobús escolar del otoño que se lleva a sus hijos.
—S.P.P.
QUIEN viva o trabaje en Francia tiene que pensarlo dos veces si desea hacerse socio o accionista de algún club de golf. La calidad de tal en ese país se considera oficialmente "signo externo de riqueza" y motivo de más impuestos.
El gobierno francés, en sus esfuerzos para no dejar escapar a los que eluden el pago de sus obligaciones fiscales, desde hace algunos decenios se guía también por esos "signos externos". Un yate y un reactor particular se consideran, desde luego, señales evidentes de opulencia, lo mismo que un automóvil de lujo o un criado de planta. A todo ello se ha agregado ahora el hecho de ser socio de un club de golf.
—N.A.
COMO a la gente de cualquier otro país, a los chinos les gusta viajar. Un cálido día estival de 1977 un grupo de viajeros occidentales observó a millares de turistas chinos que trepaban por la Gran Muralla. Estos (en su mayoría trabajadores modelo que se habían ganado la excursión como premio) llegaban en tren y autobús; algunos habían subido a pie el último kilómetro y medio desde la estación ferroviaria. Y, como los turistas de todo el mundo, unos garrapateaban su nombre en las venerables piedras de la antiquísima fortaleza. "Aquí estuvo Chang, hijo", decía una inscripción.
—F.B.
EN HAMMAMET, playa turística de Túnez, está prohibido construir edificios que sobrepasen la altura del árbol más elevado del pueblo.
—C.T.
DURANTE las sequías, en la antigua Siberia, tres hombres se encaramaban a un pino. Mientras uno golpeaba un improvisado tambor para imitar el trueno, otro (el del rayo) sacudía dos leños encendidos uno contra otro, y el de más arriba, situado entre las ramas más altas, echaba agua en el suelo. Si la madre naturaleza se daba por enterada y hacía que lloviera, el pueblo, agradecido, festejaba al trío. Si, por el contrario, el tiempo seguía seco, se invitaba a los tres a entrar en una choza especial donde los mataban a palos.
¡Y los meteorologistas de hoy creen que su profesión es muy ingrata!
—J.D.
EN MONTE CARLO no exhiben en la iglesia anglicana los números de los himnos que se van a cantar, porque, si lo hicieran, los jugadores empedernidos entrarían en el templo a verlos y luego se darían prisa para llegar al casino a jugarlos a la ruleta.
—E.C.Z.
EN SUECIA, una cámara toma automáticamente la fotografía de los vehículos que pasan ciertos cruces cuando está encendida la luz roja. El conductor que tal haga recibe por correo una foto donde aparece pasándose la señal de alto, con anotación de la hora, la fecha de la infracción y la multa correspondiente.
Sin embargo, para su comodidad, el infractor puede pagar la multa de 300 coronas en un banco o en la oficina de correos.
—R.W.