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diciembre 16, 2016
TODOS necesitamos el aplauso ajeno, pero hay quien lleva al extremo tal necesidad, como el chico aquel que dice a su padre: "Vamos a jugar a los dardos. Yo los lanzo y tú exclamas: ¡Magnífico!"
—B.P.
PREGUNTÉ qué había observado a una amiga que acababa de dar una caminata por el bosque, y me respondió: "Nada de particular".
¿Cómo es posible eso ? Yo, que no oigo ni veo, encuentro centenares de cosas que me interesan por el solo tacto. Siento la delicada simetría de una hoja. Paso la mano con amor por la áspera corteza del pino. En ocasiones, cuando la suerte me favorece, toco suavemente con la mano algún arbolito y siento las gozosas vibraciones de un pájaro entregado a su canto.
—Helen Keller, en The Atlantic Monthly
EN GRANDES sobres extendidos, o bien enrollados dentro de cilindros de cartón, los calendarios hacen su viva y bulliciosa aparición antes de que despidamos el año viejo. Y al descolgar el calendario anterior de la pared de la cocina, con marcas de dedos y manchas de grasa, contemplamos el nuevo, limpio e impecable. ¿Qué habrá de quedar registrado en él antes de transcurrir otro año? Porque el calendario que cuelga en la cocina es mucho más que un puñado de fechas. Es una historia de la familia, es un registro de la vida misma.
—Marjorie Holmes, en McCall's
MUCHOS políticos consideran como verdad evidente que ningún pueblo debe ser libre mientras no haya aprendido a valerse de su libertad. Esa máxima es digna del bobo del viejo cuento que había resuelto no meterse en el agua hasta que supiera nadar.
—Thomas Babington Macaulay, escritor y estadista inglés
EN MI primera travesía desde Boston, después de quedarnos sin viento cerca de la isla Block, nuestra gente se puso a pescar bacalao y logró atrapar una buena cantidad. Hasta entonces me había aferrado a la resolución de no comer alimento de origen animal. Y consideraba que sacar un pez del agua era como asesinarlo sin provocación, ya que ningún daño podía hacernos que justificara la matanza.
Sin embargo, anteriormente había sido muy aficionado al pescado, que despedía un olor exquisito cuando sacaron de la sartén los bacalaos recién fritos. Estuve haciendo equilibrios algún tiempo entre mis principios y mis inclinaciones, hasta recordar que, cuando abrieron los primeros, les sacaron de dentro otros peces más pequeños. Entonces pensé: "Si se comen unos a otros, ¿por qué no los vamos a comer nosotros a ellos?" Así que cené opíparamente con bacalao. La razón le es muy útil al hombre, pues le permite hallar o inventar justificaciones para todo lo que se propone hacer.
—Benjamín Franklin, en su Autobiografía
AL HACERNOS regalos de Navidad a nombre de Él, recordemos que Él nos dio el Sol, la Luna, las estrellas y la Tierra con sus bosques, montañas y océanos, con todo lo que vive y se mueve en ellos. Él nos ha dado todo lo que florece y fructifica (todo aquello que nos disputamos y usamos mal). Y para salvarnos de nuestros propios errores y de nuestros pecados, Él bajó a la Tierra y se dio a Sí mismo.
Venite adoremus Dorninum
—Sigrid Undset, premio Nobel
HAY UNA diferencia fascinante entre cómo se ven en el espejo los hombres y las mujeres. Cuando el hombre admira su imagen, no ve una criatura espantosa y desaliñada; sólo en sus días de mayor abatimiento advierte la calva incipiente, la gordura en la cintura, la papada debajo de la barba.
Pero la mujer... la mujer ha sido educada desde su niñez a buscar en el espejo cualquier falla. Ella está inclinada a verse los defectos más que las cualidades. Al mirarse en el espejo piensa: "Me hace falta más lápiz labial", o "¡Qué aspecto de cansada tengo hoy!" Lo hace hasta la más bella.
—Joyce Brothers
CLARISSA (personaje de una novela) tiene por principio decir a cualquiera todo lo que piensa, sin reflexionar que, en nuestra imperfección de simples mortales las hojas de parra son tan necesarias para nuestros pensamientos como para nuestra anatomía y que es tan indecoroso exhibir todo lo que tenemos como ostentar ciertas ideas.
—Lady Mary Wortley Montagu, en una carta a su hija en 1755
"NADA DE lo que aprendan ustedes en esta Universidad de Oxford", dijo un profesor al iniciar su charla, "les será de ninguna utilidad más tarde, con la siguiente excepción: que si trabajan con ahínco e inteligencia, llegarán a descubrir los disparates que alguien esté diciendo. Y eso, a mi parecer, es el propósito fundamental, si no el único, de la educación".
—Harold Macmillan, ex primer ministro británico