NOTICIAS DEL MUNDO DE LA MEDICINA
Publicado en
agosto 21, 2016
¿QUIÉN REINCIDIRÁ?
UNA TARDE de 1964, en North Fork (California), Edmund Emil Kemper, adolescente de 15 años, alto, de buenos modales aunque muy tímido y retraído, apostado tras la tela metálica de la puerta de la casa de su abuela, mató a ésta a sangre fría de un balazo. Cuando llegó su abuelo, también lo asesinó. Luego comentó tranquilamente: "Quería saber qué se siente al matar a la abuela".
Internaron al muchacho en el manicomio estatal de Atascadero, donde su conducta fue siempre impecable. En 1970 dos siquiatras designados por el tribunal examinaron a Kemper y "no encontraron ninguna razón siquiátrica para considerarlo una amenaza contra sí mismo ni contra individuo alguno de la sociedad". Basándose en el diagnóstico, los jueces dieron por terminado el caso y la reclusión.
Pero se demostró que los siquiatras estaban trágicamente equivocados. Kemper se presentó a las autoridades policiacas en mayo de 1973 y confesó que, en el transcurso de un año de "reinado del terror", había asesinado y descuartizado a seis muchachas en la zona de la bahía de San Francisco, había matado a su propia madre y estrangulado a una amiga de la señora.
Estos crímenes de sicópatas han suscitado, como es natural, un alud de críticas en los Estados Unidos, especialmente respecto a la competencia de los siquiatras para juzgar si alguien que ya ha matado está en condiciones de reintegrarse a la sociedad. La mayoría de los siquiatras confiesan claramente que no hay ningún método seguro para predecir la conducta antisocial de una persona. El Dr. David Abrahamsen, sicoanalista de Nueva York y autor de un libro de reciente publicación, La mente homicida, declara: "Si una persona parece haber adoptado una conducta constructiva y si ha superado sus tendencias hostiles y agresivas, habrá probablemente un serio fundamento para permitirle salir de su encierro". Pero Abrahamsen insiste en que los enfermos que padezcan profundos trastornos mentales deben ser vigilados muy de cerca después de haber quedado libres.
—Newsweek
¿SE SUPRIMIRÁ EL BIBERÓN?
LA MADRE que cría a su hijo con biberón, puede condenarlo a una vida entera de lucha contra el peso excesivo. Según los investigadores reunidos en el simposio del Congreso Internacional de la Nutrición celebrado recientemente en la Ciudad de México, el niño criado con biberón es muy propenso a la obesidad multicelular o desarrollo temprano de células adiposas que duran el resto de la vida.
La ingestión prematura de alimentos sólidos agrava el mal, y, por otra parte —dicen los nutriólogos—, la leche de vaca no puede sustituir a la humana, que tiene sustancias nutritivas y bioquímicas específicas, así como propiedades antiinfecciosas. Estas últimas protegen al niño contra la diarrea y otros padecimientos microbianos, entre ellos los estafilocócicos.
En un estudio comparativo de la composición bioquímica de la leche humana, la de vaca y las fórmulas comerciales, puede observarse una diferencia fundamental entre unas y otras por su contenido graso. La grasa de la leche humana se absorbe más fácilmente que la contenida en la leche de vaca, mientras que la mayoría de las fórmulas comerciales tienen muy poca grasa. Los primeros dos tipos de leche contienen colesterol, ausente en casi todas las leches de fórmula. Se ha indicado que, en los niños, "el colesterol puede ser un factor necesario para producir las enzimas que más tarde facilitarán su desintegración o excreción".
—Los Angeles Times-Washington Post News Service
EL TERRIBLE CUARTO DECENIO DE LA VIDA
ENTRE los 30 y los 40 años, tanto los hombres como las mujeres sufren a menudo crisis emocionales tan graves como las de la adolescencia y la vejez. A esta conclusión ha llegado Kenn Rogers, sicólogo y profesor de administración de empresas de la Universidad Estatal de Cleveland, tras un estudio de varios decenios.
En una reciente conferencia que dio en Washington, Rogers afirmó: "La mayor parte de las investigaciones —y de las teorías derivadas de ellas— sobre la evolución de la personalidad se concentran en las fases primera y final de la vida. Hay una laguna en los conocimientos y en el estudio de ese período intermedio que, en términos generales, abarca de los 30 a los 40 años de edad".
Y sin embargo, en tal etapa se deshacen muchos matrimonios y fracasan muchas carreras prometedoras. De pronto, el joven dirigente de empresa o el profesional deja de sentirse en la fase ascendente y empieza a verse como uno más en el tráfago de una vida que sólo conduce a la vejez y a la muerte. La consecuencia de esta actitud suele redundar en el derrumbe de su carrera, en una repentina ola de accidentes o en un conato suicida.
Según Rogers, sus estudios en la Clínica Tavistock de Londres y los que realizó en varios grupos de población del distrito de Nassau (Nueva York), sugieren que la persona cuya vida familiar fue anormal, especialmente antes de los siete años, parece estar menos preparada que otras para sortear la crisis de los 30 a los 40 años. Rogers concluye que los consejos oportunos ayudarán a estas personas a evitar los peores peligros de esta etapa de la vida.
—Harold Schmeck, hijo, en el New York Times News Service
SISTEMA DE CAMILLAS PARA SALVAR A LAS VÍCTIMAS DE ATAQUES CARDIACOS
EL HOMBRE de mediana edad que trabajaba en la recepción del edificio de la General Motors de Nueva York, entró en el vestíbulo, dio unos cuantos pasos y cayó lentamente al suelo. Al cabo de un minuto dos vigilantes se inclinaron hacia él y, mientras uno le daba masaje externo, el otro le administraba respiración de boca a boca. Un tercer empleado que estaba en el escritorio de la recepción telefoneó al departamento médico de la compañía.
Ocho minutos después la víctima del ataque cardiaco estaba fuera, en una camilla, con una máscara de oxígeno en la cara, una máquina para masaje cardiaco en el pecho, un electrocardiógrafo en marcha y tubos sujetos en el brazo para inyectarle medicamentos intravenosos. También llevaba un defibrilador y un marcador (para restablecer la actividad aspirante-impelente del corazón) y un aspirador (para succionar los líquidos que pudieran obstruir los conductos respiratorios). A la vuelta de la esquina esperaba una ambulancia.
Varios minutos después el paciente, los guardianes, los médicos y las enfermeras volvían al vestíbulo muy contentos. El encargado de la recepción no había sufrido ningún ataque. Él y sus compañeros estaban exhibiendo el funcionamiento del sistema de camillas para la supervivencia que adquirió la General Motors. Es una instalación pequeña, ligera, con ruedas y equipada para salvar la vida a las víctimas de ataques cardiacos en el período crítico de los primeros cuatro a seis minutos siguientes al ataque.
Dice Nicholas Pace, director médico de la sección neoyorquina de la compañía e inventor de la camilla: "Su uso no se limita a los edificios de oficinas, ni tampoco a los pacientes de ataques cardiacos. Puede servir en cualquier parte donde haya aglomeraciones de gente, como en los estadios deportivos, fábricas, pistas para carreras, aeropuertos, etcétera".
—Max Seigel, en el Times de Nueva York