THOMAS JEFFERSON, UNA VIDA CONSAGRADA A LA LIBERTAD
Publicado en
octubre 31, 2015
Retrato de Jefferson, junto a un boceto que hizo de Monticello y el escritorio portátil en el que escribió la Declaración de la Independencia.
"Creo que nunca se había visto en la Casa Blanca tanto talento ni tanto conocimiento, con la posible excepción de cuando Thomas Jefferson cenaba solo"
—Presidente John Kennedy, en una cena ofrecida en 1962 a los ganadores del premio Nobel.
Por Lowell Ponte.
FUE UN AMANECER glorioso el de aquel 4 de julio de 1776, en Filadelfia. A las 9 de la mañana, en medio de una crisis política cada vez más profunda, los delegados de las 13 colonias se reunieron para discutir la Declaración de Independencia, el documento de su emancipación de Gran Bretaña.
En una de las filas traseras de la Cámara Legislativa estaba sentado su autor, un hombre larguirucho, pelirrojo y pecoso, de 33 años, oriundo de Virginia. Destacaba por sus 1.88 metros de estatura, en una época en que el hombre promedio medía 1.68. Thomas Jefferson era tan reservado que nunca tomaba la palabra. Pero durante 17 días con sus noches, en una habitación alquilada, había transformado una serie de ideas en palabras que constituyen la piedra angular de la República Norteamericana: que todos los hombres nacemos iguales; que el Creador nos ha dado el derecho inalienable a la vida, a la libertad y a la búsqueda de la felicidad; que los gobiernos deben regir sólo con el consentimiento de los gobernados, y que el pueblo puede anularlos.
Mientras los delegados debatían estas ideas radicales, Jefferson tomaba notas en el escritorio portátil que él mismo había diseñado. Fiel a sus costumbres, también dedicó algunos momentos a su pasión, la observación científica. Llevaba consigo un termómetro nuevo, y de tanto en tanto lo consultaba y tomaba nota. Por eso sabemos que a la una de la tarde la temperatura había ascendido a los 24 grados centígrados.
Esa tarde, los delegados aprobaron el revolucionario documento de Jefferson. Así nació lo que un estudioso llamó posteriormente "la primera Nueva Nación".
Thomas Jefferson fue una rara mezcla de pensador y hombre de acción: un filósofo de la política y un líder, un estudioso de la ciencia y también un innovador. Fue capaz de correr riesgos y de marcar rumbos. Tuvo sus raíces en la Ilustración, más próxima en el tiempo al Renacimiento que a la década de 1990, pero se anticipó a muchas cosas y contribuyó a moldear el mundo moderno.
ACTIVISTA POLITICO
Jefferson nació el 13 de abril de 1743 en Shadwell, la hacienda que su padre estableció en terrenos ganados a los bosques, cerca de lo que hoy es Charlottesville, Virginia. Esa propiedad había alcanzado una extensión de más de 1000 hectáreas en el momento en que el joven Jefferson la heredó. Según se contaba en la familia, Tom a los cinco años ya había leído los veintitantos libros de la biblioteca de su casa. Más adelante llegó a dominar el francés, el español y el italiano, y aprendió griego y latín para leer a los clásicos.
En la Universidad de William y Mary, de Williamsburg, Virginia, devoró las obras de científicos como Isaac Newton y Francis Bacon. Pero el pensador que mayor influencia ejerció en él fue el filósofo inglés John Locke, quien creía que los gobiernos deben basarse en el consentimiento de los gobernados, y que su legitimidad radica en que garanticen los derechos individuales.
Después de la firma de la Declaración de Independencia, Jefferson regresó a su tierra natal, donde lo habían elegido para formar parte de la nueva Cámara de Delegados de Virginia. En los años que siguieron, redactó con pasión reformista muchas leyes. Una de ellas, que el mismo Jefferson contó entre sus mayores logros, fue el Estatuto de Virginia para la Libertad de Culto.
Hoy, la separación de la Iglesia y el Estado es algo de lo más normal. Pero en 1777, en todos los estados norteamericanos que acababan de fundarse, salvo Pensilvania y Rhode Island, los ciudadanos debían apoyar una iglesia oficial, sin importar cuál fuera su credo. El estatuto de Jefferson declaraba que "obligar a un hombre a hacer aportaciones monetarias para la propagación de opiniones en las que no cree y que aborrece, es pecaminoso y tiránico". Durante el resto de su vida se le denunció desde los púlpitos por haber contribuido a romper el vínculo entre la Iglesia y el Estado.
Cuando los estadounidenses comenzaron a debatir la redacción de la Constitución de Estados Unidos, Jefferson, a la sazón embajador en Francia, escribió desde París para suplicar que no se ratificara a menos que se le anexara una declaración de derechos que garantizara las libertades de prensa, de expresión, de reunión y de culto. "Si me tocara decidir entre un gobierno sin periódicos y periódicos sin un gobierno", escribió, "no vacilaría en escoger lo segundo". (Años después, víctima de los ataques de la prensa, se volvió un tanto cínico. En 1807 propuso: "Quizá el editor de un periódico pueda hacer esta reforma: que divida su publicación en cuatro secciones y titule la primera 'Verdades'; la segunda, 'Probabilidades'; la tercera, 'Posibilidades', y la cuarta, 'Mentiras'. La primera sería muy breve".)
SUS PASIONES
Paradójicamente, la política era para Jefferson un deber más que un motivo de satisfacción. "La naturaleza me creó para los tranquilos menesteres de la ciencia; ellos son lo que me causa mayor deleite", escribió una vez. "Pero los trascendentales acontecimientos del tiempo que me tocó vivir me han obligado a lanzarme al proceloso mar de las pasiones políticas".
La arquitectura era uno de sus mayores placeres. La casa de sus sueños, de diseño neoclásico, se yergue en la cima de una de las colinas más altas de su hacienda. La bautizó con el nombre de Monticello, palabra italiana que significa "montecito". Actualmente es una de las mansiones más admiradas del mundo; la visitan cientos de miles de personas cada año.
Como secretario de Estado durante el primer periodo de George Washington en la presidencia, Jefferson intervino también en la construcción del Capitolio. Propuso que se diseñara de acuerdo con las normas neoclásicas e implantó el estilo que caracteriza a los edificios públicos de toda la nación. Una década después, ya como presidente, supervisó la plantación de dos hileras paralelas de chopos lombardos a lo largo de la avenida Pensilvania.
El hombre rebosaba entusiasmo por las tecnologías nuevas, y se mantenía obsesivamente activo desde el alba hasta altas horas de la noche. "Le gustaba recabar información y le encantaban los aparatos de todo género", afirma Douglas Wilson, experto en el tema de Jefferson. "Si viviera hoy, sería un fanático de las computadoras".
Observaba el cielo con su telescopio, y obtuvo datos sobre los eclipses. También instaló un novedoso odómetro en su coche, e ideó un dispositivo codificador para proteger los secretos diplomáticos.
Sobre todas las cosas, Jefferson anhelaba comprender la naturaleza. "Ni una brizna de hierba carece de interés para mí", decía. Recordaba los nombres en inglés y latín de muchos arbustos y flores que encontraba, y podía disertar brevemente sobre cada uno. "El mayor servicio que se le puede prestar a un país", aseguraba, "es aportarle una planta útil".
En Monticello, millones de personas han constatado la inventiva genial de Jefferson. Una veleta conectada a una brújula en el techo de una habitación, por dentro, le permitía conocer la dirección del viento sin tener que salir. Diseñó postigos para las ventanas de la casa, e instaló pequeños montacargas dentro de los paneles de su chimenea para subir vino desde el sótano. Lo que más sorprendía a los visitantes de su época era el baño interior que él diseñó y que contaba, al igual que los modernos, con un sistema de desagüe.
Por lo que se refiere a la alimentación, comía muy poca carne y muchas verduras. "Jefferson", escribe Wilson, "fue una especie de profeta de la comida saludable".
SOLUCIONES AUDACES
En asuntos de Estado, Jefferson estaba dispuesto a correr riesgos. Como presidente, tuvo que habérselas con los gobernantes de la costa mediterránea de África, que patrocinaban actividades de piratería. Estados Unidos, lo mismo que Gran Bretaña y Francia, les había dado dinero para que dejaran de secuestrar gente. El terrorismo se había vuelto tan común que se cobraban tarifas fijas por los distintos tipos de rehenes: hasta 4000 dólares por un pasajero común de un barco.
Jefferson decidió enviar buques de guerra a bombardear los puertos piratas, y ordenó una temeraria incursión de las fuerzas norteamericanas en la región costera a Trípoli, en lo que hoy es la Libia de Khaddafi. Los ataques contra barcos estadounidenses cesaron en 1805.
Al comienzo del primer periodo de Jefferson, Napoleón recuperó para Francia el Territorio de Louisiana, que estaba en poder de España. En 1802 se impidió a los barcos estadounidenses descargar en Nueva Orleans para transferir la carga a trasatlánticos. Cuando los diplomáticos de Jefferson manifestaron el deseo del gobierno de comprar Nueva Orleans, el ministro francés de relaciones exteriores, Talleyrand, les propuso la compra de toda Louisiana. Jefferson había pensado pagar hasta 10 millones de dólares por la ciudad de Nueva Orleans y un poco de las tierras inmediatas. En vez de ello, se les ofrecieron a los estadounidenses 2,145,000 kilómetros cuadrados, un territorio con el que se duplicaría la extensión de la joven nación, por sólo 15 millones de dólares. Hombre práctico, Jefferson cerró el trato del siglo en 1803.
El Presidente se mostraba audaz en cuestiones de etiqueta. Era un aristócrata que defendía los derechos de la gente común, y su conducta como anfitrión reflejaba esa actitud. A diferencia de Washington y de John Adams, se negaba a hacer una reverencia al saludar a sus invitados; prefería estrecharles la mano.
Si bien la comida y el vino que se sirvieron durante su administración fueron muy selectos, Jefferson sabía crear un ambiente relajado. Contribuyó a popularizar bebidas y platillos que en ese entonces se consideraban exóticos, como el champaña, el helado y la pasta. A menudo cenaba con su mascota, un cenzontle de nombre Dick, al hombro. Y en vez de asignar los asientos a sus invitados, instituyó la costumbre de que cada cual se sentara donde quisiera. En cierta ocasión hizo enfurecer al encopetado embajador británico, pues lo recibió en bata y zapatillas.
Sin embargo, en un sentido muy digno de tomarse en cuenta, Jefferson estuvo firmemente arraigado en su época. Durante toda su vida adulta poseyó esclavos. ¿Cómo entender esto, y al mismo tiempo el hecho de que haya defendido los derechos humanos?
El profesor Wilson nos aconseja formular la pregunta al revés: "¿Cómo es posible que un hombre nacido en una sociedad esclavista, cuya familia y cuyas amistades poseían esclavos, y que heredó una fortuna amasada gracias al trabajo de sus esclavos, haya llegado a temprana edad .a la conclusión de que la esclavitud es algo indeseable, y haya declarado categóricamente que se debía abolir?"
Jefferson hizo varios intentos, sobre todo por la vía legal, de suprimir la esclavitud. Su denuncia del comercio de esclavos se eliminó de la Declaración de Independencia a instancias de las delegaciones de los estados de Georgia y Carolina del Sur, lo cual lo consternó.
En los últimos años de su vida vio cumplido uno de sus anhelos más caros: la creación de una universidad estatal en Virginia. Desde Monticello, a tres kilómetros de distancia, vigiló la construcción con su telescopio. La Universidad de Virginia se inauguró el 7 de marzo de 1825. Por sugerencia de Jefferson, la facultad de medicina incluyó una clínica donde los pobres recibían tratamiento gratuito o de bajo costo, y donde la vacuna contra la viruela era gratuita para toda la población.
THOMAS JEFFERSON falleció en paz el 4 de julio de 1826, a las 12:50 de la tarde. Había pedido que solamente tres cosas se inscribieran en su lápida: Autor de la Declaración de Independencia, Autor del Estatuto de Virginia para la Libertad de Culto, y Padre de la Universidad de Virginia. No debía mencionarse que había sido presidente, vicepresidente, secretario de Estado, gobernador de Virginia, miembro del Congreso, embajador en Francia. Estos honores, según explicaba, eran cosas que el pueblo había hecho por él, y su deseo era que lo recordaran por lo que él había hecho por el pueblo.
THOMAS JEFFERSON, EN SUS PROPIAS PALABRAS
"Estoy a favor de un gobierno austero y sencillo".
"Si desde la capital nos indicaran cuándo sembrar y cuándo cosechar, pronto nos faltaría el pan".
"Existe una aristocracia natural entre los hombres, basada en la virtud y el talento".
"Nunca he entendido que los seres racionales traten de asentar su felicidad en el dominio sobre otros".
"Jamás guardes en tu espíritu pensamientos que no te atrevas a confesar abiertamente. Cuando te sientas tentado a hacer algo en secreto, pregúntate si lo harías en público. Si no es así, ten por seguro que es algo malo".
"Cuando estés enojado, cuenta hasta diez antes de hablar y, si estás muy enojado, hasta cien".
"Si impedimos que el gobierno desperdicie el trabajo del pueblo so pretexto de beneficiarlo, el pueblo vivirá feliz".
"Sólo el error necesita el apoyo del gobierno. La verdad se sostiene por sí sola".
"El gobierno más fuerte es el gobierno del cual todo hombre se siente parte".
"Ama a tu prójimo como a ti mismo, y a tu país más que a ti mismo".
BOCETO, CORTESÍA DE MONTICELLO; RETRATO, PINTADO POR CHARLES WILLSON PEALE, CORTESÍA DEL PARQUE HISTÓRICO NACIONAL DE LA INDEPENDENCIA; ESCRITORIO, CORTESÍA DEL MUSEO NACIONAL DE HISTORIA NORTEAMERICANA, SMITHSONIAN INSTITUTION.