EL ARTE PRIMITIVO NORTEAMERICANO
Publicado en
septiembre 04, 2015
Anónimo de Massachusetts: "La familia Sargent", 1800, presenta el regreso del padre a casa. Donada por Edgar William y Bernice Chrysler Garbisch a la Galería Nacional de Washington.
Estas pinturas llenas de colorido, pertenecen a la colección más importante de arte popular norteamericano que se haya reunido.
Por William Birnie.
EL CORONEL Edgar Garbisch y su esposa Bernice, hija de Walter Chrysler, el extinto fabricante de automóviles, empezaron a comprar obras del arte norteamericano hace un cuarto de siglo, después de adquirir su casa veraniega cerca de Cambridge, en la costa oriental de Maryland. Lo que comenzó como una forma de adornar una residencia campestre (en su departamento de Nueva York estaban acostumbrados a sus cuadros de impresionistas y posimpresionistas franceses y a sus muebles franceses del siglo XVIII), se convirtió con el tiempo en una gran colección de más de 2600 pinturas populares norteamericanas (que los Garbisch clasifican de "ingenuas") correspondientes a los siglos XVIII y XIX. En los últimos años se ha presentado una selección de la colección de los Garbisch no sólo en el Museo Metropolitano de Nueva York, en la Galería Nacional de Washington y en otros museos de los Estados Unidos y Canadá, sino también en Londres, Berlín, París, Madrid y otras ciudades de Europa.
La mayoría de los autores de esas obras eran artesanos autodidactos de los que no puede decirse que se considerasen a sí mismos como artistas. Pintaban esas telas como algo suplementario de sus actividades como pintores de muestras y paredes, como pastores religiosos, maestros de escuela, mecánicos, fontaneros, y aun amas de casa que ponían colores en todo, desde los visillos hasta las fundas de colchones. Las vendían a bajo precio aceptando a veces cama y comida durante uno o dos días como parte del pago. Ignorantes por completo de las tradiciones académicas del Renacimiento europeo, pintaban, con sinceridad y humorismo, precisamente lo que veían y sentían. Aunque a menudo la anatomía de sus figuras puede haber resultado extraña, cada arruga y cada botón de chaleco, por ejemplo, se representaban con toda fidelidad. De ello surgió un recio estilo en cuyos vivos colores y superficies planas los críticos ven una afinidad con la pintura medieval. Lo que es tal vez más importante, estos artesanos nos proporcionan una imagen clara y penetrante de su país en la época en que los colonos estaban desprendiéndose de su herencia europea y transformándose en los individualistas formados gracias a la Declaración de Independencia.
"Flores y jilguero", 1858 (detalle)
Los esposos Garbisch iniciaron lentamente su colección. En 1946 compraron media docena de cuadros que consideraban apropiados para su casa, pero hizo presa de ellos la fiebre del coleccionista, y en un solo año (el de 1949) adquirieron 480 obras. Ese fue el momento culminante de su empresa y hoy el coronel Garbisch considera bueno el año en que adquieren diez pinturas. Han donado ya muchas de ellas a la Galería Nacional, al Metropolitano, al Museo de Arte de Filadelfia y a otros museos de los Estados Unidos.
El coronel Garbisch declaró alguna vez: "Nosotros mismos conseguimos hasta el último cuadro", y la mayoría de ellos en una época en que tales pinturas eran objeto de menosprecio. Muchos cuadros fueron descubiertos en la sala o la buhardilla de alguna granja. Un vendedor le envió por correo una obra, con la advertencia de que se la devolviera, si no le agradaba, asegurada en 40 dólares. "Ese es su precio", añadía. Los Garbisch le remitieron los 40 dólares, y ahora valoran la pintura en 5000 dólares.
Evocación nostálgica: Joseph Hidley (1830-1872) trazó esta imagen pastoral de Poestenkill (Nueva York), su pueblo natal. Donada por Edgar William y Bernice Chrysler Garbisch al Museo Metropolitano de Nueva York.
En otra ocasión, dos muchachas (una de ellas comerciante en cuadros) se presentaron con una pintura por la que pedían 185 dólares. El cuadro cautivó a los Garbisch, y el coronel firmó un cheque, comentando que esperaba que las jóvenes estuvieran haciendo un buen negocio. Ellas se marcharon, riéndose, y poco tiempo después el coleccionista se enteró de que las jóvenes habían pagado un dólar solamente por el lienzo, en un baratillo.
La colección de pinturas clásicas de la Galería Nacional de Washington está, sin duda, a la par de las del Louvre, el Prado y el Ermitage. Sin embargo, la demanda de tarjetas de Navidad con reproducciones de cuadros de la colección Garbisch es superior a todas las postales con obras de Rembrandt, Rubens y Leonardo.
En este estudio de 1780, "El Dr. Philomen Tracy" toma discretamente el pulso a una dama.
A esta escuela de pintura se le llama generalmente "primitiva", así como a la famosa Grandma Moses se la considera una primitiva moderna. Pero cuando una parte de la colección Garbisch fue expuesta en París en 1968, André Malraux, ministro de Cultura francés, pensó que la palabra "primitiva" daría al público europeo la idea de pinturas flamencas y otras de los siglos XIII, XIV y XV. El coronel Garbisch consultó un diccionario y propuso, en cambio, el adjetivo naive, que según él, significa algo "lleno de sencillez, ingenuidad, ausencia de artificio, y que muestra candor, frescura, espontaneidad ajena a toda convención". Malraux quedó encantado y aquella designación se ha impuesto.
John Walker, hasta hace poco director de la Galería Nacional de Washington, escribió entusiasmado al referirse a la colección : "Estos pintores ingenuos eran artesanos modestos, sin pretensiones. Ejecutaban con la mayor habilidad que podían lo que se les encargaba, y conservaban siempre una visión inocente y un fuerte sentido decorativo. Estaban muy alejados de los genios bohemios del siglo pasado, que relacionamos con la ribera izquierda del Sena en París, y de los exigentes estetas que imaginamos en Chelsea (Londres). Así como ellos mismos no encajan en nuestra romántica concepción del pintor, así no se les había apreciado como merecen sino hasta ahora".
Un artista desconocido (c. 1830) pintó a Jorge Washington montado en "Jack", su caballo blanco, y quitándose ceremoniosamente el tricornio. Donada por Edgar William y Bernice Chrysler Garbisch a la Galería Nacional de Washington.
El coronel Garbisch lo explica con estas palabras: "Al conservar el arte nativo de nuestro país queremos devolverle un poco de lo mucho que nos ha dado".
El cacique oneida Shikellamy, fornido piel roja cubierto con una capa carmesí, está representado (c. 1820), al llegar a Sunbury (Pensilvania) para negociar un tratado. Donada por Edgar William y Bernice Chrysler. Garbisch al Museo de Arte de Filadelfia.