Publicado en
marzo 24, 2015
EN LOS días que corren es difícil reconocer el sexo de algunas personas que se ven en lugares públicos. Una amiga mía, de paseo en una pista de patinaje en hielo con su hijita de ocho años, observó a un patinador (o patinadora) que se desempeñaba con mucha elegancia y cuyo pelo y vestido podían ser de hombre o de mujer, indistintamente. Al preguntar la opinión de la niña, contestó sin titubear: "Es hombre, porque lleva patines con zapatos negros".
—L.H.
ES DIFÍCIL ganarle una discusión a mi esposa. El otro día mi mujer discutía con nuestro vecino acerca de los derechos femeninos.
—Comprendo que hay diferencias físicas entre el hombre y la mujer —convino ella—, pero en temperamento, intelecto y todo lo demás, no existe diferencia alguna.
—Y, ¿cómo le consta a usted eso?
—Intuición femenina —repuso ella.
—W.C.
ERA LA primera mañana que los recién casados pasaban en su nuevo apartamento, después de la luna de miel. Él estaba un poco receloso de las habilidades culinarias de su esposa, asunto que ella jamás había querido tratar durante el noviazgo. Por eso se animó un poco cuando ella le preguntó:
—¿Qué quieres que te prepare de desayuno?
El joven dijo que desearía dos huevos fritos con tocino, pan tostado y café. Entonces quedaron confirmados sus temores:
—No, mi amor: no es eso lo que quiero decir. Lo que te pregunto es que, ¿cuál caja de cereal quieres que abra?
— P.M.T.
MIENTRAS viajaba por una autopista en un auto de la compañía, pasé de la velocidad máxima de 110 kilómetros por hora. Un agente de tránsito me ordenó que me detuviera y me pidió el permiso de conductor. Al observar la insignia que tenía el coche, me dijo:
—Veo que usted trabaja en la Compañía XYZ. ¿ Conoce a Tom Morgan?
Con cierto alivio, pensé que quizá escaparía con una simple amonestación. Respondí, pues:
—Claro que conozco a Tom, y mucho. ¿Es amigo suyo?
—No —dijo el agente, sacando su libro de multas—, pero hará unos cinco minutos le impuse a él también una sanción.
—W.H.R.
LOS PRIMEROS automóviles que tuvimos habían sido modelos de dos puertas, para que los niños no se cayeran de ellos. Los siguientes fueron camionetas y sedanes de cuatro portezuelas, elegidos para dar cabida a nuestra creciente familia. Pero ahora ya los hijos son mayores y mi marido eligió un modelo deportivo amarillo con negro.
El primero de nuestros vecinos en admirarlo, lo observó detenidamente con mirada perspicaz y espíritu comprensivo.
—Me parece —dijo— que este es el coche que revela un cambio de vida.
—E.C.K.
DURANTE una reciente visita que hicimos a mis padres, mi marido tuvo ocasión de sacar su cartera. Al hacerlo, el portatarjetas, en forma de acordeón, se desplegó cuan largo era y puso al descubierto tarjetas de crédito de bancos, de gasolina y muchas otras.
—De Sam sí que se puede decir —comentó bromeando mi padre— que vale su peso en plástico.
—P.S.B.