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marzo 09, 2014
LOS MÉDICOS del hospital de la Universidad del Estado de Ohio, que ocupa un edificio de 11 pisos, son muy aficionados al fútbol, y todos los sábados durante la temporada asisten a los juegos. Mas para el caso de que esté a punto de venir al mundo un nuevo "aficionado", los médicos de la sección de obstetricia han ideado un sistema de señales: una de las enfermeras cuelga una sábana blanca de una ventana del edificio, visible desde el estadio. Si la sábana cuelga de la cuarta ventana de la derecha, indica que se solicita al Dr. Brown; si de la segunda, al Dr. Smith, y así sucesivamente. No es raro ver dos o más sábanas ondeando a un mismo tiempo al soplo de la brisa otoñal ... y a otros tantos médicos abandonar el estadio precipitadamente.
— L. W. C.
CIERTA tarde, mientras preparaba la comida, mi esposa se acordó de repente que al día siguiente era el cumpleaños de una amiga. Tomó el automóvil y fue a toda prisa a la papelería a comprar una tarjeta de felicitación. Regresó a casa muy cariacontecida: por la prisa que llevaba, había cometido una infracción del reglamento de tráfico que le costaría una multa de 15 dólares.
Después de reprocharse en voz alta durante unos momentos, se le iluminó la cara. "Ya sé lo que haré", me dijo, con aire de haber resuelto un gran problema: "le escribiré en la tarjeta: Feliz cumpleaños; he hecho una donación en tu nombre a la oficina de tráfico".
—B. L.
MI ESPOSO y yo habíamos comprado una casa-remolque, de manera que al oír a dos señoras hablar de remolques, me puse a escuchar: "Los están haciendo preciosos", decía una de ellas, "y algunos tan acogedores y bonitos como cualquier casa. Pero lo que yo no aguantaría sería tener que caminar en línea recta durante todo el día".
—J. E. F.
EL DÍA en que vinieron a arreglar la máquina expendedora de cigarrillos en la oficina, fue de beneplácito para todos. La máquina había sido causa de muchas molestias, pues además de no entregar la mercancía, tampoco devolvía el dinero. Después de examinarla cuidadosamente, el mecánico la volvió al revés, poniéndola de cara contra la pared, mientras iba al taller en busca de una pieza. A alguien se le ocurrió colgar en el aparato un letrero que decía: "Estoy castigada por portarme mal".
—V.H.
LOS ESTUDIANTES extranjeros del Instituto de Estudios Nucleares de Oak Ridge (Tenesí) reciben muchas invitaciones para dar conferencias en los clubes sociales de la región. Después que uno de los alumnos procedentes de la India había hecho una disertación especialmente interesante sobre su país, alguien lo felicitó por sus grandes conocimientos.
"Francamente", confesó ante el grupo, "casi todo eso lo aprendí aquí en los Estados Unidos. Me preguntaban tantas cosas sobre la India que yo no sabía contestar, que resolví ponerme a estudiar lo relativo a mi país, aquí mismo, en la biblioteca pública".
—R.W.L.
MIENTRAS paseábamos por el barrio de Greenwich Village, de Nueva York, donde los pintores exhiben sus cuadros en las calles, observamos a unas personas que miraban las obras de uno de aquellos y reían de buena gana. Nos acercamos para ver qué pasaba. El joven y barbado artista había colgado sobre sus cuadros un letrero que proclamaba: "Compre hoy... y ahorre hasta 25.000 dólares".
— W. J. B.
A poco de haberse iniciado el año escolar, una de las mamás dijo a una de las profesoras, presentándose: "Soy la mamá de Juanito Pérez López". Y agregó luego: "Pero, ¿qué cree usted? No sé si estoy haciendo alarde o pidiendo perdón".
— Sra. R. J. M.
ME SORPRENDIÓ mucho que el ómnibus en que iba yo, en Nueva York, se detuviera en medio de la manzana, pues los choferes de esos vehículos se ufanan de no parar sino en los sitios designados para el caso. El conductor del nuestro, hombre grande y fornido, se apeó, atravesó la calle y, alzando la vista hacia una ventana abierta de un elegante edificio de apartamentos, gritó: "¡Oiga, señora!" Asomó la cabeza una criada asustada. "¡Quite ese canario de la ventana!" le ordenó el chofer. "El sol lo puede matar".
La sirvienta obedeció en el acto, y nuestro héroe, con una sonrisa de satisfacción, regresó lentamente a su puesto para llevarnos a nuestro destino.
— L. C. M.