VEINTE EVOCACIONES (Bruce Sterling)
Publicado en
octubre 06, 2013
1. Sistemas expertos
Cuando Nikolai Leng era niño, su maestro fue un sistema cibernético con una interface holográfica. El holo tomó la forma de una joven formadora. Su «personalidad» era un sistema experto interactivo compuesto, manufacturado por psicotécnicos formadores. Nikolai lo amaba.
2. Nunca nacen
¿Quieres decir que todos venimos de la Tierra? —dijo Nikolai, incrédulo.
—Sí —respondió amablemente el holo—. Los primeros colonos auténticos del espacio nacieron en la Tierra..., producidos por medios sexuales. Naturalmente, desde entonces han pasado cientos de años. Eres un formador. Los formadores nunca nacen.
— ¿Quién vive ahora en la Tierra?
—Seres humanos.
—Ohhh —dijo Nikolai, y su tono traicionó una rápida pérdida de interés.
3. Una pierna estropeada
Llegó el día en que Nikolai vio a su primer mecanicista. El hombre era diplomático y agente comercial, estacionado por su facción en el hábitat de Nikolai. Nikolai y algunos niños de su nido jugaban en el corredor cuando pasó el diplomático. Una de sus piernas estaba estropeada y hacía clic—whírr, clic—whírr. Alex, un amigo de Nikolai, imitó la cojera del hombre. De repente éste se volvió y dilató sus ojos de plástico.
—Líneas genéticas —replicó el mecanicista—. Puedo compraros, cultivaros, venderos, cortaros en trocitos. Vuestros gritos: mi música.
4. Pátina de moho
El sudor se colaba por el cuello bordado de la túnica militar de Nikolai. El aire de la estación abandonada era aún respirable, pero insufriblemente caliente. Nikolai ayudó a su sargento a despojar de sus posesiones a un minero muerto. El cuerpo antiséptico del formador asesinado estaba reseco, pero perfecto. Entraron en otra sección. El cuerpo de un pirata mecanicista estaba tendido en la débil gravedad. Muerto durante el ataque, su cuerpo se había podrido durante semanas dentro de su traje. Una pátina de moho grisáceo de un par de centímetros de grosor había devorado su cara.
5. No tiene mérito
Nikolai estaba de permiso en el Consejo Anillo con dos hombres de su unidad. Bebían en un bar de caída libre llamado el ECLÉCTICO EPILÉPTICO.
El primer hombre era Simón Afriel, un joven formador de la vieja escuela, ambicioso y encantador. El otro tenía un implante ocular mecánico. Su lealtad era sospechosa. Los tres discutían de semántica.
—El mapa no es el territorio —dijo Afriel.
De repente, el segundo hombre recogió un aparato de escucha casi invisible del borde de la mesa.
—Y la cinta no tiene mérito —se mofó. Nunca volvieron a verlo.
...Un pirata mecanicista, estropeado, traicionando líneas genéticas. Invisibles aparatos de escucha te compran, te cultivan, te venden. El joven formador ambicioso de la estación abandonada, muerto durante el ataque. Psicotécnicos decadentes producían por medios sexuales el cuerpo reseco de un agente comercial. La lealtad de la interface holográfica era sospechosa. El sistema cibernético le ayudó a despojar las posesiones de sus ojos de plástico...
6. Piedad especulativa
La mujer mecanicista le miró con aire de piedad especulativa.
—Tengo aquí una posición comercial establecida —le dijo a Nikolai—, pero mi dinero en metálico está restringido temporalmente. Tú, por el contrario, acabas de desertar del Consejo con una pequeña fortuna. Yo necesito dinero; tú necesitas estabilidad. Te propongo matrimonio.
Nikolai lo consideró. Era nuevo en la sociedad meca.
— ¿Implica eso una relación sexual? —preguntó.
La mujer le miró, inexpresiva.
— ¿Quieres decir entre nosotros dos?
7. Pautas de flujo
Estás preocupado por algo —le dijo su esposa.
Nikolai sacudió la cabeza.
—Sí, lo estás —insistió ella—. Estás preocupado por el trato que hice con el contrabando pirata. Eres infeliz porque nuestra corporación se está beneficiando de ataques hechos a tu propia gente.
Nikolai sonrió tristemente.
—Supongo que tienes razón. Nunca he conocido a nadie que comprendiera mis sentimientos más íntimos como tú lo haces. —La miró afectuosamente—. ¿Cómo lo haces?
—Tengo escáneres infrarrojos —dijo ella—, Leo las pautas del flujo sanguíneo en tu cara.
8. Televisión óptica
Cuando te parabas a pensarlo, era sorprendente cuánto espacio había en la cuenca de un ojo. Los mecanismos visuales concretos habían sido concienzudamente miniaturizados por técnicos protésicos mecanicistas. Nikolai había hecho instalar otros aparatos: un reloj, un monitor de biorrealimentación, una pantalla de televisión, todo ello conectado directamente con su nervio óptico. Eran convenientes, pero difíciles de controlar al principio. Su esposa tuvo que ayudarle a salir del hospital y regresar a su apartamento, porque los sutiles gatillos visuales seguían mostrando emisiones de informes bursátiles. Nikolai sonrió a su esposa desde detrás de sus ojos de plástico.
—Pasa esta noche conmigo —dijo.
Su esposa se encogió de hombros.
—Muy bien —dijo. Colocó la mano en la puerta del apartamento de Nikolai y murió casi instantáneamente. Un asesino había cubierto el pomo de veneno táctil.
9. Blancos formadores
Mire —dijo el asesino, con la cara abotagada llena de cansancio—, no me moleste con ninguna ideología... Sólo haga la transferencia y dígame a quién quiere muerto.
—Es un trabajo en el Consejo Anillo —dijo Nikolai. Estaba desintoxicándose de un régimen de drogas emocionales que había tomado para combatir la pena, y tenía que luchar contra las olas recurrentes de extraña alegría—. El doctor—capitán Martin Leng de la Seguridad del Consejo Anillo. Es de mi propia línea genética. Mi deserción hizo que su lealtad quedara en entredicho. Mató a mi esposa.
—Los formadores son buenos blancos —dijo el asesino. Su cuerpo sin brazos y sin piernas flotaba en un tanque nutriente transparente, donde plasmas coloreados suavizaban los extremos púrpura de sus conexiones nerviosas abiertas. Un servocuerpo entró en el tanque y empezó a colocar los brazos del asesino.
10. Inversión infantil
Reconocemos su inversión en esta niña, accionista Leng —dijo la psicotécnica—. Puede que la haya creado, o contratado a los técnicos que lo han hecho, pero no es propiedad suya. Según nuestras reglas, debe ser tratada como cualquier otro niño. Es propiedad de nuestra república popular corporativa.
Nikolai miró a la mujer, desesperado.
—Yo no la he creado. Es el clon póstumo de mi difunta esposa. Y es propiedad de las corporaciones de mi esposa, o más bien de su fundación, que yo dirijo como albacea... No, lo que pretendo decir es que ella posee, o al menos tiene parte, en la propiedad corporativa semiautónoma de mi difunta esposa, que será suya cuando alcance la mayoría de edad... ¿Me entiende?
—No. Soy educadora, no financiera. ¿Cuál es exactamente el sentido de esto, accionista? ¿Está tratando de recrear a su esposa muerta?
Nikolai la miró, con la cara cuidadosamente neutra.
—Lo hice para desgravar impuestos.
...Dejar el clon póstumo beneficiándose de los ataques. Propiedad semiautónoma tiene una posición comercial establecida. Olas recurrentes de contrabando pirata. Su cara abotagada te molesta con ideologías. Sentimientos más íntimos muertos casi instantáneamente. Cubrir la puerta de veneno táctil...
11. Alianzas lamentadas
Me gusta estar al margen —le dijo Nikolai al asesino—. ¿Ha considerado usted alguna vez desligarse?
El asesino se echó a reír.
—Antes era pirata. Tardé cuarenta años en unirme a este cártel. Cuando estás solo, no vales nada, Leng. Debería saberlo.
—Pero debe de lamentar esas alianzas. Son inconvenientes. ¿No preferiría tener su propio Grupo y hacer sus propias leyes?
—Está hablando como un ideólogo —dijo el asesino. Los aparatos de biorrealimentación parpadearon suavemente en sus antebrazos protésicos—. Mi lealtad se debe a Kyotid Zaibatsu. Poseen todo este suburbio. Incluso poseen mis brazos y mis piernas.
—Yo soy dueño de Kyotid Zaibatsu —dijo Nikolai.
—Oh —contestó el asesino—. Bueno, eso le da un cariz distinto al asunto.
12. Deserción en masa
Queremos unirnos a su Grupo —dijo el Superbrillante—. Tenemos que hacerlo. Nadie más nos aceptaría.
Nikolai garabateó ausente con su lápiz óptico sobre una conveniente videopantalla.
— ¿Cuántos son?
—Había cincuenta en nuestra línea genética. Trabajábamos en física cuántica antes de nuestra deserción en masa. Conseguimos algunos logros menores. Creo que podrían ser de cierta utilidad comercial.
—Espléndido —dijo Nikolai. Asumió un aire de piedad especulativa—. Supongo que el Consejo Anillo los persiguió del modo habitual..., proclamó que eran mentalmente inestables, ideológicamente insanos y todo lo demás.
—Sí. Sus agentes han matado a treinta y ocho de nosotros. —El Superbrillante se secó incómodo el sudor que perlaba su hinchada frente—. No somos mentalmente insanos, Presidente de Grupo. No causaremos ningún problema. Sólo queremos un lugar tranquilo para terminar nuestro trabajo mientras Dios se come nuestros sesos.
13. Datos rehenes
Del Consejo Anillo llegó una llamada de alto nivel. Nikplai, sorprendido e intrigado, la atendió en persona. La cara de un hombre joven apareció en la pantalla.
—Tengo a su maestra como rehén —dijo.
Nikolai frunció el ceño.
— ¿Qué?
—La persona que le enseñó cuando era niño en el nido. Usted la amaba. Se lo dijo. Lo tengo grabado.
—Debe de estar bromeando —dijo Nikolai—. Mi maestra fue sólo una interface cibernética. No puede tener como rehén a un sistema de datos.
—Sí que puedo —dijo truculentamente el joven—. El viejo sistema de experiencia ha sido sustituido por uno nuevo con una ideología más sana. Mire.
Una segunda cara apareció en la pantalla; era la imagen suprahumanamente lisa y débilmente brillante de su maestra cibernética.
—Por favor, sálvame, Nikolai —dijo la imagen, envarada—. Es implacable.
La cara del joven volvió a aparecer. Nikolai se rio, incrédulo.
— ¿Así que ha conservado las viejas cintas? No sé cuál es su juego, pero supongo que los datos tienen cierto valor. Estoy dispuesto a ser generoso.
Señaló un precio. El joven negó con la cabeza. Nikolai se impacientó.
—Mire —dijo—. ¿Qué le hace pensar que un simple sistema experto tiene valor objetivo?
—Lo sé —respondió el joven—. Yo mismo soy uno.
14. Cuestión central
Nikolai subió a bordo de la nave alienígena. Se sentía incómodo en su traje bordado de embajador. Ajustó las pesadas gafas de sol sobre sus ojos de plástico.
—Apreciamos su visita a nuestro Grupo —le dijo el alférez reptil—. Es un gran honor.
—Me interesan las filosofías alienígenas —dijo Nikolai—. Las respuestas de otras especies a las grandes cuestiones de la existencia.
—Pero si sólo hay una cuestión central —dijo el alienígena—. Hemos perseguido su respuesta de estrella en estrella. Esperábamos que ustedes nos ayudaran a contestarla.
Nikolai fue cauto.
— ¿Cuál es la cuestión?
— ¿Qué tienen ustedes que nosotros queramos?
15. Dones heredados
Nikolai miró a la muchacha de los ojos pasados de moda.
—Mi jefe de seguridad me ha proporcionado un informe de tus actos criminales —dijo—. Infracción de copyright, extorsión organizada, conspiración para impedir el comercio. ¿Qué edad tienes?
—Cuarenta y cuatro —respondió la muchacha—. ¿Y tú?
—Ciento diez o así. Tendría que comprobar mis archivos. —Algo en el aspecto de la muchacha le molestaba—. ¿De dónde has sacado esos ojos tan antiguos?
—Eran de mi madre. Los heredé. Pero eres un formador, claro. No puedes saber lo que es una madre.
—Al contrario —dijo Nikolai—. Creo que conocí a la tuya. Estuvimos casados. Tras su muerte, hice que te clonaran. Supongo que eso me convierte en tu..., he olvidado el término.
—Padre.
—Eso es. Está claro que has heredado sus dones para las finanzas. —Reexaminó su archivo personal—. ¿Te interesaría añadir la bigamia a tu lista de crímenes?
...Los mentalmente inestables tienen cierto valor. Impedir el comercio pone una cara distinta en la conveniente videopantalla. Algunos logros menores en las cuestiones de la existencia. Tu archivo personal le perseguía. Su cabeza hinchada no puede contener un sistema de datos...
16. Rugido de placer
Tienes que evitar enfrascarte en tus problemas —dijo su esposa—. Es la única forma de permanecer joven. —Sacó un inhalador dorado de su liguero—. Prueba un poco de esto.
—No necesito drogas —sonrió Nikolai—. Tengo mis fantasías de poder. —Empezó a quitarse la ropa.
Su esposa le observó, impaciente.
—No seas terco, Nikolai. —Se llevó el inhalador a la nariz y aspiró. El sudor empezó a cubrir su cara, y un lento sonrojo sexual se extendió sobre sus orejas y cuello.
Nikolai la miró, luego se encogió de hombros y esnifó levemente el tubo dorado. Inmediatamente, una arrebatadora sensación de éxtasis paralizó su sistema nervioso. Su cuerpo se arqueó hacia atrás, estremeciéndose incontrolablemente.
Torpemente, su esposa empezó a acariciarle. El rugido del placer químico hacía el sexo irrelevante.
— ¿Por qué..., por qué te molestas? —jadeó él.
Su esposa pareció sorprendida.
—Es tradicional.
17. Pared fluctuante
Nikolai se dirigió a la pared fluctuante de sus pantallas monitoras.
—Me estoy haciendo viejo —dijo—. Mi salud es buena (tuve mucha suerte en mi elección de programas de longevidad), pero ya no tengo el arrojo de antes. He perdido mi flexibilidad, mi astucia. Y el Grupo ha superado mi habilidad para manejarlo. No tengo otra opción. Debo retirarme.
Con cuidado, observó las caras en las pantallas en busca de cada reacción. Doscientos años le habían enseñado el arte de leer los rostros. Aún conservaba sus habilidades, era sólo la voluntad tras ellas lo que había decaído. Las caras del Consejo Gobernante, rota su reserva por la sorpresa, parecieron arder de ambición y codicia.
18. Blancos legales
Los mecanicistas habían soltado sus robots en los suburbios. Armados con órdenes de arresto, los robots sin rostro recoman las multitudes, buscando blancos legales.
De repente, el antiguo Jefe de Seguridad de Nikolai se apartó de la multitud y empezó a correr buscando refugio. En caída libre, nadaba de asidero en asidero como un gibón acorazado. De pronto, una de sus prótesis cedió y los robots cargaron contra él, casi en la puerta de Nikolai. El plástico chasqueó mientras las pinzas electromagnéticas paralizaban sus miembros.
—Cortes canguro —jadeó. Las profundas arrugas de su viejo rostro brillaban con arroyos de sudor—. ¡Me descuartizarán! ¡Ayúdeme, Leng!
Tristemente, Nikolai sacudió la cabeza.
— ¡Usted me metió en esto! —chilló el viejo—. ¡Usted fue el ideólogo! ¡Yo sólo soy un pobre asesino!
Nikolai no dijo nada. Las máquinas agarraron los brazos y piernas del viejo y se las llevaron.
19. Antiguas contiendas
Lo travesaste toditontero, ¿dad? ¡Todo quel sunto bel ico! –Los jóvenes hablaban una jerga extraña que Nikolai apenas podía comprender. Cuando le miraban, sus rostros mostraban una mezcla de agresión, piedad y asombro.
—Me siento superado —murmuró.
— ¡Estás superado, viejo Nikolai! Este bar es tu museo, ¿vale? ¡Tú mausoleo! ¡Dadnos oídos, viejos fronterizos, os escuchamos! Esas idiotas videologías, esas antiguas contiendas espirituales. Mecas y formadores, ¿no? ¡Las guerras de las dos mitades de la moneda!
—Me siento cansado —dijo Nikolai—. He bebido demasiado. Que uno de vosotros me lleve a casa.
Ellos intercambiaron miradas preocupadas.
— ¡Ésta es tu casa! ¿No?
20. Ojos cerrados
Habéis sido muy amables —les dijo Nikolai a los dos jóvenes.
Eran arqueólogos de Kosmosidad, vestidos con sus ropas académicas, las batas cuajadas de premios y medallas de los Grupos Terraforma. Nikolai advirtió de pronto que no podía recordar sus nombres.
—No tiene importancia, señor —le consolaron—. Ahora nuestro deber es recordarle a usted, no viceversa.
Nikolai se sintió avergonzado. No se había dado cuenta de que había hablado en voz alta.
—He tomado veneno —se disculpó.
—Lo sabemos —asintieron ellos—. Esperamos que no sienta ningún dolor.
—No, para nada. He hecho lo correcto. Lo sé. Soy muy viejo. Más viejo de lo que puedo soportar.
Sintió de repente un alarmante colapso en su interior. Piezas de su consciencia empezaron a romperse mientras se deslizaba hacia el vacío. Advirtió de pronto que había olvidado sus últimas palabras. Con enorme esfuerzo, las recordó y las gritó en voz alta:
— ¡La futilidad es libertad!
Murió lleno de triunfo, y ellos le cerraron los ojos.
Fin