SÓLO MARTA (Bruno Henríquez)
Publicado en
abril 07, 2013
Cuando Marta me planteó que tenía que hacer más de cuatro cosas al mismo tiempo, le propuse lo del multiplicador dimensional y aunque no me tomó en serio, de todas maneras se lo di. Se lo puse en el dedo anular de la mano izquierda lo multiplique por cinco y le dije que saliera de una en una y se repartiera bien las tareas, que a las doce de la noche se volvería a la singularidad y que a la mañana siguiente me lo podía devolver, si no, no importaba, yo tenía otro o podía hacer los que quisiera ya que es muy sencillo.
Debía salir de una en una y esperar al menos uno o dos minutos entre una y otra para que la gente no se fijara mucho al salir del trabajo; pero se sabe que a la hora de salir nadie se fija en nadie y lo que quieren es estar fuera del edificio lo más pronto posible. Así lo hizo y no es mi culpa si no siguió bien mis instrucciones, pues lo más importante es el regreso a la hora de volver a singularizarse ¿debería decir simplificarse? Para no complicarse ella tenía que estar sola, las unificaciones se hacen de uno en uno y a veces son un poco molestas.
La primera Marta salió corriendo para el salón de reuniones, aquello no se acabaría hasta las once de la noche; la segunda pasó por casa de su mamá a recoger las cosas que le tenía que llevar a su tía en el hospital, cuando saliera de ahí tenía que pasar por casa de su hermana y también llegaría tarde a casa, Marta 3 iría para su casa directamente, llevaría la ropa a la tintorería, al regreso acomodaría el cuarto de desahogo, prepararía las cosas que le llevaría a la niña el fin de semana al campamento de pioneros; Marta 4 iría primero por las tiendas, después a su casa cuando Marta 3 hubiera salido, se daría un buen baño, se pondría el vestido que le regaló su esposo en su último cumpleaños (el último de verdad, porque ya eso de cumplir años no se usa nada más que para que el marido le regale algo), y lo esperaría a él para ir esa noche al cabaret de la Giraldilla a celebrar ya no sabía qué, si un aniversario de bodas, el cumpleaños de su esposo (los hombres sí cumplimos siempre), un premio del trabajo o el solo hecho de haber ligado una reservación en ese lugar tan exclusivo. Y Marta 5, pues Marta 5 no tenía nada que hacer y era completamente libre de ir a donde le viniera en ganas hasta las doce de la noche hora en que se invertiría la acción del multiplicador y Marta se simplificaría ¿o debo decir se singularizaría?
Tal y como lo planificó así fue como resultó, al menos desde el principio, aunque para empezar al portero del ministerio, donde ella trabaja, le pareció ver salir a Marta cuatro veces seguidas sin verla entrar ninguna, mezclada entre la avalancha de personas que se desborda por la puerta a la hora de la salida. Se sorprendió más aún cuando la vio salir a las 11:30 de la noche de la reunión que había en el Salón Dorado, según su cuenta, por quinta vez.
Marta no tenía por que preocuparse, al volver a ser ella sola recordaría todo como si lo hubiera vivido ella misma y de hecho era así pues todas eran Marta y lo único que yo hice fue arreglar un poco su representación dimensional, sí, quizás puse una de más, pero eso no era lo más importante sino lo que pasó con ella ¿o con ellas?. En fin, era sólo Marta y si alguien le iba con algún chisme a su marido, el estaba consciente de que ella no se le separó durante toda la noche, ni él notó nada raro, como no fueran los tragos que le hicieron ver más tarde a Marta doble o triple o quizás más veces, pero eso fue ya en la casa y él no recuerda muy bien con cuantas mujeres estuvo en la cama pero si sabía que sólo estaban allí Marta y él.
Así Marta 1, 2 y 3 no se sentían molestas porque Marta 4 hubiera estado divirtiéndose, como Marta 4 tampoco se preocupó de que 1, 2 y 3 se estuvieran machacando la vida en reuniones, hospitales y ropa que arreglar mientras ella disfrutaba de lo que se merecía, y ninguna de ellas se preocupaba tampoco de lo que hiciera Marta 5 porque al fin y al cabo solo había una Marta que eran todas y hacía (hacían) lo que mejor le pareciera.
El anillo que yo hice brilla cuando se va a producir la multiplicación y la persona siente un frío en el estómago y se le eriza todo el cuerpo en un impulso que sale desde la columna vertebral; los huesos de la cabeza y de todo el cuerpo le traquean como si se fueran a partir, pero sólo esa persona lo oye y quien la mire verá como si se hiciera transparente, pues en ese momento está y no está en el mundo normal y se desdobla y aparecen las otras existencias; yo las programé para que salieran poco a poco, porque las primeras veces cuando los desdoblamientos eran simultáneos se producía mucha estática que interfería radios y televisores y ya los vecinos me pelearon por eso, también afectaba en algo las probabilidades y a veces hasta llovía cuando lo había anunciado el Instituto de Meteorología. Con Marta no hubo mucha estática y tampoco llovió.
Marta 1 estuvo brillante en la reunión, no le importaba la hora en que se tenía que acabar y no dejó nada por plantear, además no tenía más preocupaciones para esa noche que poner todo su ser en el meollo de la reunión, así que llevó la voz cantante las seis horas que estuvo en el Salón Dorado, donde se celebraba la reunión.
Marta 2 pasó la noche hablando de cosas viejas y pasadas con su mamá y con su tía, vio hasta fotos ya amarillas que le habían llevado a su tía al hospital, vio caras ya olvidadas y recordó las cosas que no había hecho y las oportunidades que perdió cuando era niña, adolescente, joven y ya mujer y como se va el tiempo con las cosas y pasó todo ese tiempo con una melancolía que muy raras veces le salía a flote, pero que entonces salió, hasta lloró cuando su tía no miraba y también cuando la sortija volvió a brillar anunciándole que otra vez sería una sola Marta en tiempo y en espacio.
Cuando Marta 4 llegó a la casa cargada de cajas de ropas, perfumes y muchas cosas más, vio que en la cocina estaban ya las compras de la bodega y hasta las viandas que habían venido al mercado y que la ropa sucia se había ido rumbo a la lavandería llevada por Marta 3 con quien no se cruzó hasta muy tarde en la noche cuando volvió a brillar el anillo que yo le di y entonces ella, la tres, salió del otro cuarto, donde descansaba después de tanto trabajo, para singularizarse, sólo que lo hizo cuando el marido de Marta (y de todas las Martas multiplicadas) y Marta cuatro, no debían ser interrumpidos y la refusión se llevó a cabo en un amasijo de cuerpos en la cama que aunque Marta no me lo contó se bien como es, porque no es la primera vez que alguien usa mi multiplicador, y yo fui el primero.
Pero con Marta cinco fue diferente, porque ella no tenía programa fijo y fue producto de mi negligencia al no preguntarle a Marta por cuanto se quería multiplicar y por hacer caso a ese refrán de que más vale que sobre y no que falte. Por eso la Marta sin obligaciones salió a pasear, a buscar una fuga a las tensiones acumuladas, a recorrer los mismos lugares donde forjó sus primeras y posteriores ilusiones. Reparó con asombro que el multiplicador no sólo la había multiplicado a ella sino también su ropa, su cartera, el dinero y las llaves, el carnet de identidad, el pase del ministerio y todo lo que llevaba encima. Así que todo el Universo cercano de Marta estaba circulando por la Habana multiplicado por cinco. Y ella, sin programa fijo, se sentía como si le hubieran regalado un domingo en medio de la semana; tantas veces deseó tener el tiempo y la libertad de hacer lo que se le antojara y en el momento de tenerlo no sabía que hacer. Entonces fue que apareció él. Volvía del extranjero y de los recuerdos y estaría sólo un día en La Habana, después en Santiago de Cuba y de ahí salir en su barco por cinco años al Pacífico, pero sus ojos eran los mismos de entonces, cuando ella era todo para él y esa noche, pues, también lo fue, hasta que el anillo brilló y Marta se lo quiso arrancar del dedo, pero no pudo y sintió que el cuerpo se le estrujaba desde los huesos hasta los nervios si no volvía a su casa; y su antiguo amante la vio volverse transparente y salir volando, como llevada por un rayo, hasta su casa donde como una sombra se mezcló entre los cuerpos que retozaban en la lujuria de la noche de los tiempos y el alcohol, hasta que quedaron sólo ella y su marido, extenuados. Después fueron los chismes de vecinos y dicen que la culpa es mía por lo del multiplicador, aunque nadie cree de verdad que eso trabaje, sólo Marta que lo usó y se quedó con él, no se si para repetir la experiencia o como recuerdo. Yo, como dije antes, tengo varios ¿quieres usar uno?
Fin