ENSEÑE A SUS HIJOS EL VALOR DEL DINERO
Publicado en
abril 14, 2013
Estas sencillas pautas le rendirán grandes dividendos.
Por Beverly Neuer Feldman (Doctora en filosofía y autora de "Kids Who Succeed (Niños triunfadores)" es orientadora vocacional y consultora de empresas.
SARAH entra llorando a la cocina. Esta niña de seis años ha perdido algunas piezas de su nuevo juego de construcción y no puede terminar de armarlo. "No te preocupes, cielo", la tranquiliza su madre. "Te compraremos otro juego igual".
John tiene 23 añós y ya se graduó en la universidad; pero, como no ha encontrado ningún empleo que le atraiga, vive en el hogar paterno sin pagar alojamiento y comida, y deja que su madre le cocine y le lave la ropa.
He aquí dos casos reales de muchachos que no tienen una cabal comprensión del valor del dinero y del propósito del trabajo. También nos ilustran un fenómeno nuevo: el de los niños sobreprotegidos que se convierten más adelante en jóvenes adultos dependientes que no pueden —o no quieren— valerse por sí mismos. Muchos padres que albergan bajo su techo a un egresado de la universidad que se pasa la vida haraganeando o a un escolar que gasta en demasía, se quejan de que sus hijos "no entienden el valor del dinero".
¿De qué manera adquiere el niño esta comprensión? He comparado las estrategias educativas de los padres que formaron hijos dependientes con las de los que moldearon hijos independientes, y llegué a una conclusión fundamental: cuando se le dan al niño pautas financieras prácticas y claras —con la palabra y con el ejemplo—, es mucho más probable que se convierta en un adulto capaz de afrontar el arduo mundo de la economía.
Yo misma soy madre. He criado a una hija carnal y me he hecho cargo temporalmente de otros nueve niños. También he trabajado como maestra de jardín de niños, Profesora universitaria y administradora de un programa preescolar para niños minusválidos. Una vez, en el trabajo, oí este chascarrillo: Una mujer enfundada en pieles empujaba a su hijo adolescente en una silla de ruedas.
—¿Qué no puede andar? —le preguntó un transeúnte.
—¡Claro que puede! —replicó altivamente la mujer—. Pero, ¡gracias a Dios, no necesita hacerlo!
Este chiste —más trágico que gracioso—va dirigido especialmente a quienes piensan que deben brindar a sus hijos una vida "libre de preocupaciones" porque "quieren verlos felices" o porque "sólo una vez se es joven". En mi labor de orientadora de padres de familia, procuro demostrarle a la gente que perjudican mucho a sus hijos quienes tratan de facilitarles demasiado las cosas, en vez de permitirles aprender la ética del trabajo y el valor del dinero.
Se necesita práctica para aprender a utilizar juiciosamente el dinero y entender cuánto cuesta ganarlo. Si no se les da esta enseñanza a los hijos, se les priva de las habilidades que deben adquirir para triunfar en la vida. En cambio, si se les inculcan los valores tradicionales acerca del dinero y del trabajo, se les regalará algo invaluable: la llave de la auto-suficiencia. Para empezar, he aquí seis reglas que le ayudarán a formar niños que entiendan bien el valor del dinero:
1. Enseñe a sus hijos el hábito del ahorro
Cada niño debiera tener una alcancía. A los pequeños de hasta tres años de edad, estos "bancos caseros" les permiten hacer del ahorro una diversión.
Anímelos a depositar parte de sus ahorros en el banco. A los seis años de edad, el niño debe comprender que el banco no le quita su dinero, sino que se lo guarda en un lugar seguro y le da más por guardárselo. Abra una cuenta a nombre de cada uno de sus hijos. Permítales conservar su propia libreta y responsabilizarse de ella. Estas experiencias pueden contribuir a hacer del ahorro un hábito para toda la vida.
2. Asígneles un estipendio periódico
Se requieren años para llegar a ser un consumidor inteligente y responsable, alguien que sepa balancear una cuenta de cheques y evite endeudarse. Los niños que reciben periódicamente un estipendio aprenden desde tierna edad una regla básica de la vida: si no hay dinero, no se hacen gastos.
Debe usted dejar que sus hijos anhelen comprar algo, e incluso que sientan por ello cierta frustración. El deseo de poseer algo es un sentimiento positivo; parte del placer de adquirir estriba en desear. Quien consigue todo con sólo estirar la mano no experimenta la misma satisfacción que quien se lo gana a pulso.
¿Qué gastos debe sufragar el estipendio? Depende de la edad del niño; pero normalmente podrían sufragarse con el las golosinas, algunos pequeños regalos, los juguetes, las prendas de vestir no indispensables y las diversiones.
Cuando sus hijos empiecen con la cantinela de "Quiero...", mírelos a los ojos y pregúnteles: "¿Crees que te alcance tu dinero para comprar eso?" La responsabilidad no será de usted; ellos tendrán que decidir si lo adquieren o no.
3. Oblíguelos a participar en los quehaceres domésticos
Los niños son diligentes por naturaleza; pero este talento suelen desaprovecharlo los padres. Aunque en algunos casos quizá deba usted insistir en que le echen una mano, en otros sólo es cuestión de permitírselo.
Joan pegó en los cajones de la cómoda unas ilustraciones de la ropa que iba en cada uno de ellos; así, su hija de tres años se divierte (como si se tratara de un juego) separando, doblando y guardando las prendas. "Cuando logra que hagan juego la ilustración de los calcetines y el par que tiene en las manos, la felicito efusivamente por lo mucho que me ayuda", explica Joan.
Sobra decir que los niños no harán perfectamente sus quehaceres; no los critique por ello. Fíjeles límites de tiempo razonables para esas tareas, pero recuerde que la capacidad de atención varía dependiendo de la edad y de la tarea misma. Observe esta regla práctica de perseverancia: dos minutos para un niño de dos años, tres minutos para el de tres, y así sucesivamente. En forma gradual, los niños van adquiriendo la disciplina que se necesita para llevar a término incluso las tareas menos agradables.
4. No utilice el dinero para sobornarlos o castigarlos.
Esta es una trampa en que los padres caen con facilidad. Si se ve usted retratado en los siguientes ejemplos, tal vez deba reconsiderar lo que les está enseñando a sus hijos.
"La única manera de lograr que mi hija arregle su cuarto es amenazarla con reducir su estipendio". No soy partidaria de retribuir a los niños por los quehaceres ordinarios, pues.así llegan a creer que todos los trabajos se recompensan con dinero. ¡Y pregúntele si esto es cierto a un trabajador social voluntario o a un ama de casa!
Ahora bien, los niños deben experimentar la alegría de ser recompensados cuando hayan realizado una tarea fuera de lo normal. Recuérdeles que por ser miembros de la familia están obligados a arrimar el hombro en las tareas del hogar, pero que en este caso específico (pintar una pared, por ejemplo) usted los contrata a ellos en vez de contratar a un extraño. Eso sí, después de darle el visto bueno al trabajo, págueles en seguida.
"Mitch no estudia a menos que le prometamos 25 dólares por obtener buenas calificaciones al final del curso". El niño debe saber que si se esfuerza por salir bien en la escuela lo hace por su propio bien; no por agradar a sus padres o por el dinero que estos le den. Los chicos que se educan a fuerza de recompensas externas por su buen desempeño escolar no podrán experimentar la alegría del trabajo bien hecho.
Trate de motivar a los chicos con caricias, besos, elogios y tarjetas de felicitación. Si desea premiar a su hijo por su aprovechamiento en la escuela, regálele una estampilla para la colección filatélica que está empezando o llévelo a cenar a su restaurante favorito.
5. No les oculte su situación económica
Los niños no necesitan conocer todos los detalles del presupuesto familiar; pero, ¿cómo van a aceptar las restricciones si ignoran la causa? Sé que a menudo los padres temen compartir esta información porque los pequeños podrían ser indiscretos; pero se les puede enseñar a ser discretos.
Cuando sus hijos lleguen a la adolescencia, quizá le parezca a usted conveniente celebrar una "cumbre económica" familiar; comience advirtiéndoles que lo que allí se diga será estrictamente confidencial, y que cualquier integrante de la familia que infrinja esta regla quedará excluido de las juntas futuras. Luego, sin entrar en demasiados detalles, dígales cuáles son los gastos fijos periódicos de la familia. Además de enterarlos de los muchos gastos que deben hacerse mes tras mes, esta medida acaso los motive a contribuir ellos mismos a la solución de los problemas pecuniarios del hogar.
Sarah, de 16 años, y sus dos hermanos les preguntaron a sus papás por qué no se iba la familia de vacaciones a ese lugar al que desde hacía mucho tiempo tenían deseos de ir.
—Porque no tenemos dinero para eso —repuso el padre.
—¿Y si todos juntamos nuestros ahorros? —sugirió Sarah—. Mark, tú tienes 75 dólares, y yo tengo 140.
Los muchachos accedieron a ayudar en las labores de mantenimiento que sus padres pensaban pagar por fuera. Y ese verano, todos pudieron irse nada menos que a Hawai.
6. Hábleles del trabajo que usted hace
Cuando los niños desconocen cómo se ganan la vida sus padres, se les dificulta establecer una relación entre dinero y trabajo. Los niños de primaria no son tan pequeños que no sean capaces de entender lo que significa trabajar para ganarse el pan.
Si a usted le agrada el empleo que tiene, comparta con ellos su entusiasmo. Si, en cambio, se siente frustrado en su ocupación, explíqueles que aun así hay satisfacciones —como el contar con un sueldo fijo o el sentirse seguro— o que su ocupación actual es un mero trampolín en su carrera profesional.
Marianne, madre de tres niños preadolescentes que se pasa todo el santo día ante una computadora, les dijo en una ocasión: "A veces me siento cansada e irritable por la noche, pues me gustaría tratar con gente y no con máquinas. Pero algún día encontraré un empleo que me agrade más".
LOS PADRES DE FAMILIA que quieran criar hijos autosuficientes, a veces deben guiar a sus pequeños con la cabeza, y no con el corazón. Es una tarea ardua, ciertamente, pero el esfuerzo habrá merecido la pena cuando vean que sus hijos adquieren respeto por la ética del trabajo y buen juicio para manejar el dinero.
© 1990 POR BEVERLY NEUER FELDMAN. CONDENSADO DE "REDBOOK" (NOVIEMBRE DE 1990), DE NUEVA YORK, NUEVA YORK.
Ilustración: Eva Lobatón