¡YA ESTÁ AQUÍ EL DINERO ELECTRÓNICO!
Publicado en
noviembre 11, 2012
Muy pronto sustituirá a las monedas y los billetes.
Por James Gleck.
EL DINERO contante y sonante es pesado: 1 millón de dólares en billetes de 20 pesa más de 45 kilos. Además, es costoso: tan sólo en Estados Unidos cada año se gastan miles de millones de dólares en imprimirlo, transportarlo, protegerlo, hacerlo circular, recaudarlo, contarlo y guardarlo en bóvedas de seguridad.
Y también anticuado desde el punto de vista tecnológico: esos billetes arrugados que lleva usted en el bolsillo son tan obsoletos como la clave Morse.
El efectivo, pues, está condenado a desaparecer. Para sustituirlo ha surgido el dinero electrónico, y tiene nombres como E-Cash, NetChex, CyberCash, NetBill y DigiCash. Muchas compañías emisoras de tarjetas de crédito, empresas de ventas por Internet, compañías telefónicas, universidades y sistemas de transporte urbano ya están experimentando con planes de pago computarizados.
El dinero electrónico es perfecto: no pesa nada y circula a la velocidad de la luz; tampoco se desgasta, ni se arruga, ni se ensucia. Es la culminación de un proceso que comenzó hace más de un siglo, cuando la Compañía Telegráfica Western Union discurrió una manera de convertir el dinero en impulsos eléctricos transmisibles por cable.
Usted seguirá pagando con efectivo por muchos años más, y cuando deje de usarlo en tiendas, gasolineras y máquinas vendedoras, quizá apenas lo note. Sin embargo, la innovación será un desafío para todos: ciertos tipos de dinero electrónico protegerán la vida privada de los usuarios, mientras que otros la invadirán; unos serán un freno para la delincuencia y otros un incentivo; unos obstaculizarán el comercio y otros lo favorecerán.
TRANSACCIONES AL INSTANTE
Los primeros tipos de dinero electrónico que han logrado cierta aceptación generalizada son variantes de las tarjetas de crédito. En julio de 1996, durante los Juegos Olímpicos de Atlanta, Visa sacó al mercado la tarjeta Visa Cash, provista de un microcircuito capaz de almacenar casi 80 veces más información que la banda magnética de las tarjetas de crédito ordinarias. A diferencia de éstas, las "tarjetas inteligentes" como la Visa Cash no requieren número de identificación personal u otra clave. Tampoco hace falta firmar la tarjeta ni mostrar ningún documento de identidad para hacer uso de ella; basta con insertarla en un dispositivo de lectura conectado a una terminal y, si todo marcha como debe, se efectúa la transacción. El saldo de la tarjeta disminuye y el de la terminal aumenta. Si usted pierde aquélla, es inútil reclamar a la compañía emisora, pues se supone que es dinero en efectivo.
También hay tarjetas que se usan a distancia. Por ejemplo, al mover la tarjeta junto a un torniquete o al pasar en auto por una caseta de peaje, un dispositivo de lectura realiza la transacción automáticamente. (Esto resulta muy cómodo, pero los carteristas de la nueva generación sólo tendrían que rozar a la víctima con el dispositivo adecuado para desvalijarla.)
Mondex, un sistema global de pagos, es diferente. Concibe un futuro en el que todas las computadoras y los teléfonos podrán retirar o depositar dinero con tarjetas inteligentes. En 1995, en Swindon, Inglaterra, se puso en marcha un servicio piloto que permite a los usuarios pagar y cobrar con tarjetas Mondex en cientos de tiendas y teléfonos públicos equipados con pantallas especiales. "Con este sistema pude darle una libra a Mi hija de seis años", dice Tim Jones, coinventor y director de Mondex. "Si usted y yo estuviéramos hablando por un teléfono Mondex, bastaría con introducir cada cual su tarjeta en el aparato para intercambiar fondos".
DigiCash, sistema operado por el Banco Mark Twain de Saint Louís, permite al usuario guardar dinero en forma codificada en el disco duro de su computadora. Es invento de una compañía con sede en Amsterdam que dirige David Chaum, estadounidense experto en criptografía.
CyberCash, empresa establecida en Reston, Virginia, ofrece "billeteras" digitales para hacer compras por Internet. La tienda electrónica E-Cash Shop vende fotos digitalizadas de paisajes japoneses por 1,5 ciberdólares (alrededor de 1,50 dólares).
BOTIN CODICIADO
Lo que buscan todas estas compañías es obtener ganancias. A los comercios que usan el servicio les cobran una comisión por cada venta, y también venden espacio para anuncios en las tarjetas. Unos estudios revelan que los consumidores gastan hasta 40 por ciento más con tarjetas inteligentes que con efectivo; además, las compañías emisoras de tarjetas de crédito podrían sacar provecho de la información que obtienen sobre el enorme número de transacciones que realizan sus clientes (podrían venderla, por ejemplo, a agencias de mercadotecnia).
Otro botín codiciado es el dinero flotante; es decir, aquel que permanece un tiempo en un sitio donde a alguien le puede producir intereses (no a usted, casi seguramente). Si el emisor de un cheque de viajero, un boleto del metro o una tarjeta inteligente puede cobrar intereses por días —e incluso por horas—, sus ganancias serán mayores. Con razón todo el mundo quiere emitir dinero.
GUERRA TECNOLOGICA
Con el dinero electrónico llega también una nueva era de la falsificación. Las tarjetas inteligentes funcionan con microcircuitos integrados, y éstos tienen sus defectos. "Se trata de dispositivos tan complejos, que bastaría con que una sola tarjeta entre miles tuviera un pequeño defecto para provocar resultados muy interesantes", señala Kawika Daguio, especialista en tecnología de pagos de la Asociación Estadounidense de Banqueros.
Algunos no están dispuestos a esperar a que el azar produzca ese defecto. "El microcircuito es un objeto físico", explica Gaylon Howe, vicepresidente de Visa, "y los expertos en seguridad afirman que todo objeto físico puede ser atacado". Ha comenzado ya la guerra entre quienes se dedican a "blindar" el dinero electrónico por medio de la criptografía y los que buscan vulnerar esa armadura.
Por cada idea para defenderse de la falsificación surge otra para contrarrestarla. En teoría, cualquier microcircuito puede abrirse y examinarse con un microscopio electrónico. Si el fabricante lo protege con varias capas adicionales de óxido y metal, los delincuentes pueden quitarlas con cuidado; si le inyecta sustancias corrosivas que se activan al hacer contacto con el aire —a fin de destruirlo antes de que lo inspeccionen los maleantes—, o si lo refuerza con celdas fotosensibles programadas para borrar los datos importantes, aquéllos pueden abrir la tarjeta en una cámara aislada, sin oxígeno y sin luz.
Otra arma del fabricante es proteger el microcircuito con una resina epóxica mezclada con polvo de diamante o de carburo, para mellar el filo de las herramientas que pudieran usarse para abrirlo. "La guerra de la información va a causar mucha intranquilidad en el futuro", predice Colin Crook, jefe de tecnología de Citicorp. "Nos aterra pensar en lo peligrosa que podría ser. Creo que las medidas de seguridad en nuestro ramo serán más estrictas que las del Departamento de Defensa".
PERSPECTIVA PREOCUPANTE
Eliminar el efectivo libraría al mundo del tipo más común de defraudación fiscal; también podría erradicar el soborno, los secuestros, la extorsión e incluso los asaltos, pues estos delitos dependen de que el dinero sea una forma de pago anónima e imposible de rastrear.
Pero una economía sin billetes ni monedas también podría ser un mundo de redes informáticas con bases de datos en los que se registrarían todos los viajes que hiciéramos en autobús, las cervezas que nos tomáramos y las videocintas que alquiláramos. Las posibilidades aterran a cualquiera que desea guardar su intimidad.
"Habrá mucha más información sobre los pagos que efectuamos", vaticina el criptógrafo David Chaum, quien tiene fama entre sus colegas por ser el principal partidario de una forma de dinero electrónico que protegería el anonimato mediante técnicas avanzadas de codificación.
Esta perspectiva asusta a las autoridades. Como por fin están logrando complicarles la vida a los narcotraficantes, que viajan con maletas llenas de dinero, no están dispuestas a permitir la fabricación de microcircuitos que hagan posible transferir millones de dólares anónimamente. Hasta ahora, sin embargo, las grandes compañías emisoras de dinero electrónico se inclinan por usar sistemas menos anónimos que el defendido por Chaum, pues creen que la mayoría de la gente preferirá sacrificar el anonimato por la comodidad.
¿Será usted quien decida si desea conservar el último vestigio de anonimato que proporciona el efectivo, o lo harán otras personas? Mientras lo piensa, ¿por qué no saca de su bólsillo uno de esos billetes viejos y arrugados y sale a comprar un bocadillo sin que nadie se entere?
© 1996 POR JAMES GLEICK. CONDENSADO DEL SUPLEMENTO DOMINICAL DEL TIMES DE NUEVA YORK (16-VI-1996), DE NUEVA YORK. ILUSTRACIÓN: @ JEAN-FRANCOIS PODEVIN.