TABACO: UNA EPIDEMIA NOS INVADE
Publicado en
abril 08, 2012

Las compañías tabacaleras multinacionales promueven, con la ayuda del Gobierno estadounidense, su letal producto en los vulnerables países del Tercer Mundo. ¿Qué se puede hacer para detener este comercio que lucra con la salud de millones de personas?
Por Walter RossEN ESTADOS Unidos y en otros países desarrollados, el hábito de fumar cigarrillos ha descendido en la escala social: de aceptable, a apenas tolerable y hasta reprobable.
Sin embargo, el año pasado la gente fumó más cigarrillos que nunca. Casi cuatro billones se vendieron en todo el mundo a un costo de entre 85.000 y 100.000 millones de dólares.¿Qué ocurre?Todo comenzó hace más de 15 años cuando el temor por la salud provocó una disminución de fumadores en Occidente. Amenazadas por la reducción del mercado y por los altos costos de la producción, las siete compañías tabacaleras multinacionales —cuatro con base en Estados Unidos, dos en Gran Bretaña y otra en Sudáfrica— orientaron sus armas hacia un nuevo blanco: el Tercer Mundo, en su mayoría aún no explotado, con más de dos tercios de la población mundial.El Real Colegio de Médicos de Gran Bretaña ha calificado al hábito de fumar cigarrillos "de una causa de muerte tan importante como las grandes enfermedades epidémicas: la tifoidea, el cólera y la tuberculosis". Y el Servicio de Salud Pública de Estados Unidos, lo ha descrito como "la causa primera de enfermedades evitables y de muerte en el país". De ahí que cuando la Revista Británica de Medicina descubrió el bombardeo en masa de cigarrillos en el Tercer Mundo, hizo una advertencia: "Existe un peligro real de que este hábito nocivo se exporte a las jóvenes naciones de Asia y Africa. El Mundo Occidental tiene la responsabilidad de que esto no ocurra".El Gobierno norteamericano no acepta esa responsabilidad. En cambio ayuda activamente en la exportación al Tercer Mundo del hábito de fumar mediante subsidios federales.ACTITUD CONTRADICTORIA SOBRE LA SALUD
La Secretaría de Agricultura de Estados Unidos ha estado sosteniendo los precios del tabaco con casi 5.000 millones de dólares en préstamos solicitados a la Corporación de Créditos de Mercancías (CCC, por sus siglas en inglés). La Secretaría de Agricultura pide los préstamos de miles de millones a la Secretaría de Hacienda, y también subsidia al tabaco mediante costosos servicios: inspección de cosechas, información sobre los mercados e investigaciones.
Tal interés en el tabaco ha llevado a Estados Unidos a incluir el producto en la Ley Pública 480, proyectada para extender y desarrollar mercados para sus productos agrícolas en el exterior a través de su programa de Alimentos para la Paz. Bajo esta sola ley, en 1979 se exportaron 7,7 millones de dólares en tabaco sin elaborar. Y esta es sólo una pequeña parte de sus exportaciones de tabaco: Otros 2.120 millones de dólares en tabaco norteamericano se enviaron al extranjero, incluyendo 77.600 millones de cigarrillos norteamericanos ese mismo año.Casi todos los gobiernos adoptan una actitud en cierta medida contradictoria en cuanto al hábito de fumar debido a la magnitud de los fondos comprometidos. La industria estadounidense del tabaco, la segunda en importancia a escala mundial (la de China ocupa el primer lugar), tuvo ingresos brutos por un total de 18.000 millones de dólares en 1978, de los cuales los gobiernos —federal, estatal y local— recaudaron 6.000 millones en concepto de impuestos. No es extraño pues que las secretarías gubernamentales que se ocupan de las cosechas, la balanza de comercio y los impuestos presten especial atención al tabaco.La doble personalidad del Gobierno de Estados Unidos en cuanto al hábito de fumar se refleja en su posición contradictoria en cuanto a la salud pública. Los cigarrillos de ese origen que se venden en Estados Unidos y a sus fuerzas armadas en el extranjero deben llevar en cada cajetilla la advertencia siguiente: "El código sanitario establece: este producto puede ser nocivo para la salud". Pero las marcas estadounidenses que se venden internacionalmente en aviones, buques o en países extranjeros no necesitan tener esa misma advertencia. Además, los cigarrillos que se venden en el exterior y/o con permiso de las empresas estadounidenses, son con frecuencia mucho más mortales que sus parecidos comprados en Estados Unidos. En una prueba reciente se estableció que los cigarrillos de las marcas Marlboro, Kent, Kool y Chesterfield vendidos en territorio de Estados Unidos tenían un promedio de 17,5 miligramos de alquitrán, pero ese promedio llegaba a 31,75 en los que se vendían en Filipinas.Empiezan a verse las consecuencias. Aunque los principales problemas de salud derivados del hábito de fumar comienzan a revelarse sólo después que una gran masa de población de un país fuma durante más de 20 años, la Organización Mundial de la Salud (OMS) informó el año pasado: "En algunos países en desarrollo la proliferación de dolencias relacionadas con el hábito de fumar es actualmente de tal magnitud que rivaliza con la desnutrición y las enfermedades infecciosas".En esos países solían ser raras las enfermedades cardiacas y circulatorias, y el cáncer de pulmón. Ya no es así. En Brasil, por ejemplo (donde unos 25 millones de fumadores consumen 135.000 millones de cigarrillos cada año), el cáncer de pulmón se convirtió en 1974 en la causa principal de muerte entre los varones. La incidencia de las dolencias cardiovasculares atribuidas al cigarrillo, en el índice de mortalidad de los brasileños, ha aumentado un cinco por ciento desde 1970. En toda América Latina el número de fumadores ha aumentado un 24 por ciento; los ataques cardiacos y otras enfermedades atribuidas al cigarrillo han seguido el mismo ritmo.Dice el Dr. Emilio Wennen, de Holanda, ex profesor de salud pública de la Universidad de Dar es Salaam (Tanzania): "El Tercer Mundo se está convirtiendo en un amplio laboratorio para mostrar, una vez más, que el hábito de fumar mata".PERSONAJES DESCALZOS
Las "siete grandes" compañías tabacaleras multinacionales se han adueñado de esferas mundiales de influencia. La British-American Tobacco, Co., Ltd., (BAT, por sus siglas en inglés) la mayor productora de cigarrillos del mundo, vende 300 marcas en 180 países por intermedio de más de 50 empresas asociadas o subsidiarias; Philip Morris International distribuye más de 175 marcas mediante 40 firmas asociadas o concesionarias en alrededor de 160 países y territorios; Reynolds Tobacco Co. vende 65 marcas en 140 países y fabrica por medio de sucursales o concesionarios en cerca de 20 de esos países.
En algunos países en desarrollo, los cigarrillos se distribuyen más extensamente que cualquier otra mercancía. Ni siquiera un camión Land Rover puede abastecer a las 33.000 pequeñas tabaquerías que surte la BAT en Kenia; muchas son sólo accesibles en bicicleta, en burro o en camello. Esa distribución minuciosa es apoyada por una campaña de publicidad: carteles, la radio, la televisión, el cine ambulante (de entrada libre, pues el público la paga al presenciar la propaganda del tabaco). En la Federación de Malasia, cerca de la mitad de todos los anuncios, en todos los medios de publicidad, es de cigarrillos.Un estudio realizado en 1974 por World Tobacco ("Mundo del tabaco"), revista de comercio altamente respetada, reveló que mientras 95 por ciento de los países desarrollados tenía leyes que restringen la venta de cigarrillos (incluidas las advertencias sobre los peligros para la salud), únicamente el 24 por ciento de los del Tercer Mundo han reglamentado de alguna manera ese comercio. La publicidad en esos países está libre de trabas: "State Express: ese sabor especial del éxito"; "Usted es inteligente al fumar"; "Disfrute de esa deliciosa claridad mental". Los anuncios de marcas como Graduate muestran a un estudiante que fuma. Y es obvio que los Diplomats están destinados a quienes ascienden en la vida.Un cartel visto con frecuencia sobre las chozas africanas dice que los cigarrillos Player's Gold Leaf (hojas de oro) están destinados "A la gente muy importante". Sin embargo, esa gente importante, que a menudo anda descalza y no puede darse el lujo de comprar una cajetilla entera, compra cigarrillos sueltos por 10 centavos de dólar cada uno. Se trata de una técnica corriente de mercadeo en el mundo en desarrollo.CULTIVO FINANCIADO
Las compañías multinacionales de cigarrillos han convencido a los gobiernos regionales, desesperados por adquirir divisas extranjeras y que trabajan con presupuestos de hambre, que el cultivo del tabaco por ellos mismos les daría a sus agricultores un nuevo producto fácil de vender, aumentaría los recursos oficiales con los impuestos y les proporcionaría divisas mediante las exportaciones.
Seducidos por el atractivo de dinero efectivo, los países en desarrollo otorgaron subsidios a los agricultores para desmontar los terrenos para el cultivo (4.000 dólares por una granja de una hectárea, en Zambia), y les hacen préstamos para adquirir semilla de tabaco, fertilizantes e insecticidas. A menudo, el capital proviene de la ayuda exterior. En Tanzania, por ejemplo, el Banco Mundial —financiado en gran parte por Estados Unidos y el Reino Unido— ha prestado 17 millones de dólares para dos proyectos de estímulo al cultivo y la producción del tabaco.Los agricultores reciben dinero en efectivo de las empresas tabacaleras o de corporaciones oficiales por sus cosechas. Sin embargo, estas empresas, filiales de las multinacionales, son frecuentemente la única fuente de maquinaria y servicios para los agricultores. Puesto que los canales de compra y venta están igualmente monopolizados, significa también que la empresa impone totalmente las utilidades del labriego. Por ejemplo, en Malawi los pequeños agricultores están obligados a vender sus cosechas a la Corporación de Desarrollo y Mercadeo de la Agricultura, organismo gubernamental, a un precio bajo que les es impuesto por las autoridades.Las divisas extranjeras provenientes de la venta del tabaco son a menudo ilusorias. Una buena parte del beneficio es absorbido por las regalías que se deben pagar por las concesiones de las empresas multinacionales y por la adquisición de papel importado para los cigarrillos, materiales para envasar y maquinaria.La producción de tabaco tiene varias otras desventajas. Por exigir "mano de obra intensiva", el tabaco demanda en plena temporada un gran aporte de trabajo manual, justo cuando otras cosechas exigen labores de siembra y cultivo. En ese sentido despoja a países amenazados por el hambre, de mano de obra y tierras cultivables que podrían destinarse a la producción de alimentos.Para producir la popular mezcla de tabaco rubio de Virginia, los campesinos deben "curar por chimenea" la hoja en graneros calentados por la fuente básica de energía de la región : la madera. Este proceso requiere que sea quemada una hectárea de árboles por cada hectárea de tabaco cultivado, agotando seriamente los bosques ya menguados.Además, según la revista World Health ("Salud mundial") de la OMS: "Puesto que muchas zonas productoras de tabaco del Tercer Mundo están situadas en el margen del país árido, estas son precisamente las regiones más expuestas a la expansión de los desiertos": proceso sólo agravado por el consumo excesivo de leña.Así, los rápidos beneficios monetarios que produce el tabaco no sólo afectan la salud, sino que comienzan a tener su precio ecológico. Y no serán quienes lucran con el tabaco los que pagarán estas pérdidas. Lo hará el pueblo de cada país.¿QUE SE puede hacer para detener la difusión del hábito de fumar en el Tercer Mundo? No es posible evitar que los gobiernos de países pobres, apremiados por problemas financieros inmediatos, hipotequen el futuro por dinero en efectivo. Ni que las compañías tabacaleras multinacionales se beneficien con la venta de productos legales.
Pero los norteamericanos pueden insistir en que su Gobierno deje de regalar el tabaco como una forma de ayuda bilateral. Pueden exigir que los políticos ayuden a los productores de tabaco a dejar de producirlo sin sufrir perjuicios económicos, y dejar bien en claro ante sus dirigentes que ellos, como contribuyentes, se niegan a ser cómplices en el tráfico internacional de la salud de un pueblo por dinero.