A LA CAZA DE UN SUPERSPIA CHINO
Publicado en
diciembre 18, 2011

En cierta ocasión Chou En-lai dijo que el caso de Wu-Tai Chin era "el mayor en la historia del espionaje", aunque sólo representa la punta del iceberg.
Por John Barron (redactor de planta del Reader's Digest, es una reconocida autoridad en espionaje comunista y autor de dos libros, internacionalmente aclamados, sobre la KGB soviética.)A FINALES de 1988 China asombró Occidente al detonar una bomba de neutrones cuya radiación es capaz de matar a las tripulaciones de tanques protegidas por el más grueso blindaje. Ahora, el contraespionaje de Estados Unidos sabe que fueron espías chinos que trabajaban en centros de investigación estadunidenses quienes se robaron los datos necesarios para fabricar esa bomba.
China también ha logrado construir una supercomputadora llamada Galaxia, la cual se asemeja asombrosamente a la computadora estadunidense Cray, que es una de las más avanzadas del mundo. Este parecido no es de extrañar: los científicos chinos copiaron la Cray empleando tecnología robada por espías infiltrados en laboratorios estadunidenses.En años recientes, algunos espías chinos han sido detenidos y encarcelados, acusados de conspirar para obtener planes de misiles y torpedos estadunidenses. En diciembre de 1987, Estados Unidos expulsó del país a dos diplomáticos chinos que intentaron comprar documentos de la Agencia Nacional de Seguridad.Los agentes chinos han tratado, una y otra vez, de infiltrarse en tres de los laboratorios científicos más neurálgicos de Estados Unidos: Los Álamos y Sandía en Nuevo México, y Lawrence Livermore en California. En estas instalaciones se hacen investigaciones avanzadas en el campo de las armas nucleares, los rayos láser y de partículas y las armas defensivas contra misiles balísticos. Aunque parezca increíble, la Oficina de Contabilidad General ha descubierto que, de 1986 a la fecha, más de 100 científicos comunistas chinos han logrado visitar o trabajar en estos laboratorios supersecretos.LA MATANZA de estudiantes en Pekín, en junio de 1989, aportó más pruebas del espionaje chino. Indignados, algunos chinos residentes en Estados Unidos (estudiantes, diplomáticos, científicos y empresarios) llamaron a la FBI para dar informes sobre misiones de espionaje que les habían asignado a ellos y a sus colegas. Sus revelaciones confirmaron lo que ya sabía la FBI: China está llevando a cabo una campaña de espionaje contra Estados Unidos que deja pequeña a la de la Unión Soviética.La FBI estima que, en un día cualquiera, son entre 200 y 300 los chinos adiestrados como "trabajadores de inteligencia en ultramar" que operan en Estados Unidos. Se ocultan entre los 2500 diplomáticos y funcionarios chinos asignados a ese país; entre los 40,000 estudiantes que hay en las universidades estadunidenses; entre el personal de 130 empresas comerciales chinas y las miles de delegaciones chinas que visitan Estados Unidos anualmente (casi 10,000 en 1988).Además de estos profesionales especializados, China tiene muchos más agentes en Estados Unidos: los espías que, de hecho, roban secretos. La mayoría de ellos han sido reclutados de entre los chinos que emigraron a Estados Unidos hace muchos años, o de entre la infinidad de chino-norteamericanos que regresan a visitar la tierra de sus antepasados.HOMBRE MISTERIOSO
Una gran operación, que condujo a los lugares secretos más vigilados de Estados Unidos, ilustra la habilidad, la sutileza y la paciencia consumadas del espionaje chino. Afínales de 1982, la FBI supo, por medio de un informante de la CÍA infiltrado en el Gobierno chino, que un espía —un ciudadano estadunidense de origen chino— era empleado del Gobierno de Estados Unidos. Este fantasma tenía acceso a los más vitales secretos de esa nación, que entregaba en cantidades tales que, a veces, los chinos tardaban hasta dos meses en traducir los documentos.
Las pistas eran débiles, y la contrainteligencia estadunidense debía ser sumamente cautelosa para no poner en alerta al espía ni a sus amos. En eso, la CÍA recibió otro dato: el espía había salido de Nueva York, rumbo a China, la primera semana de febrero de 1982, en un vuelo de Pan Am.Los agentes de la FBI revisaron las listas de pasajeros de Pan Am que habían viajado con destino a Tokio, Hong Kong y Pekín. Ninguno encajaba en el perfil del espía. Entonces, cierto agente tuvo una idea: si el hombre había salido, seguramente había vuelto a entrar. El Servicio de Aduanas de Estados Unidos lleva un registro de las declaraciones de todos los pasajeros que ingresan en el país. ¿Por qué no buscar al espía entre estos?Ninguno de los registros dio más indicios, hasta que la FBI tecleó el nombre de Larry Wu-Tai Chin. El cotejo de la computadora señaló que Larry Wu-Tai Chin había sido empleado de la CÍA y tenía acceso a datos supersecretos. La FBI, después de obtener la autorización correspondiente, intervino los teléfonos de la casa y de la oficina de Chin en Alexandria, Virginia.JOVEN CONVERSO
La pista que había encontrado la FBI se remontaba hasta 1944, en el sur de China. Allí, Wang Li, médico y comunista fiel, compartía una habitación con Chin, traductor de profesión, y ambos eran empleados en una misión militar de Estados Unidos. Al principio, Chin pensó que ser empleado de los estadunidenses era un billete de entrada al opulento Occidente, donde sin duda ganaría mucho dinero.
En 1948, el consulado norteamericano en Shanghai contrató a Chin como intérprete-traductor. Luego, Wang le presentó a un dirigente del régimen comunista, que se acababa de instalar; esta persona convenció a Chin de que ”ayudara a China" proporcionándole información.Los estadunidenses pensaban que Chin era muy valioso, pues hablaba tres dialectos chinos e inglés. Cuando el personal del consulado de Shanghai se mudó a Hong Kong, en 1950, los estadunidenses invitaron a Chin a irse con ellos. Los comunistas convinieron en hacer contacto con él, allí, de tiempo en tiempo.En 1951 el Departamento de Estado reclutó a Chin para que ayudara en los interrogatorios a los prisioneros chinos capturados en la Guerra de Corea. En 1952, cuando regresó a Hong Kong, Chin pudo informar qué presos habían colaborado con los estadunidenses. También pudo identificar a muchos agentes de espionaje que operaban desde el consulado de Estados Unidos en Hong Kong.Después, Chin aceptó un puesto en Okinawa, trabajando para el Servicio de Trasmisión de Información en el Extranjero (FBIS), división de la CÍA que vigilaba las trasmisiones radiofónicas y las publicaciones chinas. Supuestamente, Chin no debía ver la información secreta. Sin embargo, para poder desempeñar su trabajo, debía de estar informado de las necesidades del servicio secreto estadunidense. Estos datos indicarían mucho a los chinos acerca de cuánto sabía Estados Unidos, y también definirían cuáles eran los renglones donde se podía explotar su ignorancia.CONTACTO EN CANADA
El contrato de Chin estipulaba que gozaría de un permiso para ir a su casa en Hong Kong, cada dos años, a expensas del Gobierno. Entre 1952 y 1961 entregó ahí, en cuatro ocasiones, sendos informes a emisarios chinos. Un tal señor Ou sería el contacto más importante de Chin.
En 1961, los muchos años de servicio ejemplar le merecieron a Chin una promoción: se le destinó a la oficina del FBIS en Santa Rosa, California, lugar donde aumentaron sus conocimientos respecto a las actividades de espionaje estadunidenses. Con el tiempo, los chinos llegaron a la conclusión de que el exceso de viajes a Hong Kong podría despertar sospechas. Por tanto, establecieron un contacto en Canadá.Chin adquirió la ciudadanía estadunidense en 1965 y, cinco años después, cuando ya se le podía conceder autorización para trabajar en asuntos de seguridad nacional, la CÍA le ofreció el puesto de funcionario, con todos los derechos. Sin embargo, primero lo sometieron a un estudio con el detector de mentiras, y sus antecedentes fueron investigados.Chin admitió, con astucia, lo que los investigadores ya sabían: que era jugador y mujeriego y que visitaba a familiares en Hong Kong. Logró autorización para conocer asuntos ultrasecretos, fue admitido al cuartel general de la CÍA y adscrito a la oficina del FBIS en Arlington.Como funcionario de inteligencia para el idioma chino, Chin leía los informes más secretos de la CÍA y de los Departamentos de Estado y Defensa. Estudió infinidad de mensajes trasmitidos por agregados militares y diplomáticos y, con frecuencia, asistió a reuniones sobre China que celebraban analistas importantes de la CÍA y de los Departamentos de Estado y Defensa.El Directorio de Operaciones de la CÍA, centro del organismo que administra las fuentes en los países enemigos, llegó a depender muchísimo de Chin. Le pedía que analizara y tradujera informes, o que verificara la traducción de estos, enviados con gran riesgo por espías estadunidenses comisionados en China. Participó también en un intento, cuando menos, de reclutamiento de personal para la CÍA, y tradujo las instrucciones para agentes y posibles defectores destacados en China.Sin duda, los documentos más importantes que le confiaron fueron las Estimaciones Nacionales de Inteligencia, clasificadas como ultrasecretas, respecto a China y al Sudeste Asiático. Estas estimaciones contenían la mejor información que podía obtener Estados Unidos por medio de espías, intervenciones electrónicas, reconocimientos aéreos y análisis de estudiosos.Chin logró, rápidamente, ser aceptado por sus colegas de Arlington. "Era uno de los mejores", recuerda Cyril Braegelman, jefe de la División Asiática del FBIS.JUGADOR DE POQUER
En privado, Chin jugaba mucho y tenía relaciones con muchas mujeres. Casado dos veces, tuvo violentas peleas con su segunda esposa, quien en cierta ocasión entabló una demanda (y luego se desistió) por maltrato.
En junio de 1970 Chin vio un documento que lo emocionó como ningún otro en sus 21 años de espía. El documento contenía la decisión secreta del presidente Nixon de tratar de reanudar relaciones con China. Chin colocó el documento bajo su camisa, se dirigió rápidamente a su departamento, y ahí lo fotografió. A la mañana siguiente, volvió a poner el documento en su lugar.Chin acudió a un teléfono público y marcó un número en Toronto. El hombre que contestó la llamada se reunió con él, dos días después, en un centro comercial de aquella ciudad. Ahí, Chin le entregó la película.En consecuencia, antes de que el gobierno de Nixon diera los primeros pasos secretos, los chinos ya sabían lo que haría Estados Unidos. Durante las arduas negociaciones de los años setentas, Chin tuvo siempre informados a los chinos. Los estadunidenses estaban jugando al póquer con alguien que no sólo sabía cuáles eran sus cartas, sino que también sabía cómo iban a jugarlas.No es raro que Chou En-lai, el primer ministro chino, dijera que la operación de Chin había sido "la mayor en la historia del espionaje". Es casi seguró que Chin mantuvo a los chinos, y por medio de ellos a los norvietnamitas, informados durante las negociaciones celebradas en París para poner fin a la Guerra de Vietnam.HONORES EN PEKIN
En enero de 1981 Chin se retiró de la CÍA con una medalla por servicios distinguidos. A su contacto chino le dijo que su esposa, que estaba al tanto de sus relaciones con otras mujeres, lo estaba vigilando estrechamente. Añadió que ella sabía que Chin tenía 200,000 dólares en efectivo, y que temía que lo delatara.
Al año siguiente, los ahorros de Chin se incrementaron. En un banquete secreto de despedida, celebrado en Pekín, tres viceministros del espionaje chino rindieron homenaje a su mejor espía, y le dieron 50,000 dólares, además del rango de jefe delegado de la oficina de inteligencia china.Poco después, en abril de 1983, la FBI empezó a vigilar a Chin. La CÍA averiguó que el "espía chino" había ocupado la habitación 533 del hotel Qianmen, en Pekín, en 1982. El 31 de mayo de 1983, mientras Chin esperaba su vuelo a Hong Kong en el Aeropuerto Dulles de Washington, agentes de la FBI revisaron el equipaje que había documentado. Ahí encontraron la llave de la habitación 533. Chin tenía la intención de devolver la llave que había tomado del hotel de Pekín hacía más de un año.La FBI pensaba que la llave indicaba que Chin era el hombre buscado, pero eso no justificaba su aprehensión. Más adelante, en el otoño de 1985, la CÍA realizó una hazaña espectacular, digna del propio Chin: el organismo sustrajo del archivo de la oficina central del Ministerio de Seguridad del Estado, en Pekín, una copia del expediente de casos del espía. La FBI, ya armada con detalles minuciosos del espionaje de Chin, estaba preparada para enfrentársele.FINAL DE JUEGO
El 22 de noviembre de 1985, a las 4:25 de la tarde, tres agentes de la FBI se enfrentaron a Chin. Mark Johnson, agente especial, le enseñó una fotografía de Chu En-tao, uno de los oficiales de inteligencia que habían honrado a Chin en 1982. "¿Conoce a este individuo?" Chin respondió que no.
Johnson empezó a leer sus notas: ”El 4 de febrero de 1982 usted salió del aeropuerto John F. Kennedy. Llegó a Pekín el 6 de febrero y se hospedó en el Hotel Qianmen, en la habitación 533. Hubo una cena en su honor, y lo nombraron jefe de una diputación del Ministerio de Seguridad Pública".—¿Bromea usted? —preguntó Chin.—No; hablo en serio —contestó Johnson… ¿Conoce a un tal Ou Ki-ming?—No —mintió el espía.—El 31 de mayo de 1983 usted tomó un avión en el Aeropuerto Dulles, y llegó a Hong Kong el primero de junio. Se entrevistó con Ou Ki-ming el 3, el 5 y el 14 de junio, y también el 17 de septiembre. Usted le dijo que había peleado con su mujer, y que esta había retirado la demanda por maltrato que había entablado en su contra.—¡ Sólo Ou podía saber eso! —dijo Chin, asombrado.En febrero de 1986, durante su juicio, Chin se declaró culpable de los cargos de espionaje y confimó la mayor parte de los detalles de la información presentada por la FBI. Fue encarcelado, y su sentencia quedó pendiente. El 20 de febrero de 1986, después del desayuno, Chin pidió una bolsa de plástico a un guarda, diciendo que quería limpiar su celda, pues habría inspección. Cuando volvió a ella, se cubrió la cabeza con la bolsa, atándosela alrededor del cuello con un cordón de zapatos y, así, se asfixió.LARRY WU-TAI CHIN fue un superespía toda su vida. Se sabe que ocasionó que varios agentes estadunidenses fueran encarcelados en China. Durante diez años entregó secretos de la CÍA a los chinos y, por ello, la CÍA no avanzaba gran cosa en sus operaciones contra China.
Algunos analistas estadunidenses opinan que Chin fue responsable de miles de muertes, pues prolongó la Guerra de Corea. Dicen que, al identificar a prisioneros chinos anticomunistas en Corea, influyó en que China exigiera que todos los prisioneros fueran repatriados. La intransigencia de esta exigencia demoró la firma del tratado más de un año, en cuyo lapso prosiguieron los combates.No cabe duda que Chin contribuyó a que China obtuviera importantes concesiones de Estados Unidos a cambio de reanudar las relaciones diplomáticas. En el supuesto de que los secretos que reveló hayan contribuido a dar forma a los términos del tratado de paz con Vietnam, seguramente fue Chin el principal responsable de los millones de muertos que hubo después.Aunque todavía se desconocen muchas de las consecuencias de la actividad de Chin, se sabe a ciencia cierta que los chinos siguen enviando agentes secretos a la sociedad estadunidense. Estos espías, si no son detectados, podrían superar algún día las hazañas de Larry Wu-Tai Chin.