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octubre 23, 2011
UNA DE MIS PROFESORAS, mujer muy fina, de pelo plateado, era la integridad en persona. Tenía fama de ser incorruptible.
Cierto día, durante la clase, se vio obligada a leernos un memorando de la universidad sobre el hostigamiento sexual. Al parecer, se había acusado a algunos profesores de alterar las calificaciones por motivos que nada tenían que ver con el desempeño académico. Tales acciones estaban expresamente prohibidas. Al término de la lectura, no pude menos de observar el contraste casi poético entre la virtud de la profesora y el mensaje que acababa de leer.
Uno de los alumnos, joven atleta, levantó la mano. La maestra le dio la palabra con la cortesía que la caracterizaba:
—¿Diga, señor Smith?
— ¿Significa eso que se acabó nuestro trato?
—H.D.H.
EN EL ULTIMO año de universidad, todos hacíamos grandes planes para nuestra vida después de la graduación: currículos, entrevistas de trabajo y las maneras de causar una buena primera impresión. Nuestro profesor nos contó de un amigo suyo que había utilizado una ingeniosa táctica para solicitar empleo. Se había informado bien sobre la compañía, y se le concedió una entrevista en otra ciudad.
Llegado el gran día, se presentó vistiendo una pulcra camiseta, pantalones vaqueros y zapatos de tenis. Cuando le preguntaron por qué iba vestido de manera tan insólita, respondió que deseaba impresionar con su persona; no con su ropa. La siguiente vez que lo vieran, les dijo, llevaría traje de calle. Lo contrataron.
A todos nos maravilló aquella demostración de arrojo e ingenio. Un compañero preguntó al profesor cómo se le había ocurrido a su amigo un plan tan brillante.
"Fue sencillo", replicó el profesor. “En el viaje que realizó para asistir a la entrevista, la aerolínea extravió su equipaje "
—C.S.
Mi COMPAÑERA de cuarto en la Universidad trataba de convencer a su padre de que necesitaba indumentaria deportiva para correr alrededor de las instalaciones.
—¿Y por qué no corres con la ropa que tienes? —inquirió su padre.
—Aquí tienes que usar un traje deportivo para correr —le explicó ella—. De otro modo, nadie piensa que estás haciendo ejercicio. ¡Creen que se te hizo tarde!
—K.R.