CHASQUEAR LOS DEDOS (Raúl Flores Iriarte)
Publicado en
junio 19, 2011
(2do. lugar concurso Ciencia-Ficción´03 Revista JuventudTécnica)El 31 de octubre de 1999 descubrí por vez primera que podía cambiar el orden de las cosas con tan solo chasquear los dedos. Cierto es que al principio no cambiaban mucho, pero entrené mis cualidades y pronto, de convertir un simple vaso de agua en burbujeante Coca Cola, pasé a ser capaz de adivinar el futuro y pude prevenir guerras, accidentes de tránsito y la muerte de dos mascotas del barrio.
Con tan solo chasquear los dedos logré el reconocimiento de una nación pequeña, de dos niñas (8 y 11 años respectivamente) y de una docena de familias. Atesoro en mi casa las llaves honoríficas de una capital de Estado, una foto donde un presidente desconocido estrecha mi mano efusivamente, y algunas fotos de familia, junto a la colección completa de las obras de Jack Kerouac (regaladas por un admirador), un juego de vajilla de barro irlandés y un par de mechones de cabellos rubios enlazados en cintas azules (pertenecientes a las cabezas de dos niñas; 8 y 11 años respectivamente).Me declararon insignia nacional y más adelante pasé a ser Patrimonio de la Humanidad. Así de simple. Con tan solo chasquear los dedos.Cuando vi a aquella chica vestida de rojo en la fiesta de inauguración del Instituto de Química Nacional me di cuenta que las cosas iban a salir mal. Algún rincón lejano de mi cerebro dictó la advertencia, pero no le hice caso. Ella me dijo que se llamaba igual que una cantante famosa que ahora no recuerdo, y que estaba sola, porque su novio la había abandonado.Su novio era físico y ella era química, por eso estaba en la fiesta más sola que un astronauta. No creo que tengan nada que ver las especialidades profesionales con los asuntos del corazón, pero al decir que su novio era físico, ponía cara de asco. Parece que los químicos y los físicos no se llevan muy bien que digamos.A pesar de darme cuenta que las cosas iban a salir mal, no pude evitarlo y chasqueé los dedos para que en mis manos apareciera un gran ramo de rosas rojas. Tan rojas como su vestido.―Son tan lindas como estrellas -me dijo aquella chica con nombre de cantante famosa y yo asentí. Ella sonrió.Volví a chasquear los dedos y la gran multitud que nos rodeaba desapareció.Ella miró alrededor asombrada. -¿Cómo puedes hacer eso? Preguntó y en sus ojos me pareció adivinar una sombra de inocente candidez.Le enseñé el pulgar y el anular. En ellos residía toda mi magia, todo mi poder.Ella me pidió más. -Adivíname el futuro, hazme millonaria, concédeme un premio Nobel, cualquier cosa de esas.Yo la miré serio, muy serio. -No puedo darte eso -le dije- pero puedo darte una noche maravillosa.Ella se encogió de hombros. -Como quieras -me dijo- pero debes de saber que siempre logro lo que quiero y, sobre la noche maravillosa, más bien soy yo la que te la puedo conceder.Con otro chasquido de mis dedos deposité un rayo de luna sobre sus rodillas de pálido mármol. Entonces la besé. No tuve que chaquear los dedos para eso.Y nos dieron las diez y las once, las doce, la una, las dos y las tres. Dormidos al amanecer nos descubrió la luna.Desperté a la mañana siguiente con esa sensación cosquilleante que usualmente presagia el dolor. Algo que había sentido antes en los sillones de los dentistas y en las pocas peleas callejeras en las que he participado.Primero fue esa sensación sin nombre; un escozor penetrante que me hizo entornar los ojos y murmurar algo sobre la noche, los rayos de luna y los vestidos rojos adornados de ramos de rosas tan hermosas como estrellas.Después vino el dolor. Un relámpago blanco se extendió a lo largo de mi mano derecha; un latigazo de dolor lagrimeante. Traté de gritar y mis cuerdas vocales se hundieron en terciopelo carmesí. La chica aquella me había amordazado y atado a los barrotes de la cama. Ahora se esforzaba en cortar mis dedos anular y pulgar con un bisturí. De ahí el dolor, y de ahí también las lágrimas que amanecieron en mis ojos.Ella me miró y ahora sus dedos sostenían los míos, limpiamente cercenados. En sus ojos volvía a asomarse la misma sombra de la noche anterior, pero ahora tenía la certeza de que no era inocente candidez como había imaginado, sino demencia sin límites invadiendo sus pupilas.―Te dije que siempre lograba lo que quiero, y lo que quiero es ser millonaria... no, mejor multimillonaria -dijo e hizo chasquear los dedos muertos.Nada ocurrió. Tengo que ser yo nenita, pensé para mí, tiene que ser este que está aquí, maniatado y amordazado, el que haga funcionar la magia. Y si los haces chasquear una vez más te mandaré al quinto infierno con todo el placer del mundo.Ella miró los dedos sangrientos sin entender por qué no funcionaba la magia ¿Dónde están los multimillones que pedí?, habrán pensado en ese momento sus células grises, y los hizo chasquear una vez más.Eso era todo lo que yo necesitaba.Actualmente los títulos de insignia nacional y Patrimonio de la Humanidad cuelgan inútiles en la pared de algún museo de provincias y la chica con nombre de cantante famosa pasea todas las tardes con mis dedos entre sus manos, envuelta en su vestido rojo allá lejos, bien lejos, por los patios y callejones del quinto infierno. Yo paso mi tiempo libre leyendo a Jack Kerouac, mientras miro de vez en cuando los muñones ya cicatrizados de mi mano derecha. A veces hago chasquear pensativo los dedos de mi mano izquierda, esperando a ver qué ocurre.
Por el momento no pasa nada, pero sé que si continúo entrenando, entonces quizás algún día... algún día...FIN