Publicado en
enero 30, 2011

El contacto con los demás, el calor humano nos alimenta tanto como la comida. Y aunque a veces se mantenga una distancia prudencial, esa cercanía saca a flote lo mejor de nosotros mismos.
Por Cristina Llagostera (psicóloga) www.cristina-llagostera.comUna enfermera me contaba que durante la noche, cuando la oscuridad y la quietud reinan en el hospital, algunos pacientes demandan repetidamente atención. Mencionan diferentes tipos de malestar o necesidades que ella, como el resto del equipo, procura resolver. Sin embargo, su experiencia le dice que esos síntomas esconden de hecho una necesidad de contacto Humano. La soledad de la noche favorece que emerjan temores e inquietudes, y en esos momentos una caricia, una mirada atenta, disponer de tiempo para coger la mano o para acercarse a la cabecera de la cama a escuchar surte un efecto calmante inmediato.
Generalmente le damos poca importancia a estas medicinas gratuitas, pero establecer un contacto cercano y cálido con otra persona depara importantes beneficios. Diversos estudios demuestran que la ternura y el tacto ayudan a disminuir el estrés, la ansiedad y el dolor. Bien conocido es, por ejemplo, el maravilloso efecto analgésico que puede tener para un niño el beso de su madre.Desde el momento del nacimiento se busca instintivamente ese calor humano. Sin alimento un bebé no podría sobrevivir, pero sin afecto tampoco. Ya de adultos, además de contar con unas necesidades fisiológicas básicas, existe una necesidad igualmente importante: sentir proximidad afectiva.Es posible conectar con otra persona mediante la mirada, estableciendo contacto visual, utilizando la palabra y la escucha, el tacto e incluso el gusto y el olfato. Los sentidos constituyen una puerta que favorece la comunicación. No obstante. a pesar de necesitarlo y desearlo tanto, el contacto profundo y genuino no abunda. Para conseguirlo es preciso traspasar las fronteras personales y perder el miedo a la intimidad.EL BIENESTAR SE COMPARTE
Virginia Satir, pionera de la Terapia Familiar, repetía a menudo: «El contacto afectivo es a la relación como la respiración al mantenimiento de la vida». Con estas palabras intentaba plasmar la importancia de aprender a establecer contactos calidos y sinceros para alimentar el buen estado de las relaciones.
Cualquier tipo de contacto supone un acto de comunicación. Y es esta capacidad de entrar en conexión para enviar y recibir mensajes -sea con o sin palabras-la que da forma a nuestro entramado de relaciones. Abundan los símiles, desde los circuitos eléctricos a las redes neuronales, en los que se observa que cuanto más amplia y compleja resulta la conexión más rico es el funcionamiento.¿Sucederá lo mismo con los seres humanos? Los neurólogos insisten en que las personas, igual que las neuronas, necesitan estar conectadas y su bienestar depende de las redes de relaciones en las que están integradas. Por eso se recomienda mantener intereses compartidos y establecer contacto afectivo. Seguir esta sugerencia no solo incrementa la capacidad para afrontar el estrés o las situaciones difíciles, sino que mejora el estado general del organismo.No en vano el aislamiento social está ligado a una mayor incidencia de problemas cardiovasculares, depresión, dolores musculares y deterioro de la memoria. Mientras que en estudios recientes con pacientes de cáncer se ha demostrado que las relaciones afectivas suponen un claro factor protector al afrontar la enfermedad.EL PRECIO DEL CARIÑO
Una tragedia de nuestra sociedad es la gran cantidad de personas que están o se sienten solas, sin que eso constituya una opción personal. Podemos estar conectados con millones de individuos a la vez -vía internet, telefonía móvil, televisión...- pero escasea el contacto real y cercano. A pesar de encontrarnos en la era de la comunicación, faltan herramientas para establecer relaciones en las que se conecte íntimamente con el otro.
A menudo en la familia se comparte un mismo techo mientras se vive de manera separada, sintiéndose aislado aun en compañía. Gran parte de los conflictos conyugales se deben a una desconexión importante entre los miembros de la pareja. Y hay personas que, a pesar de desearlo, no consiguen salvar la distancia que les aleja de los demás.La falta crónica de cercanía emocional puede desembocar en relaciones en las que se acepta cualquier precio a fin de lograr el ansiado cariño. Otras veces, el hambre de afecto se intenta compensar con todo tipo de sustitutos: compras compulsivas, comida, sexo... Una investigación revela que a menudo la mayor motivación para mantener relaciones sexuales es lograr un contacto afectivo, por encima de la satisfacción física.La necesidad de contacto precisa de la participación de otra persona. Pero, además, existen barreras que pueden dificultar la conexión. Por un lado, los prejuicios sociales limitan y vetan la comunicación, especialmente en cuanto al tacto y la proximidad física. Y por otro, las propias defensas que a menudo aparecen ante el temor que genera la intimidad.UNA FRONTERA PERMEABLE
Puede resultar sorprendente: lo que más se desea, en este caso la proximidad afectiva, también atemoriza. Inconscientemente existe la impresión de que si nos mostramos demasiado abiertos corremos el riesgo de ser invadidos. Es un temor lógico. Al entrar en contacto con otra persona parte de nuestros elementos se mezclan, aunque solo sea ligeramente... Quizá podemos sentir la pena, el dolor o la alegria que está sintiendo el otro, o algunos de sus pensamientos pueden infiltrarse en nuestra manera de pensar.
Al entablar contacto es posible sentirse desnudo o vulnerable. Se desvela una parte interna de nuestra persona, y existe el temor a la burla o a que eso sea utilizado para controlar o lastimarnos. Esta tendencia a defender el espacio personal es saludable, salvo cuando se convierte en una barrera que impide el contacto.Pero en las relaciones lo que supone un riesgo también implica una ganancia. Solo cuando alguien puede mostrarse como es, sin utilizar máscaras u otro tipo de defensas, puede conectar con otra persona y enriquecerse de la diversidad que implica la relación. Aunque las fronteras personales deben existir, conviene que no sean rígidas e inamovibles, sino que puedan adoptar una cualidad permeable en función de cada circunstancia.Siempre se puede elegir el nivel de contacto. Si resulta más superficial o más íntimo, dónde poner el freno o cuándo abrirse o cerrarse. Sin embargo, para conectar con los demás primero es preciso ser capaz de hacerlo con uno mismo.BÁLSAMO EMOCIONAL
En algunas personas existe una gran necesidad de contacto. Lo manifiestan en una demanda continua de muestras de afecto, prefieren estar siempre en compañía o necesitan más que otros la cercanía física. Cuando no lo logran con facilidad se desmoronan, pues suelen vivir las relaciones en términos de todo o nada.
Normalmente, esta necesidad exacerbada tiene relación con un pasado de carencias afectivas que han dejado un hueco difícil de llenar. Suele ser a causa de unos primeros vínculos distantes o ambivalentes, en que las figuras significativas se mostraban tanto cercanas como lejanas, cariñosas o crueles. Otras veces se debe a una excesiva dedicación, con lo cual la persona crece centrada en sus necesidades. No disponer de un vínculo seguro que permita experimentar el placer del contacto sin amenaza de intrusión o abandono induce una sensación de inseguridad en las futuras relaciones.Sin embargo, tal y como apunta Boris Cyrulnik, ciertas relaciones de la edad adulta pueden contribuir a sanar esas heridas emocionales, aportando un marco de afecto que redefina la identidad de la persona.No hemos de olvidar que elaboramos una imagen de nosotros mismos a través de la relación con los demás. Por eso. recibir cariño, atención y aprecio ayuda a sentir que se es merecedor del interés y el amor de otras personas.DAR LO MEJOR DE UNO MISMO
Todos disponemos de las herramientas para establecer un buen contacto: las expresiones faciales, la mirada, los gestos, el cuerpo, la voz... La cuestión estriba en cómo las usamos. Los sentidos son canales de comunicación y cuanto más abiertos están, mejor favorecen la conexión.
Para entrar en el espacio íntimo de otra persona es preciso conocer y saber conectar con la propia intimidad. Difícilmente, por ejemplo, se puede escuchar el dolor ajeno si no se tiene bien digerido el propio sufrimiento, pues de lo contrario resonará en exceso. Además, para establecer un buen contacto es muy importante la congruencia. Significa que las palabras reflejan lo que sentimos y pensamos, y las expresiones corporales y faciales también.Desde esta autenticidad es posible ganar proximidad en las relaciones. Al abrirnos se produce una reacción expansiva que se mide tanto en el cuerpo como en la sensación de relajación y calor. Mientras que los sentimientos de hostilidad producen una retracción.El beneficio del contacto, por lo tanto, es simétrico. Tanto procura placer tocar como ser tocado, escuchar como ser escuchado, mirar como ser mirado con atención afectuosa. Cuando fluye este calor humano Las defensas se aflojan y las personas se sienten más libres para mostrar lo mejor de si. Resulta asombroso, por e jemplo, el efecto que puede tener en una pareja dejar a un lado las pequeñas o grandes pugnas para conectar realmente con la realidad del otro.Tenemos a nuestro alcance un recurso sumamente económico, a la par que efectivo: establecer contacto humano. Las caricias, las palabras, las miradas... no solo aportan consuelo, alivio, ternura, atención, afecto, sino que tienen la capacidad de transformarnos. Tal y como escribió Carl G. Jung: «El encuentro entre dos personas es como el contacto entre dos sustancias químicas: si hay alguna reacción, ambas se transforman»
COMUNICARSE A TRAVES DE LOS SENTIDOS
Vista. Nos brinda mucha información, pero también resulta muy potente la comprensión y la calidez que se pueden expresar con la mirada.
Tacto. Este sentido depara una gran proximidad, pero abundan los prejuicios en torno a él. Los abrazos, las caricias, coger la mano. El contacto piel con piel comporta una comunicación muy cercana y tiene efectos beneficiosos tanto para los humanos como para los animales.
Oido. Para entrar en contacto es posible escuchar las palabras, pero también los silencios la manera particular de expresarse la tonalidad de la voz.
Olfato y gusto. El olor e incluso el sabor de la piel son importantes en la relación sexual, el contacto intimo por excelencia, pero también pueden influir en otro tipo de contactos.
MÁS LUCIDEZ EN LAS RELACIONES
El contacto humano ayuda tanto a ser consciente de los demás como de uno mismo.
Contacto interno. Implica ser consciente de las propias emociones, sensaciones, pensamientos... Para tal fin ayuda buscar espacios de soledad en los que se dirija la atención hacia la experiencia interna. Cuanto mejor se conoce una persona a si misma, más profundos y auténticos pueden resultar sus contactos con los demás.
Sintonizar con el otro. Si se desea conectar con otra persona se precisa cierto tiempo para sintonizar; de manera que tanto el ritmo del habla, como la respiración o los movimientos de ambos se acompasen. Habremos entrado entonces en la misma sintonía.
Utilizar las palabras. Además de los sentidos, las palabras son una herramienta importante de contacto. Para mejorar la relación con los demás es fundamental hablar en primera persona, poner en palabras las propias sensaciones o emociones e intentar ser congruente entre lo que se expresa y lo que se siente.
Cuidar el espacio personal. Implica, por ejemplo, reconocer cuándo una experiencia ajena nos está abrumando en exceso. El contacto en ocasiones puede resultar agobiante y entonces conviene poner los límites necesarios que permitan conectar con el otro sin sentir que uno se descarga de energía.
Situaciones propicias. Cualquier situación puede ser idónea para establecer un buen contacto. Sin embargo. los momentos difíciles o dolorosos pueden ayudar de modo especial a abrirse y a conectar a otro nivel, asi como las emociones intensas de alegría y placidez también comportan una apertura. En ocasiones un conflicto puede suponer un impulso para contactar más profundamente con otra persona.
Libros recomendados
EL AMOR QUE NOS CURABoris CyrulnikEd. Gedisa
EN CONTACTO INTIMOVirginia SatirEd. Neo-Person
EL CONTACTO HUMANOAshley MontaguEd. Paidós
Fuente:
CUERPO MENTE - ESPAÑA - AGOSTO 2008