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    Heart Beat


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    Jello


    Light Speed In


    Pulse


    Roll In


    Rotate In


    Rotate In Down Left


    Rotate In Down Right


    Rotate In Up Left


    Rotate In Up Right


    Rubber Band


    Shake


    Slide In Up


    Slide In Down


    Slide In Left


    Slide In Right


    Swing


    Tada


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    ÍNDICE
  • MÚSICA SELECCIONADA
  • Instrumental
  • 1. 12 Mornings - Audionautix - 2:33
  • 2. Allegro (Autumn. Concerto F Major Rv 293) - Antonio Vivaldi - 3:35
  • 3. Allegro (Winter. Concerto F Minor Rv 297) - Antonio Vivaldi - 3:52
  • 4. Americana Suite - Mantovani - 7:58
  • 5. An Der Schonen Blauen Donau, Walzer, Op. 314 (The Blue Danube) (Csr Symphony Orchestra) - Johann Strauss - 9:26
  • 6. Annen. Polka, Op. 117 (Polish State Po) - Johann Strauss Jr - 4:30
  • 7. Autumn Day - Kevin Macleod - 3:05
  • 8. Bolereando - Quincas Moreira - 3:21
  • 9. Ersatz Bossa - John Deley And The 41 Players - 2:53
  • 10. España - Mantovani - 3:22
  • 11. Fireflies And Stardust - Kevin Macleod - 4:15
  • 12. Floaters - Jimmy Fontanez & Media Right Productions - 1:50
  • 13. Fresh Fallen Snow - Chris Haugen - 3:33
  • 14. Gentle Sex (Dulce Sexo) - Esoteric - 9:46
  • 15. Green Leaves - Audionautix - 3:40
  • 16. Hills Behind - Silent Partner - 2:01
  • 17. Island Dream - Chris Haugen - 2:30
  • 18. Love Or Lust - Quincas Moreira - 3:39
  • 19. Nostalgia - Del - 3:26
  • 20. One Fine Day - Audionautix - 1:43
  • 21. Osaka Rain - Albis - 1:48
  • 22. Read All Over - Nathan Moore - 2:54
  • 23. Si Señorita - Chris Haugen.mp3 - 2:18
  • 24. Snowy Peaks II - Chris Haugen - 1:52
  • 25. Sunset Dream - Cheel - 2:41
  • 26. Swedish Rhapsody - Mantovani - 2:10
  • 27. Travel The World - Del - 3:56
  • 28. Tucson Tease - John Deley And The 41 Players - 2:30
  • 29. Walk In The Park - Audionautix - 2:44
  • Naturaleza
  • 30. Afternoon Stream - 30:12
  • 31. Big Surf (Ocean Waves) - 8:03
  • 32. Bobwhite, Doves & Cardinals (Morning Songbirds) - 8:58
  • 33. Brookside Birds (Morning Songbirds) - 6:54
  • 34. Cicadas (American Wilds) - 5:27
  • 35. Crickets & Wolves (American Wilds) - 8:56
  • 36. Deep Woods (American Wilds) - 4:08
  • 37. Duet (Frog Chorus) - 2:24
  • 38. Echoes Of Nature (Beluga Whales) - 1h00:23
  • 39. Evening Thunder - 30:01
  • 40. Exotische Reise - 30:30
  • 41. Frog Chorus (American Wilds) - 7:36
  • 42. Frog Chorus (Frog Chorus) - 44:28
  • 43. Jamboree (Thundestorm) - 16:44
  • 44. Low Tide (Ocean Waves) - 10:11
  • 45. Magicmoods - Ocean Surf - 26:09
  • 46. Marsh (Morning Songbirds) - 3:03
  • 47. Midnight Serenade (American Wilds) - 2:57
  • 48. Morning Rain - 30:11
  • 49. Noche En El Bosque (Brainwave Lab) - 2h20:31
  • 50. Pacific Surf & Songbirds (Morning Songbirds) - 4:55
  • 51. Pebble Beach (Ocean Waves) - 12:49
  • 52. Pleasant Beach (Ocean Waves) - 19:32
  • 53. Predawn (Morning Songbirds) - 16:35
  • 54. Rain With Pygmy Owl (Morning Songbirds) - 3:21
  • 55. Showers (Thundestorm) - 3:00
  • 56. Songbirds (American Wilds) - 3:36
  • 57. Sparkling Water (Morning Songbirds) - 3:02
  • 58. Thunder & Rain (Thundestorm) - 25:52
  • 59. Verano En El Campo (Brainwave Lab) - 2h43:44
  • 60. Vertraumter Bach - 30:29
  • 61. Water Frogs (Frog Chorus) - 3:36
  • 62. Wilderness Rainshower (American Wilds) - 14:54
  • 63. Wind Song - 30:03
  • Relajación
  • 64. Concerning Hobbits - 2:55
  • 65. Constant Billy My Love To My - Kobialka - 5:45
  • 66. Dance Of The Blackfoot - Big Sky - 4:32
  • 67. Emerald Pools - Kobialka - 3:56
  • 68. Gypsy Bride - Big Sky - 4:39
  • 69. Interlude No.2 - Natural Dr - 2:27
  • 70. Interlude No.3 - Natural Dr - 3:33
  • 71. Kapha Evening - Bec Var - Bruce Brian - 18:50
  • 72. Kapha Morning - Bec Var - Bruce Brian - 18:38
  • 73. Misterio - Alan Paluch - 19:06
  • 74. Natural Dreams - Cades Cove - 7:10
  • 75. Oh, Why Left I My Hame - Kobialka - 4:09
  • 76. Sunday In Bozeman - Big Sky - 5:40
  • 77. The Road To Durbam Longford - Kobialka - 3:15
  • 78. Timberline Two Step - Natural Dr - 5:19
  • 79. Waltz Of The Winter Solace - 5:33
  • 80. You Smile On Me - Hufeisen - 2:50
  • 81. You Throw Your Head Back In Laughter When I Think Of Getting Angry - Hufeisen - 3:43
  • Halloween-Suspenso
  • 82. A Night In A Haunted Cemetery - Immersive Halloween Ambience - Rainrider Ambience - 13:13
  • 83. A Sinister Power Rising Epic Dark Gothic Soundtrack - 1:13
  • 84. Acecho - 4:34
  • 85. Alone With The Darkness - 5:06
  • 86. Atmosfera De Suspenso - 3:08
  • 87. Awoke - 0:54
  • 88. Best Halloween Playlist 2023 - Cozy Cottage - 1h17:43
  • 89. Black Sunrise Dark Ambient Soundscape - 4:00
  • 90. Cinematic Horror Climax - 0:59
  • 91. Creepy Halloween Night - 1:56
  • 92. Creepy Music Box Halloween Scary Spooky Dark Ambient - 1:05
  • 93. Dark Ambient Horror Cinematic Halloween Atmosphere Scary - 1:58
  • 94. Dark Mountain Haze - 1:44
  • 95. Dark Mysterious Halloween Night Scary Creepy Spooky Horror Music - 1:35
  • 96. Darkest Hour - 4:00
  • 97. Dead Home - 0:36
  • 98. Deep Relaxing Horror Music - Aleksandar Zavisin - 1h01:52
  • 99. Everything You Know Is Wrong - 0:49
  • 100. Geisterstimmen - 1:39
  • 101. Halloween Background Music - 1:01
  • 102. Halloween Spooky Horror Scary Creepy Funny Monsters And Zombies - 1:21
  • 103. Halloween Spooky Trap - 1:05
  • 104. Halloween Time - 0:57
  • 105. Horrible - 1:36
  • 106. Horror Background Atmosphere - Pixabay-Universfield - 1:05
  • 107. Horror Background Music Ig Version 60s - 1:04
  • 108. Horror Music Scary Creepy Dark Ambient Cinematic Lullaby - 1:52
  • 109. Horror Sound Mk Sound Fx - 13:39
  • 110. Inside Serial Killer 39s Cove Dark Thriller Horror Soundtrack Loopable - 0:29
  • 111. Intense Horror Music - Pixabay - 1:41
  • 112. Long Thriller Theme - 8:00
  • 113. Melancholia Music Box Sad-Creepy Song - 3:46
  • 114. Mix Halloween-1 - 33:58
  • 115. Mix Halloween-2 - 33:34
  • 116. Mix Halloween-3 - 58:53
  • 117. Mix-Halloween - Spooky-2022 - 1h19:23
  • 118. Movie Theme - A Nightmare On Elm Street - 1984 - 4:06
  • 119. Movie Theme - Children Of The Corn - 3:03
  • 120. Movie Theme - Dead Silence - 2:56
  • 121. Movie Theme - Friday The 13th - 11:11
  • 122. Movie Theme - Halloween - John Carpenter - 2:25
  • 123. Movie Theme - Halloween II - John Carpenter - 4:30
  • 124. Movie Theme - Halloween III - 6:16
  • 125. Movie Theme - Insidious - 3:31
  • 126. Movie Theme - Prometheus - 1:34
  • 127. Movie Theme - Psycho - 1960 - 1:06
  • 128. Movie Theme - Sinister - 6:56
  • 129. Movie Theme - The Omen - 2:35
  • 130. Movie Theme - The Omen II - 5:05
  • 131. Música De Suspenso - Bosque Siniestro - Tony Adixx - 3:21
  • 132. Música De Suspenso - El Cementerio - Tony Adixx - 3:33
  • 133. Música De Suspenso - El Pantano - Tony Adixx - 4:21
  • 134. Música De Suspenso - Fantasmas De Halloween - Tony Adixx - 4:01
  • 135. Música De Suspenso - Muñeca Macabra - Tony Adixx - 3:03
  • 136. Música De Suspenso - Payasos Asesinos - Tony Adixx - 3:38
  • 137. Música De Suspenso - Trampa Oscura - Tony Adixx - 2:42
  • 138. Música Instrumental De Suspenso - 1h31:32
  • 139. Mysterios Horror Intro - 0:39
  • 140. Mysterious Celesta - 1:04
  • 141. Nightmare - 2:32
  • 142. Old Cosmic Entity - 2:15
  • 143. One-Two Freddys Coming For You - 0:29
  • 144. Out Of The Dark Creepy And Scary Voices - 0:59
  • 145. Pandoras Music Box - 3:07
  • 146. Peques - 5 Calaveras Saltando En La Cama - Educa Baby TV - 2:18
  • 147. Peques - A Mi Zombie Le Duele La Cabeza - Educa Baby TV - 2:49
  • 148. Peques - El Extraño Mundo De Jack - Esto Es Halloween - 3:08
  • 149. Peques - Halloween Scary Horror And Creepy Spooky Funny Children Music - 2:53
  • 150. Peques - Join Us - Horror Music With Children Singing - 1:59
  • 151. Peques - La Familia Dedo De Monstruo - Educa Baby TV - 3:31
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  • 153. Peques - Monstruos Por La Ciudad - Educa Baby TV - 3:17
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  • 171. Sonidos - Horror Demonic Sound - Pixabay-Alesiadavina - 0:18
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  • 173. Sonidos - Horror Voice Flashback - Pixabay - 0:10
  • 174. Sonidos - Maniac In The Dark - Pixabay-Universfield - 0:15
  • 175. Sonidos - Miedo-Suspenso - Live Better Media - 8:05
  • 176. Sonidos - Para Recorrido De Casa Del Terror - Dangerous Tape Avi - 1:16
  • 177. Sonidos - Posesiones - Horror Movie Dj's - 1:35
  • 178. Sonidos - Scary Creaking Knocking Wood - Pixabay - 0:26
  • 179. Sonidos - Scream With Echo - Pixabay - 0:05
  • 180. Sonidos - Terror - Ronwizlee - 6:33
  • 181. Suspense Dark Ambient - 2:34
  • 182. Tense Cinematic - 3:14
  • 183. Terror Ambience - Pixabay - 2:01
  • 184. The Spell Dark Magic Background Music Ob Lix - 3:26
  • 185. This Is Halloween - Marilyn Manson - 3:20
  • 186. Trailer Agresivo - 0:49
  • 187. Welcome To The Dark On Halloween - 2:25
  • 188. 20 Villancicos Tradicionales - Los Niños Cantores De Navidad Vol.1 (1999) - 53:21
  • 189. 30 Mejores Villancicos De Navidad - Mundo Canticuentos - 1h11:57
  • 190. Blanca Navidad - Coros de Amor - 3:00
  • 191. Christmas Ambience - Rainrider Ambience - 3h00:00
  • 192. Christmas Time - Alma Cogan - 2:48
  • 193. Christmas Village - Aaron Kenny - 1:32
  • 194. Clásicos De Navidad - Orquesta Sinfónica De Londres - 51:44
  • 195. Deck The Hall With Boughs Of Holly - Anre Rieu - 1:33
  • 196. Deck The Halls - Jingle Punks - 2:12
  • 197. Deck The Halls - Nat King Cole - 1:08
  • 198. Frosty The Snowman - Nat King Cole-1950 - 2:18
  • 199. Frosty The Snowman - The Ventures - 2:01
  • 200. I Wish You A Merry Christmas - Bing Crosby - 1:53
  • 201. It's A Small World - Disney Children's - 2:04
  • 202. It's The Most Wonderful Time Of The Year - Andy Williams - 2:32
  • 203. Jingle Bells - 1957 - Bobby Helms - 2:11
  • 204. Jingle Bells - Am Classical - 1:36
  • 205. Jingle Bells - Frank Sinatra - 2:05
  • 206. Jingle Bells - Jim Reeves - 1:47
  • 207. Jingle Bells - Les Paul - 1:36
  • 208. Jingle Bells - Original Lyrics - 2:30
  • 209. La Pandilla Navideña - A Belen Pastores - 2:24
  • 210. La Pandilla Navideña - Ángeles Y Querubines - 2:33
  • 211. La Pandilla Navideña - Anton - 2:54
  • 212. La Pandilla Navideña - Campanitas Navideñas - 2:50
  • 213. La Pandilla Navideña - Cantad Cantad - 2:39
  • 214. La Pandilla Navideña - Donde Será Pastores - 2:35
  • 215. La Pandilla Navideña - El Amor De Los Amores - 2:56
  • 216. La Pandilla Navideña - Ha Nacido Dios - 2:29
  • 217. La Pandilla Navideña - La Nanita Nana - 2:30
  • 218. La Pandilla Navideña - La Pandilla - 2:29
  • 219. La Pandilla Navideña - Pastores Venid - 2:20
  • 220. La Pandilla Navideña - Pedacito De Luna - 2:13
  • 221. La Pandilla Navideña - Salve Reina Y Madre - 2:05
  • 222. La Pandilla Navideña - Tutaina - 2:09
  • 223. La Pandilla Navideña - Vamos, Vamos Pastorcitos - 2:29
  • 224. La Pandilla Navideña - Venid, Venid, Venid - 2:15
  • 225. La Pandilla Navideña - Zagalillo - 2:16
  • 226. Let It Snow! Let It Snow! - Dean Martin - 1:55
  • 227. Let It Snow! Let It Snow! - Frank Sinatra - 2:35
  • 228. Los Peces En El Río - Los Niños Cantores de Navidad - 2:15
  • 229. Navidad - Himnos Adventistas - 35:35
  • 230. Navidad - Instrumental Relajante - Villancicos - 1 - 58:29
  • 231. Navidad - Instrumental Relajante - Villancicos - 2 - 2h00:43
  • 232. Navidad - Jazz Instrumental - Canciones Y Villancicos - 1h08:52
  • 233. Navidad - Piano Relajante Para Descansar - 1h00:00
  • 234. Noche De Paz - 3:40
  • 235. Rocking Around The Chirstmas - Mel & Kim - 3:32
  • 236. Rodolfo El Reno - Grupo Nueva América - Orquesta y Coros - 2:40
  • 237. Rudolph The Red-Nosed Reindeer - The Cadillacs - 2:18
  • 238. Santa Claus Is Comin To Town - Frank Sinatra Y Seal - 2:18
  • 239. Santa Claus Is Coming To Town - Coros De Niños - 1:19
  • 240. Santa Claus Is Coming To Town - Frank Sinatra - 2:36
  • 241. Sleigh Ride - Ferrante And Teicher - 2:16
  • 242. The First Noel - Am Classical - 2:18
  • 243. Walking In A Winter Wonderland - Dean Martin - 1:52
  • 244. We Wish You A Merry Christmas - Rajshri Kids - 2:07
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    IMÁGENES PERSONALES

    Esta opción permite colocar de fondo, en cualquier sección de la página, imágenes de internet, empleando el link o url de la misma. Su manejo es sencillo y práctico.

    Ahora se puede elegir un fondo diferente para cada ventana del slide, del sidebar y del downbar, en la página de INICIO; y el sidebar y la publicación en el Salón de Lectura. A más de eso, el Body, Main e Info, incluido las secciones +Categoría y Listas.

    Cada vez que eliges dónde se coloca la imagen de fondo, la misma se guarda y se mantiene cuando regreses al blog. Así como el resto de las opciones que te ofrece el mismo, es independiente por estilo, y a su vez, por usuario.

    FUNCIONAMIENTO

  • Recuadro en blanco: Es donde se colocará la url o link de la imagen.

  • Aceptar Url: Permite aceptar la dirección de la imagen que colocas en el recuadro.

  • Borrar Url: Deja vacío el recuadro en blanco para que coloques otra url.

  • Quitar imagen: Permite eliminar la imagen colocada. Cuando eliminas una imagen y deseas colocarla en otra parte, simplemente la eliminas, y para que puedas usarla en otra sección, presionas nuevamente "Aceptar Url"; siempre y cuando el link siga en el recuadro blanco.

  • Guardar Imagen: Permite guardar la imagen, para emplearla posteriormente. La misma se almacena en el banco de imágenes para el Header.

  • Imágenes Guardadas: Abre la ventana que permite ver las imágenes que has guardado.

  • Forma 1 a 5: Esta opción permite colocar de cinco formas diferente las imágenes.

  • Bottom, Top, Left, Right, Center: Esta opción, en conjunto con la anterior, permite mover la imagen para que se vea desde la parte de abajo, de arriba, desde la izquierda, desde la derecha o centrarla. Si al activar alguna de estas opciones, la imagen desaparece, debes aceptar nuevamente la Url y elegir una de las 5 formas, para que vuelva a aparecer.


  • Una vez que has empleado una de las opciones arriba mencionadas, en la parte inferior aparecerán las secciones que puedes agregar de fondo la imagen.

    Cada vez que quieras cambiar de Forma, o emplear Bottom, Top, etc., debes seleccionar la opción y seleccionar nuevamente la sección que colocaste la imagen.

    Habiendo empleado el botón "Aceptar Url", das click en cualquier sección que desees, y a cuantas quieras, sin necesidad de volver a ingresar la misma url, y el cambio es instantáneo.

    Las ventanas (widget) del sidebar, desde la quinta a la décima, pueden ser vistas cambiando la sección de "Últimas Publicaciones" con la opción "De 5 en 5 con texto" (la encuentras en el PANEL/MINIATURAS/ESTILOS), reduciendo el slide y eliminando los títulos de las ventanas del sidebar.

    La sección INFO, es la ventana que se abre cuando das click en .

    La sección DOWNBAR, son los tres widgets que se encuentran en la parte última en la página de Inicio.

    La sección POST, es donde está situada la publicación.

    Si deseas eliminar la imagen del fondo de esa sección, da click en el botón "Quitar imagen", y sigues el mismo procedimiento. Con un solo click a ese botón, puedes ir eliminando la imagen de cada seccion que hayas colocado.

    Para guardar una imagen, simplemente das click en "Guardar Imagen", siempre y cuando hayas empleado el botón "Aceptar Url".

    Para colocar una imagen de las guardadas, presionas el botón "Imágenes Guardadas", das click en la imagen deseada, y por último, click en la sección o secciones a colocar la misma.

    Para eliminar una o las imágenes que quieras de las guardadas, te vas a "Mi Librería".
    MÁS COLORES

    Esta opción permite obtener más tonalidades de los colores, para cambiar los mismos a determinadas bloques de las secciones que conforman el blog.

    Con esta opción puedes cambiar, también, los colores en la sección "Mi Librería" y "Navega Directo 1", cada uno con sus colores propios. No es necesario activar el PANEL para estas dos secciones.

    Así como el resto de las opciones que te permite el blog, es independiente por "Estilo" y a su vez por "Usuario". A excepción de "Mi Librería" y "Navega Directo 1".

    FUNCIONAMIENTO

    En la parte izquierda de la ventana de "Más Colores" se encuentra el cuadro que muestra las tonalidades del color y la barra con los colores disponibles. En la parte superior del mismo, se encuentra "Código Hex", que es donde se verá el código del color que estás seleccionando. A mano derecha del mismo hay un cuadro, el cual te permite ingresar o copiar un código de color. Seguido está la "C", que permite aceptar ese código. Luego la "G", que permite guardar un color. Y por último, el caracter "►", el cual permite ver la ventana de las opciones para los "Colores Guardados".

    En la parte derecha se encuentran los bloques y qué partes de ese bloque permite cambiar el color; así como borrar el mismo.

    Cambiemos, por ejemplo, el color del body de esta página. Damos click en "Body", una opción aparece en la parte de abajo indicando qué puedes cambiar de ese bloque. En este caso da la opción de solo el "Fondo". Damos click en la misma, seguido elegimos, en la barra vertical de colores, el color deseado, y, en la ventana grande, desplazamos la ruedita a la intensidad o tonalidad de ese color. Haciendo esto, el body empieza a cambiar de color. Donde dice "Código Hex", se cambia por el código del color que seleccionas al desplazar la ruedita. El mismo procedimiento harás para el resto de los bloques y sus complementos.

    ELIMINAR EL COLOR CAMBIADO

    Para eliminar el nuevo color elegido y poder restablecer el original o el que tenía anteriormente, en la parte derecha de esta ventana te desplazas hacia abajo donde dice "Borrar Color" y das click en "Restablecer o Borrar Color". Eliges el bloque y el complemento a eliminar el color dado y mueves la ruedita, de la ventana izquierda, a cualquier posición. Mientras tengas elegida la opción de "Restablecer o Borrar Color", puedes eliminar el color dado de cualquier bloque.
    Cuando eliges "Restablecer o Borrar Color", aparece la opción "Dar Color". Cuando ya no quieras eliminar el color dado, eliges esta opción y puedes seguir dando color normalmente.

    ELIMINAR TODOS LOS CAMBIOS

    Para eliminar todos los cambios hechos, abres el PANEL, ESTILOS, Borrar Cambios, y buscas la opción "Borrar Más Colores". Se hace un refresco de pantalla y todo tendrá los colores anteriores o los originales.

    COPIAR UN COLOR

    Cuando eliges un color, por ejemplo para "Body", a mano derecha de la opción "Fondo" aparece el código de ese color. Para copiarlo, por ejemplo al "Post" en "Texto General Fondo", das click en ese código y el mismo aparece en el recuadro blanco que está en la parte superior izquierda de esta ventana. Para que el color sea aceptado, das click en la "C" y el recuadro blanco y la "C" se cambian por "No Copiar". Ahora sí, eliges "Post", luego das click en "Texto General Fondo" y desplazas la ruedita a cualquier posición. Puedes hacer el mismo procedimiento para copiarlo a cualquier bloque y complemento del mismo. Cuando ya no quieras copiar el color, das click en "No Copiar", y puedes seguir dando color normalmente.

    COLOR MANUAL

    Para dar un color que no sea de la barra de colores de esta opción, escribe el código del color, anteponiendo el "#", en el recuadro blanco que está sobre la barra de colores y presiona "C". Por ejemplo: #000000. Ahora sí, puedes elegir el bloque y su respectivo complemento a dar el color deseado. Para emplear el mismo color en otro bloque, simplemente elige el bloque y su complemento.

    GUARDAR COLORES

    Permite guardar hasta 21 colores. Pueden ser utilizados para activar la carga de los mismos de forma Ordenada o Aleatoria.

    El proceso es similiar al de copiar un color, solo que, en lugar de presionar la "C", presionas la "G".

    Para ver los colores que están guardados, da click en "►". Al hacerlo, la ventana de los "Bloques a cambiar color" se cambia por la ventana de "Banco de Colores", donde podrás ver los colores guardados y otras opciones. El signo "►" se cambia por "◄", el cual permite regresar a la ventana anterior.

    Si quieres seguir guardando más colores, o agregar a los que tienes guardado, debes desactivar, primero, todo lo que hayas activado previamente, en esta ventana, como es: Carga Aleatoria u Ordenada, Cargar Estilo Slide y Aplicar a todo el blog; y procedes a guardar otros colores.

    A manera de sugerencia, para ver los colores que desees guardar, puedes ir probando en la sección MAIN con la opción FONDO. Una vez que has guardado los colores necesarios, puedes borrar el color del MAIN. No afecta a los colores guardados.

    ACTIVAR LOS COLORES GUARDADOS

    Para activar los colores que has guardado, debes primero seleccionar el bloque y su complemento. Si no se sigue ese proceso, no funcionará. Una vez hecho esto, das click en "►", y eliges si quieres que cargue "Ordenado, Aleatorio, Ordenado Incluido Cabecera y Aleatorio Incluido Cabecera".

    Funciona solo para un complemento de cada bloque. A excepción del Slide, Sidebar y Downbar, que cada uno tiene la opción de que cambie el color en todos los widgets, o que cada uno tenga un color diferente.

    Cargar Estilo Slide. Permite hacer un slide de los colores guardados con la selección hecha. Cuando lo activas, automáticamente cambia de color cada cierto tiempo. No es necesario reiniciar la página. Esta opción se graba.
    Si has seleccionado "Aplicar a todo el Blog", puedes activar y desactivar esta opción en cualquier momento y en cualquier sección del blog.
    Si quieres cambiar el bloque con su respectivo complemento, sin desactivar "Estilo Slide", haces la selección y vuelves a marcar si es aleatorio u ordenado (con o sin cabecera). Por cada cambio de bloque, es el mismo proceso.
    Cuando desactivas esta opción, el bloque mantiene el color con que se quedó.

    No Cargar Estilo Slide. Desactiva la opción anterior.

    Cuando eliges "Carga Ordenada", cada vez que entres a esa página, el bloque y el complemento que elegiste tomará el color según el orden que se muestra en "Colores Guardados". Si eliges "Carga Ordenada Incluido Cabecera", es igual que "Carga Ordenada", solo que se agrega el Header o Cabecera, con el mismo color, con un grado bajo de transparencia. Si eliges "Carga Aleatoria", el color que toma será cualquiera, y habrá veces que se repita el mismo. Si eliges "Carga Aleatoria Incluido Cabecera", es igual que "Aleatorio", solo que se agrega el Header o Cabecera, con el mismo color, con un grado bajo de transparencia.

    Puedes desactivar la Carga Ordenada o Aleatoria dando click en "Desactivar Carga Ordenada o Aleatoria".

    Si quieres un nuevo grupo de colores, das click primero en "Desactivar Carga Ordenada o Aleatoria", luego eliminas los actuales dando click en "Eliminar Colores Guardados" y por último seleccionas el nuevo set de colores.

    Aplicar a todo el Blog. Tienes la opción de aplicar lo anterior para que se cargue en todo el blog. Esta opción funciona solo con los bloques "Body, Main, Header, Menú" y "Panel y Otros".
    Para activar esta opción, debes primero seleccionar el bloque y su complemento deseado, luego seleccionas si la carga es aleatoria, ordenada, con o sin cabecera, y procedes a dar click en esta opción.
    Cuando se activa esta opción, los colores guardados aparecerán en las otras secciones del blog, y puede ser desactivado desde cualquiera de ellas. Cuando desactivas esta opción en otra sección, los colores guardados desaparecen cuando reinicias la página, y la página desde donde activaste la opción, mantiene el efecto.
    Si has seleccionado, previamente, colores en alguna sección del blog, por ejemplo en INICIO, y activas esta opción en otra sección, por ejemplo NAVEGA DIRECTO 1, INICIO tomará los colores de NAVEGA DIRECTO 1, que se verán también en todo el blog, y cuando la desactivas, en cualquier sección del blog, INICIO retomará los colores que tenía previamente.
    Cuando seleccionas la sección del "Menú", al aplicar para todo el blog, cada sección del submenú tomará un color diferente, según la cantidad de colores elegidos.

    No plicar a todo el Blog. Desactiva la opción anterior.

    Tiempo a cambiar el color. Permite cambiar los segundos que transcurren entre cada color, si has aplicado "Cargar Estilo Slide". El tiempo estándar es el T3. A la derecha de esta opción indica el tiempo a transcurrir. Esta opción se graba.

    SETS PREDEFINIDOS DE COLORES

    Se encuentra en la sección "Banco de Colores", casi en la parte última, y permite elegir entre cuatro sets de colores predefinidos. Sirven para ser empleados en "Cargar Estilo Slide".
    Para emplear cualquiera de ellos, debes primero, tener vacío "Colores Guardados"; luego das click en el Set deseado, y sigues el proceso explicado anteriormente para activar los "Colores Guardados".
    Cuando seleccionas alguno de los "Sets predefinidos", los colores que contienen se mostrarán en la sección "Colores Guardados".

    SETS PERSONAL DE COLORES

    Se encuentra seguido de "Sets predefinidos de Colores", y permite guardar cuatro sets de colores personales.
    Para guardar en estos sets, los colores deben estar en "Colores Guardados". De esa forma, puedes armar tus colores, o copiar cualquiera de los "Sets predefinidos de Colores", o si te gusta algún set de otra sección del blog y tienes aplicado "Aplicar a todo el Blog".
    Para usar uno de los "Sets Personales", debes primero, tener vacío "Colores Guardados"; y luego das click en "Usar". Cuando aplicas "Usar", el set de colores aparece en "Colores Guardados", y se almacenan en el mismo. Cuando entras nuevamente al blog, a esa sección, el set de colores permanece.
    Cada sección del blog tiene sus propios cuatro "Sets personal de colores", cada uno independiente del restoi.

    Tip

    Si vas a emplear esta método y quieres que se vea en toda la página, debes primero dar transparencia a todos los bloques de la sección del blog, y de ahí aplicas la opción al bloque BODY y su complemento FONDO.

    Nota

    - No puedes seguir guardando más colores o eliminarlos mientras esté activo la "Carga Ordenada o Aleatoria".
    - Cuando activas la "Carga Aleatoria" habiendo elegido primero una de las siguientes opciones: Sidebar (Fondo los 10 Widgets), Downbar (Fondo los 3 Widgets), Slide (Fondo de las 4 imágenes) o Sidebar en el Salón de Lectura (Fondo los 7 Widgets), los colores serán diferentes para cada widget.

    OBSERVACIONES

    - En "Navega Directo + Panel", lo que es la publicación, sólo funciona el fondo y el texto de la publicación.

    - En "Navega Directo + Panel", el sidebar vendría a ser el Widget 7.

    - Estos colores están por encima de los colores normales que encuentras en el "Panel', pero no de los "Predefinidos".

    - Cada sección del blog es independiente. Lo que se guarda en Inicio, es solo para Inicio. Y así con las otras secciones.

    - No permite copiar de un estilo o usuario a otro.

    - El color de la ventana donde escribes las NOTAS, no se cambia con este método.

    - Cuando borras el color dado a la sección "Menú" las opciones "Texto indicador Sección" y "Fondo indicador Sección", el código que está a la derecha no se elimina, sino que se cambia por el original de cada uno.
    3 2 1 E 1 2 3
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    Para guardar, elige dónde, y seguido da click en la o las imágenes deseadas.
    Para dar Zoom o Fijar,
    selecciona la opción y luego la imagen.
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    Slide 1     Slide 2     Slide 3




















    Header

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    Guardar todas las imágenes
    Fijar "Guardar Imágenes"
    Desactivar "Guardar Imágenes"
    Dar Zoom a la Imagen
    Fijar Imagen de Fondo
    No fijar Imagen de Fondo
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    Colocar imagen en Header
    No colocar imagen en Header
    Mover imagen del Header
    Ocultar Mover imagen del Header
    Ver Imágenes del Header


    Imágenes Guardadas y Personales
    Desactivar Slide Ocultar Todo
    P
    S1
    S2
    S3
    B1
    B2
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    B9
    B10
    B11
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    B14
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    B17
    B18
    B19
    B20
    H

    OPCIONES GENERALES
    ● Activar Slide 1
    ● Activar Slide 2
    ● Activar Slide 3
    ● Desactivar Slide
    ● Desplazamiento Automático
    ● Ampliar o Reducir el Blog
  • Ancho igual a 1088
  • Ancho igual a 1152
  • Ancho igual a 1176
  • Ancho igual a 1280
  • Ancho igual a 1360
  • Ancho igual a 1366
  • Ancho igual a 1440
  • Ancho igual a 1600
  • Ancho igual a 1680
  • Normal 1024
  • ------------MANUAL-----------
  • + -

  • Transición (aprox.)

  • T 1 (1.6 seg)


    T 2 (3.3 seg)


    T 3 (4.9 seg)


    T 4 (s) (6.6 seg)


    T 5 (8.3 seg)


    T 6 (9.9 seg)


    T 7 (11.4 seg)


    T 8 13.3 seg)


    T 9 (15.0 seg)


    T 10 (20 seg)


    T 11 (30 seg)


    T 12 (40 seg)


    T 13 (50 seg)


    T 14 (60 seg)


    T 15 (90 seg)


    ---------- C A T E G O R I A S ----------

    ----------------- GENERAL -------------------


    ------------- POR CATEGORÍA ---------------




















    --------REVISTAS DINERS--------






















    --------REVISTAS SELECCIONES--------














































    IMAGEN PERSONAL



    En el recuadro ingresa la url de la imagen:









    Elige la sección de la página a cambiar imagen del fondo:

    BODY MAIN POST INFO

    SIDEBAR
    Widget 1 Widget 2 Widget 3
    Widget 4 Widget 5 Widget 6
    Widget 7














































































































    UN MUNDO DE TALENTOS (Philip K. Dick)

    Publicado en agosto 01, 2010
    I

    Cuando entró en el apartamento, un gran número de personas estaban produciendo ruidos y colores relampagueantes. La repentina cacofonía le confundió. Se detuvo en la puerta, consciente de la oleada de formas, sonidos, olores y retazos oblicuos tridimensionales, con la intención de profundizar su campo de visión. Consiguió eliminar la mancha borrosa con un acto de voluntad; la frenética y absurda actividad humana adquirió poco a poco una pauta casi racional.
    —¿Qué ocurre? —le preguntó su padre con brusquedad.
    —Lo que anticipamos hace media hora —dijo la madre, cuando el niño de ocho años no contestó—. Ojalá permitieras que un Guardia le sondeara.
    —No confío para nada en los Guardias, y aún nos quedan doce años para solucionar el problema. Si no nos hemos separado para entonces...
    —Más tarde. —La mujer se agachó y ordenó con voz crispada—: Adelante, Tim. Di hola a la gente.
    —Intenta adoptar una orientación objetiva —añadió su padre con voz afable—. Sólo por esta noche, hasta el final de la fiesta.
    Tim atravesó en silencio la abarrotada sala de estar sin hacer caso de las diversas formas oblicuas, el cuerpo inclinado hacia adelante, la cabeza ladeada. Sus padres no le siguieron; su anfitrión les interceptó y pronto se vieron rodeados de invitados Norm y Psi.
    En la confusión, se olvidaron del niño. Efectuó un breve circuito en la sala de estar, satisfecho de no encontrar nada en ella, y después buscó un pasillo lateral. Un criado mecánico le abrió la puerta de un dormitorio y el chico entró.
    El dormitorio estaba vacío; la fiesta acababa de empezar. Dejó que las voces y los movimientos que percibía a sus espaldas se difuminaran hasta formar un telón de fondo indistinto. El aire artificial, similar al de la Tierra, que bombeaban los conductos centrales de la ciudad, transportaba débiles perfumes de mujer, que invadían el lujosísimo apartamento. Se estiró e inhaló los dulces aromas, flores, frutas, especias..., y algo más.
    Tuvo que adentrarse en el dormitorio para aislarlo. Ya lo tenía: amargo, como leche pasada. Cálido. Y estaba en el dormitorio.
    Abrió un armario con cautela. El selector mecánico intentó ofrecerle una prenda, pero el chico no hizo caso. Con la puerta del armario abierta, el perfume era más intenso. El Otro estaba cerca del ropero, si no dentro.
    ¿Debajo de la cama?
    Se agachó y miró. Allí no. Se tendió sobre el suelo y miró debajo del escritorio metálico de Fairchild, un mueble típico de las viviendas habitadas por oficiales coloniales. El olor era aún más intenso. Se sintió invadido de temor y entusiasmo. Se puso en pie de un salto y apartó el escritorio de la suave superficie de plástico de la pared.
    El Otro estaba aplastado contra la pared, en las sombras, donde el escritorio se había apoyado.
    Era un Otro Derecho, por supuesto. Sólo había identificado a un Izquierdo, y apenas durante una fracción de segundo. El Otro no había conseguido proyectarse por completo. Tim retrocedió con cautela, consciente que, sin su colaboración, el ente había llegado lo más lejos posible. El Otro le contempló con calma y captó sus acciones negativas, pero no podía hacer nada. No trató de comunicarse, porque nunca daba resultado.

    Tim estaba a salvo. Se detuvo y dedicó un largo momento a examinar al Otro. Tenía la oportunidad de aprender algo más. Un espacio les separaba, que sólo salvaban la imagen visual y el olor (pequeñas partículas vaporizadas) del Otro.
    Era imposible identificar a este Otro. Muchos eran tan similares que parecían múltiplos de la misma unidad. En ocasiones, el Otro era radicalmente diferente. ¿Existía la posibilidad que se hubieran elegido varias selecciones, métodos alternos de hacerse entender?
    Una idea obsesiva le asaltó de nuevo. Las personas de la sala de estar, tanto de la clase Norm como de la Psi (e incluso la clase Muda, a la que él pertenecía), parecían haber llegado a un equilibrio práctico con sus Otros. Era extraño, puesto que sus Izquierdos habían superado al suyo..., a menos que la procesión de Derechos disminuyera a medida que el grupo de Izquierdos aumentaba.
    ¿Existía un conjunto finito de Otros?
    Regresó a la frenética sala de estar. La gente murmuraba y deambulaba por todas partes, chillonas formas opacas omnipresentes, intensos olores que le abrumaban a causa de su cercanía. Estaba claro que debía recabar información de sus padres. Ya había dado vuelta a los índices de investigación acoplados a la transmisión educativa del Sistema Solar..., sin resultado, porque el circuito no funcionaba.
    —¿Dónde estabas? —preguntó su madre, interrumpiendo la animada conversación que tenía lugar entre un grupo de ejecutivos de la clase Norm que bloqueaba una parte de la sala. Comprendió la expresión de su rostro.
    —Oh —dijo—. ¿Aquí también?
    La pregunta sorprendió al niño. El lugar daba igual. ¿Acaso no lo sabía ella? Se replegó en sí mismo para reflexionar. Necesitaba ayuda. No podía comprender sin ayuda externa, pero existía un muro verbal vacilante. ¿Se trataba, simplemente, de un problema de terminología, o había algo más?
    Mientras paseaba por la sala de estar, el vago olor mohoso se filtró hasta su olfato a través de la pesada cortina de olores corporales. El Otro seguía acurrucado en la oscuridad, donde había estado el escritorio, en las sombras del dormitorio vacío. Esperando para saltar. Esperando a que avanzara dos pasitos más.

    Julie siguió con la mirada a su hijo de ocho años con expresión preocupada.
    —Habrá que vigilarle —dijo a su marido—. Preveo que la situación se va a complicar.
    Curt también lo había captado, pero seguía hablando con los ejecutivos de clase Norm que se habían congregado alrededor de los dos Precogs.
    —¿Qué harían si nos atacaran? —preguntó—. Ya saben que Tontorrón no puede hacer frente a una lluvia continua de proyectiles robot. Un puñado de vez en cuando entra en la naturaleza de los experimentos..., y cuenta con las previsiones que Julie y yo comunicamos cada media hora.
    —Es verdad. —Fairchild se rascó su nariz gris y se acarició la barba que crecía bajo su labio—. Sin embargo, no creo que nos declaren una guerra abierta. Equivaldría a admitir que estamos logrando algo. Nos legalizaría y desataría otras consecuencias. Podríamos reunir a toda la gente de clase Psi y... —sonrió—, enviar al Sistema Solar más allá de la Nebulosa Andrómeda, con la sola fuerza de sus mentes trabajando al unísono.
    Curt escuchaba sin resentimiento, porque las palabras de su interlocutor no le sorprendían. Mientras Julie y él iban en coche a la fiesta, habían anticipado la fiesta, sus infructuosas discusiones, las crecientes aberraciones de su hijo. En este momento, Julie ya estaba viendo acontecimientos posteriores. Se preguntó qué indicaba la expresión preocupada de su cara.
    —Tengo miedo —dijo Julie con voz tensa— que haya una pelea antes que volvamos a casa.
    Bueno, él también lo había visto.
    —Es la situación —dijo, rechazando el tema—. Todos los presentes están nerviosos. No seremos los únicos en pelearnos.
    Fairchild les escuchaba con atención.
    —Y sabiendo que van a sostener una disputa, ¿no pueden alterar el rumbo de los acontecimientos?
    —Claro —respondió Curt—, del mismo modo que nosotros le proporcionamos preinformación y usted la utiliza para alterar la situación con Terra. De todos modos, ni a Julie ni a mí nos preocupa mucho. Evitar algo semejante exige un tremendo esfuerzo mental..., y ninguno de los dos tiene muchas energías.
    —Ojalá me dejaras entregarlo a la Guardia —susurró Julie—. No soporto verle vagar sin rumbo, mirando debajo de los muebles, buscando Dios sabe qué en los armarios.
    —Busca Otros —dijo Curt.
    —Lo que sea.
    Fairchild, un moderador por naturaleza, trató de terciar.
    —Les quedan doce años —empezó—. No es una desgracia que Tim esté en la clase Muda. Todos ustedes empiezan igual. Si tiene poderes Psi, lo demostrará.
    —Habla como un Precog infinito —dijo Julie, divertida—. ¿Cómo sabe que lo demostrará?
    El rostro bondadoso de Fairchild se retorció a causa del esfuerzo. Curt sintió pena por él. Tenía demasiadas responsabilidades, demasiadas decisiones dependían de él, como también demasiadas vidas. Antes de la segregación de Terra, era un oficial destacado, un burócrata acostumbrado a un trabajo y una rutina claramente definidos. Ahora, ya nadie le enviaba instrucciones los lunes por la mañana. Las instrucciones debía dictarlas él.
    —Enséñenos ese artilugio —dijo Curt—. Tengo curiosidad por ver cómo funciona.
    Fairchild se quedó atónito.
    —¿Cómo demonios...? —Entonces, recordó—. Claro, ya lo habrá visto por adelantado. —Rebuscó en su chaqueta—. Iba a ser la sorpresa de la fiesta, pero no puede haber sorpresas con dos Precogs cerca.
    Los demás oficiales de clase Norm se reunieron alrededor de su jefe mientras éste desenvolvía un paquete y extraía de su interior una pequeña piedra brillante. El silencio se hizo en la sala mientras Fairchild examinaba la piedra, con los ojos muy próximos, como un joyero que inspeccionara una piedra preciosa.
    —Un objeto ingenioso —comentó Curt.
    —Gracias —dijo Fairchild—. Empezarán a llegar de un momento a otro. El brillo es para atraer a los niños y a gente de condición humilde que quiera adquirir una chuchería, algo de valor, ya saben. Y a mujeres, desde luego. A cualquiera que se detuviera a tomar lo que considerase un diamante: todo el mundo, excepto la clase Tec. Se lo enseñaré.
    Paseó la mirada por los invitados, ataviados con alegres colores. A un lado, Tim estaba de pie con la cabeza ladeada en un ángulo. Fairchild titubeó y lanzó la piedra por encima de la alfombra, casi a los pies del niño. Los ojos de Tim no se movieron. Estaba mirando a la lejanía, sin ver el objeto brillante que tenía a sus pies.
    Curt avanzó, decidido a animar la reunión.
    —Haría falta algo del tamaño de un transporte a reacción. —Se agachó y tomó la piedra—. No es culpa suya que Tim se muestre indiferente a cosas tan mundanas como un diamante de cincuenta quilates.
    Fairchild estaba afligido por el fracaso de su demostración.
    —Lo había olvidado. —Se animó—. Pero en Terra ya no quedan mutantes. Escuche la propaganda. Me costó mucho redactarla.
    La piedra descansaba en la mano de Curt. Un leve zumbido, como el de un mosquito, sonó en sus oídos, una cadencia modulada y controlada que provocó una oleada de murmullos en la sala.
    —Amigos —proclamó la voz enlatada—, las causas del conflicto entre Terra y las colonias centaurianas han sido falseadas por la prensa.
    —¿Va dirigido en serio a los niños? —preguntó Julie.
    —Quizá piense que los niños terranos están más adelantados que los nuestros —dijo un oficial de clase Psi, y las carcajadas estremecieron la sala.
    El leve zumbido continuó desgranando su mezcla de argumentos legales, idealismo y casi patéticas súplicas, las cuales molestaron a Curt. ¿Por qué tenía Fairchild que ponerse de rodillas y suplicar a los terranos? Mientras escuchaba, Fairchild fumaba en pipa, los brazos cruzados, una expresión de satisfacción en su rostro rotundo. Evidentemente, Fairchild no era consciente de la precaria levedad de sus palabras grabadas.
    Curt pensó que ninguno de los presentes, incluido él, veía la fragilidad de su movimiento segregacionista. Era absurdo culpar a las poco convincentes palabras que surgían de la falsa joya. Cualquier descripción de su situación conducía a reflejar el afligido temor que dominaba a las colonias.
    —Es patente desde hace mucho tiempo —aseguró la piedra— que la condición natural del hombre es la libertad. La servidumbre, la sumisión de un hombre o un grupo de hombres a otro, es un residuo del pasado, un anacronismo depravado. Los hombres deben autogobernarse.
    —Resulta extraño oír a una piedra decir eso —observó Julie con cierta ironía—. Un trozo de roca muerta.
    —Se les ha dicho que el movimiento secesionista colonial pondrá en peligro sus vidas y su nivel de vida. No es verdad. El nivel de vida de toda la Humanidad aumentará si los planetas colonizados acceden a su autogobierno y encuentran nuevos mercados económicos. El sistema mercantil impuesto por el gobierno terrano a los terranos que viven fuera del Sistema Solar...
    —Los niños llevarán este objeto a sus casas —dijo Fairchild—. Sus padres también lo escucharán.
    La piedra continuó su perorata.
    —Las colonias no podían seguir siendo simples bases de aprovisionamiento de Terra, fuentes de materias primas y trabajo barato. Los colonos no podían seguir siendo ciudadanos de segunda clase. Los colonos tienen tanto derecho a construir su sociedad como los habitantes del Sistema Solar. Por ello, el gobierno colonial ha solicitado al gobierno terrano la eliminación de los vínculos que nos impiden alcanzar nuestro destino manifiesto.
    Curt y Julie intercambiaron una mirada. La disertación académica pendía como un peso muerto sobre la sala. ¿Era éste el hombre que la colonia había elegido para dirigir el movimiento de resistencia? Un pedante, un oficial asalariado, un burócrata y (Curt no pudo evitar el pensamiento) un hombre carente de poderes Psi. Un Normal.
    Existía la posibilidad que algún malentendido trivial en una directriz rutinaria hubiera impelido a Fairchild a romper con Terra. Nadie, excepto tal vez la Guardia telépata, conocía sus motivos o cuánto tiempo mantendría resueltamente su opinión.
    —¿Qué opinan? —preguntó Fairchild, cuando la piedra finalizó su monólogo—. Millones de estos mensajes esparcidos por todo el grupo de Sol. Ya saben lo que la prensa terrana dice de nosotros; un montón de viles calumnias. Afirma que queremos apoderarnos de Sol, que somos crueles invasores del espacio exterior, monstruos, mutantes, fenómenos. Debemos contrarrestar esa propaganda.
    —Bien —dijo Julie—, un tercio de nosotros somos fenómenos, no se puede negar. Sé que mi hijo es un fenómeno inútil.
    Curt la tomó del brazo.
    —¡Nadie llama fenómeno a Tim, ni siquiera tú!
    —¡Pero si es verdad! —La mujer se soltó—. Si viviéramos en el Sistema Solar, si no nos hubiéramos segregado, tú y yo estaríamos en un campo de concentración, a la espera de ser... Ya sabes a qué me refiero. —Señaló a su hijo—. Tim no existiría.
    Un hombre de rostro afilado habló desde un rincón.
    —No estaríamos en el Sistema Solar. Nos las habríamos arreglado sin ayuda de nadie. Fairchild no tuvo nada que ver con ello; nosotros le abrimos el camino. ¡No lo olviden nunca!
    Curt dirigió una mirada hostil al hombre. Reynolds, jefe de la Guardia telépata, borracho de nuevo. Borracho y escupiendo su odio vitriólico hacia los Normales.
    —Es posible —admitió Curt—, pero nos habría costado mucho.
    —Usted y yo sabemos qué mantiene con vida a esta colonia —respondió Reynolds, con una expresión arrogante y desdeñosa en su rostro colorado—. ¿Cuánto tiempo podrían continuar adelante estos burócratas sin Tontorrón y Sally, sin dos Precogs como ustedes, la Guardia y el resto de nosotros? Enfréntense a los hechos; no necesitamos esta pantalla legalista. No vamos a vencer gracias a ridículas apelaciones a la libertad y la igualdad. Vamos a vencer porque en Terra no hay Psis.
    El buen humor de la reunión se apagó. Murmullos encolerizados se elevaron de los invitados Normales.
    —Escuche —dijo Fairchild a Reynolds—, usted sigue siendo un ser humano, a pesar que lee las mentes. Poseer un talento no...
    —No me sermonee —le interrumpió Reynolds—. Ningún cabeza-dormida me va a decir lo que debo hacer.
    —Se está excediendo —dijo Curt a Reynolds—. Alguien le va partir la cara un día de estos. Si Fairchild no lo hace, es posible que yo sí.
    —Usted y su Guardia entrometida —dijo a Reynolds un Resurreccionista de clase Psi, agarrándole por el cuello—. Se cree superior a nosotros porque pueden espiar con la mente. Se creen...
    —Quíteme las manos de encima —dijo Reynolds con voz rasposa.
    Un vaso cayó al suelo; una mujer tuvo un ataque de histeria. Dos hombres se enzarzaron en una pelea; un tercero se les unió y, al instante, un torbellino de resentimiento se formó en el centro de la sala.
    Fairchild pidió orden a gritos.
    —Por el amor de Dios, si peleamos entre nosotros, estamos perdidos. ¿Es que no lo entienden? ¡Debemos trabajar juntos!
    El tumulto tardó un rato en apaciguarse. Reynolds pasó como un rayo junto a Curt, pálido y mascullando para sí.
    —Me largo de aquí.
    Los demás telépatas le siguieron con aire beligerante.

    Mientras Julie y él volvían lentamente a casa a través de la oscuridad azulina, unos fragmentos de la propaganda de Fairchild se repetían una y otra vez en el cerebro de Curt. «Les han dicho que una victoria de los colonos significa una victoria de los Psis sobre los seres humanos Normales. ¡Eso no es verdad! La segregación no fue planeada, ni es dirigida, por Psis o Mutantes. La rebelión fue una reacción espontánea de todos los colonos, sin distinción de clases.»
    —Me pregunto si Fairchild está en un error —musitó Curt—. Me pregunto si los Psis le estarán manipulando sin que él se dé cuenta. Me cae bien, aunque es un estúpido.
    —Sí, es estúpido —admitió Julie.
    En la oscuridad de la cabina del vehículo, su cigarrillo era una brasa luminosa de cólera. En el asiento trasero, Tim dormía hecho un ovillo, mecido por el calor del motor. El paisaje rocoso y desolado de Próxima III se extendía ante el pequeño coche de superficie, apagado, hostil y extraño. Entre los campos y depósitos de cosechas se veían algunas carreteras y edificios construidos por el hombre.
    —No confío en Reynolds —prosiguió Curt, sabiendo que estaba dando paso a la escena anticipada, pero no deseaba soslayar la discusión—. Reynolds es inteligente, ambicioso y carece de escrúpulos. Quiere prestigio y posición social, pero Fairchild piensa en el bienestar de la colonia. Piensa lo que afirma en esa grabación de las piedras.
    —Menudas tonterías —dijo con desdén Julie—. Los terranos se morirán de risa. No sé cómo logré escucharlas impávida, y Dios sabe que nuestras vidas dependen de esto.
    —Bueno —dijo Curt con cautela, a sabiendas de lo que hacía—, tal vez haya terranos con más sentido de la justicia que tú y Reynolds. —Se volvió hacia ella—. Veo lo que vas a hacer y tú también. Quizá tengas razón, quizá deberíamos acabar de una vez. Diez años es mucho tiempo cuando el sentimiento ha desaparecido. Además, no fue idea nuestra.
    —No —admitió Julie. Apagó el cigarrillo con dedos temblorosos y encendió otro—. Ojalá hubiera existido otro macho Precog, aparte de ti. Es algo que nunca perdonaré a Reynolds. La idea partió de él. Nunca tendría que haber accedido. ¡Por la gloria de la raza! ¡Ondeemos la bandera Psi! El acoplamiento místico de los primeros Precogs auténticos de la historia... ¡Mira el resultado!
    —Cierra el pico —dijo Curt—. No está dormido y puede oírte.
    —Puede oírme, sí, pero entenderme no —dijo Julie con amargura—. Queríamos saber cómo sería la segunda generación... Bien, ya lo sabemos. Precog más Precog igual a fenómeno. Mudo inútil. Un monstruo. Enfrentémonos a la realidad: la M de su tarjeta es la M de monstruo.
    Las manos de Curt se tensaron sobre el volante.
    —Es una palabra que ni tú ni nadie va a utilizar.
    —¡Monstruo! —Se inclinó hacia él, los blancos dientes realzados por la luz del tablero de instrumentos, echando chispas por los ojos—. Quizá los terranos tengan razón... Quizá sea mejor esterilizar y exterminar a los Precogs. Borrados por completo. Creo que...
    Se calló, incapaz de continuar.
    —Adelante —dijo Curt—. Crees que cuando la rebelión triunfe y controlemos las colonias, quizá debamos pasar una prueba selectiva. Con la Guardia a la cabeza, por supuesto.
    —Separar la cizaña del buen grano. Primero, las colonias de Terra. Después, nosotros de ellos. Y cuando le toque a él, aunque sea mi hijo...
    —Lo que estás haciendo es juzgar a la gente por su utilidad. Tim es un inútil, luego es absurdo dejarle vivir, ¿verdad? —Su tensión sanguínea había aumentado, pero ya no le importaba—. Criar a personas como si fueran ganado. Un humano no tiene derecho a vivir; es un privilegio que concedemos a nuestro capricho.
    Curt aceleró el coche por la desierta autopista.
    —Ya oíste a Fairchild pontificar sobre la libertad y la igualdad. Cree en ello, y yo también. Y creo que Tim, o cualquier otra persona, tiene derecho a existir, tanto si posee talento como si carece de él.
    —Tiene derecho a vivir, pero recuerda que no es como nosotros. Es una rareza. No posee nuestras capacidades, nuestras... —articuló las palabras con aire triunfal—, nuestras capacidades superiores.
    Curt desvió el coche hacia el borde de la autopista. Frenó y abrió la puerta. Un aire seco y cortante se introdujo en el vehículo.
    —Ya te puedes ir. —Despertó a Tim—. Arriba, muchacho. Nos bajamos.
    Julie se sentó detrás del volante.
    —¿Cuándo volverás a casa? ¿O ya lo tienes todo decidido? Será mejor que investigues antes. Esa chica puede tener a otros haciendo cola.
    Curt bajó del coche y cerró la puerta. Tomó a su hijo de la mano y le guió hacia el cuadrado negro de una rampa que ascendía hacia la oscuridad de la noche. Mientras subían los peldaños, oyó que el coche arrancaba y se alejaba por la autopista.
    —¿Dónde estamos? —preguntó Tim.
    —Ya conoces este sitio. Venimos cada semana. Es el colegio donde preparan a gente como tú y yo..., donde los Psis nos educamos.

    II

    Las luces se encendieron a su alrededor. Desde la entrada se bifurcaban una serie de pasadizos, como enredaderas metálicas.
    —Te quedarás aquí unos cuantos días —dijo Curt a su hijo—. ¿Podrás aguantar sin ver a tu madre tanto tiempo?
    Tim no contestó. Se había sumido en su silencio habitual y caminaba al lado de su padre. Curt se preguntó una vez más cómo podía ser el chico tan retraído y, al mismo tiempo, tan despierto. La respuesta estaba escrita sobre cada milímetro del joven y enjuto cuerpo. Tim sólo evitaba el contacto con seres humanos. Se mantenía ajeno de una forma casi compulsiva del mundo exterior, mejor dicho, de un mundo exterior. Fuera cual fuese, no incluía a los humanos, si bien estaba compuesto de objetos externos y reales.
    Como ya había anticipado, el niño se alejó repentinamente de él. Curt dejó que Tim se escabullera por un pasadizo lateral. Vio que tiraba con nerviosismo de un armario de suministros, intentando abrirlo.
    —Muy bien —dijo Curt, resignado. Le siguió y abrió el armario con la llave maestra—. ¿Lo ves? Dentro no hay nada.
    La oleada de alivio que inundó la cara del niño demostró bien a las claras su falta de precognición. El corazón le dio a Curt un vuelco. No había heredado el precioso talento que Julie y él poseían. Fuera lo que fuese el muchacho, no era un Precog.
    Eran más de las dos de la mañana, pero los departamentos interiores del colegio bullían de actividad. Curt saludó con un cabeceo a un par de Guardias que holgazaneaban ante la barra, rodeados de cervezas y ceniceros.
    —¿Dónde está Sally? —preguntó—. Quiero ver a Tontorrón.
    Uno de los telépatas movió el pulgar con movimientos perezosos.
    —Está por ahí. En los aposentos de los niños, durmiendo. Es tarde. —Escrutó a Curt, cuyos pensamientos no se apartaban de Julie—. Deberías dejar a una esposa como ésa. Además, es demasiado vieja y delgada. Seguro que te apetece más un pimpollo bien relleno...
    Curt lanzó una andanada mental de desagrado y obtuvo cierta satisfacción cuando vio que el rostro sonriente expresaba hostilidad. El otro telépata se enderezó y gritó a Curt.
    —Cuando le des la patada a tu mujer, nos la envías.
    —Yo diría que te apetece una chica de unos veinte años —dijo otro telépata, cuando dejó entrar a Curt en el ala de los niños—. Cabello oscuro (corrígeme si me equivoco) y ojos oscuros. Te has formado ya una imagen completa. Quizá exista una chica concreta. Veamos, es baja, muy guapa y se llama...
    Curt maldijo la situación que les obligaba a abrir sus mentes a los Guardias. Los telépatas se comunicaban entre sí a través de las colonias y, en particular, a través del colegio y las oficinas del gobierno colonial. Apretó la mano de Tim y entró.
    —Ese hijo tuyo parece un poco raro —dijo el telépata cuando Tim pasó a su lado—. ¿Te importa que le sondee un poco?
    —Aléjate de su mente —ordenó con brusquedad Curt.
    Cerró la puerta de golpe, a sabiendas que daba igual, pero disfrutó la sensación del metal al encajarse en el hueco. Empujó a Tim por un angosto pasillo, hasta desembocar en una pequeña habitación. Tim se desvió hacia una puerta lateral; Curt tiró de él con violencia.
    —¡Ahí dentro no hay nada! —le regañó—. Es un cuarto de baño.
    Tim continuó debatiéndose. Entonces, apareció Sally, atándose el cinturón de la bata, el rostro anegado en sueño.
    —Hola, señor Purcell —saludó—. Hola, Tim. —Bostezó, encendió una lámpara de pie y se derrumbó sobre una silla—. ¿Qué puedo hacer por usted, a estas horas de la noche?
    Tenía trece años, era alta y desgarbada, de cabello amarillento y piel pecosa. Se mordisqueó el pulgar y volvió a bostezar cuando el niño se sentó frente a ella. Para divertirle, animó un par de guantes tirados sobre una mesa. Tim rió complacido cuando los guantes reptaron hacia el borde de la mesa, agitaron sus dedos y procedieron a un cauteloso descenso.
    —Estupendo —dijo Curt—. Vas mejorando. Yo diría que no te saltas ninguna clase.
    Sally se encogió de hombros.
    —El colegio no puede enseñarme nada, señor Purcell. Usted sabe bien que soy la Psi con poderes de animación más avanzados. Me dejan trabajar a mis anchas. De hecho, doy clase a un puñado de niños, todavía Mudos, que podrían tener algo. Creo que un par de ellos, con práctica, saldrán adelante. Lo único que pueden darme son estímulos; ya sabe, ayuda psicológica, montones de vitaminas y aire puro. Pero no pueden enseñarme nada.
    —Pueden enseñarte lo importante que eres —respondió Curt. Ya había anticipado la conversación, por supuesto. Durante la última media hora había seleccionado cierto número de posibles enfoques, los había descartado uno tras otro y, por fin, se había decantado por éste—. He venido a ver a Tontorrón, lo cual significa que debía despertarte. ¿Sabes por qué?
    —Claro —contestó Sally—. Le tiene miedo. Y como Tontorrón me tiene miedo, necesita que yo le acompañe. —Dejó que los guantes se inmovilizaran y se levantó—. Bien, vamos.
    Había visto a Tontorrón muchas veces, pero nunca se acostumbraba a la visión. Atemorizado, a pesar de haber anticipado la escena, Curt se detuvo en el espacio abierto ante la plataforma y levantó la vista, silencioso e impresionado como siempre.
    —Está gordo —comentó Sally—. Si no adelgaza, le queda poco tiempo de vida.
    Tontorrón estaba desparramado como un budín gris y tembloroso en la inmensa silla que el departamento Tec le había fabricado. Tenía los ojos entornados y los brazos pulposos caídos a los costados. Rollos de masa rezumante colgaban sobre los brazos y lados de la silla. El cráneo de Tontorrón, parecido a un huevo, estaba coronado por una mata de cabello grasiento y enmarañado, como algas podridas. Sus uñas se perdían en los dedos gruesos como salchichas. Tenía los dientes ennegrecidos y con caries. Sus diminutos ojos azules relampaguearon cuando identificó a Curt y Sally, pero su obeso cuerpo no se movió.
    —Está descansando —explicó Sally—. Acaba de comer.
    —Hola —dijo Curt.
    A modo de respuesta, un gruñido surgió de sus rollizos labios rosados.
    —No le gusta que le molesten a horas intempestivas —bostezó Sally—. No me extraña.
    Paseó por la sala y se divirtió animando brazos de lámparas adosados a las paredes. Los brazos lucharon por liberarse del plástico caliente en que estaban encajados.
    —Si no le importa que se lo diga, señor Purcell, todo esto me parece una estupidez. Los telépatas impiden que los terranos infiltrados entren aquí, y este montaje suyo va dirigido contra ellos. Eso significa que está ayudando a Terra, ¿no es cierto? Si los Guardias no nos protegieran...
    —Mantengo alejados a los terranos —farfulló Tontorrón—. Tengo mi escudo y lo rechazo todo.
    —Rechazas los proyectiles —corrigió Sally—, pero no puedes mantener alejados a los infiltrados. Si un infiltrado terrano entrara ahora en esta habitación, ni te enterarías. No eres más que un estúpido montón de grasa.
    Su descripción era correcta, pero el inmenso montón de grasa era la pieza clave de la defensa colonial, el más capacitado de los Psis. Tontorrón era el núcleo del movimiento separatista..., y el símbolo viviente de su gran problema.
    Tontorrón poseía un poder paraquinético casi infinito, y la mente de un mongólico de tres años. Era, en concreto, un sabio idiota. Sus legendarios poderes habían absorbido, degradado y anulado toda su personalidad, en lugar de expandirla. Habría podido borrar del mapa a la colonia muchos años antes si sus deseos y temores hubieran ido acompañados de astucia. Sin embargo, Tontorrón estaba indefenso, dependía totalmente de las instrucciones del gobierno colonial, y estaba reducido a una hosca pasividad por su terror a Sally.
    —Me he comido un cerdo entero. —Tontorrón se removió en su silla, eructó y se secó la barbilla—. Dos cerdos, de hecho. Aquí mismo, hace un ratito. Podría haber seguido comiendo.
    La dieta del colono consistía sobre todo en proteínas artificiales. Tontorrón se lo pasaba en grande a sus expensas.
    —El cerdo era de Terra —continuó Tontorrón, muy animado—. Anoche cené una bandada de patos salvajes. Y antes, me zampé un animal de Betelgeuse IV. No tiene nombre; corre por ahí y come.
    —Igual que tú —replicó Sally—. Sólo que tú no corres.
    Tontorrón lanzó una risita. El orgullo alejó por un momento su miedo a la muchacha.
    —Coman un poco de dulce —dijo.
    Una lluvia de chocolate surgió de la nada. Curt y Sally retrocedieron cuando el suelo de la sala desapareció bajo el diluvio. El chocolate vino acompañado de fragmentos de maquinaria, cajas de cartón, secciones de un escaparate y un buen trozo de hormigón.
    —Una fábrica de golosinas terrana —explicó Tontorrón, muy contento—. He apuntado con mucha precisión.
    Tim había despertado de su ensueño. Se agachó y recogió un puñado de chocolatinas.
    —Adelante —le invitó Curt—. Toma lo que quieras.
    —Yo soy el único que se come los dulces —aulló Tontorrón, indignado. El chocolate desapareció—. Lo he enviado de vuelta —explicó, malhumorado—. Es mío.
    No había nada de malvado en Tontorrón, tan sólo un infinito egoísmo infantil. Gracias a su poder, todos los objetos del Universo se hallaban a su alcance. Nada podía escapar a sus brazos gordezuelos. Si tal era su deseo, podía tomar la Luna. Por fortuna, la mayor parte de las cosas estaban fuera de su comprensión. No le interesaban.
    —Basta de juegos —dijo Curt—. ¿Puedes decirnos si hay telépatas lo bastante cerca para sondearnos?
    Tontorrón procedió a una búsqueda desganada. Era consciente de los objetos, donde fuera que estuvieran. Por mediación de su talento estaba en contacto con el contenido físico del Universo.
    —No hay ninguno cerca —afirmó al cabo de un rato—. Detecto uno a treinta metros de distancia. Le enviaré algo más atrás. Odio que los telépatas invadan mi intimidad.
    —Todo el mundo odia a los Teps —dijo Sally—. Es un talento sucio y repugnante. Leer las mentes de las personas es como mirarlas cuando se bañan, se visten o comen. Es anormal.
    Curt sonrió.
    —¿En qué se diferencian de los Precogs? No dirás que eso es normal.
    —La precognición tiene que ver con los acontecimientos, no con las personas —contestó Sally—. Saber lo que va a ocurrir no es peor que saber lo que ya ha ocurrido.
    —Pero podría ser mejor —señaló Curt.
    —No —le contradijo Sally—. Nos ha metido en este lío. Debo vigilar siempre lo que pienso por su culpa. Cada vez que veo a un Tep se me pone la piel de gallina, y por más que me esfuerzo no puedo dejar de pensar en ella, sólo por saber que no debo.
    —Mi facultad precog no tiene nada que ver con Pat —protestó Curt—. Precognición no implica fatalidad. Localizar a Pat fue un trabajo complicado. Fue una elección deliberada por mi parte.
    —¿Lo lamentas? —preguntó Sally.
    —No.
    —De no ser por mí —interrumpió Tontorrón—, nunca habrías localizado a Pat.
    —Ojalá no hubiera ocurrido —dijo Sally de todo corazón—. De no ser por Pat, no nos habríamos visto mezclados en este lío. —Lanzó una mirada hostil a Curt—. Y no creo que sea guapa.
    —¿Qué sugieres? —preguntó Curt a la niña, con más paciencia de lo normal. Había anticipado la inutilidad de intentar explicar lo de Pat a una cría y a un idiota—. No podemos fingir que no la encontramos.
    —Ya lo sé —admitió Sally—, y los Teps ya han extraído algo de nuestras mentes. Por eso hay tantos en las cercanías. Es estupendo ignorar su paradero.
    —Yo sé dónde está —dijo Tontorrón—. Sé el lugar exacto.
    —No, no es verdad —replicó Sally—. Sólo sabes cómo llegar a ella que no es lo mismo. Eres incapaz de explicarlo; nos envías allí y nos traes de regreso.
    —Es un planeta —dijo Tontorrón, irritado—, con plantas raras y un montón de cosas verdes. Y el aire está enrarecido. Vive en un campamento. La gente trabaja la tierra todo el día. Hay muy poca gente. Viven muchos animales tontos. Hace frío.
    —¿Dónde está? —preguntó Curt.
    —Está... —farfulló Tontorrón. Agitó sus brazos pulposos—. En algún lugar cerca de...
    Se rindió, lanzó un bufido de rencor en dirección a Sally y materializó un depósito de agua sucia sobre la cabeza de la muchacha. Cuando el agua se derramó sobre ella, Sally efectuó rápidos movimientos con las manos.
    Tontorrón chilló de terror y el agua se desvaneció. Se quedó tembloroso y jadeante, mientras Sally secaba su ropa mojada. Había animado los dedos de la mano izquierda de Tontorrón.
    —Será mejor que no lo vuelvas a hacer —le advirtió Curt—. Puedes paralizarle el corazón.
    —El muy patán. —Sally rebuscó en un armario de suministros—. Bien, si ya ha tomado una decisión, terminemos de una vez. No se quede mucho rato. Cuando haya conseguido hablar con Pat, salgan los dos y no vuelvan hasta dentro de muchas horas. De noche hace frío y no tienen estufas. —Sacó una manta del ropero—. Me la voy a llevar.
    —No vamos a ir —dijo Curt—. Esta vez será diferente.
    Sally parpadeó.
    —¿Diferente? ¿En qué sentido?
    Hasta Tontorrón se sorprendió.
    —Estaba a punto de trasladarte —se quejó.
    —Lo sé —dijo Curt—, pero esta vez quiero traer aquí a Pat. Traerla a esta sala, ¿entiendes? Ésta es la ocasión de la que habíamos hablado. El gran momento ha llegado.

    Sólo una persona acompañaba a Curt cuando entró en el despacho de Fairchild. Sally estaba en la cama, de vuelta al colegio. Tontorrón nunca se movía de su habitación. Tim continuaba en el colegio, pero no en manos de los telépatas, sino de las autoridades de clase Psi.
    Pat le siguió con paso vacilante, asustada y nerviosa cuando los hombres sentados en el despacho levantaron la vista, preocupados.
    Tenía unos diecinueve años. Era esbelta y de piel cobriza. Sus ojos eran grandes y oscuros. Llevaba una camisa de lona, tejanos y gruesos zapatos manchados de barro. Su masa de rizos negros estaba sujeta en un moño con una cinta roja. Las mangas subidas dejaban al descubierto unos brazos bronceados y fuertes. En el cinturón de piel llevaba un cuchillo, un teléfono y un paquete de raciones alimenticias y agua.
    —Ésta es la chica —dijo Curt—. Mírenla bien.
    —¿De dónde eres? —preguntó Fairchild a Pat. Apartó una montaña de papeles y memocintas para buscar su pipa.
    Pat vaciló.
    —Yo... —empezó. Se volvió hacia Curt, indecisa—. Me indicaste que nunca se lo dijera a nadie, incluido tú.
    —Está bien —la tranquilizó Curt—. Ahora nos lo puedes decir. Anticipo lo que va a decir —explicó a Fairchild—, pero antes nunca lo hice. No quería que los Guardias me lo extrajeran del cerebro.
    —Nací en Próxima VI —dijo Pat en voz baja—. Me crié allí. Es la primera vez que salgo del planeta.
    Fairchild abrió los ojos de par en par.
    —Un lugar salvaje. De hecho, nuestra región más primitiva.
    El grupo de consejeros Norm y Psi se acercaron. Un hombre ancho de hombros, de rostro curtido por la intemperie y ojos astutos, levantó la mano.
    —¿Debemos suponer que Tontorrón te ha traído aquí?
    Pat asintió.
    —Yo no lo sabía. Quiero decir que fue inesperado. —Dio unos golpecitos sobre su cinturón—. Estaba despejando de rastrojos la tierra... Estamos intentando aprovechar más terreno.
    —¿Cómo te llamas? —preguntó Fairchild.
    —Patricia Ann Connley.
    —¿A qué clase perteneces?
    Los labios de la muchacha, agrietados por el sol, se movieron.
    —Clase Muda.
    Los oficiales se agitaron.
    —¿Eres una Mutante sin poderes Psi? —preguntó el anciano—. ¿En qué difieres exactamente de los Norm?
    Pat dirigió una mirada a Curt y éste se adelantó para responder por ella.
    —Esta chica cumplirá veintiún años dentro de dos. Ya sabe lo que eso significa. Si continúa todavía en la clase Muda, será esterilizada y confinada en un campamento. Es nuestra política colonial. Y si Terra nos vence, será esterilizada de todas formas, como los demás Psis y Mutantes.
    —¿Está intentando decir que posee un talento? —preguntó Fairchild—. ¿Quiere que la pasemos de Muda a Psi? —Sus manos juguetearon con los papeles de la mesa—. Cada día recibimos un millar de peticiones como ésa. ¿Ha venido a las cuatro de la madrugada sólo para eso? Llene un formulario, el procedimiento administrativo habitual.
    El anciano carraspeó y preguntó de súbito:
    —¿Esta chica es amiga suya?
    —Exacto —contestó Curt—. Tengo un interés personal.
    —¿Cómo la conoció? Si nunca ha salido de Próxima VI...
    —Tontorrón me ha enviado al planeta unas veinte veces. Ignoraba que fuera Próxima VI, por supuesto. Sólo sabía que era un planeta de las colonias, primitivo, en estado salvaje. Todo empezó cuando tropecé en nuestros archivos de la clase Muda con un análisis de su personalidad y características neurológicas. En cuanto me di cuenta de la verdad, entregué a Tontorrón su pauta cerebral identificativa y le pedí que me enviara al planeta.
    —¿Cuál es esa pauta? —preguntó Fairchild—. ¿Qué tiene de diferente?
    —El talento de Pat jamás ha sido reconocido como Psi. En cierto modo no lo es, pero se convertirá en uno de los talentos más útiles que hayamos descubierto. Tendríamos que haberlo previsto. Donde se desarrolla un organismo, aparece otro antagónico.
    —Vaya al grano —dijo Fairchild. Se acarició la barba incipiente del mentón—. Cuando me llamó, sólo dijo que...
    —Considere los diversos talentos Psi como armas de supervivencia. Considere que la capacidad telepática ha evolucionado para defender un organismo. El telépata tiene ventaja sobre sus enemigos. ¿Continuará siempre así? ¿No suele aparecer siempre un elemento de equilibrio?
    El anciano fue el primero en entender.
    —Claro —dijo, con una sonrisa de irónica admiración—. La chica es opaca a los sondeos telepáticos.
    —Exacto. Es la primera, pero habrá más. Y no se tratará tan sólo de una defensa contra los sondeos telepáticos. Existirán organismos resistentes a los Paraquinéticos, a los Precogs como yo, a los Resurreccionistas, a los Animadores, a todos los poderes Psi. Ya tenemos una cuarta clase: la clase Anti-Psi. Era inevitable que apareciera.

    III

    El café era artificial, pero caliente y sabroso. Al igual que los huevos y el tocino, era una mezcla sintética de harinas y proteínas cultivadas en depósitos, con una dosis cuidadosamente regulada de fibras vegetales nativas. Mientras comían, salió el sol. El paisaje gris y desolado de Próxima III se tiñó de un rojo muy suave.
    —Es bonito —dijo Pat con timidez, mirando por la ventana de la cocina—. Echaré un vistazo a sus herramientas de cultivo. Tienen muchas más que nosotros.
    —Hemos tenido más tiempo —le recordó Curt—. Este planeta fue colonizado un siglo antes que el de ustedes. Ya nos atraparán. En muchos sentidos, Próxima VI es más rico y fértil.
    Julie no estaba sentada a la mesa, sino de pie, apoyada en la nevera, con los brazos cruzados y una expresión severa en el rostro.
    —¿Se va a quedar aquí? —preguntó con voz tensa—. ¿En esta casa, con nosotros?
    —Exacto —contestó Curt.
    —¿Cuánto tiempo?
    —Unos días. Una semana. Hasta que Fairchild se ponga en acción.
    Fuera de la casa se escucharon leves ruidos. Los habitantes del complejo residencial empezaban a levantarse. La temperatura de la cocina era muy agradable; una ventana de plástico transparente la separaba del paisaje de rocas caídas, árboles y plantas raquíticos que se extendían hasta cientos de kilómetros de distancia. El viento frío de la mañana diseminaba la basura que sembraba el desierto espaciopuerto, enclavado al borde del complejo.
    —Esa pista era el vínculo entre nosotros y el Sistema Solar —dijo Curt—. El cordón umbilical. Ahora se ha cortado, al menos por un tiempo.
    —Es hermoso —afirmó Pat.
    —¿La pista?
    La joven señaló las torres de un complejo de minería y fundición que se veían detrás de las filas de casas.
    —Me refiero a eso. El paisaje es igual que el nuestro, desolado y terrible, pero las instalaciones simbolizan la lucha por vencer a ese paisaje. —Se estremeció—. Me he pasado toda la vida luchando contra árboles y rocas, intentando aprovechar el suelo, intentando construir un lugar donde vivir. En Prox VI no tenemos maquinaria, sólo herramientas manuales y nuestras espaldas. Ya has visto nuestras aldeas.
    Curt bebió café.
    —¿Hay muchos Psis en Prox VI?
    —Algunos, la mayoría de escasa entidad. Unos cuantos Resurreccionistas, un puñado de Animadores. Ninguno tan bueno como Sally. —Lanzó una carcajada y dejó sus dientes al descubierto—. Somos unos patanes de pueblo, comparados con esa metrópoli urbana. Ya has visto cómo vivimos. Aldeas dispersas, granjas, unos pocos centros de aprovisionamiento aislados, una pista de aterrizaje miserable... Has visto a mi familia, a mis hermanos y a mi padre, nuestra vida hogareña, si se puede llamar hogar a aquella cabaña. Tres siglos de retraso respecto a Terra.
    —¿Aprendiste muchas cosas sobre Terra?
    —Oh, sí. Hasta la segregación nos llegaban cintas directamente desde el Sistema Solar. No es que lamente que nos hayamos separado. Tendríamos que haber trabajado más, en lugar de mirar cintas, pero era interesante ver el mundo madre, las grandes ciudades, sus millones y millones de habitantes, las primeras colonias de Marte y Venus. Era fascinante. —Su voz vibró de entusiasmo—. En otro tiempo, aquellas colonias fueron como la nuestra. Tuvieron que despejar Marte, al igual que nosotros estamos limpiando Prox VI. Limpiaremos Prox VI, levantaremos ciudades, allanaremos campos. Y todos colaboraremos.
    Julie se apartó de la nevera y empezó a recoger los platos de la mesa, sin mirar a Pat.
    —Tal vez soy un poco ingenua —dijo a Curt—, pero, ¿dónde va a dormir?
    —Ya sabes la respuesta —respondió Curt con paciencia—. Lo has anticipado todo. Como Tim está en el colegio, ocupará su habitación.
    —¿Qué se supone que debo hacer? ¿Alimentarla, servirla, ser su criada? ¿Qué se supone que debo decir a la gente cuando la vea? —Julie elevó el tono de voz—. ¿Debo decir que es mi hermana?
    Pat sonrió a Curt, mientras jugueteaba con un botón de su camisa. En apariencia, la voz áspera de Julie no le afectaba, como si no la oyera. Tal vez por ese motivo, la Guardia no podía sondearla. Indiferente, casi autista, daba la impresión que era impermeable al rencor y la violencia.
    —No necesita que nadie le sirva —contestó Curt a su mujer—. Déjala en paz.
    Julie encendió un cigarrillo con dedos temblorosos.
    —Me encantará dejarla en paz, pero no puede ir por ahí vestida con esa ropa de presidiaria.
    —Préstale ropa tuya —sugirió Curt.
    Julie hizo una mueca.
    —Mi ropa no le sentará bien; es demasiado fornida —dijo a Pat con deliberada crueldad—. ¿Qué talla usas, una 44? Dios mío, ¿te dedicas a tirar de un arado? Fíjate en su cuello y hombros... Parece un percherón.
    Curt se levantó con brusquedad y apartó su silla de la mesa.
    —Ven —ordenó a Pat. Era vital enseñarle algo que no fuera esa corriente subterránea de odio—. Voy a enseñarte los alrededores.
    Pat se puso en pie de un salto, las mejillas encendidas.
    —Quiero verlo todo. —Corrió tras Curt; mientras éste tomaba el abrigo y se encaminaba hacia la puerta—. ¿Me enseñarás el colegio donde adiestran a los Psis? Quiero ver cómo desarrollan sus capacidades. ¿Me enseñarás la organización del gobierno colonial? Quiero ver a Fairchild; trabajar con los Psis.
    Julie siguió a los dos hasta el porche. El gélido aire matinal remolineó a su alrededor, mezclado con el ruido de los coches que salían de la zona residencial en dirección a la ciudad.
    —En mi habitación encontrarás faldas y blusas —dijo Julie a Pat—. Toma algo ligero. Aquí hace más calor que en Prox VI.
    —Gracias —contestó Pat.
    Entró a toda prisa en la casa.
    —Es guapa —dijo Julie a Curt—. Cuando se haya lavado y vestido, tendrá buen aspecto. Su figura no está mal, aunque algo robusta. ¿Su mente, su personalidad, son atrayentes?
    —Por supuesto —dijo Curt.
    Julie se encogió de hombros.
    —Bueno, es joven. Mucho más joven que yo. —Sonrió con tristeza—. ¿Recuerdas cuando nos conocimos? Hace diez años... Yo tenía muchas ganas de verte, de hablar contigo. Eras el único otro Precog, aparte de mí. Abrigaba muchos sueños y esperanzas acerca de nosotros. Tenía su edad. ¿Tal vez un poco más joven?
    —Era difícil saber cómo iba a funcionar —dijo Curt—. Incluso para nosotros. Una anticipación de media hora no es mucho, en estas cosas.
    —¿Desde cuándo dura? —preguntó Julie.
    —No mucho.
    —¿Ha habido otras mujeres?
    —No. Sólo Pat.
    —Cuando descubrí que había otra, confié en que fuera buena para ti. Si estuviera segura que esa chica tiene algo que ofrecerte... Supongo que es su introspección lo que da impresión de vaciedad. Tú te entiendes mejor con ella que conmigo. Es probable que no captes la falta, si se trata de una falta. Puede que esté relacionado con su talento, su opacidad.
    Curt se anudó los cordones de sus zapatos.
    —Creo que es una especie de inocencia. No ha sido afectada por cosas propias de nuestra sociedad urbana e industrial. Cuando hablabas de ella, ni siquiera parecía darse cuenta.
    Julie rozó su brazo.
    —Cuídala bien. Va a necesitarlo. Me pregunto cuál será la reacción de Reynolds.
    —¿Ves algo?
    —Sobre ella, nada. Te vas a marchar... Yo me quedaré sola durante el próximo intervalo, hasta donde alcanzo a ver, trabajando en la casa. Ahora, me iré a la ciudad a comprar ropa. Quizá le encuentre algo.
    —Le compraremos cosas —dijo Curt—. Debería llevar ropa nueva.
    Pat apareció con una blusa color crema y una falda amarilla larga hasta los tobillos, sus negros ojos brillantes y el cabello mojado de rocío.
    —¡Estoy lista! ¿Nos vamos?
    El sol se derramó sobre ellos cuando salieron al nivel del suelo.
    —Primero, iremos al colegio y recogeremos a mi hijo.

    Los tres caminaron con parsimonia por el sendero de grava que corría entre el edificio de hormigón blanco del colegio y el césped mojado, que con tanto empeño defendían del clima hostil del planeta. Tim precedía a Pat y Curt, escuchando y escrutando los objetos que le rodeaban, el cuerpo tenso inclinado hacia adelante, ágil y alerta.
    —No habla mucho —observó Pat.
    —Está demasiado ocupado para prestarnos atención.
    Tim se detuvo detrás de un matorral. Pat le siguió, curiosa.
    —¿Qué busca? Es un niño muy guapo... Tiene el cabello de Julie, es muy bonito.
    —Mira allí —indicó Curt a su hijo—. Hay muchos niños. Ve a jugar con ellos.
    Ante la entrada del edificio principal se habían congregado grupos de padres con sus hijos. Oficiales uniformados del colegio se movían entre ellos, eligiendo, verificando, dividiendo a los niños en diversos subgrupos. De vez en cuando, permitían que uno de los subgrupos pasara el sistema de control y entrara en el edificio. Las madres aguardaban fuera, atemorizadas y patéticamente esperanzadas.
    —Es igual que en Prox VI —dijo Pat—, cuando los equipos escolares vienen a realizar el censo y la inspección. Todo el mundo quiere que los niños sin clasificar pasen a la clase Psi. Mi padre intentó durante años sacarme de los Mudos. Al final se rindió. Aquel informe que viste era una de sus solicitudes periódicas. Se traspapeló, ¿verdad? Acumuló polvo en un cajón.
    —Si esto sale bien —contestó Curt—, muchos más niños tendrán la posibilidad de abandonar la clase Muda. Tú no serás la única, sino la primera de una larga lista, confiemos.
    Pat dio una patada a una piedra.
    —No me siento tan original, tan radicalmente diferente. No siento nada en absoluto. Dices que soy opaca a la invasión telepática, pero sólo me han sondeado una o dos veces en toda mi vida. —Se tocó la cabeza con sus dedos cobrizos y sonrió—. Si ningún Guardia me sondea, soy como todo el mundo.
    —Tu capacidad es un contratalento —señaló Curt—. Es necesario despertar el talento dormido. No eres consciente de él durante tu rutinaria vida cotidiana, por supuesto.
    —Un contratalento. Parece tan..., tan negativo. No hago nada, al contrario que ustedes. No muevo objetos, ni convierto piedras en pan, ni doy a luz sin necesidad de fecundación, ni resucito a los muertos. Anulo la capacidad de otros, nada más. Se me antoja una capacidad hostil, absurda: anular el factor telepático.
    —Puede ser tan útil como el propio factor telepático, especialmente para nosotros, los no Teps.
    —Supón que aparece alguien que anula tu capacidad, Curt. —Hablaba con gran seriedad, en un tono desalentado y afligido—. Gente que anule todos los talentos Psi. Volveremos al punto de partida. Será como si no tuviéramos poderes Psi.
    —No lo creo. El factor Anti-Psi es una restauración natural del equilibrio. Un insecto aprende a volar; por lo tanto, otro aprende a tejer telarañas para atraparlo. ¿Es lo mismo que no volar? Las almejas desarrollan conchas duras para protegerse; por lo tanto, las aves aprendieron a volar para elevarlas en el aire y dejarlas caer sobre una roca. En cierto sentido, eres una forma de vida depredadora de los Psis, y los Psis son una forma de vida depredadora de los Norms. Eso te convierte en amiga de la clase Norm. Equilibrio, el círculo cerrado, depredador y presa. Es un sistema eterno y, francamente, no se me ocurre la manera de mejorarlo.
    —Te podrían considerar un traidor.
    —Sí. Supongo que sí.
    —¿No te preocupa?
    —Me preocupa que la gente sienta hostilidad hacia mí, pero es imposible vivir mucho tiempo sin despertar hostilidad. Julie siente hostilidad hacia ti. Reynolds siente hostilidad hacia mí. Es imposible complacer a todo el mundo, porque cada persona desea cosas diferentes. Si complaces a uno, desagradas a otro. En la vida hay que decidir a quién se quiere complacer. Yo prefiero complacer a Fairchild.
    —Estará contento.
    —Si se da cuenta de lo que está pasando. Fairchild es un burócrata saturado de trabajo. Tal vez decida que me he excedido en mis funciones al actuar a petición de tu padre. Tal vez se incline por devolverte a Prox VI. Incluso está la posibilidad que me aplique una sanción.

    Salieron del colegio y se dirigieron por la autopista hacia la orilla del océano. Tim gritó de felicidad en la inmensa playa desierta, mientras corría agitando los brazos. Sus chillidos se perdieron en el murmullo de las olas que lamían la orilla. El sol rojizo se alzaba sobre ellos. Los tres estaban completamente aislados por el océano, el cielo y la playa. No se veía a ningún otro ser humano, tan sólo una bandada de aves indígenas que buscaban crustáceos en la arena.
    —Es maravilloso —dijo Pat, impresionada—. Creo que los océanos de Terra son como éste, grandes, brillantes y rojos.
    —Azules —corrigió Curt.
    Estaba tendido sobre la arena caliente, fumaba en pipa y contemplaba con semblante sombrío las olas que acariciaban la playa a unos metros de distancia. Las olas dejaban sobre la arena montones de algas marinas.
    Tim volvió corriendo con los brazos cargados de hierbas que chorreaban. Las dejó caer ante Pat y su padre.
    —Le gusta el océano —dijo Pat.
    —Aquí no se pueden esconder los Otros —respondió Curt—. Puede ver a kilómetros de distancia, y así saber que no se están arrastrando hacia él.
    —¿Los Otros? Es un niño muy extraño. Siempre ensimismado y ocupado. Se toma muy en serio su mundo alternativo. Supongo que es un mundo desagradable. Demasiadas responsabilidades.
    El tono del cielo aumentó de intensidad. Tim se puso a construir una complicada estructura con arena sacada del borde del agua.
    Pat, descalza, se reunió con Tim. Los dos se aplicaron a añadir infinitos muros, edificios auxiliares y torres. Los hombros y la espalda desnuda de la muchacha se perlaron de sudor. Se incorporó por fin, jadeante y exhausta, se apartó el cabello de los ojos y se puso en pie.
    —Hace demasiado calor —dijo con voz ahogada, y se tendió al lado de Curt—. El clima es muy diferente aquí. Tengo sueño.
    Tim siguió trabajando en la estructura. Los dos le contemplaron amodorrados, mientras el niño rompía grumos de arena seca entre los dedos.
    —Supongo que no queda mucho de tu matrimonio —dijo Pat al cabo de un rato—. He destruido vuestra convivencia.
    —No ha sido culpa tuya. En realidad, nunca estuvimos juntos. Sólo teníamos en común nuestro talento, y eso no tiene nada que ver con la personalidad global, con el individuo total.
    Pat se quitó la falda y avanzó hacia la orilla del agua. Se acuclilló entre la espuma rosada y procedió a lavarse el pelo. Su cuerpo esbelto y bronceado, medio sepultado entre las montañas de espuma, brillaba bajo el sol.
    —¡Ven! —gritó a Curt—. Está muy fría.
    Curt tiró las cenizas de la pipa en la arena seca.
    —Debemos volver. Tarde o temprano debo discutirlo con Fairchild. Hay que tomar una decisión.
    Pat salió del agua con el cuerpo chorreando, la cabeza echada hacia atrás y el cabello caído sobre los hombros. Tim atrajo su atención y la joven se detuvo para examinar su edificio de arena.
    —Tienes razón —dijo a Curt—. No deberíamos estar aquí, bañándonos, dormitando y construyendo castillos de arena. Fairchild se está esforzando por llevar a cabo la separación, y nosotros debemos construir cosas auténticas en las colonias.
    Mientras se secaba con la chaqueta de Curt, le habló de Próxima VI.
    —Es como en la Edad Media de Terra. La mayor parte de nuestro pueblo cree que los poderes Psi son milagros. Creen que los Psis son santos.
    —Supongo que eso eran los santos —admitió Curt—. Resucitaban a los muertos, convertían material inorgánico en orgánico y movían objetos a voluntad. Es probable que los poderes Psi siempre hayan estado presentes en la raza humana. El individuo de clase Psi no es nuevo. Siempre ha estado con nosotros, ayudando aquí y allá, perjudicando a la Humanidad cuando explotaba su talento en beneficio propio.
    Pat se calzó las sandalias.
    —Cerca de nuestro pueblo vive una anciana, una Resurreccionista de primera. No se irá de Prox VI; no se sumará a los equipos gubernamentales ni se integrará en el colegio. Quiere quedarse donde está, ser una bruja y una sabia. La gente acude a ella y cura a los enfermos.
    Pat se abotonó la blusa y caminó hacia el coche.
    —Cuando tenía siete años me rompí el brazo. Posó sus manos viejas y arrugadas sobre el miembro y la fractura se soldó. Por lo visto, sus manos irradian una especie de campo generativo que afecta a la velocidad de crecimiento de las células. Recuerdo que una vez un chico se ahogó y le devolvió a la vida.
    —Consigue a una vieja que cure y a otra que pueda predecir el futuro, y tu pueblo ya lo tiene todo. Los Psis venimos ayudando desde hace mucho más tiempo del que creemos.
    —¡Vámonos, Tim! —gritó Pat, llevándose sus bronceadas manos a los labios—. ¡Es hora de irnos!
    El chico se agachó por última vez para examinar las profundidades de su estructura, las complicadas secciones interiores y su edificio de arena.
    De repente lanzó un chillido, retrocedió de un salto y corrió hacia el coche como un poseso.
    Pat le abrazó y el niño se aferró a ella, el rostro deformado de terror.
    —¿Qué pasa? —Pat se había asustado—. Curt, ¿qué ha ocurrido?
    Curt se arrodilló junto a su hijo.
    —¿Qué había allí dentro? —preguntó con suavidad—. Tú lo construiste.
    Los labios del niño se movieron.
    —Un Izquierdo —murmuró, con voz casi inaudible—. Había un Izquierdo, lo sé. El primer Izquierdo real. Y no se desvaneció.
    Pat y Curt intercambiaron una mirada de preocupación.
    —¿De qué está hablando? —preguntó Pat.
    Curt se sentó al volante y abrió las puertas del coche.
    —No lo sé, pero creo que lo mejor será regresar a la ciudad. Hablaré con Fairchild y aclararé de una vez por todas este asunto de los Anti-Psi. Después, tú y yo podremos dedicarnos a Tim durante el resto de nuestras vidas.

    Fairchild estaba pálido y cansado cuando se sentó ante el escritorio de su despacho, con las manos enlazadas frente a él. Unos pocos consejeros de clase Norm escuchaban con suma atención. Círculos oscuros habían aparecido bajo los ojos de Fairchild. Mientras seguía en silencio las palabras de Curt, bebió un vaso de zumo de tomate.
    —En definitiva —murmuró Fairchild—, está diciendo que no podemos confiar en ustedes, los Psis. Es una paradoja. —Su voz tembló de desesperación—. Viene un Psi y me dice «todos los Psis mienten». ¿Qué demonios debo hacer?
    —No todos los Psis. —Como había visto por anticipado la escena, Curt desplegaba una notable serenidad—. Estoy diciendo que, en cierto sentido, Terra tiene razón... La existencia de humanos con supertalentos plantea un problema a los humanos sin supertalentos. Sin embargo, la reacción de Terra constituye una equivocación: la esterilización es perversa y absurda. De todos modos, la cooperación no es tan fácil como usted imagina. Ustedes dependen de nuestros talentos para sobrevivir, y eso significa que les tenemos donde nosotros queremos. Podemos darles órdenes porque, sin nosotros, Terra nos invadiría y les metería a todos ustedes en una prisión militar.
    —Y les destruirían a todos ustedes —indicó el anciano—. No lo olvide.
    Curt contempló al viejo. Era el mismo individuo canoso y ancho de espaldas del día anterior. Había algo familiar en él, Curt se zambulló en su interior y dio un respingo, a pesar de su presciencia.
    —Usted es un Psi —dijo.
    El viejo efectuó una breve inclinación.
    —Evidentemente.
    —Basta —dijo Fairchild—. Muy bien, hemos visto a esa chica y aceptaremos su teoría del Anti-Psi. ¿Qué quiere que hagamos? —Se secó la frente, abrumado—. Sé que Reynolds es una amenaza, pero los infiltrados terranos pulularían por todas partes de no ser por la Guardia.
    —Quiero crear una cuarta clase legal —declaró Curt—. La clase Anti-Psi. Quiero concederle la inmunidad contra la esterilización. Quiero que lo haga público. Aquí acuden mujeres procedentes de todas partes de las colonias con sus hijos, para intentar convencerles que no les ofrecen Mudos, sino Psis. Quiero que sitúe a los talentos Anti-Psi donde nos sean de utilidad.
    Fairchild se humedeció sus labios resecos.
    —¿Cree que ya existen más?
    —Es muy posible. Descubrí a Pat por accidente, pero hay que proceder a su búsqueda. Deje que las mujeres acudan en tropel... Necesitaremos todos los que podamos conseguir.
    Se hizo el silencio.
    —Reflexione en lo que está haciendo el señor Purcell —dijo por fin el anciano—. Puede aparecer un Anti-Precog, una persona cuyos actos futuros sea imposible ver por anticipado. Una especie de partícula indeterminada de Heisenberg... Un hombre que desbarate todas las predicciones Precog. Sin embargo, el señor Purcell nos ha ofrecido sus sugerencias. No está pensando en sí mismo, sino en la separación.
    Los dedos de Fairchild se retorcieron.
    —¡Reynolds se pondrá hecho una furia!
    —Ya está hecho una furia —dijo Curt—. No queda duda que ya se ha enterado de esta conversación.
    —¡Protestará!
    Curt lanzó una carcajada y algunos oficiales sonrieron.
    —Pues claro que protestará. ¿No lo entiende? Ustedes van a ser eliminados. ¿Cree que los Norm van a durar mucho tiempo más? La caridad escasea mucho en este universo. Ustedes, los Normales, miran a los Psis como patanes en un carnaval. Maravilloso, mágico. Alentaron a los Psis, fundaron el colegio, nos dieron la oportunidad de vivir en las colonias. Dentro de cincuenta años, serán nuestros esclavos. Realizarán nuestras tareas manuales..., a menos que tengan el sentido común de crear la cuarta clase, la clase Anti-Psi. Tienen que enfrentarse a Reynolds.
    —Detesto enfrentarme con él —masculló Fairchild—. ¿Por qué demonios no podemos trabajar juntos? —Apeló a los demás presentes—. ¿Por qué no podemos ser hermanos?
    —Porque no lo somos —contestó Curt—. Enfréntese a la realidad. La hermandad es una idea muy hermosa, pero será más fácil de lograr si llegamos a un equilibrio de las fuerzas sociales.
    —¿Existe la posibilidad que, cuando se conozca en Terra el concepto de Anti-Psi, el programa de esterilización sea modificado? —sugirió el anciano—. Esta idea quizá elimine el terror irracional de los no mutantes, su fobia a que somos unos monstruos dispuestos a invadirles y apoderarnos de su planeta. Sentarnos a su lado en los cines. Casarnos con sus hermanas.
    —Muy bien —se rindió Fairchild—. Redactaré una directriz oficial. Denme una hora. No quiero dejar nada al azar.
    Curt se levantó. Todo había terminado. Tal como había anticipado, Fairchild había accedido.
    —Tendríamos que empezar cuanto antes a recibir informes —dijo—, en cuanto se inicie la comprobación rutinaria de los expedientes.
    Fairchild asintió.
    —Sí, casi de inmediato.
    —Supongo que me mantendrá informado.
    Curt experimentó un súbito acceso de temor. Había triunfado..., ¿o no? Examinó la siguiente media hora. No vio nada negativo. Captó una fugaz escena de él con Pat, de él con Julie y Tim. Sin embargo no se desprendió de su inquietud, una intuición más profunda que su precognición.
    Todo parecía marchar viento en popa, pero sabía que algo básico y aterrador había salido mal.

    IV

    Se encontró con Pat en un bar apartado de las afueras de la ciudad. La oscuridad se agolpaba alrededor de la mesa. La atmósfera estaba enrarecida por la cantidad de clientes congregados. Sonaron estallidos de carcajadas, apagadas por el rumor constante de las conversaciones.
    —¿Cómo ha ido? —preguntó la joven, cuando Curt se sentó frente a ella—. ¿Fairchild ha accedido?
    Curt pidió un Tom Collins para ella y bourbon con agua para él. Después, resumió lo ocurrido.
    —Así que todo ha salido bien. —Pat le acarició la mano—. ¿Verdad?
    Curt sorbió su bebida.
    —Eso creo. Se va a fundar la clase Anti-Psi, pero es demasiado fácil. Demasiado sencillo.
    —Puedes ver por anticipado, ¿no? ¿Va a pasar algo?
    Al otro lado del oscuro local, la máquina musical creaba vagas pautas de sonido, melodías y ritmos aleatorios que se derramaban sobre los clientes. Algunas parejas se movían con languidez, en respuesta a dichas pautas.
    Curt le ofreció un cigarrillo y ambos lo encendieron con la vela que ardía en el centro de la mesa.
    —Ahora, ya has conseguido un puesto en la sociedad.
    Los ojos oscuros de Pat centellearon.
    —Sí, es verdad. La nueva clase Anti-Psi. Ya no tengo de qué preocuparme. Todo ha terminado.
    —Estamos esperando más. Si no aparecen otros, serás miembro de una clase única. La única Anti-Psi del Universo.
    Pat permaneció en silencio unos instantes.
    —¿Qué ves después de esto? —preguntó por fin. Bebió un poco de Tom Collins—. Quiero decir, voy a quedarme aquí, ¿verdad? ¿O tendré que regresar?
    —Te quedarás aquí.
    —¿Contigo?
    —Conmigo. Y con Tim.
    —¿Y Julie?
    —Los dos firmamos mutuas renuncias hace años. Están archivadas, pero no informatizadas. Fue un acuerdo que tomamos, para que ninguno de los dos hiciera la vida imposible al otro más adelante.
    —Creo que le caigo bien a Tim. No le importará, ¿verdad?
    —En absoluto.
    —Puede ser bonito, ¿no es cierto? Los tres juntos. Podemos trabajar con Tim, intentar descubrir su talento, qué es y qué piensa. Me gustaría... poder estimularle. Y tenemos mucho tiempo por delante; no hay prisa.
    Los dedos de la muchacha se cerraron en torno a los de Curt. Amparada en la oscuridad, se inclinó hacia él. Curt vaciló un momento, notó que su cálido aliento le quemaba los labios y la besó.
    Pat sonrió.
    —Tenemos muchas cosas que hacer. Aquí, y tal vez después en Prox VI. Quiero volver, algún día. ¿Será posible? Una temporada; no sería necesario quedarnos. Me gustaría ver cómo progresan las cosas por las que me he esforzado toda mi vida. Volver a ver mi mundo.
    —Por supuesto. Volveremos.
    Delante de la pareja, un hombrecillo nervioso había terminado su pan de ajo y su vino. Se secó la boca, consultó el reloj y se levantó. Mientras pasaba al lado de Curt, hundió la mano en el bolsillo, tintinearon unas monedas, y volvió a sacar la mano, que aferraba un tubo delgado. Giró en redondo, se inclinó sobre Pat y apretó el extremo del tubo.
    Del tubo surgió una única cápsula, que rozó una fracción de segundo el brillante cabello de la muchacha y desapareció. El eco de una vibración se propagó a las mesas cercanas. El hombrecillo nervioso continuó su camino.
    Curt se levantó, aturdido por el sobresalto. Seguía con la mirada fija, paralizado, cuando Reynolds apareció a su lado y le apartó con firmeza.
    —Está muerta —dijo Reynolds—. Intente comprenderlo. Murió instantáneamente. No sufrió el menor dolor. Afecta directamente al sistema nervioso central. Ni siquiera se dio cuenta.
    Ningún cliente del bar se había movido. Estaban sentados a sus mesas, el rostro impasible, con la vista clavada en Reynolds mientras éste pedía que encendieran más luces. La oscuridad se disipó y los objetos del local adquirieron mayor definición.
    —Paren ese trasto —ordenó Reynolds. La máquina de música se sumió en el silencio—. Estas personas son Guardias —explicó a Curt—. Sondeamos sus pensamientos acerca de este lugar en cuanto entró en el despacho de Fairchild.
    —No me di cuenta —murmuró Curt—. No lo anticipé.
    —El hombre que la ha matado es un Anti-Psi —dijo Reynolds—. Hace años que conocemos esa categoría. Recuerde que fue necesario un sondeo preliminar para eliminar el escudo de Patricia Connley.
    —Sí —admitió Curt—. Uno de los suyos la sondeó hace años.
    —No nos gusta el concepto Anti-Psi. Queríamos eliminar a esa clase, pero nos interesaba. Durante la pasada década, descubrimos y neutralizamos a catorce Anti-Psis. En esto, hemos dejado atrás a toda la clase Psi..., excepto a usted. El problema consiste en que es imposible descubrir un talento Anti-Psi hasta que se enfrenta contra el talento psiónico que anula.
    Curt comprendió.
    —Tenían que enfrentar a este hombre con un Precog. Y sólo existe otro, aparte de mí.
    —Julie colaboró. Le planteamos el problema hace meses. Contábamos con pruebas indiscutibles sobre su relación con esa joven. Ignoro cómo esperaba impedir que los telépatas conocieran sus planes, pero está claro que se lo creyó. En cualquier caso, la muchacha ha muerto. Y no habrá una clase Anti-Psi. Esperamos lo máximo posible, porque no nos gusta destruir a individuos con talento, pero Fairchild se disponía a firmar el decreto de legalización. Tuvimos que actuar cuanto antes.
    Curt lanzó sus puños hacia adelante, aun sabiendo que era inútil. Reynolds saltó hacia atrás; su pie tropezó con la mesa y se tambaleó. Curt rompió el vaso de Pat contra la mesa y lanzó sus bordes dentados hacia la cara de Reynolds.
    Los Guardias le apartaron.
    Curt se soltó. Alzó el cuerpo de Pat. Aún estaba caliente; su rostro se veía sereno, inexpresivo, una cáscara vacía que no reflejaba nada. La sacó del bar y salió a la calle en sombras. Un momento después, la introdujo en su coche y se puso al volante.
    Se dirigió al colegio, estacionó el coche y la trasladó al edificio principal. Se abrió paso entre los atónitos oficiales, llegó a los aposentos de los niños y empujó con el hombro la puerta de la habitación de Sally.
    Estaba despierta y vestida, sentada en una silla de respaldo alto. La niña le miró con aire desafiador.
    —¿Lo ves? —gritó—. ¿Ves lo que has conseguido?
    Estaba demasiado aturdido para responder.
    —¡Y todo por tu culpa! Obligaste a Reynolds a intervenir. Tuvo que matarla. —Se puso en pie de un brinco y corrió hacia él, chillando como una histérica—. ¡Eres nuestro enemigo! Quieres meternos en problemas a todos. Le conté a Reynolds lo que estabas haciendo, y él...
    Se calló cuando Curt salió de la habitación, cargado con el cuerpo de Pat. Mientras corría por el pasillo, la muchacha le siguió, fuera de sí.
    —Quieres dar el salto... ¡Quieres que obligue a Tontorrón a transportarte!
    Le adelantó, corriendo de un lado a otro como un insecto maníaco. Resbalaban lágrimas sobre sus mejillas; su rostro se había deformado hasta extremos inconcebibles. Le siguió sin descanso hasta la cámara de Tontorrón.
    —¡No pienso ayudarte! ¡Eres nuestro enemigo y no volveré a ayudarte! Me alegro que haya muerto. ¡Ojalá tú también hubieras muerto! Cuando Reynolds te cace, te matará. Me lo dijo él. Dijo que ya no existiría otro como tú, que todo seguiría el camino correcto, y que nadie, ni tú ni ninguno de esos cabezadormidas, nos detendría.
    Depositó el cuerpo de Pat sobre el suelo y salió de la cámara. Sally corrió tras él.
    —¿Sabes lo que ha hecho con Fairchild? Le ha modificado, para que no pueda volver a hacer nada nunca más.
    Curt abrió una puerta y entró en la habitación de su hijo. La puerta se cerró a su espalda y los gritos frenéticos de la niña se convirtieron en una vibración apagada. Tim se incorporó en la cama, sorprendido y aturdido de sueño.
    —Vamos —dijo Curt.
    Arrancó al niño de la cama, le vistió y salieron al pasillo.
    Sally les detuvo cuando volvieron a entrar en la cámara de Tontorrón.
    —No lo hará —aulló—. Me tiene miedo y le dije que no lo hiciera. ¿Lo entiendes?

    Tontorrón estaba desparramado sobre su inmensa silla. Levantó su gran cabeza cuando Curt se acercó.
    —¿Qué quieres? —murmuró—. ¿Qué le pasa? —Indicó el cuerpo inerte de Pat—. ¿Se ha muerto, o algo así?
    —¡Reynolds la ha matado! —chilló Sally, bailando alrededor de Curt y su hijo—. ¡Y matará al señor Purcell! ¡Matará a todo aquel que intente detenernos!
    Las gruesas facciones de Tontorrón se ensombrecieron. Los rollos de carne se tiñeron de un tono púrpura.
    —¿Qué pasa, Curt? —murmuró.
    —La Guardia ha tomado el poder.
    —¿Han matado a tu chica?
    —Sí.
    Tontorrón consiguió sentarse y se inclinó hacia adelante.
    —¿Reynolds te persigue?
    —Sí.
    Tontorrón se lamió sus gruesos labios, vacilante.
    —¿Adónde quieres ir? —preguntó con voz ronca—. Puedo trasladarte a donde quieras, a Terra, tal vez, o...
    Sally ejecutó frenéticos movimientos con sus manos. Parte de la silla de Tontorrón se animó. Los brazos se retorcieron a su alrededor y se hundieron con fuerza en su fofa barriga. El ser vomitó y cerró los ojos.
    —¡Haré que lo lamentes! —canturreó Sally—. ¡Puedo hacerte cosas terribles!
    —No quiero ir a Terra —dijo Curt. Recogió el cuerpo de Pat e indicó con un gesto a Tim que se acercara—. Quiero ir a Próxima VI.
    Tontorrón se debatía en un mar de dudas. Oficiales y Guardias se acercaban a la cámara con sigilo. Una corriente de incertidumbre recorría los pasillos.
    La voz chillona de Sally se elevó sobre el estruendo, para atraer la atención de Tontorrón.
    —¡Ya sabes lo que haré! ¡Ya sabes lo que te pasará!
    Tontorrón tomó su decisión. Se ocupó de Sally antes de volverse hacia Curt. Una tonelada de plástico fundido transportado desde alguna fábrica terrana se abatió sobre la niña, como un torrente siseante. El cuerpo de Sally se disolvió, mientras un brazo se levantaba y agitaba. El eco de su voz quedó flotando en el aire.
    Tontorrón había actuado, pero la deformación que la niña agonizante había lanzado contra él ya había cobrado existencia. Cuando Curt percibió a su alrededor el aire de la transportación espacial, captó una breve visión del tormento infligido a Tontorrón. No había visto con precisión lo que Sally había suspendido sobre la gran cabeza del idiota, pero ahora lo vio y comprendió las vacilaciones de Tontorrón. Un chillido agudo surgió de la garganta de éste, mientras la cámara se alejaba. Tontorrón cambió y fluctuó cuando el cambio operado por Sally le engulló.
    Curt comprendió en aquel momento el valor sepultado bajo los rollos de grasa. Tontorrón conocía el peligro, lo había asumido, y también aceptado (más o menos) las consecuencias.
    El inmenso cuerpo se había transformado en una masa de arañas, una montaña de seres peludos y agitados, miles de ellos, incontables arañas que se separaban y volvían a arracimarse.
    Y entonces, la cámara desapareció. Estaba en otro sitio.

    Atardecía. Siguió tendido un rato, medio sepultado en el denso follaje. A su alrededor zumbaban insectos, que buscaban humedad en los tallos de las flores malolientes. El cielo teñido de rojo relucía a la luz del sol. A lo lejos, un animal chilló en tono lastimero.
    Su hijo se removió a su lado. El niño se levantó, paseó sin rumbo y volvió con su padre.
    Curt se incorporó. Tenía la ropa desgarrada. Sobre su mejilla resbalaba sangre, que mojaba su boca. Meneó la cabeza, se estremeció y paseó la vista en torno suyo.
    El cuerpo de Pat yacía a unos metros de distancia. Un objeto roto y desarticulado, carente de toda vida. Un cascarón vacío y abandonado.
    Se arrastró hacia ella. Estuvo acuclillado durante un rato, contemplándola con aire ausente. Después, la cargó en su espalda y se levantó.
    —Vámonos de aquí —dijo a Tim.
    Caminaron durante largo tiempo. Tontorrón les había depositado lejos de los lugares habitados, en el caos palpitante de la selva de Próxima VI. Al llegar a un campo se detuvieron y descansaron. Una columna de humo azul se alzaba sobre la hilera de árboles. Una chimenea, tal vez, o alguien que quemaba matojos. Cargó de nuevo a Pat y prosiguieron su camino.
    Cuando salió a la carretera procedente de la espesura, los campesinos se quedaron paralizados de terror. Algunos huyeron, otros no se movieron, mirando sin comprender al hombre y al niño.
    —¿Quién eres? —preguntó uno, mientras manoseaba un cuchillo—. ¿Qué llevas ahí?
    Trajeron una camioneta, dejaron que depositara a Pat entre la madera recién cortada y les condujeron al pueblo más cercano, situado a unos ciento cincuenta kilómetros de distancia. Les dieron gruesas prendas de trabajo y comida, procedentes del almacén general del pueblo. Bañaron y se ocuparon de Tim, y más tarde se convocó una asamblea general.
    Se sentó a una enorme y tosca mesa, sembrada de los restos de la comida anterior. Sabía cuál iba a ser la decisión de sus anfitriones; la había anticipado sin problemas.
    —La vieja no puede recomponer a alguien tan deteriorado —le explicó el líder del pueblo—. Todos los ganglios superiores, el cerebro y casi toda la columna vertebral de la muchacha han desaparecido.
    Escuchó sin decir nada. Después, consiguió una baqueteada camioneta, cargó en su interior a Pat y Tim, y emprendió nuevamente el viaje.

    Habían avisado al pueblo de Pat mediante una radio de onda corta. Manos salvajes la sacaron de la camioneta; un pandemónium de gritos y furia se alzó alrededor de Curt, rostros deformados por la pena y el horror. Gritos, empujones, preguntas, una confusión de hombres y mujeres, hasta que los hermanos de Pat abrieron un camino entre la multitud para llevarle a casa.
    —Es inútil —le dijo su padre—. Y la vieja se fue hace años, según creo. —El hombre indicó las montañas—. Vivía allí. Bajaba con frecuencia, pero hace años que no la vemos. —Aferró con rudeza a Curt—. ¡Es demasiado tarde, maldita sea! ¡Está muerta! ¡No puede resucitarla!
    Escuchó las palabras en silencio. No le interesaban las predicciones de ningún tipo. Cuando terminaron de hablar con él, tomó el cuerpo de Pat, lo cargó hasta el camión, llamó a su hijo y se marcharon.
    El camión ascendió en silencio por la carretera que serpenteaba hacia las montañas. El aire frío mordió la carne de Curt. Densas nubes de niebla que se elevaban del suelo cretoso ocultaban la carretera. Más adelante, un animal bloqueó su camino hasta que lo alejó a base de tirarle piedras. Por fin, el camión agotó la gasolina y se detuvo. Saltó al suelo, permaneció de pie un rato, despertó a su hijo y siguieron a pie.
    Casi había anochecido cuando encontró la cabaña, colgada sobre un saliente rocoso. Un fétido hedor a asaduras y pellejos secos hirió su nariz, mientras se abría paso entre montones de escombros, latas y cajas, telas podridas y madera infestada de termitas.
    La vieja estaba regando un pequeño huerto de verduras paupérrimas. Cuando Curt se acercó, la anciana bajó la regadera y se volvió hacia él. Su rostro arrugado expresó suspicacia y asombro.
    —No puedo hacerlo —dijo, agachada sobre el cuerpo inerte de Pat. Palpó con sus manos resecas y correosas el rostro de la muchacha, le abrió la camisa, apretó la piel de la nuca, apartó la masa de cabello negro y aferró el cráneo con sus fuertes dedos—. No, no puedo hacer nada. —Su voz resonó con aspereza en la niebla nocturna que remolineaba a su alrededor—. Está consumida. No queda tejido que sanar.
    Curt consiguió mover sus labios agrietados.
    —¿Hay algún otro Resurreccionista por los alrededores? —preguntó.
    La vieja se puso en pie con un esfuerzo.
    —Nadie puede ayudarte, ¿no lo entiendes? ¡Está muerta!
    Curt permaneció inmóvil. Interrogó a la mujer una y otra vez. Por fin, obtuvo una respuesta desganada. Al otro lado del planeta creía que había un competidor. Entregó a la anciana sus cigarrillos, encendedor y estilográfica, cargó con el cuerpo muerto y volvió sobre sus pasos. Tim le siguió con la cabeza gacha y el cuerpo encorvado de cansancio.
    —Vamos —le ordenó Curt con aspereza.
    La anciana les observó en silencio mientras se alejaban bajo la luz de las dos tristes lunas amarillentas de Próxima VI.

    Sólo consiguió avanzar medio kilómetro. De alguna forma, sin previa advertencia, el cuerpo de la muchacha había desaparecido. La había perdido, dejado caer en algún momento, entre las rocas sembradas de basura y las malas hierbas que cubrían el sendero. Tal vez en uno de los profundos barrancos que bordeaban el mellado costado de la montaña.
    Se sentó en el suelo y descansó. No quedaba nada. Fairchild había caído en manos de la Guardia. Sally había destruido a Tontorrón. Sally también había desaparecido. Las colonias estaban a merced de Terra; su escudo protector contra los proyectiles se había disuelto cuando Tontorrón murió. Y Pat.
    Oyó un ruido a su espalda. Se volvió apenas, abrumado de desesperación y agotamiento. Por un momento pensó que era Tim. Forzó la vista. La sombra surgida de la oscuridad era demasiado alta, caminaba con demasiada seguridad. Era una sombra familiar.
    —Tiene razón —dijo el anciano, el viejo Psi que se encontraba en el despacho de Fairchild. Hizo su aparición, inmenso y aterrador, a la luz amarillenta de la luna—. Es inútil intentar devolverle la vida. Podría conseguirse, pero es demasiado difícil. Y usted y yo debemos pensar en otras cosas.
    Curt huyó. Cayó, resbaló y bajó ciegamente por la senda. Por fin, llegó a la planicie.
    Cuando se detuvo, vio que era Tim quien le seguía. Por un momento, pensó que había sufrido una alucinación, un engaño de su imaginación. El viejo había desaparecido.
    No lo comprendió del todo hasta presenciar el cambio que tenía lugar ante sus ojos. Y esta vez fue al revés. Comprendió que éste era un Izquierdo. Y era una silueta familiar, pero diferente. Una silueta que recordaba del pasado.
    Donde se había erguido el niño de ocho años, apareció un lloroso y asustado niño de dieciséis meses. Ahora, la sustitución se había producido en el otro sentido..., y no pudo negar lo que sus ojos veían.
    —Muy bien —dijo, cuando su hijo de ocho años volvió a materializarse y el bebé desapareció.
    Sin embargo, el niño sólo permaneció un momento. Se desvaneció casi al instante, y esta vez apareció una forma nueva. Un hombre de poco más de treinta años, un hombre que Curt nunca había visto.
    Un hombre que le resultó familiar.
    —Eres mi hijo —dijo Curt.
    —Exacto. —El hombre le examinó a la mortecina luz—. Te das cuenta que es imposible resucitarla, ¿verdad? Debemos dejar esto en claro antes de continuar.
    Curt asintió.
    —Lo sé.
    —Estupendo. —Tim avanzó hacia él con la mano extendida—. Entonces, regresemos. Tenemos mucho que hacer. Los Derechos del medio y el extremo hemos intentado emerger durante mucho tiempo. Es difícil aflorar sin permiso del Central. Y en estos casos, el Central es demasiado joven para comprender.
    —De modo que se refería a eso —murmuró Curt, mientras los dos se encaminaban al pueblo—. Los Otros son él mismo, en diversos puntos de su pista temporal.
    —El Izquierdo son los Otros anteriores —contestó Tim—. El Derecho es el futuro, por supuesto. Tú decías que Precog más Precog igual a nada. Ahora, ya sabes la verdad. Dan lugar al Precog definitivo: la capacidad de viajar por el tiempo.
    —Los Otros trataban de emerger. Él les veía y se asustaba.
    —Era muy difícil, pero sabíamos que al final maduraría lo suficiente para comprender. Elaboró una complicada mitología. Nosotros, quiero decir. Yo. —Tim rió—. Aún no tenemos una terminología adecuada. Nunca existe un acontecimiento único.
    —Yo podía cambiar el futuro, porque lo veía de antemano —dijo Curt—, pero no podía cambiar el presente. Tú puedes cambiar el presente, retrocediendo al pasado. Por eso aquel Otro Derecho extremo, el viejo, iba siempre pegado a Fairchild.
    —Fue nuestra primera travesía lograda. Por fin pudimos inducir al Central a aceptar a sus dos Derechos. Eso concretó a los dos, pero tardó tiempo.
    —¿Qué ocurrirá ahora? ¿La guerra, la separación? ¿Qué pasará con Reynolds?
    —Como ya sabes, podemos alterar la situación volviendo al pasado. Es peligroso. Un simple cambio en el pasado puede alterar por completo el presente. El talento de viajar por el tiempo es el más delicado..., y el más prometeico. Cualquier otro talento, sin excepción, puede cambiar lo que va a ocurrir. Yo podría borrar todo lo que existe. Precedo a todo y a todos. Nada puede utilizarse contra mí. Siempre estoy antes. Siempre he estado.
    Curt guardó silencio mientras pasaban junto al camión abandonado.
    —¿Qué es un Anti-Psi? —preguntó por fin—. ¿Qué tienes que ver con ella?
    —No mucho. A ti se debe el que se haya descubierto, porque hace pocas horas que nosotros hemos empezado a intervenir. Llegamos a tiempo de echar una mano... Ya nos viste con Fairchild. Somos los patrocinadores del Anti-Psi. Te sorprendería ver algunos senderos temporales alternativos en los que el Anti-Psi no logra arrancar. Tu precognición era correcta: no son muy agradables.
    —De modo que he recibido ayuda en los últimos tiempos.
    —Te seguimos de cerca, sí, y a partir de ahora aumentaremos nuestra ayuda. En este momento, Reynolds está un poco desequilibrado, pero ya se han tomado medidas. Nuestro poder no es infinito, por supuesto. La duración media de nuestras vidas, unos setenta años, nos limita. Estar fuera del tiempo produce una sensación extraña, porque los cambios no nos afectan, y no estamos sujetos a ley alguna.
    »Es como flotar sobre el tablero de ajedrez y ver a todo el mundo como piezas, ver el Universo como un tablero de casillas blancas y negras, con todas las personas y todos los objetos atados a su punto espacio-temporal. Nosotros estamos fuera del tablero; movemos las piezas desde arriba. Realizamos ajustes, alteramos la posición de los hombres, cambiamos la partida sin que las piezas se enteren. Desde fuera.
    —¿No la vas a resucitar? —suplicó Curt.
    —No esperarás que sienta demasiada compasión por esa chica —dijo su hijo—. Al fin y al cabo, Julie es mi madre. Ahora entiendo el significado de la expresión «molino de los dioses». Ojalá pudiéramos moler más grueso... Ojalá pudiéramos salvar a algunos de los que caen atrapados entre los engranajes. Si compartieras nuestro punto de vista lo comprenderías. Debemos mantener en equilibrio todo un Universo; el tablero es gigantesco.
    —Un tablero tan gigantesco que, tal vez, una persona no cuente —insinuó Curt, loco de dolor.
    Su hijo adoptó una expresión preocupada. Curt recordó que ése era su aspecto cuando intentaba explicar al niño algo que estaba más allá de su comprensión. Confió en que Tim se las pudiera arreglar mejor que él.
    —No es eso —explicó Tim—. Para nosotros, ella no ha desaparecido. Sigue ahí, en otra parte del tablero que tú no puedes ver. Siempre estuvo allí. Siempre lo estará. Ninguna pieza, por pequeña que sea, se sale jamás del tablero.
    —Para ustedes.
    —Sí. Estamos fuera del tablero. Es posible que nuestro talento llegue a ser compartido por todo el mundo. Cuando eso ocurra, ni la tragedia ni la muerte se malinterpretarán.
    —¿Y entretanto? —Curt ardía en deseos que Tim accediera—. Yo no poseo el talento. Para mí, ella está muerta. El lugar que ocupaba en el tablero está vacío. Julie no puede llenarlo. Nadie puede.
    Tim reflexionó. Parecía sumido en sus pensamientos, pero Curt presintió que su hijo se desplazaba incesantemente por los senderos temporales, en busca de una refutación. Sus ojos se clavaron otra vez en su padre y asintió con tristeza.
    —No puedo enseñarte el lugar que ocupa en el tablero —respondió—. Y tu vida está vacía en todos los senderos temporales, excepto en uno.
    Curt oyó que alguien se acercaba por los arbustos. Se volvió..., y entonces, Pat cayó en sus brazos.
    —Éste —dijo Tim.

    Título Original: A World of Talent © 1954.

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