MEDIASAURUS, ADIOS A LOS TIMES Y A LOS NETWORKS (Michael Crichton)
Publicado en
abril 08, 2010
OCTUBRE 1994 A la hora de enfilar por las autopistas de fibras ópticas y de la fiebre por las redes informáticas, los medios de comunicación tendrán que cambiar radicalmente un modo de ser que los ha acompañado, y delimitado, desde sus inicios.
Soy autor de una novela sobre dinosaurios, otra sobre las relaciones comerciales Estados Unidos-Japón y otra sobre hostigamiento sexual, y algunos dicen que es mi trilogía de dinosaurios. Pero ahora me quiero centrar en otro dinosaurio que tal vez esté en vías de extinción: los medios de comunicación norteamericanos. Y uso el término extinción literalmente. Según yo, es probable que lo que ahora entendemos por medios de comunicación haya desaparecido en unos diez años. Se haya evaporado, sin dejar rastro.
Ha habido pruebas de una inminente extinción desde hace mucho. Todos conocemos estadísticas sobre el descenso de lectores de periódicos y de espectadores de televisión abierta. Las encuestas muestran actitudes del público cada vez más negativas hacia la prensa, y con toda razón. Hace una generación, Network, de Paddy Chayevsky, parecía una farsa insultante.
Hoy, cuando Geraldo Rivera enseña las nalgas, cuando The New York Times cita mal a Barbie (la muñeca), y la NBC finge noticias filmadas de camiones que explotan, Network parece un documental.
Según sondeos de opinión recientes, grandes segmentos de la población norteamericana piensan que los medios de comunicación prestan atención a lo trivial y que les es indiferente lo que en realidad importa. También creen que los medios de comunicación no informan de los problemas del país, sino que son parte de ellos. Cada vez son más las personas que no perciben ninguna diferencia entre reporteros narcisistas que hacen preguntas en beneficio propio y políticos narcisistas que las evaden en beneficio propio.
Aun así, parece que los medios no se dan cuenta. No entienden por qué los consumidores no están contentos con sus mercancías. Y me gustaría abordar esta idea, que los medios de comunicación y el concepto que tenemos hoy de las noticias son obsoletos.
De momento dejaré de lado las perogrulladas inevitables sobre la prensa y daré por hecho que el portador de malas noticias suele ser ejecutado; que todos los seres humanos tienen ganas de chismes y escándalo; que los medios de comunicación deben atraer a un público; que el prejuicio está en el ojo del lector tanto como en la pluma o en la mordacidad del sonido del reportero.
Veamos, en cambio, el tema de la calidad.
Los medios de comunicación son una industria y su producto es la información. Y junto con muchas otras industrias norteamericanas, los medios de comunicación fabrican un producto de muy mala calidad. La información que dan no es confiable, tiene demasiado cromo y fallas, las puertas chirrían, se estropea casi de inmediato y se vende sin garantía.
Es llamativa, pero básicamente es basura. De modo que la gente ha dejado de comprarla.
La mala calidad del producto en parte es el resultado del sistema de educación norteamericano, que gradúa trabajadores con muy mala educación para generar información de alta calidad. En parte es un problema de la miopía de sus empresarios, que fomentan las ganancias a costa de la calidad. En parte es la falta de respuesta al cambio tecnológico, en particular a la tecnología por medio de computadoras conocida colectivamente como la Red. Y en gran parte es que no se ha logrado reconocer que las necesidades del público han cambiado.
Adiós a los Times En las últimas décadas, muchas compañías norteamericanas han pasado por una reestructuración dolorosa para fabricar productos de alta calidad que las ha sacado de quicio. Esta reestructuración exige ante todo derrumbar la jerarquía corporativa, transmitir la información crítica de abajo arriba en vez de arriba abajo y facultar a los obreros. Significa cambiar el sistema, no sólo el foco de la corporación, y dirigirse implacablemente hacia un producto de calidad. Mejorar la calidad exige un cambio en la cultura corporativa, un cambio radical.
En términos generales, los medios de comunicación norteamericanos se han mantenido al margen de este proceso. Ha habido algunas innovaciones positivas, como CNN y C-SPAN. Pero las noticias en la televisión y en los periódicos son consideradas en general menos precisas, menos objetivas, menos informadas que hace una década. En vez de centrarse en la calidad, los medios de comunicación han tratado de ser vivaces o arrolladores:
venden el chisporroteo, no el bistec; al huésped de la charla, no al invitado; el formato, no el tema. Y actuando así han abandonado a su público.
¿Quién será la GM o la IBM de los noventas, la próxima gran institución norteamericana en encontrarse obsoleta y anticuada y a la vez negándose obstinadamente a cambiar? Me temo que una respuesta sería The New York Times y las redes comerciales. Otras instituciones han sido llevadas a mejorar la calidad. Ford fabrica ahora un coche mejor como nunca lo había visto en mi vida. Se lo hemos de agradecer a Toyota y Nissan. ¿Pero quién empujará al New York Times?
Creo que la respuesta es la tecnología. Los medios de comunicación siempre han estado dirigidos por la tecnología. Y sin embargo es sorprendente cuántas de sus actitudes y terminologías son muy viejas. Estereotipo y cliché son términos de imprenta del siglo XVIII que se refieren a los tipos de metal. La estructura de narración de pirámide invertida era una respuesta al recién inventado telégrafo: los reporteros no estaban seguros de poder transmitir toda la historia antes de que el telégrafo se descompusiera y comenzaron a dar la información más importante primero. La primera imagen que se transmitió en televisión fue un signo de dólar, que marcó el tono futuro de este medio de comunicación. Pero el empuje moderno de la tecnología es radicalmente diferente porque está cambiando el concepto mismo de información en nuestra sociedad.
La información es hoy vitalmente importante. Vivimos de ella. Para el año 2000, por primera vez en nuestra historia, el 50% de los empleos norteamericanos exigirá por lo menos un año de college. En este contexto, las noticias no son diversión, son una necesidad. Las necesitamos, y necesitamos que sean de alta calidad: comprehensivas y exactas en cuanto a los hechos.
La gente entiende cada vez más que paga por obtener información. Las bases de datos cobran por minuto. A medida que el vínculo entre pago e información se vuelva más explícito, los consumidores querrán, como es natural, mejor información. La pedirán y estarán dispuestos a pagarla. Va a haber -yo diría que ya lo hay- un mercado de información de suma calidad, lo que los expertos en calidad llamarían "información de seis sigmas". (La empresa que establecía el hito de la calidad norteamericana era siempre Motorola, y hasta 1989 Motorola hablaba de calidad de tres sigmas: tres partes malas en mil. Calidad de seis sigmas significa tres partes malas en un millón.)
Es un salto cuántico, incomprensible hasta ahora en la calidad norteamericana, aunque los japoneses hace años que lo lograron. Pero este tipo de rigor es desconocido en los medios de comunicación. Ninguno de los medios de comunicación tradicionales ha empezado a abordar esta necesidad.
¿Pero qué sucedería si alguien me ofreciera un servicio con información de alta calidad? Un servicio en el que todos los datos fueran ciertos, las citas no fueran inventadas, las estadísticas las presentara alguien que supiera algo de estadísticas. ¿Cuánto costaría esto? Mucho. Porque la buena información es valiosa. La noción de que es relleno entre los anuncios está pasada de moda.
Tiren el ancla Hay una segunda tendencia que tiene que ver con la anterior. Yo quiero acceso directo a la información que me interesa, y cada vez tengo más expectativas de obtenerla. Se trata de una tendencia ya consumada en muchas tecnologías. Cuando yo era niño, los teléfonos no tenían discos de marcar. Se descolgaba el teléfono y se pedía a una operadora que hiciera la llamada. Ahora, si alguna vez le ha sucedido estar en algún lugar donde le tienen que hacer la llamada, ya sabe lo exasperante que es. Es más rápido y más eficaz marcar uno mismo.
El equivalente en los medios de comunicación de hoy a la antigua telefonista es Dan Rather, o el editor de la primera plana, o el reportero que poda los hechos para ser vivaz y animado. Mi deseo de eliminar esos filtros es cada vez mayor y, en algunos casos, ya puedo hacerlo. Cuando leo que Ross Perot compareció ante un comité del Congreso, ya no dependo únicamente del vívido y animado relato en The New York Times que habla de las homilías informales de Perot y de un montón de otros adornos cromados que no me interesan. Puedo poner C-SPAN y ver la audiencia. En el proceso, también puedo apreciar la precisión del relato del New York Times. Y es probable que esto cambie mi opinión del New York Times, como en realidad así ha sido, porque parece que The New York Times tiene un problema con Ross Perot. Me recuerda a la anécdota que se contaba de Hearst, que cuando vio a un antiguo adversario en la calle comentó: "No sé por qué me odia, nunca le he hecho ningún favor." Anti-trust óptico Pero mi capacidad de ver C-SPAN nos lleva a la tercera tendencia: el fin inminente del monopolio de información de los medios, un monopolio que existe desde los inicios de nuestro país. La revolución norteamericana fue la primera guerra que se libró, en parte, a través de la opinión pública en los periódicos, y Ben Franklin fue el primer cabildero en captar que los medios de comunicación empleaban técnicas de desinformación. En los 200 años siguientes, los medios de comunicación han conseguido comportarse de un modo básicamente monopólico. Han tratado la información como John D.
Rockefeller trató el petróleo, como una mercancía para la cual la red de distribución, y no la calidad del producto, es de importancia primordial.
Pero cuando la gente pueda obtener la materia prima de los datos por sí misma, se acabará el monopolio. Y esto significa grandes cambios, y pronto.
Cuando Al Gore logre poner en funcionamiento las autopistas de fibra óptica y la capacidad de información del país esté donde debería de estar, yo podré, por ejemplo, ver cualquier reunión pública del Congreso en la Red. Y tendré agentes de inteligencia artificial rastreando las bases de datos, seleccionando material que me interesa y que me reunirá una primera plana o un espectáculo de noticias nocturno que incite mi interés. Tendré los 12 relatos de primera línea que quiero y podré teclear doble para obtener más detalles. ¿Cómo competirán con esto Peter Jennings, MacNeil-Lehrer o un periódico?
Las instituciones de los medios de comunicación tendrán que cambiar. Claro que todavía no sé lo que no sé, que quiere decir que los panoramas amplios o las fuentes interpretativas tendrán valor... si esas fuentes se comprometen a un trabajo de interpretación de auténtica calidad o a un trabajo de investigación de auténtica calidad. De momento, no es muy frecuente que suceda ninguna de ambas cosas.
FIN