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    Heart Beat


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    Jello


    Light Speed In


    Pulse


    Roll In


    Rotate In


    Rotate In Down Left


    Rotate In Down Right


    Rotate In Up Left


    Rotate In Up Right


    Rubber Band


    Shake


    Slide In Up


    Slide In Down


    Slide In Left


    Slide In Right


    Swing


    Tada


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    ÍNDICE
  • MÚSICA SELECCIONADA
  • Instrumental
  • 1. 12 Mornings - Audionautix - 2:33
  • 2. Allegro (Autumn. Concerto F Major Rv 293) - Antonio Vivaldi - 3:35
  • 3. Allegro (Winter. Concerto F Minor Rv 297) - Antonio Vivaldi - 3:52
  • 4. Americana Suite - Mantovani - 7:58
  • 5. An Der Schonen Blauen Donau, Walzer, Op. 314 (The Blue Danube) (Csr Symphony Orchestra) - Johann Strauss - 9:26
  • 6. Annen. Polka, Op. 117 (Polish State Po) - Johann Strauss Jr - 4:30
  • 7. Autumn Day - Kevin Macleod - 3:05
  • 8. Bolereando - Quincas Moreira - 3:21
  • 9. Ersatz Bossa - John Deley And The 41 Players - 2:53
  • 10. España - Mantovani - 3:22
  • 11. Fireflies And Stardust - Kevin Macleod - 4:15
  • 12. Floaters - Jimmy Fontanez & Media Right Productions - 1:50
  • 13. Fresh Fallen Snow - Chris Haugen - 3:33
  • 14. Gentle Sex (Dulce Sexo) - Esoteric - 9:46
  • 15. Green Leaves - Audionautix - 3:40
  • 16. Hills Behind - Silent Partner - 2:01
  • 17. Island Dream - Chris Haugen - 2:30
  • 18. Love Or Lust - Quincas Moreira - 3:39
  • 19. Nostalgia - Del - 3:26
  • 20. One Fine Day - Audionautix - 1:43
  • 21. Osaka Rain - Albis - 1:48
  • 22. Read All Over - Nathan Moore - 2:54
  • 23. Si Señorita - Chris Haugen.mp3 - 2:18
  • 24. Snowy Peaks II - Chris Haugen - 1:52
  • 25. Sunset Dream - Cheel - 2:41
  • 26. Swedish Rhapsody - Mantovani - 2:10
  • 27. Travel The World - Del - 3:56
  • 28. Tucson Tease - John Deley And The 41 Players - 2:30
  • 29. Walk In The Park - Audionautix - 2:44
  • Naturaleza
  • 30. Afternoon Stream - 30:12
  • 31. Big Surf (Ocean Waves) - 8:03
  • 32. Bobwhite, Doves & Cardinals (Morning Songbirds) - 8:58
  • 33. Brookside Birds (Morning Songbirds) - 6:54
  • 34. Cicadas (American Wilds) - 5:27
  • 35. Crickets & Wolves (American Wilds) - 8:56
  • 36. Deep Woods (American Wilds) - 4:08
  • 37. Duet (Frog Chorus) - 2:24
  • 38. Echoes Of Nature (Beluga Whales) - 1h00:23
  • 39. Evening Thunder - 30:01
  • 40. Exotische Reise - 30:30
  • 41. Frog Chorus (American Wilds) - 7:36
  • 42. Frog Chorus (Frog Chorus) - 44:28
  • 43. Jamboree (Thundestorm) - 16:44
  • 44. Low Tide (Ocean Waves) - 10:11
  • 45. Magicmoods - Ocean Surf - 26:09
  • 46. Marsh (Morning Songbirds) - 3:03
  • 47. Midnight Serenade (American Wilds) - 2:57
  • 48. Morning Rain - 30:11
  • 49. Noche En El Bosque (Brainwave Lab) - 2h20:31
  • 50. Pacific Surf & Songbirds (Morning Songbirds) - 4:55
  • 51. Pebble Beach (Ocean Waves) - 12:49
  • 52. Pleasant Beach (Ocean Waves) - 19:32
  • 53. Predawn (Morning Songbirds) - 16:35
  • 54. Rain With Pygmy Owl (Morning Songbirds) - 3:21
  • 55. Showers (Thundestorm) - 3:00
  • 56. Songbirds (American Wilds) - 3:36
  • 57. Sparkling Water (Morning Songbirds) - 3:02
  • 58. Thunder & Rain (Thundestorm) - 25:52
  • 59. Verano En El Campo (Brainwave Lab) - 2h43:44
  • 60. Vertraumter Bach - 30:29
  • 61. Water Frogs (Frog Chorus) - 3:36
  • 62. Wilderness Rainshower (American Wilds) - 14:54
  • 63. Wind Song - 30:03
  • Relajación
  • 64. Concerning Hobbits - 2:55
  • 65. Constant Billy My Love To My - Kobialka - 5:45
  • 66. Dance Of The Blackfoot - Big Sky - 4:32
  • 67. Emerald Pools - Kobialka - 3:56
  • 68. Gypsy Bride - Big Sky - 4:39
  • 69. Interlude No.2 - Natural Dr - 2:27
  • 70. Interlude No.3 - Natural Dr - 3:33
  • 71. Kapha Evening - Bec Var - Bruce Brian - 18:50
  • 72. Kapha Morning - Bec Var - Bruce Brian - 18:38
  • 73. Misterio - Alan Paluch - 19:06
  • 74. Natural Dreams - Cades Cove - 7:10
  • 75. Oh, Why Left I My Hame - Kobialka - 4:09
  • 76. Sunday In Bozeman - Big Sky - 5:40
  • 77. The Road To Durbam Longford - Kobialka - 3:15
  • 78. Timberline Two Step - Natural Dr - 5:19
  • 79. Waltz Of The Winter Solace - 5:33
  • 80. You Smile On Me - Hufeisen - 2:50
  • 81. You Throw Your Head Back In Laughter When I Think Of Getting Angry - Hufeisen - 3:43
  • Halloween-Suspenso
  • 82. A Night In A Haunted Cemetery - Immersive Halloween Ambience - Rainrider Ambience - 13:13
  • 83. A Sinister Power Rising Epic Dark Gothic Soundtrack - 1:13
  • 84. Acecho - 4:34
  • 85. Alone With The Darkness - 5:06
  • 86. Atmosfera De Suspenso - 3:08
  • 87. Awoke - 0:54
  • 88. Best Halloween Playlist 2023 - Cozy Cottage - 1h17:43
  • 89. Black Sunrise Dark Ambient Soundscape - 4:00
  • 90. Cinematic Horror Climax - 0:59
  • 91. Creepy Halloween Night - 1:56
  • 92. Creepy Music Box Halloween Scary Spooky Dark Ambient - 1:05
  • 93. Dark Ambient Horror Cinematic Halloween Atmosphere Scary - 1:58
  • 94. Dark Mountain Haze - 1:44
  • 95. Dark Mysterious Halloween Night Scary Creepy Spooky Horror Music - 1:35
  • 96. Darkest Hour - 4:00
  • 97. Dead Home - 0:36
  • 98. Deep Relaxing Horror Music - Aleksandar Zavisin - 1h01:52
  • 99. Everything You Know Is Wrong - 0:49
  • 100. Geisterstimmen - 1:39
  • 101. Halloween Background Music - 1:01
  • 102. Halloween Spooky Horror Scary Creepy Funny Monsters And Zombies - 1:21
  • 103. Halloween Spooky Trap - 1:05
  • 104. Halloween Time - 0:57
  • 105. Horrible - 1:36
  • 106. Horror Background Atmosphere - Pixabay-Universfield - 1:05
  • 107. Horror Background Music Ig Version 60s - 1:04
  • 108. Horror Music Scary Creepy Dark Ambient Cinematic Lullaby - 1:52
  • 109. Horror Sound Mk Sound Fx - 13:39
  • 110. Inside Serial Killer 39s Cove Dark Thriller Horror Soundtrack Loopable - 0:29
  • 111. Intense Horror Music - Pixabay - 1:41
  • 112. Long Thriller Theme - 8:00
  • 113. Melancholia Music Box Sad-Creepy Song - 3:46
  • 114. Mix Halloween-1 - 33:58
  • 115. Mix Halloween-2 - 33:34
  • 116. Mix Halloween-3 - 58:53
  • 117. Mix-Halloween - Spooky-2022 - 1h19:23
  • 118. Movie Theme - A Nightmare On Elm Street - 1984 - 4:06
  • 119. Movie Theme - Children Of The Corn - 3:03
  • 120. Movie Theme - Dead Silence - 2:56
  • 121. Movie Theme - Friday The 13th - 11:11
  • 122. Movie Theme - Halloween - John Carpenter - 2:25
  • 123. Movie Theme - Halloween II - John Carpenter - 4:30
  • 124. Movie Theme - Halloween III - 6:16
  • 125. Movie Theme - Insidious - 3:31
  • 126. Movie Theme - Prometheus - 1:34
  • 127. Movie Theme - Psycho - 1960 - 1:06
  • 128. Movie Theme - Sinister - 6:56
  • 129. Movie Theme - The Omen - 2:35
  • 130. Movie Theme - The Omen II - 5:05
  • 131. Música De Suspenso - Bosque Siniestro - Tony Adixx - 3:21
  • 132. Música De Suspenso - El Cementerio - Tony Adixx - 3:33
  • 133. Música De Suspenso - El Pantano - Tony Adixx - 4:21
  • 134. Música De Suspenso - Fantasmas De Halloween - Tony Adixx - 4:01
  • 135. Música De Suspenso - Muñeca Macabra - Tony Adixx - 3:03
  • 136. Música De Suspenso - Payasos Asesinos - Tony Adixx - 3:38
  • 137. Música De Suspenso - Trampa Oscura - Tony Adixx - 2:42
  • 138. Música Instrumental De Suspenso - 1h31:32
  • 139. Mysterios Horror Intro - 0:39
  • 140. Mysterious Celesta - 1:04
  • 141. Nightmare - 2:32
  • 142. Old Cosmic Entity - 2:15
  • 143. One-Two Freddys Coming For You - 0:29
  • 144. Out Of The Dark Creepy And Scary Voices - 0:59
  • 145. Pandoras Music Box - 3:07
  • 146. Peques - 5 Calaveras Saltando En La Cama - Educa Baby TV - 2:18
  • 147. Peques - A Mi Zombie Le Duele La Cabeza - Educa Baby TV - 2:49
  • 148. Peques - El Extraño Mundo De Jack - Esto Es Halloween - 3:08
  • 149. Peques - Halloween Scary Horror And Creepy Spooky Funny Children Music - 2:53
  • 150. Peques - Join Us - Horror Music With Children Singing - 1:59
  • 151. Peques - La Familia Dedo De Monstruo - Educa Baby TV - 3:31
  • 152. Peques - Las Calaveras Salen De Su Tumba Chumbala Cachumbala - 3:19
  • 153. Peques - Monstruos Por La Ciudad - Educa Baby TV - 3:17
  • 154. Peques - Tumbas Por Aquí, Tumbas Por Allá - Luli Pampin - 3:17
  • 155. Scary Forest - 2:41
  • 156. Scary Spooky Creepy Horror Ambient Dark Piano Cinematic - 2:06
  • 157. Slut - 0:48
  • 158. Sonidos - A Growing Hit For Spooky Moments - Pixabay-Universfield - 0:05
  • 159. Sonidos - A Short Horror With A Build Up - Pixabay-Universfield - 0:13
  • 160. Sonidos - Castillo Embrujado - Creando Emociones - 1:05
  • 161. Sonidos - Cinematic Impact Climax Intro - Pixabay - 0:28
  • 162. Sonidos - Creepy Horror Sound Possessed Laughter - Pixabay-Alesiadavina - 0:04
  • 163. Sonidos - Creepy Soundscape - Pixabay - 0:50
  • 164. Sonidos - Creepy Whispering - Pixabay - 0:03
  • 165. Sonidos - Cueva De Los Espiritus - The Girl Of The Super Sounds - 3:47
  • 166. Sonidos - Disturbing Horror Sound Creepy Laughter - Pixabay-Alesiadavina - 0:05
  • 167. Sonidos - Ghost Sigh - Pixabay - 0:05
  • 168. Sonidos - Ghost Whispers - Pixabay - 0:23
  • 169. Sonidos - Ghosts-Whispering-Screaming - Lara's Horror Sounds - 2h03:40
  • 170. Sonidos - Horror - Pixabay - 1:36
  • 171. Sonidos - Horror Demonic Sound - Pixabay-Alesiadavina - 0:18
  • 172. Sonidos - Horror Sfx - Pixabay - 0:04
  • 173. Sonidos - Horror Voice Flashback - Pixabay - 0:10
  • 174. Sonidos - Maniac In The Dark - Pixabay-Universfield - 0:15
  • 175. Sonidos - Miedo-Suspenso - Live Better Media - 8:05
  • 176. Sonidos - Para Recorrido De Casa Del Terror - Dangerous Tape Avi - 1:16
  • 177. Sonidos - Posesiones - Horror Movie Dj's - 1:35
  • 178. Sonidos - Scary Creaking Knocking Wood - Pixabay - 0:26
  • 179. Sonidos - Scream With Echo - Pixabay - 0:05
  • 180. Sonidos - Terror - Ronwizlee - 6:33
  • 181. Suspense Dark Ambient - 2:34
  • 182. Tense Cinematic - 3:14
  • 183. Terror Ambience - Pixabay - 2:01
  • 184. The Spell Dark Magic Background Music Ob Lix - 3:26
  • 185. This Is Halloween - Marilyn Manson - 3:20
  • 186. Trailer Agresivo - 0:49
  • 187. Welcome To The Dark On Halloween - 2:25
  • 188. 20 Villancicos Tradicionales - Los Niños Cantores De Navidad Vol.1 (1999) - 53:21
  • 189. 30 Mejores Villancicos De Navidad - Mundo Canticuentos - 1h11:57
  • 190. Blanca Navidad - Coros de Amor - 3:00
  • 191. Christmas Ambience - Rainrider Ambience - 3h00:00
  • 192. Christmas Time - Alma Cogan - 2:48
  • 193. Christmas Village - Aaron Kenny - 1:32
  • 194. Clásicos De Navidad - Orquesta Sinfónica De Londres - 51:44
  • 195. Deck The Hall With Boughs Of Holly - Anre Rieu - 1:33
  • 196. Deck The Halls - Jingle Punks - 2:12
  • 197. Deck The Halls - Nat King Cole - 1:08
  • 198. Frosty The Snowman - Nat King Cole-1950 - 2:18
  • 199. Frosty The Snowman - The Ventures - 2:01
  • 200. I Wish You A Merry Christmas - Bing Crosby - 1:53
  • 201. It's A Small World - Disney Children's - 2:04
  • 202. It's The Most Wonderful Time Of The Year - Andy Williams - 2:32
  • 203. Jingle Bells - 1957 - Bobby Helms - 2:11
  • 204. Jingle Bells - Am Classical - 1:36
  • 205. Jingle Bells - Frank Sinatra - 2:05
  • 206. Jingle Bells - Jim Reeves - 1:47
  • 207. Jingle Bells - Les Paul - 1:36
  • 208. Jingle Bells - Original Lyrics - 2:30
  • 209. La Pandilla Navideña - A Belen Pastores - 2:24
  • 210. La Pandilla Navideña - Ángeles Y Querubines - 2:33
  • 211. La Pandilla Navideña - Anton - 2:54
  • 212. La Pandilla Navideña - Campanitas Navideñas - 2:50
  • 213. La Pandilla Navideña - Cantad Cantad - 2:39
  • 214. La Pandilla Navideña - Donde Será Pastores - 2:35
  • 215. La Pandilla Navideña - El Amor De Los Amores - 2:56
  • 216. La Pandilla Navideña - Ha Nacido Dios - 2:29
  • 217. La Pandilla Navideña - La Nanita Nana - 2:30
  • 218. La Pandilla Navideña - La Pandilla - 2:29
  • 219. La Pandilla Navideña - Pastores Venid - 2:20
  • 220. La Pandilla Navideña - Pedacito De Luna - 2:13
  • 221. La Pandilla Navideña - Salve Reina Y Madre - 2:05
  • 222. La Pandilla Navideña - Tutaina - 2:09
  • 223. La Pandilla Navideña - Vamos, Vamos Pastorcitos - 2:29
  • 224. La Pandilla Navideña - Venid, Venid, Venid - 2:15
  • 225. La Pandilla Navideña - Zagalillo - 2:16
  • 226. Let It Snow! Let It Snow! - Dean Martin - 1:55
  • 227. Let It Snow! Let It Snow! - Frank Sinatra - 2:35
  • 228. Los Peces En El Río - Los Niños Cantores de Navidad - 2:15
  • 229. Navidad - Himnos Adventistas - 35:35
  • 230. Navidad - Instrumental Relajante - Villancicos - 1 - 58:29
  • 231. Navidad - Instrumental Relajante - Villancicos - 2 - 2h00:43
  • 232. Navidad - Jazz Instrumental - Canciones Y Villancicos - 1h08:52
  • 233. Navidad - Piano Relajante Para Descansar - 1h00:00
  • 234. Noche De Paz - 3:40
  • 235. Rocking Around The Chirstmas - Mel & Kim - 3:32
  • 236. Rodolfo El Reno - Grupo Nueva América - Orquesta y Coros - 2:40
  • 237. Rudolph The Red-Nosed Reindeer - The Cadillacs - 2:18
  • 238. Santa Claus Is Comin To Town - Frank Sinatra Y Seal - 2:18
  • 239. Santa Claus Is Coming To Town - Coros De Niños - 1:19
  • 240. Santa Claus Is Coming To Town - Frank Sinatra - 2:36
  • 241. Sleigh Ride - Ferrante And Teicher - 2:16
  • 242. The First Noel - Am Classical - 2:18
  • 243. Walking In A Winter Wonderland - Dean Martin - 1:52
  • 244. We Wish You A Merry Christmas - Rajshri Kids - 2:07
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  • CON RELLENO

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  • SIN RELLENO

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  • ▪ Bungee Shade: H25-V56

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  • ▪ Moirai One: H34-V64

  • ▪ Rampart One: H31-V63

  • ▪ Rubik Burned: H29-V64

  • ▪ Rubik Doodle Shadow: H29-V65

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  • ▪ Ewert: H27-V62

  • ▪ Londrina Shadow: H41-V67

  • ▪ Londrina Sketch: H41-V67

  • ▪ Miltonian: H31-V67

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  • ▪ Rubik Vinyl: H29-V64

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    H
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    IMÁGENES PERSONALES

    Esta opción permite colocar de fondo, en cualquier sección de la página, imágenes de internet, empleando el link o url de la misma. Su manejo es sencillo y práctico.

    Ahora se puede elegir un fondo diferente para cada ventana del slide, del sidebar y del downbar, en la página de INICIO; y el sidebar y la publicación en el Salón de Lectura. A más de eso, el Body, Main e Info, incluido las secciones +Categoría y Listas.

    Cada vez que eliges dónde se coloca la imagen de fondo, la misma se guarda y se mantiene cuando regreses al blog. Así como el resto de las opciones que te ofrece el mismo, es independiente por estilo, y a su vez, por usuario.

    FUNCIONAMIENTO

  • Recuadro en blanco: Es donde se colocará la url o link de la imagen.

  • Aceptar Url: Permite aceptar la dirección de la imagen que colocas en el recuadro.

  • Borrar Url: Deja vacío el recuadro en blanco para que coloques otra url.

  • Quitar imagen: Permite eliminar la imagen colocada. Cuando eliminas una imagen y deseas colocarla en otra parte, simplemente la eliminas, y para que puedas usarla en otra sección, presionas nuevamente "Aceptar Url"; siempre y cuando el link siga en el recuadro blanco.

  • Guardar Imagen: Permite guardar la imagen, para emplearla posteriormente. La misma se almacena en el banco de imágenes para el Header.

  • Imágenes Guardadas: Abre la ventana que permite ver las imágenes que has guardado.

  • Forma 1 a 5: Esta opción permite colocar de cinco formas diferente las imágenes.

  • Bottom, Top, Left, Right, Center: Esta opción, en conjunto con la anterior, permite mover la imagen para que se vea desde la parte de abajo, de arriba, desde la izquierda, desde la derecha o centrarla. Si al activar alguna de estas opciones, la imagen desaparece, debes aceptar nuevamente la Url y elegir una de las 5 formas, para que vuelva a aparecer.


  • Una vez que has empleado una de las opciones arriba mencionadas, en la parte inferior aparecerán las secciones que puedes agregar de fondo la imagen.

    Cada vez que quieras cambiar de Forma, o emplear Bottom, Top, etc., debes seleccionar la opción y seleccionar nuevamente la sección que colocaste la imagen.

    Habiendo empleado el botón "Aceptar Url", das click en cualquier sección que desees, y a cuantas quieras, sin necesidad de volver a ingresar la misma url, y el cambio es instantáneo.

    Las ventanas (widget) del sidebar, desde la quinta a la décima, pueden ser vistas cambiando la sección de "Últimas Publicaciones" con la opción "De 5 en 5 con texto" (la encuentras en el PANEL/MINIATURAS/ESTILOS), reduciendo el slide y eliminando los títulos de las ventanas del sidebar.

    La sección INFO, es la ventana que se abre cuando das click en .

    La sección DOWNBAR, son los tres widgets que se encuentran en la parte última en la página de Inicio.

    La sección POST, es donde está situada la publicación.

    Si deseas eliminar la imagen del fondo de esa sección, da click en el botón "Quitar imagen", y sigues el mismo procedimiento. Con un solo click a ese botón, puedes ir eliminando la imagen de cada seccion que hayas colocado.

    Para guardar una imagen, simplemente das click en "Guardar Imagen", siempre y cuando hayas empleado el botón "Aceptar Url".

    Para colocar una imagen de las guardadas, presionas el botón "Imágenes Guardadas", das click en la imagen deseada, y por último, click en la sección o secciones a colocar la misma.

    Para eliminar una o las imágenes que quieras de las guardadas, te vas a "Mi Librería".
    MÁS COLORES

    Esta opción permite obtener más tonalidades de los colores, para cambiar los mismos a determinadas bloques de las secciones que conforman el blog.

    Con esta opción puedes cambiar, también, los colores en la sección "Mi Librería" y "Navega Directo 1", cada uno con sus colores propios. No es necesario activar el PANEL para estas dos secciones.

    Así como el resto de las opciones que te permite el blog, es independiente por "Estilo" y a su vez por "Usuario". A excepción de "Mi Librería" y "Navega Directo 1".

    FUNCIONAMIENTO

    En la parte izquierda de la ventana de "Más Colores" se encuentra el cuadro que muestra las tonalidades del color y la barra con los colores disponibles. En la parte superior del mismo, se encuentra "Código Hex", que es donde se verá el código del color que estás seleccionando. A mano derecha del mismo hay un cuadro, el cual te permite ingresar o copiar un código de color. Seguido está la "C", que permite aceptar ese código. Luego la "G", que permite guardar un color. Y por último, el caracter "►", el cual permite ver la ventana de las opciones para los "Colores Guardados".

    En la parte derecha se encuentran los bloques y qué partes de ese bloque permite cambiar el color; así como borrar el mismo.

    Cambiemos, por ejemplo, el color del body de esta página. Damos click en "Body", una opción aparece en la parte de abajo indicando qué puedes cambiar de ese bloque. En este caso da la opción de solo el "Fondo". Damos click en la misma, seguido elegimos, en la barra vertical de colores, el color deseado, y, en la ventana grande, desplazamos la ruedita a la intensidad o tonalidad de ese color. Haciendo esto, el body empieza a cambiar de color. Donde dice "Código Hex", se cambia por el código del color que seleccionas al desplazar la ruedita. El mismo procedimiento harás para el resto de los bloques y sus complementos.

    ELIMINAR EL COLOR CAMBIADO

    Para eliminar el nuevo color elegido y poder restablecer el original o el que tenía anteriormente, en la parte derecha de esta ventana te desplazas hacia abajo donde dice "Borrar Color" y das click en "Restablecer o Borrar Color". Eliges el bloque y el complemento a eliminar el color dado y mueves la ruedita, de la ventana izquierda, a cualquier posición. Mientras tengas elegida la opción de "Restablecer o Borrar Color", puedes eliminar el color dado de cualquier bloque.
    Cuando eliges "Restablecer o Borrar Color", aparece la opción "Dar Color". Cuando ya no quieras eliminar el color dado, eliges esta opción y puedes seguir dando color normalmente.

    ELIMINAR TODOS LOS CAMBIOS

    Para eliminar todos los cambios hechos, abres el PANEL, ESTILOS, Borrar Cambios, y buscas la opción "Borrar Más Colores". Se hace un refresco de pantalla y todo tendrá los colores anteriores o los originales.

    COPIAR UN COLOR

    Cuando eliges un color, por ejemplo para "Body", a mano derecha de la opción "Fondo" aparece el código de ese color. Para copiarlo, por ejemplo al "Post" en "Texto General Fondo", das click en ese código y el mismo aparece en el recuadro blanco que está en la parte superior izquierda de esta ventana. Para que el color sea aceptado, das click en la "C" y el recuadro blanco y la "C" se cambian por "No Copiar". Ahora sí, eliges "Post", luego das click en "Texto General Fondo" y desplazas la ruedita a cualquier posición. Puedes hacer el mismo procedimiento para copiarlo a cualquier bloque y complemento del mismo. Cuando ya no quieras copiar el color, das click en "No Copiar", y puedes seguir dando color normalmente.

    COLOR MANUAL

    Para dar un color que no sea de la barra de colores de esta opción, escribe el código del color, anteponiendo el "#", en el recuadro blanco que está sobre la barra de colores y presiona "C". Por ejemplo: #000000. Ahora sí, puedes elegir el bloque y su respectivo complemento a dar el color deseado. Para emplear el mismo color en otro bloque, simplemente elige el bloque y su complemento.

    GUARDAR COLORES

    Permite guardar hasta 21 colores. Pueden ser utilizados para activar la carga de los mismos de forma Ordenada o Aleatoria.

    El proceso es similiar al de copiar un color, solo que, en lugar de presionar la "C", presionas la "G".

    Para ver los colores que están guardados, da click en "►". Al hacerlo, la ventana de los "Bloques a cambiar color" se cambia por la ventana de "Banco de Colores", donde podrás ver los colores guardados y otras opciones. El signo "►" se cambia por "◄", el cual permite regresar a la ventana anterior.

    Si quieres seguir guardando más colores, o agregar a los que tienes guardado, debes desactivar, primero, todo lo que hayas activado previamente, en esta ventana, como es: Carga Aleatoria u Ordenada, Cargar Estilo Slide y Aplicar a todo el blog; y procedes a guardar otros colores.

    A manera de sugerencia, para ver los colores que desees guardar, puedes ir probando en la sección MAIN con la opción FONDO. Una vez que has guardado los colores necesarios, puedes borrar el color del MAIN. No afecta a los colores guardados.

    ACTIVAR LOS COLORES GUARDADOS

    Para activar los colores que has guardado, debes primero seleccionar el bloque y su complemento. Si no se sigue ese proceso, no funcionará. Una vez hecho esto, das click en "►", y eliges si quieres que cargue "Ordenado, Aleatorio, Ordenado Incluido Cabecera y Aleatorio Incluido Cabecera".

    Funciona solo para un complemento de cada bloque. A excepción del Slide, Sidebar y Downbar, que cada uno tiene la opción de que cambie el color en todos los widgets, o que cada uno tenga un color diferente.

    Cargar Estilo Slide. Permite hacer un slide de los colores guardados con la selección hecha. Cuando lo activas, automáticamente cambia de color cada cierto tiempo. No es necesario reiniciar la página. Esta opción se graba.
    Si has seleccionado "Aplicar a todo el Blog", puedes activar y desactivar esta opción en cualquier momento y en cualquier sección del blog.
    Si quieres cambiar el bloque con su respectivo complemento, sin desactivar "Estilo Slide", haces la selección y vuelves a marcar si es aleatorio u ordenado (con o sin cabecera). Por cada cambio de bloque, es el mismo proceso.
    Cuando desactivas esta opción, el bloque mantiene el color con que se quedó.

    No Cargar Estilo Slide. Desactiva la opción anterior.

    Cuando eliges "Carga Ordenada", cada vez que entres a esa página, el bloque y el complemento que elegiste tomará el color según el orden que se muestra en "Colores Guardados". Si eliges "Carga Ordenada Incluido Cabecera", es igual que "Carga Ordenada", solo que se agrega el Header o Cabecera, con el mismo color, con un grado bajo de transparencia. Si eliges "Carga Aleatoria", el color que toma será cualquiera, y habrá veces que se repita el mismo. Si eliges "Carga Aleatoria Incluido Cabecera", es igual que "Aleatorio", solo que se agrega el Header o Cabecera, con el mismo color, con un grado bajo de transparencia.

    Puedes desactivar la Carga Ordenada o Aleatoria dando click en "Desactivar Carga Ordenada o Aleatoria".

    Si quieres un nuevo grupo de colores, das click primero en "Desactivar Carga Ordenada o Aleatoria", luego eliminas los actuales dando click en "Eliminar Colores Guardados" y por último seleccionas el nuevo set de colores.

    Aplicar a todo el Blog. Tienes la opción de aplicar lo anterior para que se cargue en todo el blog. Esta opción funciona solo con los bloques "Body, Main, Header, Menú" y "Panel y Otros".
    Para activar esta opción, debes primero seleccionar el bloque y su complemento deseado, luego seleccionas si la carga es aleatoria, ordenada, con o sin cabecera, y procedes a dar click en esta opción.
    Cuando se activa esta opción, los colores guardados aparecerán en las otras secciones del blog, y puede ser desactivado desde cualquiera de ellas. Cuando desactivas esta opción en otra sección, los colores guardados desaparecen cuando reinicias la página, y la página desde donde activaste la opción, mantiene el efecto.
    Si has seleccionado, previamente, colores en alguna sección del blog, por ejemplo en INICIO, y activas esta opción en otra sección, por ejemplo NAVEGA DIRECTO 1, INICIO tomará los colores de NAVEGA DIRECTO 1, que se verán también en todo el blog, y cuando la desactivas, en cualquier sección del blog, INICIO retomará los colores que tenía previamente.
    Cuando seleccionas la sección del "Menú", al aplicar para todo el blog, cada sección del submenú tomará un color diferente, según la cantidad de colores elegidos.

    No plicar a todo el Blog. Desactiva la opción anterior.

    Tiempo a cambiar el color. Permite cambiar los segundos que transcurren entre cada color, si has aplicado "Cargar Estilo Slide". El tiempo estándar es el T3. A la derecha de esta opción indica el tiempo a transcurrir. Esta opción se graba.

    SETS PREDEFINIDOS DE COLORES

    Se encuentra en la sección "Banco de Colores", casi en la parte última, y permite elegir entre cuatro sets de colores predefinidos. Sirven para ser empleados en "Cargar Estilo Slide".
    Para emplear cualquiera de ellos, debes primero, tener vacío "Colores Guardados"; luego das click en el Set deseado, y sigues el proceso explicado anteriormente para activar los "Colores Guardados".
    Cuando seleccionas alguno de los "Sets predefinidos", los colores que contienen se mostrarán en la sección "Colores Guardados".

    SETS PERSONAL DE COLORES

    Se encuentra seguido de "Sets predefinidos de Colores", y permite guardar cuatro sets de colores personales.
    Para guardar en estos sets, los colores deben estar en "Colores Guardados". De esa forma, puedes armar tus colores, o copiar cualquiera de los "Sets predefinidos de Colores", o si te gusta algún set de otra sección del blog y tienes aplicado "Aplicar a todo el Blog".
    Para usar uno de los "Sets Personales", debes primero, tener vacío "Colores Guardados"; y luego das click en "Usar". Cuando aplicas "Usar", el set de colores aparece en "Colores Guardados", y se almacenan en el mismo. Cuando entras nuevamente al blog, a esa sección, el set de colores permanece.
    Cada sección del blog tiene sus propios cuatro "Sets personal de colores", cada uno independiente del restoi.

    Tip

    Si vas a emplear esta método y quieres que se vea en toda la página, debes primero dar transparencia a todos los bloques de la sección del blog, y de ahí aplicas la opción al bloque BODY y su complemento FONDO.

    Nota

    - No puedes seguir guardando más colores o eliminarlos mientras esté activo la "Carga Ordenada o Aleatoria".
    - Cuando activas la "Carga Aleatoria" habiendo elegido primero una de las siguientes opciones: Sidebar (Fondo los 10 Widgets), Downbar (Fondo los 3 Widgets), Slide (Fondo de las 4 imágenes) o Sidebar en el Salón de Lectura (Fondo los 7 Widgets), los colores serán diferentes para cada widget.

    OBSERVACIONES

    - En "Navega Directo + Panel", lo que es la publicación, sólo funciona el fondo y el texto de la publicación.

    - En "Navega Directo + Panel", el sidebar vendría a ser el Widget 7.

    - Estos colores están por encima de los colores normales que encuentras en el "Panel', pero no de los "Predefinidos".

    - Cada sección del blog es independiente. Lo que se guarda en Inicio, es solo para Inicio. Y así con las otras secciones.

    - No permite copiar de un estilo o usuario a otro.

    - El color de la ventana donde escribes las NOTAS, no se cambia con este método.

    - Cuando borras el color dado a la sección "Menú" las opciones "Texto indicador Sección" y "Fondo indicador Sección", el código que está a la derecha no se elimina, sino que se cambia por el original de cada uno.
    3 2 1 E 1 2 3
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    Para guardar, elige dónde, y seguido da click en la o las imágenes deseadas.
    Para dar Zoom o Fijar,
    selecciona la opción y luego la imagen.
    ---------------------------------------------------
    Slide 1     Slide 2     Slide 3




















    Header

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    Guardar todas las imágenes
    Fijar "Guardar Imágenes"
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    Colocar imagen en Header
    No colocar imagen en Header
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    Ocultar Mover imagen del Header
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    P
    S1
    S2
    S3
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    B20
    H

    OPCIONES GENERALES
    ● Activar Slide 1
    ● Activar Slide 2
    ● Activar Slide 3
    ● Desactivar Slide
    ● Desplazamiento Automático
    ● Ampliar o Reducir el Blog
  • Ancho igual a 1088
  • Ancho igual a 1152
  • Ancho igual a 1176
  • Ancho igual a 1280
  • Ancho igual a 1360
  • Ancho igual a 1366
  • Ancho igual a 1440
  • Ancho igual a 1600
  • Ancho igual a 1680
  • Normal 1024
  • ------------MANUAL-----------
  • + -

  • Transición (aprox.)

  • T 1 (1.6 seg)


    T 2 (3.3 seg)


    T 3 (4.9 seg)


    T 4 (s) (6.6 seg)


    T 5 (8.3 seg)


    T 6 (9.9 seg)


    T 7 (11.4 seg)


    T 8 13.3 seg)


    T 9 (15.0 seg)


    T 10 (20 seg)


    T 11 (30 seg)


    T 12 (40 seg)


    T 13 (50 seg)


    T 14 (60 seg)


    T 15 (90 seg)


    ---------- C A T E G O R I A S ----------

    ----------------- GENERAL -------------------


    ------------- POR CATEGORÍA ---------------




















    --------REVISTAS DINERS--------






















    --------REVISTAS SELECCIONES--------














































    IMAGEN PERSONAL



    En el recuadro ingresa la url de la imagen:









    Elige la sección de la página a cambiar imagen del fondo:

    BODY MAIN POST INFO

    SIDEBAR
    Widget 1 Widget 2 Widget 3
    Widget 4 Widget 5 Widget 6
    Widget 7














































































































    MAXIMA ADAPTABILIDAD (Stanley G. Weinbaum)

    Publicado en abril 18, 2010
    El doctor Daniel Scott, con sus obscuros y brillantes ojos encendidos por el fuego del entusiasmo, hizo una pausa. Desde donde se hallaba, el despacho del doctor Herman Bach, director del Hospital de la Misericordia, dominaba gran parte de la ciudad. Se entretuvo contemplando sus calles, mientras, en el silencio, su mente seguía discurriendo. El anciano director sonrió con gesto indulgente no exento de una cierta melancolía mientras observaba la expresión concentrada del joven bioquímico.
    —Continúa, Dan —sugirió—. Estabas diciendo que llegaste a la conclusión de que curarse de una enfermedad o de una herida es simplemente un problema de adaptación. ¿Y bien?
    —Partiendo de esta hipótesis —prosiguió Dan—, emprendí el estudio de los organismos vivos más adaptables. ¿Cuáles son? ¡Los insectos, por supuesto! Se les corta un ala y generan otra; se corta una cabeza, se une al cuerpo decapitado de otro insecto de la misma especie, y el organismo sigue viviendo. ¿En qué consiste el secreto de su gran adaptabilidad?
    El doctor Bach se encogió de hombros.
    —¿En qué? —preguntó.
    Al punto, el semblante de Scott adoptó una expresión sombría.
    —No estoy seguro —masculló—. Es algo glandular, desde luego, una cuestión de hormonas. —Su rostro resplandeció de nuevo—: Pero estoy sobre la pista. Así pues, busqué el insecto más adaptable. ¿Cuál es?
    —¿Las hormigas? —sugirió el doctor Bach—. ¿Las abejas? ¿Los termes?
    —En absoluto. Esos son los insectos más altamente evolucionados, no los más adaptables. No; hay un insecto capaz de producir un porcentaje más alto de mutantes que cualquier otro, más rarezas, más desviaciones biológicas. Es el que Morgan utilizó en sus experimentos sobre los efectos de los rayos equis en la herencia, la mosca del vinagre, la drosophila melanogaster. ¿Recuerda usted? Tienen ojos rojizos, pero bajo los rayos equis produjeron descendientes de ojos blancos, Fue una verdadera mutación, porque la rama de ojos blancos se mantuvo fiel al cambio. Los caracteres adquiridos no son hereditarios, pero en aquel caso se transmitieron. Por tanto...
    —Ya sé —interrumpió el doctor Bach. Scott contuvo el aliento.
    —Así pues, utilicé moscas del vinagre —continuó—. Dejé pudrir sus cuerpos, inyecté el cultivo a una vaca y por fin obtuve un suero después de semanas de estar clarificando con albúmina, evaporando en el vacío, rectificando con... Pero veo que no está usted interesado por la técnica seguida, El caso es que obtuve un suero. Lo ensayé sobre conejillos de Indias tuberculosos y... —hizo una pausa dramática— se curaron. Se adaptaron al bacilo de la tuberculosis. Lo ensayé en un perro rabioso. Se adaptó. Lo ensayé en un gato con la columna vertebral rota. Se le unió, Y ahora le estoy pidiendo a usted la oportunidad de probarlo en un ser humano.
    El doctor Bach frunció el ceño.
    —No basta con eso —gruñó—. No te bastará en dos años. Pruébalo en un antropoide. Luego pruébalo en ti mismo. No puedo arriesgar una vida humana en un experimento como éste.
    —Sí, pero es que yo no tengo nada que necesite curarse y en cuanto a lo de un antropoide tendría que conseguir usted del consejo de administración los fondos necesarios para comprar un mono. Yo los he solicitado, pero no he conseguido nada.
    —Pídeselos a la Fundación Stoneman.
    —¿Y que pierda esa oportunidad el Hospital de la Misericordia? Mire usted, doctor Bach, sólo le pido una oportunidad, un caso desesperado, algo.
    —Los casos desesperados son también seres humanos. —El viejo doctor frunció el ceño—. Mira Dan, no debería ofrecerte ni siquiera esto, porque va en contra de toda la ética de nuestra profesión, pero si encuentro un caso desesperado, absolutamente desesperado, ya me entiendes, y el paciente mismo da su consentimiento, lo haré. Y no hablemos más del asunto.
    Scott gruñó:
    —¿Dónde va a encontrar un caso así? Si el paciente está lúcido usted cree que todavía hay esperanza y, si está inconsciente, ¿cómo va a consentir? Es un callejón sin salida.

    Pero no lo era. Menos de una semana más tarde Scott levantó de pronto la mirada al oír el altavoz de su pequeño laboratorio:
    —Doctor Scott, doctor Scott —gangueó el aparato—, doctor Scott. Al despacho del doctor Bach.
    Acabó su análisis, anotó las cifras y salió a la carrera. El anciano estaba caminando nerviosamente por su despacho cuando Scott entró.
    —Tengo un caso para ti, Dan —masculló—. Va en contra de todas las normas éticas, pero que me aspen si veo algún perjuicio en lo que quieres intentar. Será mejor que te des prisa. Vamos, a la sala de aislamiento.
    Se apresuraron. En la diminuta habitación cúbica, Scott se quedó mirando impresionado.
    —¡Una muchacha! —murmuró.
    Era una chica vulgar y corriente, pero al yacer allí con la palidez de la muerte ya en sus mejillas, tenía un cierto aspecto de sombría dulzura. Pero ese era todo el encanto que podía haber poseído nunca; sus obscuros y enmarañados cabellos revelaban descuido y dejadez, sus rasgos carecían de belleza y de distinción. Respiraba con un jadeo casi imperceptible y tenía los ojos cerrados.
    —¿Considera usted que puede servir de prueba? —preguntó Scott—. Está ya medio muerta.
    El doctor Bach asintió con la cabeza.
    —Tuberculosis, fase final —dijo—. Hemorragia pulmonar; cuestión de horas.
    La muchacha tosió; manchas de sangre aparecieron en sus pálidos labios. Abrió unos azules ojos acuosos y apagados.
    —Conque está consciente, ¿eh? —observó Bach—. Éste es el doctor Scott, Mira, Dan, esta es... —lanzó un vistazo a la cartulina colocada al pie de la cama— la señorita Kyra Zelas, El doctor Scott tiene una inyección especial, señorita Zelas. Como le dije antes, probablemente no servirá de nada, pero pienso que tampoco podrá causar ningún daño, ¿Consiente usted en que se la ponga?
    Ella habló con sonidos débiles y gorgoteantes:
    —Desde luego. Acepto cualquier cosa.
    —Está bien. ¿Traes la jeringa, Dan? —Bach recogió el tubo de suero—. ¿Algún sitio especial donde haya que inyectar? ¿No? Prepárame entonces la cubital.
    Introdujo la aguja en el brazo de la muchacha. Dan no llegó a percibir la menor contracción muscular. Kyra permaneció estoica y pasiva mientras treinta centímetros cúbicos de líquido penetraban en sus venas. Tosió de nuevo y luego cerró los ojos.
    —Vete de aquí —ordenó Bach ceñudamente al joven médico mientras caminaban por el vestíbulo—. Bien sabe Dios que no me gusta nada esto. Me siento como un perro sarnoso.

    Sin embargo, al día siguiente parecía sentirse menos canino.
    —Kyra Zelas está aún con vida —informó a Scott—. Si me atreviese a confiar en lo que veo, diría incluso que ha mejorado un poco.
    Poquísimo. Seguiré pensando que es un caso sin esperanzas.
    Pero al día siguiente, cuando Scott entró en el despacho de su jefe, vio a éste sentado con una expresión de perplejidad en sus viejos ojos grises.
    —La Zelas está mejor —masculló—. No se puede negar. Pero no pierdas la cabeza, Dan. Milagros así han sucedido antes y sin necesidad de sueros. Has de esperar hasta que la tengamos sometida a una observación más prolongada.
    A finales de semana se puso de manifiesto que la observación no iba a ser muy larga. Kyra Zelas florecía bajo su mosquitero de gasa como una planta tropical que se abriese rápidamente. Lo extraño era que no perdía nada de su palidez, pero la carne suavizaba los angulosos rasgos y un asomo de luz crecía en sus ojos.
    —Las manchas en sus pulmones están desapareciendo —masculló Bach—. Ha dejado de toser y en su cultivo no hay signo ninguno de bacilos. Pero la cosa más extraña, Dan, y conste que no puedo explicármelo, es el modo como reacciona a las abrasiones y pinchazos en la piel. Ayer tomé una muestra de sangre para un Wasserman y, aunque decir esto parezca una locura, lo cierto es que el pinchazo se cerró casi antes de haber extraído un centímetro cúbico. ¡Se cerró y se curó!
    Transcurrió otra semana. El anciano doctor volvió a hablar con su joven colega:
    —Dan, no veo ninguna razón para mantener a Kyra aquí. Ella está bien, Pero quiero retenerla para poder seguir observándola. Hay un curioso misterio en ese suero tuyo, Y además me desagrada devolverla a la clase de vida que la trajo aquí.
    —¿Qué hacía?
    —Era costurera. Había trabajado como destajista en algunos talleres de confección. Una muchacha desaliñada, fea, sin educación, pero hay en ella algo emocionante. Se adapta rápidamente.
    Scott le lanzó una extraña mirada.
    —Sí —dijo—, se adapta rápidamente.
    —Así pues —continuó Bach—, se me ha ocurrido que podría tenerla en mi casa. Allí será fácil seguir observándola y podría ayudar al ama de llaves, Estoy interesado, muy interesado. Creo que debo ofrecerle esa oportunidad.
    Scott estaba presente cuando el doctor Bach hizo su sugerencia. Kyra sonrió.
    —Desde luego —dijo. Su pálido e insignificante rostro se iluminó—. Gracias.
    Bach le dio la dirección.
    —La señora Getz la recibirá. No haga nada esta tarde. En realidad le convendría dar un largo paseo por el parque.
    Scott vio cómo la muchacha cruzaba el vestíbulo. Había engordado un poco, pero estaba aún muy flaca y parecía flotar dentro de su gastado vestido negro. Cuando desapareció, él se reintegró pensativamente a sus quehaceres y un cuarto de hora más tarde bajó a su laboratorio.
    En el primer piso reinaba un gran alboroto. Dos agentes sostenían el cuerpo de un anciano cuya cabeza era una sangrienta ruina. Del exterior llegaba una algarabía de voces excitadas y, asomándose a la ventana, Scott observó un numeroso grupo que se agolpaba a la puerta del hospital.
    —¿Qué ha pasado? —gritó—. ¿Accidente?
    —¡Nada de eso! —espetó uno de los agentes—. Asesinato. Una mujer se acerca a este pobre viejo, agarra una gran piedra de la valla del parque, lo golpea y le quita la cartera. ¡Ni más ni menos!
    Scott miró de nuevo por la ventana. Un coche celular se aproximaba al hospital. Tres figuras se desgajaron del excitado grupo que vociferaba frente a la entrada principal: dos policías flanqueando a una delgada figura vestida de negro, A empujones la conducían hacia el vehículo policial.
    Scott reprimió una exclamación. ¡Era Kyra Zelas!

    Había transcurrido una semana. El doctor Bach y Scott estaban reunidos en casa del primero.
    —No es asunto nuestro —repetía el anciano doctor, mirando fijamente la apagada chimenea de su sala de estar.
    —¡Cielos! —estalló Scott—. ¿Cómo no va a ser asunto nuestro? ¿Cómo sabemos que no somos responsables? ¿Cómo sabemos que nuestra inyección no le trastornó la mente? Las glándulas pueden hacer eso; piense usted en los idiotas y cretinos mongoloides. Nuestro preparado era glandular. ¡Quizá la volvimos loca!
    —Está bien —dijo Bach—. Escucha, iremos al juicio mañana y, si las cosas se ponen mal para ella, hablaremos con su abogado para pedirle que nos haga figurar como testigos, Declararemos que estaba recién dada de alta después de una larga y peligrosa enfermedad y que quizá no fuera del todo responsable. Eso es enteramente cierto.
    A media mañana del día siguiente, estaban sentados llenos de tensión en la abarrotada sala de la Audiencia. El fiscal había empezado a actuar; tres testigos declararon sobre lo ocurrido.
    —Ese viejecito compra cada día alpiste para las palomas. Sí, yo se lo vendo todos los días... o se lo vendía. Pues bien, aquella mañana no tenía suelto y sacó su cartera. Estaba abarrotada de billetes. Un minuto más tarde vi cómo la señora levantaba el pedrusco, le golpeaba y se apoderaba de la cartera.
    —Haga el favor de describir a esa señora.
    —Muy huesuda y vestida de negro. Desde luego, ninguna belleza. Cabellos castaños, ojos obscuros, no sé si azul obscuro o castaño obscuro.
    —Puede interrogar el defensor —dijo el fiscal. Un individuo joven y nervioso, nombrado de oficio por la Audiencia, se puso en pie.
    —¿Dice usted —increpó con voz chillona— que la agresora tenía cabellos castaños y ojos oscuros?
    —Sí.
    —¿Quiere la acusada hacer el favor de levantarse?
    Aunque estaba de espaldas a Scott y Bach, cuando Kyra Zelas se puso en pie, Scott se quedó helado. Había algo extrañamente distinto en el aspecto de la muchacha. Desde luego ya no flotaba en su gastado vestido negro.
    —Quítese el sombrero, señorita Zelas —solicitó el defensor. Scott jadeó, La espesa cabellera que quedó al descubierto centelleaba como el aluminio.
    —Me permito indicarle, Señoría, que la acusada no tiene cabellos castaños ni, si se examinan bien, ojos obscuros. Supongo que es concebible que hubiera podido, no sé cómo, desteñirse el cabello mientras estaba en prisión preventiva, y por eso —blandió unas tijeras— propongo que un químico designado por el tribunal examine un rizo. Por mi parte, opino que la pigmentación es completamente natural. En cuanto a sus ojos, ¿sugiere tal vez el honorable señor fiscal que han sido rebajados de color?
    Se volvió hacia el aturrullado testigo. Le preguntó:
    —¿Es esta la señora a la que dice usted haber visto cometiendo el crimen?
    El hombre tartamudeó:
    —No sé... no sé qué decir.
    —¿Sí o no?
    —Pues... pues... no. El abogado sonrió.
    —Eso es todo. ¿Quiere usted pasar al estrado, señorita Zelas?
    La muchacha se movía como una pantera. Lentamente, dio la vuelta y se quedó mirando al público de la sala, Scott se sintió mareado y clavó sus dedos en el brazo de Bach. Con ojos claros como el hielo, el cabello de color platino y pálida como el alabastro, la muchacha que se hallaba en el estrado era sin duda la mujer más bella que jamás hubiese visto.
    El defensor habló de nuevo:
    —Refiera usted misma al tribunal lo que ocurrió, señorita Zelas.
    Como quien no quiere la cosa, la muchacha cruzó las piernas y empezó a hablar, Tenía una voz grave, resonante y aterciopelada. Scott había de hacer un esfuerzo para concentrar su atención en el sentido de aquellas palabras más que en el sonido de aquella voz.
    —Acababan de darme de alta en el Hospital de la Misericordia —dijo ella—, donde estuve enferma durante algunos meses. Iba paseando por el parque cuando, de pronto, una mujer vestida de negro tropezó conmigo, me puso en las manos una cartera vacía y desapa-reció. Un momento después me vi rodeada por una multitud que gritaba, y..., bien, eso es todo.
    —¿Dice usted una cartera vacía? —preguntó el defensor—. ¿Cómo me explica el dinero que se le encontró en su propio bolso y que el señor fiscal opina que fue robado?
    —Me pertenecía —dijo la muchacha—, unos setecientos dólares. Bach bisbiseó:
    —¡Eso es mentira! Tenía dos dólares y treinta y tres centavos cuando ingresó en el Hospital.
    —¿Acaso opina usted que es la misma Kyra Zelas que tuvimos en el Hospital? —preguntó ansiosamente Scott.
    —No lo sé, no sé nada. Pero líbreme Dios de manejar alguna vez ese terrible suero que has inventado. ¡Mira, mira, Dan! Sus últimas palabras no fueron sino un tenso susurro.
    —¿Qué?
    —¡Su cabello! ¡Cuando le da el sol!
    Scott miró con mayor atención. Un vagabundo rayo de sol se filtraba a través de una alta ventana y de vez en cuando el parpadeo de una persiana lo derramaba sobre el metálico resplandor de los cabellos de la muchacha. Scott observó fijamente y llegó a ver lo que ocurría: tenue, pero inconfundiblemente, dondequiera que la luz lamía aquella radiante aureola, el cabello adquiría un inconfundible tinte rubio dorado.
    La mente del joven doctor trabajaba con ansia febril. En alguna parte existía una pista, pero lo difícil era encontrarla. Tenía todas las piezas del rompecabezas pero no acertaba a encajarlas. La muchacha del hospital y su reacción a las incisiones; esta muchacha y su reacción a la luz.
    —Tengo que verla —susurró—. Hay algo que tengo que descubrir. Escuchemos.
    El defensor estaba hablando:
    —Y pedimos, Señoría, el sobreseimiento del caso, basándonos en que el señor fiscal ni siquiera ha logrado la identificación de la acusada.
    El juez golpeó con su mazo. Por un momento sus envejecidos ojos se posaron en la muchacha de ojos plateados y cabello increíble.
    —¡Caso sobreseído! —declaró—. Jurado disuelto.
    Hubo un tumulto de voces. Los fogonazos de los fotógrafos relampaguearon en la sala, La muchacha que estaba en el estrado de los testigos se levantó con perfecto aplomo, sonrió con deliciosos labios inocentes y empezó a alejarse. Scott aguardó hasta que pasó junto a él.
    —¡Señorita Zelas! —llamó.
    Ella se detuvo. Sus extraños ojos plateados se iluminaron al reconocerlos.
    —¡Doctor Scott! —exclamó con voz de timbre argentino—. ¡Y el doctor Bach!
    Era ella, entonces. Era la misma muchacha. La lastimosa moribunda de la sala de aislamiento se había convertido en esta hermosísima criatura de exótico colorido. Scott podía, distinguir la identidad de los rasgos, pero cambiados como por milagro.
    Se abrió paso entre el montón de fotógrafos, periodistas y curiosos.
    —¿Tiene usted un sitio donde alojarse? —preguntó él—. La oferta del doctor Bach todavía sigue en pie. Ella sonrió.
    —La acepto agradecida —murmuró, y luego dijo a los periodistas—: El doctor es un viejo amigo mío.
    Estaba totalmente tranquila, llena de dignidad y de aplomo.
    En aquel momento los ojos de Scott se posaron en un periódico donde aparecía una foto de la muchacha sin sombrero. Se sobresaltó; allí el cabello se mostraba negro como ala de cuervo. Al pie de la foto leyó el siguiente comentario: «su sorprendente cabello aparece mucho más obscuro en las fotos que visto al natural».
    Dan frunció el ceño.
    —Por aquí —le dijo a la muchacha.
    Una vez más quedó petrificado por la sorpresa. A la cruda luz del mediodía el cutis de Kyra no tenía ya la blancura del alabastro; era de un bronceado cremoso, propio de alguien que ha estado mucho tiempo tomando baños de sol; sus ojos eran de un violeta profundo y su cabello, aquel diminuto rizo que se escapaba de su sombrero, era tan negro como las columnas de basalto del infierno.

    Kyra había insistido en comprar algo de ropa y había terminado adquiriendo un atuendo completo. Ahora estaba sentada con las piernas recogidas en el mullido diván colocado ante la chimenea de la biblioteca del doctor Bach. Aparecía envuelta en seda negra desde la blanca garganta hasta los diminutos pies calzados de rojo. Tenía un aspecto casi extraterreno con su extraña belleza, su cabello plateado, sus ojos diáfanos y su piel de una palidez marmórea que contrastaba con el negro azabache de su blusa.
    Miró inocentemente a Scott.
    —Pero, ¿por qué no había de comprarme tantas cosas? —preguntó—. El tribunal me devolvió mi dinero; puedo comprar con él lo que se me antoje.
    —¿Su dinero? —protestó él—. Tenía usted menos de tres dólares cuando salió del hospital.
    —Pero este dinero es mío ahora.
    —Kyra —dijo él bruscamente, tuteándola por primera vez—, ¿de dónde sacaste ese dinero?
    Con su cara de santita, era la viva imagen de la pureza.
    —Del viejo.
    —¡Tú... tú le mataste!
    —Claro que sí.
    —¡Dios mío! —jadeó él, atragantándose—. ¿No te das cuenta de que tendremos que denunciarte?
    Ella sacudió la cabeza, sonriendo suavemente a ambos doctores.
    —No, Dan. No lo diréis, porque no serviría de nada. No pueden juzgar dos veces por el mismo delito, Al menos aquí en América.
    —Pero... ¿por qué, Kyra? ¿Por qué lo hiciste?
    —¿Querías que reanudase la vida que me llevó a vuestras manos? Necesitaba dinero; aquel viejo tenía y lo tomé.
    —¡Pero... asesinar!
    —Era el modo más directo de conseguirlo.
    —Te podían haber condenado —replicó él ceñudamente.
    —Pero no lo hicieron —le recordó ella con suavidad.
    —Kyra —inquirió él, cambiando rápidamente de tema—, ¿por qué tus ojos, tu piel y tus cabellos se obscurecen al recibir la luz del sol o el fogonazo de un flash?
    Ella sonrió.
    —¿Es verdad eso? —preguntó—, No lo había notado. —Bostezó y se desperezó—, Creo que voy a acostarme —anunció.
    Paseó sobre ellos sus ojos magníficos, se puso en pie y se encaminó a la habitación que el doctor Bach le había cedido, la que hasta entonces había ocupado él.
    Scott, alterados sus rasgos por la emoción, se quedó mirando al anciano.
    —¿Está usted viendo? —preguntó con voz temblorosa—. ¡Dios mío!, ¿Está usted viendo?
    —¿Y tú, Dan?
    —Una parte. Sólo una parte.
    —También yo sólo veo una parte.
    —Bueno —dijo Scott—, he aquí cómo entiendo el asunto. Ese suero, ese maldito suero mío, ha elevado como quiera que sea la adaptabilidad de esta muchacha hasta un grado imposible. ¿Qué es lo que diferencia a la vida de la materia inerte? Dos cosas: la irritación y la adaptación. La vida se adapta a su entorno, y cuanto mayor es la adaptabilidad, más éxito tiene el organismo.
    «Ahora bien —prosiguió—, todos los seres humanos muestran una adaptabilidad muy considerable. Cuando nos exponemos a la luz del sol, nuestra piel se pigmenta: nos bronceamos, es decir, nos adaptamos a un ambiente que contiene luz del sol. Cuando un hombre pierde su mano derecha, aprende a utilizar su izquierda. Esa es otra adaptación. Cuando la piel de una persona sufre un pinchazo, el tejido se regenera y ese es otro capítulo del mismo proceso. Las regiones soleadas producen gentes de piel y de cabellos obscuros; los países nórdicos producen hombres rubios y de tez clara. Eso también es adaptación.
    »Así pues, lo que le ocurre a Kyra Zelas, por alguna endiablada complicación que no entiendo, es que sus poderes de adaptación se han incrementado hasta el máximo. Se adapta inmediatamente a su entorno. Cuando le da el sol, se broncea de improviso, y a la sombra palidece enseguida. A la luz del sol sus cabellos y sus ojos son los de una raza tropical; a la sombra, los de una nórdica. Y... ¡buen Dios, ahora lo comprendo!, cuando se vio enfrentada con el peligro allí, en la sala de la Audiencia, enfrentada con un jurado y un juez que eran hombres, se adaptó a eso. Afrontó ese peligro no sólo mediante el cambio de apariencia, sino con una belleza tan grande que nadie habría sido capaz de declararla culpable. —Hizo una pausa—. Pero, ¿cómo? ¿Cómo?
    —Quizá la medicina pueda decir cómo —respondió Bach—. Indudablemente el hombre es la criatura de sus glándulas. Las diferencias entre las razas son, evidentemente, glandulares. Y quizá los agentes más eficaces de adaptación sean el cerebro humano y el sistema nervioso que están parcialmente controlados por una pequeña masa grasosa que se halla en la base del tercer ventrículo del cerebro, delante del cerebelo, y que los antiguos suponían que era la sede del alma.
    »Me refiero, ni que decir tiene, a la glándula pineal. Sospecho que lo que tu suero contiene es la hormona tanto tiempo buscada, la pinealina, que ha causado la hipertrofia en la glándula pineal de Kyra. ¿Y te das cuenta, Dan, de que si la adaptabilidad de la muchacha es perfecta, ella es no solamente invencible, sino invulnerable?
    —¡Es verdad! —jadeó Scott—. No podría ser electrocutada, porque se adaptaría de inmediato a un ambiente que contuviera energía eléctrica. No la podrían matar a balazos, porque se adaptaría a eso tan rápidamente como a las punzadas de las inyecciones que usted le ponía, Y en cuanto al veneno... ¡Pero tiene que haber un límite en alguna parte!
    —Indudablemente lo hay —comentó Bach—. Me cuesta trabajo creer que pudiera soportar ser atropellada por una locomotora de cincuenta toneladas. Y sin embargo hay un punto importante que no hemos considerado. La adaptación en sí es de dos clases.
    —¿Dos clases?
    —Sí. Una biológica, la otra humana. Naturalmente un bioquímico como tú sólo se ocuparía de la primera y, con la misma naturalidad, un neurocirujano como yo tiene que considerar la segunda. La adaptación biológica es lo que posee toda vida, ya sea vegetal o animal. Consiste meramente en conformarse al propio entorno. Un camaleón, por ejemplo, muestra en mucho la misma capacidad que Kyra, y también, en menor grado, el zorro ártico, blanco en invierno, castaño en verano; o el conejo de las nieves o la comadreja. Toda vida se conforma a su entorno en un amplio margen, porque, si no lo hace, muere. Pero la vida humana va más lejos.
    —¿Más?
    —Muchísimo más. La adaptación humana no consiste sólo en conformarse con el entorno, sino en transformar a éste para adecuarlo a las necesidades humanas. El primer hombre que abandonó su caverna para construirse una choza de ramas cambió su entorno y así, exactamente en el mismo sentido, lo hicieron Steinmetz, Edison y, si me apuran mucho, Julio César y Napoleón. En realidad, Dan, toda invención humana, el genio y la jefatura militar se reducen a un solo hecho: cambiar el entorno en lugar de conformarse a él.
    Hizo una pausa. Luego continuó:
    —Ahora sabemos que Kyra posee la adaptabilidad biológica. Lo prueban sus cabellos y sus ojos. Pero, ¿qué pasa si posee la otra en el mismo grado? Si así fuera, sólo Dios sabe cuáles podrían ser los resultados. Únicamente podemos estar a la expectativa de la dirección que ella tome, vigilar y aguardar.
    —Pero no comprendo cómo todo puede tener un origen glandular —masculló Scott.
    —En un mutante, y Kyra es tan mutante como tu amiga la mosca del vinagre, todo es posible. —El doctor Bach frunció el ceño reflexivamente—. Si me atreviera a improvisar una interpretación filosófica, diría que quizá Kyra representa una fase en la evolución humana. Una mutación. Si aceptamos este hecho, de Vries y Weissman quedan justificados.
    —¿Se refiere usted a la teoría de la evolución por mutación?
    —Exactamente. Mira, Dan, si bien es muy evidente, por los restos fósiles, que la evolución es un hecho, es muy fácil probar que no hubo posibilidad de que ocurriera.
    —¿Cómo es eso?
    —Bien, por muchas razones no pudo darse lentamente, como Darwin creía. Toma el ojo, por ejemplo, según Darwin, muy gradualmente, durante miles de generaciones, alguna criatura del mar desarrolló en su piel un lunar que era sensible a la luz y esto le dio una ventaja sobre sus competidores ciegos. Por eso su especie supervivió y las demás perecieron. Pero fíjale ahora. Pero si este ojo se desarrolló tan lentamente, ¿cómo es que los primeros, los que todavía no podían ver, tenían ventaja sobre los demás? Y considera un ala. ¿De qué te sirve un ala si no sabes volar? Que un lagarlo desarrolle una membrana entre el tronco y las patas no significa necesariamente que pueda sobrevivir donde otros murieron. ¿Qué llevó al ala a desarrollarse hasta un punto en que realmente podía tener valor?
    —¿Qué fue?
    —De Vries y Weissman dicen que nada. Responden que la evolución se hizo a saltos: cuando el ojo apareció, era ya lo bastante eficiente para tener valor de supervivencia, y del mismo modo el ala. Llamaron mutaciones a esos salios. Y en ese sentido, Dan, también Kyra es una mutación, un salto de lo humano a... alguna otra cosa. Quizás a lo sobrehumano.
    Scott meneó la cabeza, lleno de perplejidad. Estaba profundamente confundido, totalmente desconcertado y lleno de irritación. Al cabo de pocos momentos dio las buenas noches a Bach y se marchó a casa. Se acostó, pero permaneció insomne horas enteras.
    Al día siguiente, Bach solicitó y obtuvo para ambos un permiso del Hospital de la Misericordia. Scott se trasladó a casa de su anciano colega. En parte lo hacía por lo mucho que le fascinaba el caso de Kyra Zelas, pero en parte también lo hacía por un motivo altruista, Ella había reconocido que asesinó a un hombre y Scott pensó que con la misma facilidad podría asesinar al doctor
    Bach; quería estar vigilando para impedirlo.
    Llevaba en compañía de la muchacha sólo unas pocas horas cuando las palabras de Bach sobre la evolución y las mutaciones tomaron un nuevo significado. No se trataba sólo del colorido camaleónico de Kyra, ni de sus rasgos tan extrañamente puros y seráficos, ni siquiera de su increíble belleza. Había algo más. Por el momento no podía identificarlo, pero decididamente Kyra no era del todo humana.
    El acontecimiento que le produjo esta impresión se produjo a últimas horas de la tarde. Bach se había ausentado por asuntos personales y Scott había estado interrogando a la muchacha para conocer sus impresiones sobre la experiencia.
    —Pero, ¿no te das cuenta de que has cambiado? —preguntó él—. ¿No puedes ver la diferencia en ti misma?
    —Yo no he cambiado. Es el mundo que ha cambiado.
    —Pero tu cabello era negro y ahora es tan claro como el platino.
    —¿Era? —preguntó ella—. ¿Es?
    Scott gruñó, exasperado.
    —Kyra —dijo—, tienes que saber algo de ti misma.
    Los ojos exquisitos de la muchacha se posaron sobre él.
    —Lo sé —respondió—. Sé que todo cuanto deseo se hace mío, y —sus puros labios sonrieron—, creo que te deseo a ti, Dan.
    A éste le pareció que en aquel momento Kyra había cambiado. Su belleza resultaba más frenéticamente embriagadora que antes. Comprendió lo que aquello significaba: el entorno de la muchacha contenía ahora a un hombre al que ella amaba o al que creía amar, y se estaba adaptando a esta nueva circunstancia. Se estaba haciendo, pensó él con un ligero estremecimiento, sencillamente irresistible.
    En los próximos días Bach debió de darse cuenta de la situación, pero no dijo nada. Para Scott, aquella era la más refinada tortura. Se daba cuenta demasiado bien de que la muchacha a la que amaba era una especie de monstruo, una desviación biológica, y algo peor aun, una asesina a sangre fría. Sin embargo, las cosas transcurrieron con placidez, Kyra se adaptó con facilidad a aquella vida rutinaria; se prestaba con la mayor docilidad a las investigaciones que estaban haciendo sobre su caso.
    A Scott se le ocurrió una idea. Tomó uno de los conejillos de Indias a los que había inyectado el suero y comprobaron que presentaba la misma reacción a los cortes que Kyra. Mataron al animal y procedieron a su disección para examinarle el cerebro.
    —Exacto —dijo el doctor Bach al fin—, hipertrofia de la glándula pineal. —Clavó en Scott una mirada significativa—. Suponte que pudiéramos llegar a la glándula pineal de Kyra y corregir la hipertrofia. ¿Crees que eso podría volverla a la normalidad?
    Scott reprimió una exclamación de miedo.
    —Pero, ¿por qué? No puede hacer ningún daño mientras la tengamos vigilada aquí. ¿Por qué hemos de jugar con su vida de esa manera?
    Bach se echó a reír brevemente.
    —Por primera vez en mi vida me alegro de ser un anciano —dijo—, ¿No comprendes que tenemos que hacer algo? Kyra es una amenaza, Es peligrosa. Sólo Dios sabe hasta qué punto es peligrosa. Deberíamos probar.
    Scott gruñó y dio su asentimiento. Una hora más tarde, con el pretexto de hacer un ensayo, vio cómo el anciano inyectaba cinco gramos de morfina en el brazo de la muchacha. Kyra frunció el ceño, parpadeó y... se adaptó. La droga era ineficaz.
    Por la noche Bach tuvo otra idea.
    —¡Cloruro de etilo! —susurró—. El anestésico instantáneo. Quizá no pueda adaptarse a la falta de oxígeno. Lo probaremos.
    Kyra estaba dormida. Silenciosa y cuidadosamente, los dos penetraron en su habitación y Scott se quedó mirando fascinado la extraña belleza de aquellos rasgos, más pálidos que nunca a la débil luz de la luna. Con las máximas precauciones. Bach mantuvo la mascarilla sobre el rostro de la durmiente y dejó caer gota a gota el volátil líquido de olor dulzón. Transcurrieron unos minutos.
    —Esto bastaría para anestesiar a un elefante —susurró por fin, y encajó de lleno la mascarilla sobre el rostro de la muchacha.
    Ella despertó. Dedos como tenazas de acero apresaron la muñeca del anciano obligándolo a retirarse. Scott intentó ajustar la mascarilla, pero la mano de Kyra aferró también la muñeca del joven médico con la fuerza de un torniquete.
    —Estúpidos —dijo ella tranquilamente, incorporándose—. Eso es completamente inútil, ¡mirad!
    Tomó una afilada plegadera que tenía en la mesilla de noche, expuso su pálida garganta a la luz de la luna y luego, de improviso, se clavó el estilete en el pecho.
    Scott jadeó de horror cuando ella retiró el instrumento. Una sola gota de sangre se mostraba en la carne; ella la engujó y dejó al descubierto su piel pálida, incólume, bellísima.
    —Idos —dijo ella blandamente, y los dos hombres se marcharon.
    Al día siguiente, la muchacha no hizo ninguna referencia a lo ocurrido. Scott y Bach pasaron una sombría mañana en el laboratorio sin trabajar en nada, simplemente hablando. Fue un error, porque cuando regresaron a la biblioteca, ella se había ido, sin más precauciones que abrir la puerta y marcharse, según dijo la señora Getz. Una apresurada y frenética búsqueda por las manzanas adyacentes no aportó señal alguna de la muchacha.
    Al anochecer estaba de vuelta. Se detuvo en la puerta y así Scott, que estaba allí solo, pudo presenciar el milagroso cambio del cabello desde el caoba hasta el platino.
    —Hola —dijo ella, sonriendo—. He matado a un niño.
    —¿Qué estás diciendo? ¡Dios mío, Kyra!
    —Ha sido un accidente. No irán a creer que deban castigarme por un simple accidente, ¿verdad, Dan?
    Él la estaba mirando con profundo horror.
    —¿Cómo...?
    —Simplemente decidí pasear un poco. Después de recorrer una o dos manzanas, pensé que me gustaría dar un paseo en coche. Encontré uno con las llaves puestas cuyo conductor estaba hablando con alguien en la acera. Entré, puse el motor en marcha y salí lanzada. Naturalmente conducía a toda prisa puesto que el conductor no hacía más que gritar, y en la segunda esquina atropellé a un niñito.
    —¿Y... no te paraste?
    —Claro que no. Di la vuelta a la esquina, recorrí otras dos o tres manzanas, aparqué el coche y regresé a pie. El niño había desaparecido, pero la multitud aún seguía allí. Nadie se fijó en mí. —Sonrió con su aire de santita—. Estamos completamente seguros. No pueden seguir mi rastro.
    Scott se llevó las manos a la cabeza y gimió:
    —¡No sé qué hacer! Kyra, tienes que informar de esto a la Policía.
    —Pero si fue un accidente —dijo ella con suavidad, clavando sus luminosos ojos plateados en Scott con expresión compasiva.
    —No importa. Tienes que hacerlo.
    Ella colocó su blanca mano sobre la cabeza del joven médico.
    —Quizá mañana —dijo—. Dan, he aprendido algo. Lo que una persona necesita en este mundo es poder. Mientras haya gente con más poder que yo, estoy en desventaja. Tratarán de castigarme con sus leyes, ¿Y por qué? Sus leyes no están hechas para mí. No pueden castigarme.
    Scott no contestó.
    —Por eso mañana voy a marcharme en busca de poder. Estaré por encima de cualquier ley. Eso le impulsó a actuar.
    —¡Kyra! —gritó—. No vas a tratar de salir de aquí. —La agarró por los hombros—. ¡Prométemelo! ¡Júrame que no vas a dar un paso más allá de esta puerta sin que yo te acompañe!
    —Bueno, si quieres... —dijo ella calmosamente.
    —Pero júralo. ¡Júralo por lo más sagrado! Los plateados ojos de la muchacha se clavaron en los de Scott El rostro de Kyra tenía la pureza de un ángel de alabastro.
    —Lo juro —murmuró ella—. Por lo que tú digas, Dan, lo juro.
    Por la mañana se había marchado, llevándose todo el dinero que había en las carteras de Scott y de Bach. Y, como descubrieron más tarde, todo el dinero que tenía la señora Getz en su bolso.
    —Pero me gustaría que usted la hubiese visto —masculló Scott— Me miró a los ojos y me hizo su promesa; su rostro era tan puro como el de una virgen. No puedo creer que estuviese mintiendo.
    —La mentira como mecanismo de adaptación —dijo Bach— merece un estudio más profundo del que ha recibido. Probablemente los mentirosos originarios son esas plantas y animales que utilizan el mimetismo protector: serpientes inofensivas que imitan a serpientes venenosas, moscas que parecen abejas. Esas son mentiras vivientes.
    —Pero ella no podía...
    —Sin embargo, ha podido. Lo que me has contado de su deseo de poder es prueba suficiente, Ha entrado en la segunda fase de adaptabilidad: la que consiste en conformar su entorno a ella en lugar de adaptarse ella a su entorno. ¿Hasta dónde la llevará su locura... o su genio? Hay muy poca diferencia entre una cosa y otra, Dan. ¿Y qué nos queda a nosotros por hacer, sino vigilar?
    —¿Vigilar? ¿Cómo? ¿Dónde está?
    —O mucho me equivoco o poco nos costará vigilarla en cuanto ella empiece a actuar. Creo que pronto sabremos dónde se encuentra.

    Pero las semanas transcurrían sin que se recibiese ninguna señal de Kyra Zelas. Scott y Bach reanudaron sus obligaciones en el Hospital de la Misericordia y en su laboratorio el bioquímico se deshizo ceñudamente de los restos de tres conejillos de Indias, un gato y un perro, para matar a los cuales, tuvo que trabajar de un modo repulsivo y agotador. En el horno crematorio se deshizo también de un frasco de su infortunado suero.
    Finalmente, un día, Bach lo llamó a su despacho donde estaba inclinado sobre un ejemplar del «Post Record».
    —Mira aquí —dijo, indicando una columna de rumores políticos llamada «Remolinos de Washington».
    Scott leyó: «Y la sorpresa de la noche fue el noviazgo del recalcitrante soltero del gabinete, el influyente John Callan, que se ha comprometido con la deliciosa Kyra Zelas, la joven que se pone una peluca obscura de día y una de platino por la noche. Algunos de nosotros la recuerdan como sobreseída en un juicio por asesinato».
    Scott alzó la mirada.
    —Conque Callan, ¿en? ¡Nada menos que el Secretario del Tesoro! Por lo visto, cuando habló de poder, lo hizo muy en serio.
    —Pero, ¿se detendrá ahí? —rezongó Bach sobriamente—. Tengo el presentimiento de que no está haciendo más que empezar.
    —En realidad, ¿hasta dónde puede llegar una mujer? El anciano se quedó mirándolo.
    —¿Una mujer? Pero esta es Kyra Zelas, Dan. No creas que ha llegado al límite. Volveremos a oír hablar de ella.
    Bach tuvo razón. El nombre de la joven empezó a aparecer con creciente frecuencia, primero en acontecimientos sociales, luego con veladas referencias a intrigas e influjos secretos.
    Así: «¿A quién llaman los chicos de la prensa el décimo miembro del gabinete?» O, posteriormente: «¿Por qué no secretaria de relaciones personales? Ella tiene los poderes; dadle el nombre». Y más tarde aún: «Hay que remontarse a Egipto para encontrar otro ejemplo de un país cuya hacienda estuviese gobernada por una mujer. Y Cleopatra arruinó ese país».
    Scott sonrió amargamente para sí cuando vio que las alusiones se hacían cada vez más indirectas, como si la misma prensa empezara a volverse cautelosa. Eso era una señal del poder creciente de Kyra, porque en ninguna parte hay personas tan sensibles a tales tendencias como entre los corresponsales de Washington. La aparición de Kyra en la prensa se redujo cada vez más a asuntos puramente sociales y por lo general en relación con John Callan, el solterón Secretario del Tesoro.
    Dormido o despierto, Scott nunca llegaba a olvidar del todo a la muchacha, porque había en ella algo místico, lo mismo si era una loca que una mujer de genio, un ser monstruoso o una supermujer. Lo que sí había olvidado era la delgada muchacha de borrosos rasgos y grasiento cabello negro que conoció tendida en una estrecha cama de la salita de aislamiento y escupiendo sangre.
    Ni Scott ni Bach se sorprendieron cuando al entrar un día en casa de este último para charlar un rato se encontraron a Kyra Zelas. Exteriormente había cambiado poquísimo. Scott la miró fascinado una vez más por su increíble cabellera y sus grandes e inocentes ojos de plata. Kyra sonrió cálidamente a Scott.
    —Nos haces un gran honor —dijo éste fríamente—. ¿Cuál es el motivo de tu visita? ¿Andas corta de dinero?
    —¿Dinero? Claro que no. ¿Cómo iba a faltarme dinero?
    —Sí, no podía ser de otra manera mientras repusieras tus fondos de la manera que lo hiciste al marcharte.
    —¡Ah, es eso! —dijo ella despectivamente. Abrió su bolso y sacó un verde mazo de billetes—. Te lo devolveré, Dan. ¿Cuánto era?
    —¡Al cuerno el dinero! —estalló él—. Lo que me duele es la forma que tuviste de mentir. ¡Mirándome a los ojos tan inocente como una niña y mintiendo todo el tiempo!
    —¿De verdad? —preguntó ella—. No te mentiré de nuevo, Dan. Lo prometo.
    —No te creo —dijo él amargamente—. Da igual, dinos, explícanos a qué has venido.
    —Quería veros. No he olvidado lo que te dije, Dan. Al pronunciar estas palabras parecía más bella que nunca, extrañamente seductora.
    —¿Y has renunciado —preguntó Bach de pronto— a tu idea del poder?
    —¿Para qué necesitaría el poder? —replicó ella con aire de inocencia, clavando sus magníficos ojos en el anciano doctor.
    —Pero dijiste... —empezó Scott con impaciencia.
    —¿Lo dije? —Hubo una sombra de sonrisa en sus labios perfectos—, No quiero mentirte, Dan —prosiguió riéndose un poquito— Si quiero poder, lo tengo al alcance de la mano... más poder del que pudieras imaginar.
    —¿Por medio de John Callan? —preguntó él con voz ronca.
    —El me ofrece un camino simple —respondió Kyra impasiblemente—. Supón, por ejemplo, que dentro de unos días John se pronuncia públicamente y con toda dureza sobre las deudas de guerra. La administración no podría permitirse el lujo de reprenderle abiertamente y, si sus palabras fuesen lo bastante insultantes, cosa que os garantizo, crecería en Europa un fuerte sentimiento de animosidad contra nosotros. Y si además ningún gobierno nacional pudiese pasar por alto tal declaración, a riesgo de perder su dignidad a los ojos del pueblo, provocaría respuestas airadas. Y vosotros sabéis tan bien como yo que al menos tres naciones no esperan otra cosa. ¿Comprendéis? —Frunció el ceño y a continuación murmuró—: ¡Qué estúpidos sois los dos! —Y luego, estirando su gloriosa figura y bostezando, añadió—: Me pregunto qué tal emperatriz seré. Perfecta, no lo dudo.
    Scott estaba aterrado.
    —Kyra, ¿quieres decir que vas a inducir a Callan a que dé un paso tan peligroso?
    —¡Inducir! —repitió ella despectivamente—. Le obligaré.
    —¿Quiere eso decir que lo vas a hacer?
    —No he dicho tanto —repuso ella con una sonrisa. Bostezó de nuevo y tiró el cigarrillo que estaba fumando en la apagada chimenea—. Me quedaré aquí un día o dos —añadió alegremente—. Buenas noches.
    Scott se quedó mirando al doctor Bach cuando ella desapareció.
    —¡Maldita sea! —masculló, con los labios blancos—. Si yo creyese que está hablando en serio...
    —Sería mejor que lo creyeras —dijo Bach.
    —Conque emperatriz, ¿eh? ¿Emperatriz de qué?
    —Del mundo, quizá. No puedes poner límites a la locura o al genio.
    —¡Tenemos que detenerla!
    —¿Cómo? No podemos mantenerla encerrada aquí. Si no le bastase con la fuerza para salir, tendría bastante con gritar desde una ventana pidiendo socorro.
    —¡Podemos hacer que la declaren loca! —estalló Scott—. Podemos hacer que la encierren en un sitio del que no pueda salir y desde el cual no pueda pedir ayuda.
    —Sí, podríamos hacerlo. Podríamos si lográsemos que la examinara la Comisión de Sanidad. Y una vez que estuviese ante ellos, ¿qué esperanzas podríamos tener?
    —Está bien —dijo Scott ceñudamente—, está visto que hemos de encontrar su debilidad, Su adaptabilidad no puede ser infinita. Es inmune a las drogas e inmune a las heridas, pero no puede estar por encima de las leyes fundamentales de la biología. Lo que hemos de hacer es encontrar la ley que necesitamos.
    —Pues ya puedes ir buscándola —dijo Bach sobriamente.
    —Pero tenemos que hacer algo. Al menos podemos poner en guardia a la gente...
    Se interrumpió, dándose cuenta de lo absurdo de la idea.
    —¡Poner en guardia a la gente! —se burló Bach—. ¿Contra qué? Acabaríamos nosotros ante la Comisión de Sanidad. Callan nos despreciaría olímpicamente y Kyra soltaría su linda risita desdeñosa. Eso sería todo.
    Scott se encogió de hombros en una actitud de impotencia.
    —Me quedaré aquí esta noche —dijo—. Por lo menos podremos hablarle de nuevo mañana.
    —Si todavía está aquí —replicó Bach irónicamente.
    Pero estaba. Salió cuando Scott estaba leyendo los periódicos de la mañana en la biblioteca y se sentó silenciosamente frente a él, vestida con un negro pijama de seda que hacía resaltar su piel de alabastro y su increíble cabello. Él observó cómo la piel y el cabello se iban tornando ligeramente dorados a medida que el sol matinal iluminaba la habitación. En cierto modo lo llenaba de cólera el hecho de que pudiese ser tan bella y al mismo tiempo tan mortíferamente inhumana.
    Scott fue el primero en hablar:
    —Espero que no habrás cometido un nuevo crimen desde nuestro último encuentro —dijo con desprecio y crueldad. Ella permaneció del todo indiferente.
    —¿Para qué habría de cometerlo? No ha sido necesario.
    —Sabes muy bien, Kyra —dijo él con tono resuelto—, que habría que matarte.
    —Pero no tú, Dan. Tú me quieres.
    Él no dijo nada. El hecho era demasiado evidente para intentar negarlo.
    —Dan —prosiguió Kyra— con sólo que tuvieses mi valor, no habría ninguna altura a la que no pudiésemos llegar juntos. Ninguna altura..., si tuvieses valor para intentarlo. Por eso he venido aquí, pero... —Se encogió de hombros—. Mañana vuelvo a Washington.
    Más avanzado el día, Scott habló a solas con Bach.
    —¡Se va mañana! —dijo tensamente—. Tenemos que actuar esta noche.
    El anciano hizo un ademán de impotencia.
    —¿Qué podemos hacer? ¿Se te ocurre alguna ley que limite la adaptabilidad?
    —No, pero... —Se detuvo repentinamente—. ¡Cielos! —exclamó—. ¡Sí se me ocurre! ¡Ya la tengo!
    —¿Qué?
    —¡La ley! ¡Una ley biológica fundamental que debe ser la debilidad de Kyra!
    —¿Cuál?
    —Ésta: ningún organismo puede vivir en sus propios productos de desecho. Estos productos son veneno para cualquier ser vivo.
    —Pero...
    —Escuche, el anhídrido carbónico es un producto de desecho humano. Kyra no puede adaptarse a una atmósfera de anhídrido carbónico.
    Bach se quedó mirándolo.
    —¡Cielos! —exclamó—. Pero, aunque tengas razón, ¿cómo...?
    —Espere un momento. Usted puede obtener un par de cilindros de anhídrido carbónico del hospital. ¿Se le ocurre algún procedimiento para introducir el gas en su alcoba?
    —Bueno..., esta es una casa vieja. Hay un agujero desde su habitación a la habitación que estoy utilizando por donde pasa la conexión del radiador. No es estrecho; podríamos meter un tubo de goma.
    —¡Espléndido!
    —Pero las ventanas... Ella tendrá las ventanas abiertas.
    —No se preocupe por eso —dijo Scott—. Cuide tan sólo de que estén bien engrasadas para que puedan cerrarse fácilmente.
    —Pero, aun suponiendo que dé resultado, ¿qué objeto tendría esto, Dan? Porque no te propondrás matarla, ¿verdad?
    —No podría —susurró—. Pero una vez esté indefensa, que haya perdido las fuerzas, si las pierde, usted realizará esa operación en la glándula pineal que sugirió en otros tiempos. ¡Y que Dios me perdone!

    Aquel anochecer, Scott sufrió las torturas de los condenados. Kyra estuvo, por decirlo así, más deliciosa que nunca, y por primera vez pareció esforzarse en resultar encantadora. Su conversación fue literalmente brillante, chispeaba, y Scott se encontraba tan fascinado que el pensamiento de la traición que estaba planeando le dolía de un modo desgarrador. Parecía casi una blasfemia ejercer violencia contra una persona cuyo aspecto exterior era tan puro, tan inocente, tan seráfico.
    «Pero ella no es completamente humana», se decía a sí mismo. «No es un ángel, sino una diablesa, un... ¿cómo lo llamaban?... ¡un súcubo!»
    A pesar suyo, cuando por fin Kyra bostezó sin disimulo y se dispuso a retirarse, él le rogó que se quedase unos momentos más.
    —Es temprano —dijo el joven—, y mañana te vas.
    —Volveré, Dan. Esto no significa el final para nosotros.
    —Espero que no —masculló él lastimeramente, viendo cómo se cerraba la puerta de la habitación de la muchacha.
    Se quedó mirando a Bach, El anciano, después de unos momentos de silencio, murmuró:
    —Lo más probable es que se quede dormida casi inmediatamente. También eso es una cuestión de adaptabilidad.
    En tenso silencio, vigilaban la delgada línea de luz que se filtraba por debajo de la puerta. Scott se sobresaltó violentamente cuando, después de un breve intervalo, la sombra de la muchacha cruzó aquella luz y ésta desapareció con un débil chasquido.
    —Ahora —dijo ceñudamente—. Acabemos de una vez.
    Siguió a Bach a la habitación contigua, Allí, fríos y metálicos, se alzaban los grises cilindros de gas. Vio cómo el anciano añadía un alargador, lo llevaba hasta el agujero de la cañería del vapor, y empezaba a taponar el espacio restante con algodón humedecido.
    Scott volvió a la tarea que le incumbía. Sin hacer ruido, entró en la biblioteca. Con las mayores precauciones probó la puerta de la habitación de Kyra; como él había supuesto, no estaba cerrada con llave ni cerrojo, puesto que la muchacha confiaba hasta el máximo en su propia invulnerabilidad.
    Durante algunos momentos estuvo mirando la masa de radiantes cabellos plateados extendidos sobre la almohada; luego, con mucho cuidado, colocó una velita en la silla que había junto a la ventana, de forma que estuviese aproximadamente al nivel de la cama, le prendió fuego con su encendedor, retiró la llave de la puerta y se marchó.
    Cerró la puerta por fuera y calafateó la rendija de abajo con algodón. No es que el recinto quedara herméticamente cerrado, pero eso importaba poco, pensó, porque tenía que haber un sitio que permitiese el escape de la atmósfera reemplazada.
    Volvió a la habitación de Bach.
    —Espere que yo trabaje durante unos minutos —susurró—. Luego deje salir el gas.
    Trepó a una de las ventanas. Por fuera había una cornisa de piedra de unos seis centímetros, y se sostuvo sobre aquel precario apoyo. Podrían verlo desde la calle, aunque no era fácil, porque estaba en un pasaje entre la casa de Bach y la de su vecino. Oró fervientemente pidiendo no llamar la atención.
    Se deslizó a lo largo de la cornisa. Las dos ventanas de la habitación de Kyra eran anchas, pero Bach había realizado bien su trabajo. Se cerraron sin el menor chirrido y él se apoyó sobre el cristal para observar.
    Dentro de la habitación brillaba la llama débil y firme de la velita. Muy cerca de él, a la distancia de un brazo, estaba tendida Kyra, completamente visible en aquella penumbra. Estaba acostada de espaldas, con un brazo caído sobre sus increíbles cabellos y sólo tenía echada sobre el cuerpo una sábana. Podía verla respirar, tranquila, apacible y serena.
    Pareció que transcurría mucho tiempo. Se imaginó finalmente que podía oír el suave siseo del gas procedente de la habitación de Bach, pero comprendió que aquello debía de ser una fantasía. Veía cómo en la alcoba que estaba vigilando no se mostraba ninguna señal insólita; la gloriosa Kyra dormía con la desenvoltura con que hacía todo lo demás: fácil, tranquila y confiada.
    Luego hubo una señal, La llama de la velita, que había ardido con firmeza en aquel aire sin corrientes, parpadeó de pronto. Él comprobó que el color de la llama estaba cambiando. Otra vez parpadeó, centelleó un momento y al fin se extinguió. Una chispa roja resplandeció en el pábilo un brevísimo instante y luego desapareció.
    La llama de la vela se había extinguido. Eso significaba una concentración de ocho o diez por ciento de anhídrido carbónico, un porcentaje demasiado alto para que lo soporte la vida ordinaria. Pero Kyra estaba viviendo. Excepto que su tranquila respiración parecía haberse profundizado, no manifestaba la menor señal de molestia. Se había adaptado a la cantidad cada vez más reducida de oxígeno.
    Pero tenía que haber límites para sus poderes. Él entornó los ojos para atisbar mejor en la penumbra, Sí, era seguro que la respiración de la muchacha se estaba acelerando. Ya era indudable; el pecho se alzaba y hundía en jadeos convulsivos, y en la turbada mente del científico algo le hizo recordar el fenómeno. —Respiración Cheyne-Stokes —masculló.
    En cuestión de pocos momentos, la violencia de aquel esfuerzo la despertaría.
    Efectivamente así fue. De pronto los plateados ojos empezaron a abrirse. Se llevó una mano a la boca y otra a la garganta. Dándose cuenta enseguida de la presencia de un peligro, se levantó y sus desnudas piernas relumbraron al arrojarse fuera del lecho. Pero debía de estar ofuscada, porque lo primero que hizo fue dirigirse a la puerta. Él vio el titubeo que había en los movimientos de la muchacha. Giró el picaporte, lo movió frenéticamente y luego se dirigió a la ventana. Dan pudo ver cómo se tambaleaba al andar en aquel aire viciado, pero ella llegó. Su cara estaba cerca de la de él, pero Dan no creía que lo viese, porque tenía los ojos desorbitados y asustados, y su boca y su garganta se esforzaban violentamente para poder respirar. La muchacha alzó una mano para romper el cristal; llegó a asestar el golpe, pero débilmente, y la ventana resistió.
    Lo intentó de nuevo. Por un momento se mantuvo erguida, tambaleándose lentamente, luego sus magníficos ojos se enturbiaron y se cerraron, cayó de rodillas y por último se derrumbó fláccida sobre el suelo.
    Scott aguardó un momento largo y torturador, luego empujó la ventana, La bocanada de aire inerte le produjo un mareo en su peligroso apoyo, y se aferró al quicio. Luego una lenta brisa se movió entre las casas y la cabeza se le aclaró.
    Entró audazmente en la habitación. Aquello era asfixiante, pero cerca de la ventana abierta podía respirar. Dio tres patadas contra la Pared de la habitación de Bach.
    El siseo del gas cesó. Levantó el cuerpo de Kyra entre sus brazos, oyó girar la llave y se precipitó a la biblioteca.
    Bach miró fascinado los puros rasgos de la muchacha.
    —Una diosa vencida —dijo—. Hay algo pecaminoso en lo que hemos hecho.
    —¡Dese prisa! —gritó Scott—. Está inconsciente, pero no anestesiada. Dios sabe la rapidez con que podrá reajustarse.
    Pero todavía no se había recobrado cuando Scott la depositó sobre la mesa de operaciones en el consultorio de Bach y ató las correas sobre los brazos, el cuerpo y las esbeltas piernas desnudas. Miró aquel rostro tranquilo y pálido, aquel cabello brillante, y sintió que el corazón se le inundaba de pena al verlos obscurecerse débil y hermosamente bajo la brillantez de los focos, rica en rayos actínicos.
    —Tenías razón —le susurró a la muchacha, incapaz de oír—. Si yo hubiese tenido tu valor, no hay nada que no hubiéramos podido lograr juntos.
    Bach habló bruscamente:
    —¿Vía nasal? —preguntó—. ¿O debo trepanar?
    —Nasal.
    —Pero me gustaría aprovechar la oportunidad de observar la glándula pineal. Este caso es único, y...
    —¡Nasal! —barboteó Scott—. ¡No quiero que tenga cicatrices!
    Bach suspiró y empezó, Scott, a pesar de su mucha experiencia en el hospital, se sentía incapaz de presenciar la operación; le pasaba al anciano los instrumentos que iba necesitando, pero mantenía desviados los ojos para no ver el rostro de la muchacha.
    —Bueno —dijo Bach por fin—, ya está.
    Por primera vez se concedió un momento de descanso para admirar los rasgos de Kyra.
    Hubo de retroceder violentamente. Había desaparecido el exquisito cabello color platino y había sido reemplazado por los rizos obscuros, hirsutos y grasientos de la muchacha que habían tenido en el hospital. Le abrió los ojos: ya no eran plateados, sino de un desvaído azul, ¿Qué quedaba de toda su belleza? Un rastro quizás; un rastro en la pureza seráfica de su pálido rostro y en el moldeado de sus rasgos. Pero una llama había muerto; ya no era una diosa, sino una mujer mortal, un ser humano. La supermujer se había convertido en una simple muchacha que sufría.
    Casi estuvo a punto de lanzar una exclamación cuando la voz de Scott lo detuvo.
    —¡Qué bella es! —susurró el joven.
    Bach se quedó mirándolo. Se dio cuenta de pronto de que Scott no la estaba viendo tal como era, sino como ella había sido. A sus ojos, influidos por el amor, ella seguía siendo Kyra la magnífica.

    FIN

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