EDWARD O. WILSON: CONOCEMOS SOLO EL 10% DE LA VIDA QUE HAY EN EL PLANETA
Publicado en
abril 18, 2010
El biólogo, ganador de dos premios Pulitzer, nos habla de nuestro planeta y de todo lo que se puede hacer para salvarlo.
A los ocho años sus padres le regalaron su primer microscopio, a través del cual descubrió su pequeño universo personal, completamente salvaje, sin límites, sin guías y sin nada previsible. De esta forma, Edward O. W'ilson se dedicó a escudriñar gotas de agua, mariposas y todo lo que pudo. No lo sabía aún, pero aquello era ciencia pura. Y aquel universo minúsculo se hizo enorme. Con los años llegaron un montón de premios y distinciones, entre ellos dos premios Pulitzer y el reconocimiento unánime de que nos encontramos ante uno de los científicos más notables de nuestro siglo. El último galardón, el premio Internacional Cataluña 2007, es la razón por la que viajó recientemente a nuestro país. Conservacionista, padre de la sociobiología, investigador, teórico, naturalista, experto en hormigas... Son múltiples etiquetas bajo las que se esconde el alma inquieta y afable de un explorador de la ciencia y de la vida.
―¿Qué significa la naturaleza para alguien como usted?
―Imagino que como para cualquier persona, para mí la naturaleza es aquella parte del mundo que puede separarse de lo que es la actividad humana inmediata. La única solución para preservar la biodiversidad es crear reservas naturales lo más grandes posible.
―Alguna vez ha dicho que sabemos más del planeta Marte que de la Tierra. ¿Tan Ignorantes somos?
―Marte no tiene vida sobre su superficie y, por lo tanto, es relativamente fácil de estudiar. La superficie de la Tierra, en cambio, está cubierta por una especie de sábana de microorganismos que es la biosfera y que sólo estamos empezando a descubrir ahora. Si a estos microorganismos les sumamos las bacterias y los insectos, entonces podemos decir con bastante certeza que conocemos tan sólo un 10% de la vida que hay en el planeta en el que vivimos.
―¿Por qué es importante conocer la biodiversidad de nuestro entorno? Para nuestro bienestar y también para nuestra supervivencia.
―La creciente e insostenible actividad del ser humano causará un nuevo cataclismo antes de que acabe este siglo si no ponemos remedio. Cuidar de la vida que nos rodea es parte de nuestra responsabilidad para mantener nuestra continuidad. Conocer sólo este 10% de las especies de organismos que hay en la Tierra es, por poner un ejemplo, como si un médico intentara curar a un paciente del que conoce sólo un 10% de sus órganos.
―Si todo lo que comemos y un tercio de nuestros medicamentos provienen de la biodiversidad y en ella podemos encontrar la solución a problemas futuros, ¿por qué somos tan destructivos?
―Por pura estupidez humana.
¿CIENCIA Y RELIGION UNIDAS CONTRA EL CAMBIO CLIMATICO?
El mayor punto de inflexión en la carrera de Wilson vino a raíz de la publicación en 1975 del volumen "Sociobiology: The New Synthesis", en el que bajo el nombre de "sociobiología", el autor proponía una teoría consistente en el estudio sistemático de las bases biológicas de toda conducta social. Su pretensión de valorar la conducta social humana de la misma manera que la de los animales chocó entonces con una violenta oposición. Otro concepto que debemos a Wilson es el de "biofilia", el placer espontáneo que sentimos en contacto con la naturaleza salvaje y que desarrolló en su libro "Biophilia", en 1984. Después siguió el de "biodiversidad", titulo de un libro colectivo de 1988 y preludio de "The Diversityo of Life", que pronto se convirtió en el titulo más influyente en este campo. En su último trabajo, "La Creación: salvemos la vida en la Tierra" (publicado por Katz Barpal y en catalán por la editorial Empúries), Wilson escribe una carta a un pastor baptista alertándole sobre las consecuencias de la contaminación, el calentamiento global y la rápida destrucción de la diversidad en la Tierra, sugiriendo que ciencia y religión han de actuar conjuntamente para resolver uno de los problemas más graves del siglo que acaba de empezar. Una joya.
Fuente:
REVISTA INTEGRAL - FEBRERO 2008