Publicado en
enero 24, 2010
Imagen agregadaAlgunas personas son demasiado propensas a los accidentes. ¿A qué se debe?
Por Rodrigo GranizoObjetos que para el común de los mortales son perfectamente inofensivos pueden convertirse en armas peligrosas en manos de los jettatores o "accidentables". Tal es el caso de Cándido Mafia, contable de una compañía de seguros, quien tenía la habilidad de ocasionarse lesiones en cadena.
Cierto día, por ejemplo, Mafia llegó a su oficina, pidió su consabida taza de café y se dispuso a abrir la correspondencia; pero antes de leer la primera carta ya se había propinado un tajo en la yema del dedo índice con el cortapapel y comenzó a sangrar profusamente. Al buscar en el cajón algo con qué detener la hemorragia se pilló el anular de la otra mano con la engrampadora. Indignado y dolorido se levantó del escritorio y se golpeó la rodilla en el filo del cajón abierto. Al inclinarse para sobarse, dio un codazo a la taza de café que se derramó sobre la correspondencia y le quemó el antebrazo.A lo largo de sus bien sufridos 47 años, el pobre Mafia tenía huellas de pinchaduras con tenedores, alfileres, prendedores, lápices, esferográficos y astillas; dedos magullados en puertas, ventanas, gavetas y otras trampas con bisagras; quemaduras en focos, encendedores, cigarrillos, timbres, tomacorrientes y reverberos; hematomas por golpes de todo tipo en materiales duros inmóviles o aquellos que regresan bruscamente a su posición inicial; y moretones, lastimados y raspones ocasionados por los objetos más inverosímiles.Stalin Vizuete era otro accidentable que a causa de su condición ya casi no tenía amigos. Al entrar a una fiesta -a la que no habían podido dejar de invitarlo- se acercó a saludar a la anfitriona y mientras ejecutaba una obsecuente zalema, hizo caer un finísimo jarrón chino que adornaba la entrada. A la hora de los cocteles rompió dos vasos y una copa y tropezó con un mozo que quebró catorce.Durante la cena volteó la taza de consomé caliente sobre la mamá de la anfitriona y derramó el vino sobre un sillón de raso que previamente había quemado con su cigarrillo.Finalmente, cuando el calor del baile exigió un poco de aire fresco en la sala, Vizuete trató de abrir una ventana, con tal denuedo, entusiasmo y torpeza que marco y vidriera cayeron estrepitosamente al jardín.Pero no se crea que estos son casos de ficción, de aquellos que se usan con acierto para regocijar al público que asiste a las películas de Jerry Lewis o de Los Tres Chiflados. Hubo hace no muchos años, un conocido presidente norteamericano a quien la prensa se especializó en retratar y filmar mientras se tropezaba en las gradas del avión presidencial, se enredaba con los cables de los micrófonos o en la alfombra por la que caminaba para recibir los saludos protocolarios.Estos casos ilustran las dos grandes ramas en las que se divide la jettatura, a saber: accidentables autodestructivos y accidentables destructores. Ambas parecen ser antagónicas, pues no se dan juntas en la misma persona. No atentan seriamente contra la integridad física, en los primeros y las leves catástrofes no son fatales para su autor sino para los demás, en los segundos.
Preocupado por la profusión de estos casos, un grupo de sicólogos norteamericanos realizó una investigación en los más evidentes accidentables del ejército de los Estados Unidos y llegó a determinar que todos ellos sufrían desequilibrios emocionales producidos por sentimientos de agresión, en los destructores, y de culpabilidad, en los destructivos.Estudios acerca del inconsciente -esa zona oscura de nuestro sique- han revolucionado la sicología moderna y han proporcionado sugestivos elementos para la comprensión de fenómenos en apariencia simples como la jettatura.Con la ayuda de métodos apropiados, los sicólogos han mostrado que el inconsciente traza constantemente su camino por debajo de la conciencia, emergiendo en forma de sueños u ocasionando singulares y pequeñas perturbaciones. Actos fallidos, perturbaciones de lenguaje, tics nerviosos y pequeños accidentes, son manifestaciones de procesos inconscientes que tienen entre sí desconocidas relaciones, a manera de raíces subterráneas entrelazadas.En el caso de la jettatura revelan vestigios de experiencias negativas de la infancia que marcaron en el individuo sentimientos de culpabilidad, con la consiguiente necesidad de recibir castigo, o de rechazo y agresión hacia quienes le han producido sufrimiento o le han causado daño.En opinión de los sicólogos hay un trauma inicial ocasionado generalmente por un motivo trivial que desencadena todo el proceso posterior: la persona comienza a pensar negativamente, se condiciona a sí misma e incluso llega a atraer y a propiciar situaciones en las que se hace daño o lo causa a terceros. Es posible que también entre en juego la actitud de quienes conocen ya al jettatore y generan a su alrededor un clima proclive a los pequeños accidentes.Los pequeños accidentes del jettatore suelen causarnos hilaridad que resulta ser una válvula de escape por la que respira nuestra propia jettatura. Sin embargo, los pequeños accidentes de estos jettatores son una especie de realidades interiores que se proyectan al exterior para hablarnos de la existencia de ese centro oscuro de nuestro yo al que el término de inconsciente sólo tiene la pretensión de aludir. La sicología moderna encuentra en este fenómeno un auxiliar valioso en su tarea de librar -como afirma Jung- al rostro del alma de sus velos múltiples que la tornan lejana, inabordable y oscura, como todos los secretos profundos de la vida.