Publicado en
junio 17, 2009
Un día tuve una cita a almorzar con unas amigas. Mae, una pequeña ancianita de cabello corto, como de 75 años se nos unió. Todas juntas formamos un grupo agradable. Cuando nos trajeron la cartilla para hacer el pedido, todas ordenamos platos de fondo con carne de res o de pollo y un buen vino tinto, excepto Mae quien pidió a la mesera:
―¡Helados de crema por favor...! Con tres bolitas de chocolate recubiertas de chocolate acaramelado.
No estaba segura de que mis oídos hubiesen captado bien y las otras quedaron sorprendidas.
―¡Junto con un pastel de ciruelas! ―Agregó Mae completamente inmutable.
Intentamos actuar de manera indiferente, como si la gente hiciese esto todo el tiempo.
Cuando nos trajeron los pedidos, no disfruté el mío, no podía quitar mis ojos de Mae mientras saboreaba su pastel con helados. Las otras damas mostraron consternación y comieron sus almuerzos completamente sorprendidas.
La vez siguiente solamente invité a Mae a cenar. Ordené carne blanca de atún con una copa de vino blanco y ella pidió un "¡Banana Split!". Sonreí. A lo que ella me preguntó si su pedido me divertía. Le contesté:
―Sí, pero también me confunde. ¿Cómo es que ordena postres tan ricos, mientras yo siento que debo ser tradicional?
Ella sonrió y me dijo:
―¡Estoy probando todo lo que es posible!. Intento comer la comida que necesito y hacer las cosas que debo, pero la vida es tan corta, mi amiga, odio perderme algo bueno. Este año me di cuenta cuán vieja era (se sonrió). Nunca he estado tan vieja antes. Así que, antes de morir, tengo que probar esas cosas que por años pasé por alto. No he olido todas las flores todavía. Aún hay muchos libros que no he leído. Hay todavía mucho más helado acaramelado que probar y papalotes (cometas) en el viento hacerlos volar. Hay muchos centros comerciales en donde no he comprado. No me he reído de todos los chistes. Me he perdido muchos éxitos de Broadway y papas fritas y gaseosas. Quiero navegar una vez más en el mar y sentir el rocío del océano en mi rostro. Quiero sentarme en una iglesia del campo y una vez más agradecerle a Dios por Su gracia. Quiero untar mantequilla sobre mi tostada cada mañana. Quiero realizar llamadas de larga distancia sin límite de tiempo a la gente que más amo. No he llorado todavía en todas las películas románticas o caminado en la lluvia mañanera. Necesito sentir el viento en mi cabello. Quiero enamorarme de nuevo. Así que si escojo postre en vez de cena, y si muriese esta noche, diría que morí ganadora, porque no me perdí de nada, satisfice mi corazón. Tuve aquel último mousse de chocolate antes de expirar.
Con aquello dicho por Mae, llamé a la mesera y le dije:
―Cambié de parecer, quiero lo que ella pidió... ¡sólo que me agrega un poco más de crema batida!.
Vivamos bien, amemos mucho y riamos a menudo, ¡seamos felices! Recordemos que la felicidad no se basa en posesiones, poder o prestigio, sino en las relaciones con la gente que amamos y respetamos. Recordemos que mientras que el dinero habla... "¡el chocolate canta!"
A veces pensamos que, de alguna manera, tenemos control sobre la longitud de nuestra travesía por este mundo y queremos estirar dicha travesía al máximo.
Recuerdo el caso de una señora que vivía en una casa en penumbras a pesar de contar con muchísimos recursos financieros, ella seguía ahorrando luz al extremo, tan sólo porque se había acostumbrado a hacerlo por más de 40 años, al comienzo de los cuales había experimentado bastante escasez.
¡Vamos, vamos!... Disfrutemos cada día lo que el Señor nos ha concedido, y compartamos con los demás lo que Él nos ha dado... ¡incluyendo el gozo de vivir!